Nada menos que cuatro años se pasó Ozu sin poder dirigir. Los dos primeros, ya lo sabemos, los pasó guerreando, los dos siguientes, del 39 al 41, intentando volver a la brecha, pero no le fue fácil. Nada más volver de China preparó un guión titulado El sabor del té verde con arroz (Ochazuke no aji) que no pudo llegar a rodar. Contaba la historia de un matrimonio durante los días previos a que el marido partiera a la guerra. La oficina de censura militar no aceptó el guion por considerar que se tomaba la llamada a filas un poco a pitorreo, pues la historia era cómica y amable. Vamos, que estaba falta de ardor guerrero, justo eso que Ozu estaba saturado de simular, así es que en vez de modificar el libreto lo metió en un cajón y se puso con el que ya en 1941 pudo rodar, la historia de la familia Toda. El sabor del té verde con arroz se rodó finalmente en 1953 con las convenientes variaciones y en su momento hablaremos de ella.

Aunque tardó en volver al tajo, la verdad es que Ozu se puede decir que cayó de pie en la industria cinematográfica de tiempos de guerra. Desde su movilización en 1937 progresivamente las autoridades habían promovido el cine familiar, ajeno a temas sociales o políticos, con lo cual resulta que en 1941 la especialidad de Ozu, ese cine familiar, era el género de moda. El guion que había escrito con Tadao Ikeda, pues, iba con el signo de los tiempos, así que Ozu le apretó las tuercas a los jefes de Shochiku para que le subieran el sueldo. Estos le dijeron que pondrían a su disposición dos estrellas del estudio y que si el resultado final era satisfactorio obtendría ese aumento. Shin Shaburi y Mieko Takamine, pues, se unieron por primera vez a la troupe habitual del maestro, y la buena mano de este y la fama de ellos propiciaron que, por primera vez en su vida, tuviera un verdadero éxito de taquilla, unido al reconocimiento de la crítica con un cuarto primer puesto en el ránking anual de la revista Kinema Jumpo. Después de Los hermanos Toda, dice Ozu, nunca volvió a pasar necesidades, y la gente empezó a ir al cine para ver películas suyas por ser suyas. Nació pues la marca Yasujiro Ozu.

La historia empieza con unos elementos inanimados, como es habitual, que nos invitan a pasar a la casa del viejo patriarca de los Toda. Entre ellos están unas macetas con ruedines y un mirlo enjaulado que vivirán su propio periplo a lo largo del metraje. Porque la historia, como es habitual en Ozu, tiene una estructura simétrica. Tras un breve prólogo en el que la familia se fotografía en la celebración del 69 aniversario de Shintaro (Hideo Fijun), cuando los hijos han vuelto a sus casas este muere -en elipsis y por exceso de sake- y se reúnen de nuevo para las exequias. La familia Toda es grande y eso agudiza ese despiste que puede acompañarnos en las películas familiares se Ozu, por demorarse en presentar a los personajes y aclarar las circunstancias de cada cual. Sin embargo, aunque aún no sepamos quiénes son enseguida, en la reacción a la muerte del padre vemos que hay como si dijéramos tres grupos entre ellos. El primero no es realmente un grupo, sino el aparente protagonista, aunque aparece pocos minutos en pantalla, el hijo pequeño, Shojiro (Shin Saburi). Es un tipo algo hosco, que llega tarde a la ceremonia y parece contrariado por circunstancias personales, quizá laborales, que desconocemos. El segundo grupo lo forman la matriarca (Ayako Katsuragi) y la hija pequeña, soltera aún, Setsuko (Mieko Takamine) Aunque el padre ya le había apalabrado un marido, su hermano le libera del compromiso pues el tipo -que no llegamos a conocer- aunque guapo no es honrado ni la va a hacer feliz. El tercer grupo lo forman los demás hermanos Toda y sus mujeres y esposos. Es curiosa la reacción que estos últimos tienen al saber que el padre ha sufrido una indisposición posiblemente fatal. Ninguno parece apresurarse, con toda la frialdad del mundo preparan las maletas -una, previsora, se lleva directamente el kimono de luto- y con la misma frialdad disponen los asuntos económicos tras las exequias. En esta reunión el primogénito (Tatsuo Saito) explica que el padre estaba arruinado, que se había llevado hace tiempo el capital de sus inversiones y que por ello hay grandes deudas y se debe vender la casa familiar, así como la gran colección de arte y artesanía. Los Toda, de origen noble como insinúan las armaduras de Samurai que adornan la casa y su emblema familiar, ha perdido su grandeza.
Debido a la venta de la casa la abuela y Setsuko peregrinarán por los hogares de los hermanos casados. El soltero, por cierto, ha emigrado a China. De cada uno de ellos tendrán que irse por sentirse una carga, o humilladas, o por consideraciones de clase, ya que por ejemplo Setsuko quiere trabajar y eso es considerado indigno de su clase por su hermana mayor. Finalmente volverán a una casa junto al mar que no ha podido venderse por su estado decrépito, con sus macetas con ruedines, el mirlo enjaulado, junto a la vieja criada, la entrañable Choko Iida.

Tras el funeral por el primer año de la muerte del padre vuelve el hijo emigrado -y de nuevo tarde y vestido de calle- y tras una monumental bronca al resto de los hermanos y hermanas por el trato dado a la abuela y a Setsuko, disponen empezar ellas con él, Choko Lida, las macetas con ruedines y un mirlo enjaulado, una nueva vida en la China conquistada. Sobre esa nueva vida, aprovecho para comentar que años después Ozu se planteó por primera vez en su carrera rodar una segunda parte, visto el éxito de esta, contando las peripecias en China de la familia Toda emigrada, pero como es natural el desarrollo de la guerra no lo permitió.

Los hermanos Toda tiene muchas similitudes con la posterior y celebérrima Cuentos de Tokio, y ambas, se suele comentar, podrían conservar reminiscencias de esa obra maestra -para mí el film con el final más terrorífico de la historia- que es Dejad paso al mañana (Make Way for Tomorrow, Leo McCarey, 1937). Igual que en las otras, la abuela y la nieta (en vez de los dos abuelos) deambulan por las casas de los desagradecidos hijos a los que la vida moderna ha vuelto imbéciles. Al parecer Yasujiro Ozu no vio la película americana, o al menos no la mencionó nunca, pero bien pudiera ser que lo hiciera alguno de sus amigos y coguionistas habituales: Tadao Ikeda o bien Kogo Noda, como afirma la wikipedia creo que sin fundamento. Haya inspiración o no, el caso es que el trato recibido por la abuela Toda y Setsuko nos irrita como en las otras películas, pero Ozu logra esto de una forma progresiva, pausada. Uno se encuentra en el a mitad de metraje sintiendo que la historia no arranca o que todo está deslavazado, pensando que hay demasiados personajes, y de pronto llena una escena que, sin que nadie levante la voz, nos encoge el alma y a partir de ahí la película, hasta entonces demasiado coral y difusa, penetra en nosotros. Esa escena podría ser, por ejemplo, una en la que Setsuko y la abuela ruegan a una nuera que no toque el piano de noche, porque ni ellas ni las criadas pueden dormir, y la nuera-cuñada (Kuniko Miyake), tras dejar de tocar, le recrimina a Setsuko que exija que los demás hagan lo que a ella le conviene pero ella no procure hacer lo que a los demás les interesa. Estas broncas educadas de las nueras-cuñadas de Ozu son muy características de su cine, y dicen las malas lenguas que se inspiran en su propia cuñada, con la que se llevaba regular. El guion da la impresión de haberse afilado una y otra vez hasta que la filípica se convierte en un curioso discurso extremadamente racional y educado que, precisamente por lo bien armado que está, refuerza más la inquina que lleva dentro.
Un reverso curioso de esto que digo, ya que estamos con el tratamiento que Ozu da a las broncas, es la que Shin Siburi le echa a sus hermanos al final, obligándoles a abandonar la reunión uno detrás de otro -y separando definitivamente, por tanto, a la familia. Curiosa, digo, porque si lo pensamos bien él no ha estado presente en las humillaciones que denuncia -estaba en China- y precisamente él no ha acogido a su madre y a su hermana, por lo que al menos desde nuestra mentalidad habría que reprocharle a él el primero el haber pasado de ellas. Sirva en su descargo que es el benjamín de la familia y, por lo tanto, en el sistema de parentesco tradicional japonés, en el que el orden de edad cuenta tanto, nadie puede pedirle que se haga cargo de su madre hasta que le toca, cuando los demás no han querido o sabido hacerlo.

En lo visual Los hermanos Toda es una película con un estilo ya asentado, que apenas cambiará en lo que queda de la carrera de Ozu. Solo hay algunos mínimos movimientos de cámara, aunque uno, casi el plano final, es muy llamativo porque no parece propio de Ozu. Es un travelling de retroceso en el que descubrimos que Shin Saburi, para no conocer a la novia que le ha buscado su hermana, ha desaparecido de la estancia para correr hacia el mar en bata, plano que recuerda por cierto a Ha nacido una estrella, aunque aquí sin fatales consecuencias. Realmente Ozu declaró que, por lo ajustados que estaban los costes de producción y materiales, se les presentó en el plató un directivo diciendo que debían terminar la película esa misma tarde, cuando aún se contaba con varios días. Finalmente tuvo que rematarla en un par de horas, y lo cierto es que no se nota la prisa excepto, quizá, por la solución fácil de ese travelling para evitar preparar más planos.
Lo que menos me gusta de Los hermanos Toda es su fotografía. Que no es que esté mal, pero es muy distinta a la que iluminaba las películas anteriores. A la vuelta de la guerra Ozu se encontró con que su operador habitual, Hideo Shigehara, se había pasado a la competencia, y decidió quedarse a partir de esta película con Yûharu Atsuta, su ayudante, que ya le acompañaría en el resto de su filmografía. Realmente no sé si se debe al criterio de Atsuta o simplemente a la evolución de la forma de iluminar en los nuevos estudios de Ofuna, o a cambios tecnológicos de cámaras, objetivos, celuloides, etc. El caso es que la fotografía se vuelve más una escala de grises que un juego de blancos y negros y, aunque seguirá siendo satisfactoria y en ocasiones brillante hasta El sabor del Sake, hay algo que se ha perdido, una especie de calidez humilde, y un brillo especial de los rostros, que se marchó para no volver como el abuelo Toda y los yenes que se llevó de la empresa.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu
Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero. o bien de Antología de los diarios de Yasujiro Ozu, Edición a cargo de Nuria Pujol y Antonio Santamarina. Filmoteca de la Generalitat Valenciana.
Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.
Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.
En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.
En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.
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Hola tocayo
Por el argumento -familia numerosa en declive y ¿qué hacemos con la «maleta vieja»?- bien podría ser una peli italiana (si le ponemos unas toneladas de voces, «pasta con tomate» y niños revoltosos) en cambio los japoneses le ponen patines hasta al mundo vegetal para que todo sea más que silencioso, casi quieto.
Curiosa la foto familiar, los hombres «a lo occidental», las mujeres «a lo tradicional»… y un militar. Si la hubieran hecho en estos lares el militar sería opcional, bien podría ser un cura.
Me ha gustado esa forma de dejar la escena (en elipsis y por exceso de sake). Una elipsis saqueada, tchin, tchin. Manuel.
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Ese «militar» que dices -yo ni me había fijado- creo que no es tal, sino el actor niño-ya hombrecito Tomio Aoki, o Tokan Kozzo, el pilluelo, del que he venido hablando en varias ocasiones creo que desde 1929. Aquí ya está mayor. De hecho creo que es su última aparición en el cine de Ozu y de hecho hasta IMDB se confunde, atribuyendo su rol a otro pipiolo. El uniforme que lleva creo que no es de militar, sino de estudiante.
Solo en el cine de Ozu muere o se ve seriamente perjudicada en los avatares de la vida más gente por exceso de sake que en el cine italiano entero por pasarse con el chianti. Poco ruido pero mucho tchin tchin, estos japos.
Un saludo tchin tchin (y sigo sin probar el sake…)
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Pues justo ésta la vi por primera vez hace un par de meses, cada año intento ver al menos un Naruse y un Ozu nuevos (hasta que se me acaben los Ozu… de Naruse tengo para la tira de tiempo) y escogí éste. Me gustó mucho y desconocía que había sido tan importante en su carrera. Es curioso cómo películas que son fundamentales en una filmografía luego en el imaginario cinéfilo acaban apareciendo como «otra más» de sus obras recomendadas.
Decir que su aclaración sobre las responsabilidades del hijo menor según los códigos japoneses me ha ayudado a entenderla mejor. Me recordó un poco a la posterior Ran en el sentido de que el que uno piensa al principio que es el peor hijo de todos en realidad acaba siendo el que demuestra más cariño hacia sus progenitores. Y me gusta mucho cómo describe ese estilo del cine de Ozu que yo alguna vez también he intentando explicar: uno se topa con multitud de pequeñas subtramas y personajes que no sabe muy bien dónde colocar, pero poco a poco se va situando y acaba entendiendo de qué va la cosa. Es como si llegáramos a mitad del suceso y, en lugar de explicarnos Ozu que ha sucedido hasta entonces, nos invitara a sentarnos, escuchar y esperar a que acabemos entendiendo todo. En ese sentido no se reivindica lo suficiente lo bien construidos que están sus guiones.
Un abrazo.
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Tiene usted toda la razón con lo de los guiones. De hecho yo mismo, cuando empecé a ver pelis de Ozu y luego leía que se tiraban Kogo Noda y él un mes o dos para escribir un guion que luego rodarían en dos o tres semanas, me quedaba extrañado. Mucho más cuando, avanzando en la filmografía, me encuentro con que hay subtramas, conflictos y anécdotas que se repiten una y otra vez, como si Ozu y sus coguionistas, por una especie de vagancia máxima, hubieran pasado de trabajar el libreto. Pero resulta que ¡es al revés! trabajaban muchísimo unos guiones que son un poco una mezcla de puzzle de demasiadas piezas y el juego de la oca. Quiero decir que a pesar de esa desorientación que provocan llevan siempre, con tremendo rigor, hacia donde Ozu quiere que vayamos.
Por cierto que algunos guiones de Ozu no los rodó Ozu o se quedaron sin producir. Espero poder dedicarles un apunte.
Un abrazo
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