Entre El bosque petrificado (The Petrified Forest, Archie Mayo, 1936) y Horas desesperadas (The Desperate Hours, William Wyler, 1955) pasaron casi 20 años. Tras la primera Bogart se convirtió en un rostro reconocible y contratable y tras la segunda poco más tuvo tiempo de hacer que ganar un Óscar por La reina de África y consumirse hasta la muerte a los 57 años por demasiado castigo al esófago. Aunque Horas desesperadas no fue su último gran papel, ni siquiera el mejor de entre los últimos, tiene en común con El bosque petrificado alguna cosa que hace interesante compararlas para olisquear al menos cuánto cambiaron Bogart y el cine en esas dos décadas que además coinciden con la veta más pura del cine clásico, a decir de los puristas.
En ambas cintas nuestro mito interpreta a un antihéroe, a un delincuente sin muchas luces, irracional e intermitentemente digno. En la antigua es Duke Mantee, un mafioso escapado de prisión que llega a un bar en mitad del desierto y secuestra por unas horas a sus parroquianos. En la moderna es Glenn Griffin, un mafiosillo escapado de prisión que llega a la casa de una familia bien a la que secuestra por unas -desesperadas- horas. Las dos, pues cuentan un secuestro, o más bien una temporal toma de rehenes, y en las dos Bogart es uno de sus tipos más interesantes, el de delincuente que huye como animal herido, del que por cierto ya hemos hablado por aquí en otras ocasiones.

Cuando Bogart consiguió el papel para interpretar al primitivo Duke Mantee, cuenta la leyenda que por insistencia y mediación de Leslie Howard, había actuado ya en unas cuantas películas, pero en papeles mínimos de poco lucimiento. De hecho en esos primeros años 30 trabajaba más en Brodway, en piezas teatrales de más y menos éxito. A partir de El bosque petrificado se centraría en el cine, y poco despueś llegaría, tras otros secundarios memorables junto a James Cagney, su consagración y primer gran protagonista con El halcón maltés. Cuando Bogart aceptó el papel para interpretar a Griffin en Horas desesperadas, nada tenía ya que demostrar a nadie, se permitía elegir los papeles que le gustasen y quizá se arrepintiera de aceptar este, que tengo la impresión de que no está bien adaptado a su edad y carácter, luego veremos por qué.
Como decía, la presencia de Bogie en ellas sirve como excusa también para comparar dos films que quizá no sean los más representativos de sus respectivas épocas, pero sí creo que sirven como referencia de lo que en Hollywood se tendía a hacer en 1935 y en 1955 y, más que eso, en qué se esperaba del público, y cuán adecuadamente describían si no el país sí el espíritu de sus años. También en el aspecto formal aunque, insisto, no son ninguna de las dos películas canónicas, sí que el hecho de que mantengan ambas casi la unidad de espacio, tema y un poco disimulado espíritu teatral permite compararlas, o ponerlas una junto a otra, al menos, y disfrutarlas en sesión doble.


El bosque petrificado es un película muy especial. De esas que, a pesar de sus defectillos, tiene que dejarte huella. Por si no la han visto cuenta cómo llegan una serie de personajes a un desastrado bar-gasolinera en Arizona lejos de todo excepto de El bosque petrificado, monumento natural, y allí se reúnen varios tipos humanos en unas horas cruciales que, salpicadas por varios disparos, mucha frase inteligente y alguna que otra ñoñez, se resuelven en un final memorable y conveniente. Está basada en una obra teatral de gran éxito que Bogart y Howard llevaron al escenario. Robert Emmer Sherwood, autor de la pieza, la escribió en una estancia obligada en Reno para que pasaran las seis semanas mínimas de permanencia que le permitieran hacer efectivo su divorcio. Esta peculiar norma les puede sonar porque enhebra la trama de Si no amaneciera (Hold Back the Dawn, Mitchell Leisen, 1941) y cuando le mostró el resultado a Leslie Howard en un trasatlántico hacia Inglaterra, este se volvió loco con el protagonista, Alan Aquier, y cuando ya puesta en marcha la producción alguien propuso a Bogart no para hacer de secuestrador, sino del brutote futbolista que trabaja en la gasolinera, por lo visto Howard fue a verle en una obra que hacía en Nueva York, Invitation To a Murder, de Gel Sonnegard, y decidió que debía ser el delincuente, el segundo papel en importancia, y que si no se hiciera así él renunciaba al proyecto. También se dice que esta discusión la tuvo Howard con la Warner después, para imponer a su partenaire teatral en la pantalla. Es posible que se dieran las dos circunstancias y que el refinado inglés saliera en su defensa en ambas ocasiones, o que las fuentes se líen o que yo no me entere. En cualquier caso, se dice que tras esto se convirtieron en grandes amigos y que por esto llamó Bogart Leslie a su hija, años después de la misteriosa muerte del actor inglés cerca de las costas gallegas.

Me van a permitir una maldad que no leerán en ningún libro impreso y serio, y es que a lo peor el presuntuoso Leslie Howard quiso a Bogart como “oponente” porque le pareció que su evidentísima tosquedad interpretativa en ese papel y en ese momento no podría hacer ni media sombra a sus ademanes, acento y gracejo anglo-nihilistas. Esto, repito, es una maldad que me invento.


En cualquier caso, como con bastante tino en mi opinión dice Terence Pettigrew en su monografía sobre Bogie, el personaje intelectualoide, protobeatneak sensiblero, que interpreta Howard, un mochilero cultureta en busca de inspiración, es muy posible que en 1935 resultara interesante y exótico para una audiencia ingenua y soñadora, aún confiada en el poder del intelecto y la poesía como la tierna Gabrielle Maple que interpreta Bette Davis. Sin embargo, vista hoy, nos parece más bien un gafapasta cantamañanas. Mucho más auténtico e intemporal es el personaje bogartiano a pesar de su tosquedad, porque representa algo más íntegro e imperecedero que la pedantería perdonavidas del snob protagonista. Duke Mantee inaugura un personaje muy prototípico de la Warner, ese malo que no sabe que lo es, o que lo sabe de manera difusa, y que de forma casi involuntaria dedica la poca humanidad que aun atesora a cumplir con lo que cree justo. Veo en este gánster brutal y esquemático al 90% de los papeles que Clint Eastwood ha construido actuando para la Warner.
Por lo demás El bosque petrificado es una película teatral, si, y que llama la atención vista hoy por su factura, con sus paisajes pintados y su sencilla puesta en escena. Como era habitual en los 30, los matices escasean y las cosas ocurren demasiado rápido, pero la audiencia es tratada con inteligencia y el mensaje final, obligatorio, es que hay que ilustrarse para ser mejor. En mi corazón una obra maestra.

Horas desesperadas la dirigió William Wyler, del que nada malo ni feo puede decirse, salvo que en contadas ocasiones nada puede decirse de su trabajo tras la cámara, ni siquiera que sea malo ni feo. Cuenta la historia de cómo la paz de la perfecta familia próspera americana, con su casoplón, sus dos coches, el hijo listo, la hija guapa y el futuro yerno abogado, se ve rota por la intromisión del figado Glen Greffen, su hermano Hal (Dewey Martin) y un godinflón infraser llamado Sam (Robert Middleton) que invaden su casa hasta que venga la novia de Bogart con dinero fresco, subtrama no consumada por cierto, igual que en El bosque petrificado, donde también la ex se sale por la tangente. Horas desesperadas, que Wyler mismo produce, fue también un intento de rentabilizar en pantalla un enorme éxito que en Broadway estaba teniendo la obra protagonizada por un joven Paul Newman en el papel que aquí ostenta Bogart. A la evidente diferencia de edad y presencia entre el entonces bisoño Newman y el ya achacoso Bogart se puede achacar uno de los principales defectos de esta película por lo demás absorbente y bien parida: y es que el personaje de Bogie no está bien terminado, es extraño. No se comprende muy bien por qué odia tanto al padre de familia que interpreta Fredric March (otro que me encanta pero al que le sobran 10 años aquí) y sus reacciones, las de Bogart, no son coherentes, y están muy por debajo de los matices emocionales que el actor es capaz de dar y que, quizá, estropean involuntariamente a un personaje que probablemente Newman, para quien se escribió el papel, interpretara a la tremenda, con la pasión ciega de la juventud y el método Stanislavski.

Otros defectos mayores incluso que el extraño papel de Bogart lastran Horas desesperadas. En especial los muchos e increíbles agujeros de guion y situaciones irreales que se acumulan en ella, como que los secuestrados puedan una y otra vez salir de la casa y pasear con el novio o trabajar en la oficina, además de otros sucesos cogidos con pinzas. Aparte de todo esto es un film muy interesante y entretenido, claro, por el qué pasará. En el aspecto formal merece un notable alto por la pericia de Wyler para escoger la mejor posición de cámara, aunque es siempre tan correcta que tenemos la impresión a veces de que, más que dirigida, la película -con su lastre de obra teatral- está siendo realizada, pues a la característica naturalidad de Wyler se une un estilo televisivo, demasiado eficiente, sin excesos ni defectos, ágil y económico como una hamburguesa servida en el coche.

Conclusión: Humphrey Bogart fue lo que media entre estas dos películas en las que, como humano que fue, no actuó lo mejor que sabía. Lo mejor que sabía Bogart es algo que creo inalcanzable, que quizá por una limitación sistémica, por su naturaleza compleja y en exceso mediatizada, el cine nunca podrá volver a ofrecer. Bogart era un gran actor, más versátil de lo que muchos piensan, menos encasillado de lo que algunos dicen. Pero más que gran actor, era una presencia única por la que bien me gustaría estar secuestrado una y otra vez. Aquí han sido dos y me quedo con ganas de más.


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Hola tocayo
Maldad innecesaria la que te gastas con Leslie; si algún actor ha desarrollado su carrera haciendo de «felpudo» ese es Howard -salvo medio papel, cuando hace de «Pimpinela»-. En la anterior ocasión con Bette Davis «of human bondage» es muy difícil encontrar en los treinta un actor al que humillen más. Y, tengo entendido, en la «vida real» era todo un gentleman.
Dos grandes obras; tal vez no estaría mal hacer una parada intermedia en «Key Largo» para no olvidar que Bogart también fue secuestrado.
Un saludo desde las horas petrificadas, Manuel.
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Pensé en Cayo Largo pero preferir limitar el tema.
Un poco malo he sido con Leslie Howard, puede ser, pero qué aburrido es un mundo lleno de caballerosos hombres felpudos. Hay días en que gusta limpiarse los zapatos.
Un abrazo, tocayo
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Ya te he escrito en más de una ocasión, que me encantan este tipo de artículos, donde realizas diálogos entre películas superinteresantes. Las conexiones me fascinan. Aquí con El bosque petrificado y Horas desesperadas y el papel de secuestrador de Bogart hablas de su carrera como actor y de cómo se las gastaban en Hollywood en los años treinta y cuarenta. He disfrutado un montón la lectura y es que como dices Bogart tuvo una presencia única y el análisis de su carrera es apasionante.
Si bien a mi corazoncillo cinéfilo le ha impactado esto: «William Wyler, del que nada malo ni feo puede decirse, salvo que en contadas ocasiones nada puede decirse de su trabajo tras la cámara, ni siquiera que sea malo ni feo». Jajajaja, porque, Manuel del alma mía, siempre he defendido a William Wyler cómo uno de los grandes del Hollywood clásico por su manera de contar en imágenes las historias que acometía. En su filmografía hay películas muy culpables de mi amor por el cine: Una chica angelical, Desengaño, Calle sin salida, La Carta, La Loba, La heredera, Carrie, Vacaciones en Roma, El coleccionista…
Beso
Hildy
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Ay, queridísima Hildy, no te ofusques!
Claro que admiro a Wyler. De hecho creo que ya he dicho alguna vez por aquí que en mi lista de las 10 siempre estará Los mejores años de nuestra vida, y todas las que mencionas (Carrie no la he visto, melapunto) son muy muy grandes. Pero si lees con atención mi frase, verás que se me puede dar la razón, porque es un director tan maleable y hábil que, «en contadas ocasiones», solo a veces, su trabajo es invisible y por extensión difícil de valorar o evaluar. Solo quería decir eso, que le pasa a otros directores pero de él lo destaco por lo grandísimo que es cuando puede/quiere.
Espero traerte más sesiones dobles, Hildy. Cuando se me ocurre una de estas conexiones me encanta desarrollarla, pero por desgracia cada vez tengo más problemas para encontrar tiempo de ver y escribir. Si alguna vez me autopublicara algún libro creo que lo llenaría de estos ejercicios dobles. Quizá en otra vida.
Un besazo fortísimo
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¡Muy bien visto este doblete! Le tengo cierto cariño a El bosque petrificado porque la vi en mis primeros años de carrera cuando aún estaba descubriendo el cine clásico y cada película de ese periodo que fuera mínimamente notable era todo un hallazgo para mí. Si bien en este caso se me atragantó como a usted el personaje de Leslie Howard, que se me hizo insoportable. Reconozco que no es un actor que me entusiasme aunque parece que era un buen tipo.
Lo de Bogart es un ejemplo fascinante de lo que es el carisma en un actor. No era especialmente atractivo e incluso su timbre de voz podría parecer inadecuado, no me extraña que en Hollywood tardaran tanto en elevarlo a la categoría de protagonista. Pero definitivamente tenía algo más allá de sus innegables dotes actorales que lo convierte en una figura tan legendaria. Incluso aunque Horas Desesperadas no sea de sus mejores actuaciones yo disfruto como un enano simplemente por verle en la pantalla haciendo de malo. Es ciertamente un Wyler menor pero que a mí me gusta incluso con sus incongruencias.
Es algo curioso, un film que quizá se habría beneficiado – cosa extraña – de ser un film noir barato de serie B con actores no tan buenos y un acabado menos pulido, que le daría un tono seco y feo más adecuado para el tipo de historia, permitiéndonos pasar más por alto las incongruencias de guion que usted menciona. Es como grabar una canción de punk o garage con una producción de Phil Spector. No quedará mal y si el material de base y los intérpretes son buenos seguro que la disfrutaremos, pero quizá a veces menos es más.
Por cierto si no lo conoce eché un vistazo a Yo amé a un asesino (1951), con un argumento muy similar y el último papel de John Garfield. Y en este caso sí es un noir de serie B.
Un saludo.
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Comparto con usted esa sensación respecto a El bosque petrificado de que quizá me gusta más de lo que merece, o algo así, y además por la misma razón que aduce. También la descubrí en mis primeros años cinéfilos y por lo que sea me caló fuertemente. También coincido totalmente en sus apreciaciones sobre Bogart, sin duda ninguna mi actor favorito del Hollywood clásico.
En lo que respecta a Horas desesperadas, es muy interesante eso que dice de que hubiera sido mejor si hubiera sido una serie b. Tiene toda la razón, pero es que en estos primeros 50, supongo que a resultas de la gran crisis de las majors, sucede que hay muchas producciones -lo digo pensando en las de Wellman que conozco, por ejemplo- que se mueven en un término medio entre A y B, y que además se mezclan los métodos y técnicas televisivas, que ya afectan tanto al ojo del espectador como a las intenciones de quien produce… No sé, es una época esta de los 50 bastante difusa en lo que respecta a las no muy grandes producciones. Pero vamos, que tiene usted razón, los defectos de Horas desesperadas resaltan más por su factura profesional y que quienes la hacen sean tan buenos en lo suyo. Paradoja.
Aunque me hace eco la cabeza con «Yo amé a un asesino», y por lo tanto puede que la haya visto hace mucho, me la apunto ya mismo.
Un abrazo
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