Totò al Giro d’Italia (Mario Mattoli, 1948)

Esta carrera por etapas que cada año recorre la bellísima Italia, hermana pequeña del Tour de Francia en el imaginario popular, tiene sin embargo un pasado tan glorioso o más que el de la ronda gala. Quiero decir que los italianos la aman más que los franceses al Tour, que para estos en el fondo no es más que una especie de festival itinerante que sucede cada mes de Julio. Para Italia Il Giro es más que eso. El italiano sabe de ciclismo, el Giro suele ser más duro que el Tour y el hecho mismo de que la gloria de vencer en el Giro hoy no represente ni la décima parte de ganar en Francia, lo hace atractivo en cierta forma, aunque difumina para el público actual lo que llegó a ser esta carrera que mereció sus propias películas. Porque aparte de esta de Totò hay otras, quizá hablemos de ellas en otro momento.

Yo de mayor quiero ser routier

Confieso que de las películas cómicas de Totò (se agradece que cambiara por este su nombre real: Antonio Griffo Focas Flavio Angelo Ducas Comneno Porfirogenito Gagliardi De Curtis di Bisanzio) no tengo nada que decir. Aunque le he visto en otras como Pajaritos y pajarracos hace tiempo, no conocía aún ninguna película de estas con su nombre en el título, hechas para su lucimiento. Sobre el Giro sí que sé algo. Tampoco mucho, pero sí más que sobre Totò

En esa época de posguerra Italia estaba polarizada por demasiados motivos: monárquicos y republicanos, izquierda y derecha, norte y sur… La esquizoide experiencia del fascismo en los 20 y 30 y luego una IIGM en la que luchó en ambos bandos, así como las miserias de las destrucción y la necesidad de reinventarse, tenían al país hecho unos zorros. La bicicleta, y ser ciclista, y ser un campeón ciclista, significaba en esa Italia muchas cosas que hoy ya no existen y que a un lector cinéfilo no habría que explicar más que diciendo que El ladrón de bicicletas es contemporánea de esta pequeña farsa que traigo. En ese contexto el ciclismo profesional sirvió para exorcizar esos sentimientos encontrados en la figura de dos grandes campeonísimos, dos figuras históricas que coincidieron y compitieron en aquellas carreteras a medio asfaltar. Eran Fausto Coppi y Gino Bartali. A Coppi los aficionados al cine de animación le reconocerán sin conocerle por el personaje protagonista de Les Triplettes de Belleville, que es su viva imagen. Coppi era el joven, el desafiante, el “progresista”, el portento físico. En aquella Italia -capital Vaticano- se atrevió a vivir abiertamente un romance con una mujer casada. Representaba la renovación, un aire nuevo, otra forma de estar en la vida.

Bartali era por lo contrario un hombre conservador y rudo. Callado, muy católico y familiar. Representaba la tradición y además arrastraba el sambenito de haber apoyado el fascismo por ganar su primer Tour aún en tiempos de Mussolini, lo cual por cierto es mentira cochina, pues entre otras cosas tuvo los arrestos de no hacer el saludo fascista en la entrega de premios. A mí me parece un tipo admirable. Primero, por ser capaz de ganar dos Tour de Francia con 10 años y una guerra mundial de por medio (1938 y 1948, y en el segundo dicen que salvó a Italia de una guerra civil) y segundo, porque sin decir nada a nadie se pasó esa guerra jugándose el tipo por librar a cientos o miles de judíos italianos del exterminio. Creo que el único programa de televisión que me ha hecho llorar ha sido este Informe Robinson donde cuentan la historia. Si disponen de 24 minutos dejen de leer esta patraña y mírenlo. Y, si les sobra otro ratito, pueden leer este viejo artículo de Jotdown bien florido y documentado sobre la histórica rivalidad Coppi-Bartali. 

Solo este contexto histórico-deportivo puede hacernos entender, hoy en día, que el mayor cómico italiano de la época dedicara una película al Giro. Porque el Giro era todo, una Italia de verdad unificada por tres semanas para vibrar con sus héroes de la pedalada, admirados y respetados todos por igual, porque esto es ciclismo y aquí no se va contra nadie. 

Volviendo -llegando- a Totò al Giro d’Italia, vamos con la sinopsis. Desde el cielo Dante Alighieri y Nerón el emperador, tras presentarnos los créditos con mucha gracia, observan las peripecias del Doctor Totò como jurado del concurso de Miss Italia 1948. Durante la elección, cuyas imágenes reales se usan, y de hecho participa en la película Fulvia Franco, la ganadora real, a quien aquí abajo vemos pasear con Fausto Coppi, Totò se enamora de su compañera en el jurado, joven y hermosa, y como él es viejo y feo, pues le dice ella por decir algo que solo se casará con él si gana el Giro De Italia. Ya la hemos liado.

Como hombre feo y enamorado que es, sabe que logros extraordinarios requieren medidas extraordinarias, por lo que invoca al diablo (“diablo de segunda clase” en homenaje explícito al “ángel de segunda clase” de Qué bello es vivir)  y le vende su alma a cambio de ganar el Giro y firma un contrato con él. Así es que, de no saber montar en bicicleta, pasa a ganar cada etapa a Coppi, Bartali, y otros grandes campeones que les acompañan, como Louison Bobet, triple vencedor del Tour de Francia, o Fiorenzo Magni, que ganó el Giro ese año en la vida real. Al final la cosa se complica, claro, pero no diré más por si alguien quiere ver la película aquí.

Totò al Giro d’Italia no es una gran película. Es una farsa sin pretensiones con la que el público italiano de la época supongo que se mearía de la risa, pero que a nosotros se nos hace remota por muchos motivos. El primero, el idioma, pues está llena de chascarrillos dialectales que los subtítulos no pueden traducir. Por otro lado los tics cómicos de Totò, que son mover los ojos de forma extraña, o tocarse la barba de aquella manera, así como incluir versiones líricas de conocidas óperas con letra adaptada que interpreta en playback… pues no son logros humorísticos intemporales. Aparte de eso, la misma realización es compleja, porque mezcla imágenes reales documentales del Giro o del concurso de Miss Italia con la ficción, y además la toma de sonido en algunas escenas, cuando obligadamente tiene que ser directo, es penosa y extraña. Narrativamente la película fluye bien, eso sí, y el guion tiene chispa y los giros argumentales son suficientes como para no hacerla todo lo previsible que pudiera parecer. Es una película sin pretensiones pero a la vez no es idiota. Por ejemplo, eso de que la cuenten Dante y Nerón, o que el mito de Fausto ronde por ahí es prueba de que al menos el público es respetado intelectualmente. Por otra parte, aunque los muchos deportistas famosos que intervienen con frase -no solo ciclistas, también hay futbolistas, boxeadores y pilotos míticos como Ascari y Nuvolari- dan bastante penilla, su participación se ha integrado con gracia y pese a que se nota que han tenido que hacerlo todo con el tiempo justo y sin preparar bien el escenario -de ahí el pésimo sonido directo- está bien resuelto, y el público debió de quedarse bien contento de escuchar las voces de sus ídolos.

En esta foto hay 7 Tours de Francia… Y Totò no ganó ninguno.

Porque quizá lo más alucinante de esta película tan menor es cómo fue posible que juntaran a tanta estrella deportiva para participar en ella. No hablamos de un par de planos. Los ciclistas han rodado varias escenas de interiores y otras supongo que en los momentos de calentar antes de una etapa o en las jornadas de descanso, sacrificando su valioso tiempo de asueto, para rodar lo que luego tiene que servir de fondo de transparencia para la imagen de Totò cuando corre el Giro. Hoy en día contar con varios campeones de varios equipos y nacionalidades así, para rodar juntos y revueltos una película cómica, sería imposible. Bueno, es que sería imposible porque hoy en día ya no existen los ciclistas que sean ídolos de masas ni que representen nada más allá de su patrocinio anual.

En su modestia, Totò al Giro d’Italia ofrece momentos de infinito placer para quienes amamos el cine y el ciclismo. Por ejemplo me encantan ese Nerón y ese Dante presentando los créditos, que decía antes, o ese momento en el que todos los favoritos antes de empezar la etapa ¡SE FUMAN UN PURO! o esos planos oníricos en los que vemos con quién sueñan, soñaban, los grandes ciclistas de entonces, que son con los que ahora, 70 años después, seguimos soñando los aficionados a un deporte que nunca terminamos de entender, pues buceamos en él bogando entre los mitos deformados del ayer, la mentira del dopaje, la inquietud por su futuro y la heroicidad inhumana de sus gestas. Un deporte imposible y necesario,  presente pero increíble, al que en Italia con buen criterio supieron vestir de rosa.

PD: les recomiendo, si les interesa el periodismo excelso y la letra bien tirada, las crónicas que Dino Buzzati hizo del Giro siguiente, el del 49. Mande usted a un corresponsal que no tiene ni idea de ciclismo pero lo sabe todo de la palabra a encontrarse con todo esto que he venido contando… Poesía sobre ruedas, humanidad bajo las letras.

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6 respuestas a “Totò al Giro d’Italia (Mario Mattoli, 1948)

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  1. Hola tocayo
    Lo cierto es que Totò, para mí, es un poco como esos dichos locales: le hará mucha gracia a los italianos peroooo… Te reto a que vuelvas a poner el nombre. Porotraparte, Totò como nombre tampoco es el colmo de la sofisticación.
    Coppi y Bartoldi. Por entonces no había dos ciclistas con los que dividirnos y se conformaban con tener que tomar partido entre dos toreros. Esos grandes héroes que escalando desde las bajas cimas de la miseria…
    Como anécdota tonta te cuento que, cuando estaba en Madrid, comía en el único bar que teníamos cerca. Berrendero se llamaba el lugar y, como su propio nombre indica, pertenecía al mítico corredor coetáneo de estos italianos -que yo desconocía totalmente-. Creo que no lo vi nunca. Poco después, murió.
    Un saludo, Manuel.

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    1. Berrendero ganaba vueltas a España en los años del hambre, y eso después de pasar un tiempo preso por quedarse en Francia durante la guerra. Pertenece a esa época borrosa de la historia del ciclismo atravesada por la guerra en la que fue complicado dejar huella, quizá Bartali (no Bartoldi) fue el único que pudo hacerlo.

      En España también tuvimos nuestro duelo de titanes (o tontones) unos años después con Loroño y el inefable Bahamontes aunque claro, si bien había afición por el ciclismo ni de lejos esta llegaba a lo que era la Italia de posguerra. Te dejo un enlace

      https://blogs.elpais.com/memorias-blanco-negro/2013/09/bahamontes-y-loro%C3%B1o-dividieron-a-espa%C3%B1a.html

      Totó no tiene gracia, ya lo aviso, eh, y su nombre no lo repito porque no lo sé, como tantas cosas que copipego.

      Un abrazo

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  2. Querido Manuel, me incorporo en esta vuelta luego de saltearme la anterior. Lo que me gusta es la pasión que encontrás para reseñar inclusive una película que no tiene tanto mérito cinematográfico. Se nota el ojo enamorado del tema y es una delicia para un lector completamente ignorante como quien te escribe.-
    Un abrazo enorme, Bet.-
    PD: esa foto de Totò como bebé me perseguirá por siempre jaja.

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    1. Mi querida Bet,

      lo primero, esa foto de Totó es más bonita que yo, así que mejor no me veas, pues tendré que perseguirte y adelantar al mismo Totó que ya ganó el Giro, y yo no llego a ese nivel.

      lo segundo, es fácil hablar de lo que se quiere, el ciclismo, pero voy más allá y te confieso algo, a mí me resulta casi más fácil hablar de lo que no me gusta (no es el caso de esta película, pero sí el de alguna otra que he apuntado) porque me entretengo solo en vilipendiar y no siento ninguna responsabilidad. Porque cuando escribo sobre pelis «buenas» siento como mucha responsabilidad que me abruma un poco porque sé que no sé.

      Un beso muy fuerte

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  3. Qué bonito es pedalear por el cine italiano. Curiosamente siempre me causa alegría saber la cantidad de títulos que me quedan por ver y disfrutar. De entre sus actores cómicos tengo gran desconocimiento de la filmografía de Totó, que cuenta con varios títulos que llaman mucho mi atención. No he visto prácticamente nada. No puedo olvidarle en títulos que me han hecho llorar de la risa como Rufufú, como personaje secundario u otros que me han hecho reflexionar como el que nombras de Passolini, Pajaricos y pajarracos. O como forma parte también de una de las secuencias más tremendas de Cinema paradiso, donde Tornatore refleja un momento de máxima felicidad: el pueblo disfrutando de una película de Totó, con otro de tragedia máxima, el incendio del cine. Los italianos siempre han sido maravillosos con la tragicomedia. En Cinema paradiso todos los del pueblo quieren disfrutar de Totó en I pompieri di Viggiù (1949), de Mario Mattoli.
    Así que me ha hecho ilusión el cine italiano dentro de tu ciclo de bicicletas y con uno de sus iconos. Y de nuevo leyéndote aprendo sobre dos nombres del ciclismo y unas historias de lo más cinematográficas con Fausto Coppi y Gino Bartali.
    Nada, caballero, disfrutando con ese viaje al mundo del ciclismo que nos está dando a través de películas.

    Beso
    Hildy

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  4. Queridísima Hildy,
    el cine italiano, es verdad, está lleno de gemas, es uno de esos «almacenes» de la historia del cine que son algunos países, géneros o directores que uno sabe que está esperando a que lleguemos a ellos a avituallarnos. Es lo mejor del cine, aunque a veces atosigue, lo inabarcable que es en muchos sentidos.
    Gracias por tu recordatorio, aunque la vi por última vez hace no mucho, no me acordaba o no me había fijado en que Totó protagonizaba esos momentos de Cinema Paradiso. El otro día por cierto se murió el niño grande, Jacques Perrin. Todo el mundo se muere.
    Feliz verano querida, para mí está siendo muy trabajoso y encima ahora me voy de viaje, pero me tengo bien apuntado a la vuelta sentarme y pasar un buen ratito en tu casa, para no leerte en diagonal.

    Un beso muy fuerte

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