Escrito en el cielo (The High and the Mighty, William Wellman, 1954)

Wayne a los mandos, segunda parte

Como terminamos diciendo en la primera parte de este díptico aerotransportado, en la que hablamos de Infierno blanco (Island in the Sky, 1953) aquella historia de aviadores precongelados en espera de rescate tuvo buen rendimiento en taquilla y supuso un provechoso comienzo en la colaboración de Wellman con Batjac, la productora que John Wayne había puesto en marcha poco antes. 

Con los beneficios recogidos y siguiendo la premisa de si funciona insiste, se pusieron director y productor a repetir hazaña, pero esta vez a lo grande, en color y cinemascope. Esta exigencia por parte de John Wayne de usar el formato panorámico puede resultar chocante, pues el 70% del metraje sucede en la cabina del avión. A Wellman no le hizo mucha gracia de entrada tener que enfrentarse a esta nueva tecnología, pero, a diferencia de otros coetáneos suyos como Ford o Lang que la denostaron hasta el fin de sus días, Wild Bill se puso a la tarea de adaptar la puesta en escena al formato alargado con la ayuda del cámara Archie Stout, en su último trabajo, y nada cabe reprocharle a los resultados obtenidos. De hecho aprovechó muy bien las líneas de composición que asientos, pasillo y ventanillas marcan en cada plano, y el resultado es que en Escrito en el cielo no tenemos esa sensación de que se ha rellenado el plano con cosas -o que no ha sabido rellenarse- que a veces encontramos en otras producciones de los 50. Es esta una de las grandes virtudes de Wellman, que no teme a los nuevos retos técnicos y que, con tiempo y presupuesto, es capaz de sacarles todo el provecho e incluso ir más allá. Por ejemplo ya veremos cómo en The Track of the Cat (El rastro de la pantera) es capaz de usar el poder del color para eliminar el color, dotando a este extraño western de un carácter único y fantasmal. Pero volvamos a Escrito en el cielo. Habíamos dejado a Wayne con ganas de dejarse mucha pasta en algo grande.

Se volvió a partir de una novela de Ernest K. Gann, quien redactó el guion que prácticamente la transcribe. Si en Infierno Blanco la colaboración con Wellman había sido fluida y aparentemente fructífera, esta vez las cosas se tensaron hasta el punto de que, molesto por las continuas correcciones del director, Gann terminó quitándose de en medio al sentirse ninguneado. Poco afectó esto, no obstante, a su aportación a la película tanto en lo positivo -la originalidad por aquel entonces de su planteamiento- como a su losa más pesada, que son los muchos minutos de innecesarios flashbacks de demasiados personajes que alargan el film hasta las dos horas y media, récord en la filmografía de Wellman.

Wayne y Wellman acordaron que una buena parte del sueldo de este fuera un alto porcentaje de los beneficios. En concreto cobró 100.000$ más el 30% de la recaudación. Como la película fue un bombazo que recaudó 8 millones habiendo costado 1.5, y además se repuso muchas veces en televisión, Wellman diría en su entrevista a Scott Eyman que es el filme que más dinero le dio con diferencia. En ella también cuenta una de sus clásicas anécdotas sobre sus discusiones creativas con Wayne, que en esta ocasión sí quiso meter las narices y las morcillas en las decisiones de director hasta que Wild Bill le espetó algo así como 

mira, yo soy mucho mejor director que tú y tú eres mucho mejor actor que yo. Así que es igual de estúpido que vengas aquí a hacer de director como que yo vaya ahí y hable con esa voz extraña que tienes y me pasee con tus andares ridículos, así que compórtate y sigamos con la película.

De la anécdota he leído varias versiones en las que cambian los adjetivos, pero en cualquier caso había que tener muchas agallas o estar muy loco para hablar así The Duke, el rey de la industria en aquel entonces, que además pagaba su sueldo y no es que destacara por su capacidad para el encaje de bromas y sarcasmos. Dice Wellman que a partir de entonces le dejó tranquilo y cada mochuelo a su olivo. 

Otro problema de la película fue el casting. Por una parte Spencer Tracy había comprometido su participación en el elenco -recuperado el buen trato con Wellman después de aquellas broncas precodey se echó atrás a última hora. Por otra parte, hay dos personajes que son mujeres maduras y aún hermosas que empiezan a acusar el paso del tiempo, y no hubo manera de que grandes actrices que habían trabajado antes con Wellman quisieran interpretarlas, quizá temiendo un efecto Norma Desmond que las expulsara de la industria definitivamente por su edad. Rechazaron estos papeles, ojo a la lista: Joan Crawford, Ginger Rogers, Ida Lupino, Loretta Young y Barbara Stanwick. Finalmente fueron Jan Sterling y una estupenda Claire Trevor quienes se atrevieron con estos roles que desde luego no iban a lastrar la carrera de nadie. Como curioso añadido -el único importante a la novela de Gann- Wellman metió en la historia a su hijo de seis años Mike, que se pasa todo el vuelo durmiendo y que, según su padre:

 es sin duda el actor con el que mejor he trabajado en toda mi vida; yo le decía “Mike, duérmete”, y se quedaba frito hasta el final del rodaje. Ojalá todos los actores fueran así de obedientes y simples. Y encima gratis.

Pero basta ya de prolegómenos, tenemos permiso de la torre y es hora de alzar el vuelo.

La película

Dan Roman (John Wayne) es un viejo aviador que, como sabremos enseguida en un hermoso y potente prólogo a pie de pista, sigue trabajando de copiloto a pesar de haber sufrido en el pasado la peor de las tragedias: sobrevivir a un accidente en el que murió todo el resto del pasaje, su familia incluida. Además cojea y es objeto de suspicacias por parte de los pilotos más jóvenes que ponen en duda su capacidad para seguir volando. Silva cuando las cosas van bien una hermosa tonada que es el leitmotiv de la magnífica y oscarizada banda sonora de Dimitri Tiomkin.

Posteriormente asistimos al check-in de todo el pasaje. Estamos en Waikiki y volamos a San Francisco, así que vienen a recoger su tarjeta de embarque todos los pasajeros que luego iremos conociendo, en una estupenda escena que personalmente me encanta por dos motivos: primero y a pesar de su excesiva longitud, por su puesta en escena elegante, medida y llena de simpatía. Por otra parte me parece muy interesante ver cuánto han cambiado los viajes en avión, por ejemplo comprobar que la azafata y el empleado de tierra conocen a casi todos los pasajeros, el trato exquisito y a la vez simpatiquísimo que  les dispensa la azafata, que interpreta una estupenda Doe Avedon, qué pena que esta mujer no hiciera casi más cine. 

Es una película con cierto valor documental, y desde luego imprescindible para los aficionados a la historia de la aviación, pues podrá tener una imagen completa -le encantan los tecnicismos a Wellman- de todas las fases del vuelo comercial en aquella primigenia aviación de larga distancia.

Subimos pues al DC-4 transoceánico, decimos adiós a Hawai, y abandonamos tierra.

Con el inicio del vuelo empezamos a conocer a todo el pasaje. Quizá sea esta la parte más pesada y reprochable de la película, pues en una serie de largos, y un tanto inanes flashbacks, vamos conociendo a una pléyade de personajes que bien podrían haber sido la mitad. Están los recién casados, el matrimonio de viaje, la pareja en un tris de separarse, el científico atómico-artista-pacifista-rojeras, una bella mujer insegura que va a conocer a un hombre al que teme defraudar porque le mandó una foto de hace unos años (?), el niño dormilón, un empresaurio celoso con su pistola y todo, un italiano con su su salami y todo, una chica coreana deseosa de interactuar con chicas americanas, recuerden que estamos en 1954, acaba de terminar al Guerra de Corea… Y alguno más que no recuerdo ahora. Luego está la tripulación: el bueno de Dan Roman, que no tardará en tomar los mandos cuando pierda los nervios el Capitán Sullivan, aquejado de un extraño síndrome psicológico que le impide mantener la calma y la cordura. Recibirá de su copiloto la necesaria medicina y sustitución más conveniente.

Una vez desarrolladas las historias de los pasajeros, que en forma de episodios van rellenando el tiempo de vuelo, aparecen los problemas, y la cosa se pone interesante. El fallo de un motor provoca una crisis que ya pueden hacerse una idea y supone la practica imposibilidad de llegar al continente, pues el combustible disponible es el justo y la potencia ha mermado. Y hasta aquí cuento de la trama. 

Valoración

Escrito en el cielo es conocida, sobre todo, por ser la precursora de aquellas películas de aeropuertos que llenaron las salas en los años 70 y, en general, del subgénero de catástrofes en vehículo. Todos los ingredientes que afloraran en aquellas producciones palomiteras 20 años después ya estaban aquí presentes: la coralidad de los personajes cuyas conductas son debidamente premiadas o castigadas por el destino, un héroe que se encuentra con una misión imposible y una tarea sobrehumana sin esperarlo ni quererlo, un desarrollo narrativo que va ganando intensidad según las condiciones del aparato van mermando y la posibilidad de tortazo aumenta y, en fin, ya saben de lo que hablo. Vista hoy en día, con sus secuelas setenteras en mente, puede resultar un filme anticuado y previsible, pero a poco que uno lo revise con cariño, encontrará en él muchos grandes momentos de cine bueno y clásico. Por ejemplo la serenidad descacharrante con la que Wayne explica al pasaje que la cosa está fatal pero que no hay que ponerse nervioso. Es alucinante ver el aplomo de este hombre y darse cuenta de que al espectador de entonces le bastaba ver a Duke hablando con serena autoridad para que el atribulado pasaje de un avión en llamas se ponga a trabajar en grupo para arrojar sus pertenencias al océano poco menos que encantados de la experiencia. Esa mezcla de cine clásico y elementos más actuales le da un sabor especial. Es una pena que el empeño por meter con calzador todas las historias del pasaje, la mitad de ellas irrelevantes, haga trastabillar el desarrollo dramático si bien, como siempre digo, esto es Wellman y aquí está prohibido aburrirse.

Por lo visto Wayne y Wellman fueron a Jack Warner con la idea de que pusiera dinero en ella y este les dijo que no lo veía, que a quién carajo iba a interesarle pasar dos horas viendo una telenovela que ocurre dentro de un avión. Razón no le faltaba, pero se equivocó. Como dijimos antes la película fue todo un éxito en taquilla. Compitió por seis Oscars aunque tan solo ganó uno por la banda sonora de Tiomkin. Sus defectos le impiden perdurar en el imaginario popular quizá merecidamente, pero por muchos motivos merece cariño y estima esta telenovela de los aires. Y algún puñetazo suelta Wayne, como está mandado, en cinemascope y rutilante warnercolor.

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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6 comentarios sobre “Escrito en el cielo (The High and the Mighty, William Wellman, 1954)

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  1. Hola tocayo:
    Yo creo que en este díptico refleja justo el momento en que el cine y la aviación pasa de ser un genero en si mismo a un reflejo de status; mientras el cine retrataba la épica de los pioneros funcionó muy bien y de ahí paso a ser utilizado para indicar la posición social del personaje.
    Es difícil no pensar, cuando repasas los personajes, en lo que se parece a Aeropuerto 75. Por cierto, Gloria NormaDesmond Swanson estuvo venitidós años sin hacer cine… hasta que participó en Aeropuerto 75. Su última aparición.
    Un saludo, Manuel.

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  2. Bien visto ese cambio de perspectiva en el que yo no había pensado y sobre que tienes toda la razón. De hecho la última peli de Wellman, «La escuadrilla Lafayette», al director le dolió como una patada en el ojo entre otras cosas porque finalmente se vio transformada en un dramón romántico de cantante de moda, quedando todo el tema aéreo en segundo plano, y es que esa épica de los pioneros que mencionas ya no tenía tirón alguno a finales de los 50.

    Y por cierto que tengo pendiente volver a ver aeropuerto 75, de la que solo guardo recuerdos vagos de sobremesa infantil.

    Saludos tocayos

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  3. Como ya te dije me encanta las anécdotas que vas dejando.
    ¡¡¡Lo de hacer salir a sus hijos en las películas me encanta!!! Y lo que dice en este caso de Mike…, me parto.
    Y su discusión con Wayne impagable.
    Hay cierto sentido del humor en Wild Wellman.
    Las dos actrices que consiguió finalmente para esta película me encantan. Tengo especial querencia por Claire Trevor. Pero Jan Sterling está inolvidable en El gran carnaval, qué película más cruda.

    Beso
    Hildy

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    1. Bueno, todas estas anécdotas ya dije que hay que tomárselas poco en serio, porque seguro que la mitad son invenciones o reelaboraciones suyas. No se si se puede llamar sentido del humor, pero tiene lo mismo que tenían Hawks o Raoul Walsh y quizá también Ford, pero en huraño, que es una personalidad abrupta y asillvestrada que combinada con su inteligencia natural, el estrés que supondrían aquellos rodajes, la responsabilidad con la que cargaban y la afición por el alcohol y otras cosas de flipar… Pues sí que podría pasar cualquier cosa en aquellos platós.

      De todas formas seguiré contándolas, porque son un ingrediente sabroso y un buen relleno para el soufflé que son alguna de sus pelis jeje.

      Un beso fuerte

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