
ATENCIÓN: en esta reseña, después de este párrafo, se va a destripar por completo la película. Teniendo en cuenta que su final es importante para valorarla y en su caso disfrutarla, quien tenga intención de verla es mejor que no me lea y, si le apetece, vuelva después. Además ya adelanto que no la trato con entusiasmo. De hecho me ha gustado poco aunque me apetezca escribir sobre ella. Una breve sinopsis: Blaga es una profesora de literatura jubilada que vive en la ciudad de Shumen, Bulgaria. Está empeñada en comprar una tumba digna para las cenizas de su marido y, justo tras cerrar el trato, es víctima de una estafa telefónica por la que pierde todos sus ahorros. Entonces, desesperada, buscará la forma de encontrar un dinero con el que al menos abonar una señal para reservar el túmulo.

Los primeros minutos de Las lecciones de Blaga se ven con interés. Su protagonista -lo mejor de la película es la buena interpretación de Eli Skorcheva- parece una mujer de carácter, un personaje de estos carismáticos y memorables que en ocasiones sirven para sostener por sí solos y enlucir películas medianas y tramas cojitrancas. Sin embargo, una vez consumada la estafa que consiste en que la llaman y la obligan a tirar todo su dinero por la ventana, la película y ella se tornan vagas, dilatadas. Hay un gran tiempo muerto dividido en otros muchos tiempos muertos en los que vemos a Blaga ir y venir o hablar por teléfono con quien pueda darle trabajo. También nos sorprende maltratando psicológicamente a una chica encantadora refugiada de la guerra del Alto Karabaj a la que da clases particulares de Búlgaro, pero se comprende en su estado de tensión. Además la policía le ruega que aleccione a los vecinos sobre cómo se produjo la estafa, por lo que se siente humillada, pues es conocida y respetada en su entorno como erudita. Y es que Blaga corrige continuamente los errores gramaticales de los demás y por un encuentro con un antiguo discente y por como trata a su alumna particular parece claro que no ha sido una profesora cariñosa y motivadora que digamos. Representa a grandes rasgos el tópico de docente exigente y carapalo que asociamos a la era soviética.
Después de esta fase en la que me fui deslizándome hacia el aburrimiento y la decepción por fin llega el momento que esperamos, cuando Blaga entra en contacto con los estafadores y comienza a trabajar para ellos como mula, recogiendo el dinero que otros desgraciados arrojan por la ventana, como hizo ella, y llevándolo a un lugar perdido cerca de la frontera con Rumanía, que es el país desde el que operan estas mafias. Debemos tener presente que la única finalidad de la vieja profesora es pagar la tumba y la lápida de su marido, antiguo policía para más inri, porque considera un deber sagrado enterrar sus cenizas antes de que se cumplan 40 días desde su muerte. El dinero es para esto, a pesar de que tiene un hijo que vive explotado en EEUU repartiendo paquetería 16 horas al día al que vendría muy bien esa cantidad para dignificar un poco su vida.

Como les decía me ha gustado poco esta película, pero lo que me trae a comentarla es el curioso paralelismo que me parece encontrar entre el aprecio descendente que voy sintiendo por lo que veo en cuanto obra cinematográfica, con el mismo aprecio descendente que no yo, sino cualquier espectador que la termine, acaba sintiendo por su protagonista. Y es que Blaga en una escena final que evidentemente es la más memorable nos demuestra que es una tipeja infecta, como veníamos sospechando, un ser despreciable e inmoral merecedor de todo el escarnio y el miedo que ha sufrido. Una mala persona que bajo la fachada de erudita razonablemente insolente esconde a una rata cobarde, egoísta, insolidaria y supersticiosa.
La jibarización del carisma de Blaga se va produciendo a la vez que la película que, según avanza el metraje, se va volviendo más y más fatua. Cinematográficamente, a poco que uno se fije en esas cosas, desespera por su mediocridad. Solo tiene valor en ella la historia original que da para mediometraje como mucho, pero la puesta en pantalla es pobre, sin ideas, tan gris como el pelo de Blaga o la Bulgaria bajo la economía de mercado de la que parece la vieja una obvia alegoría. Es desesperante que, para centrar la atención en ella, solo se le ocurra al director desenfocar todo lo que la rodea incluso cuando habla con otros personajes. Es un rollo que para decirnos que ha ido andando del punto a al b nos muestre cinco o seis planos de ella caminando por la acera. Es una película carente casi por completo de ideas cinematográficas, obvia y cansina en el aspecto dramático y visual, lo que hace que, según pasan los minutos, solo apetece terminar de verla por comprobar si esta doña erre que erre con moño culminará sus aventuras por lo legal o por lo criminal.
Los mayores méritos de esta cinta son el planteamiento del guion, si bien los diálogos son acartonados, lacónicos y aburridos, y un final en parte previsible pero brutal y recordable. Esta escena final, en la que Blaga sacrifica a su joven alumna que unos matones confunden con ella y deja que la apalicen hasta la muerte posiblemente mientras escapa con una sonrisa, es imposible no vivirla con intensidad a este lado de la pantalla. Supongo que Las lecciones de Blaga tiene, como decía, una dimensión alegórica que desconociendo yo por completo la realidad de Bulgaria solo puedo adivinar. En lo que a mí respecta, el sabor a hiel y mediocridad que me dejan tanto la película como su protagonista me invitan a lamentarme pensando en qué peliculón memorable podría haberse construido sobre esta fábula en los años 50 o 60, más allá del telón de acero, con el celuloide racionado y la obligación de esquivar con ingenio a los comisarios políticos y demás clase censora.

Hola tocayo
Parece evidente que el carácter de la protagonista y el de la peli -incluso, tal vez, el del país que reflejan- parece que van de la mano. Por desgracia eso no parece suficiente para sujetar la película.
Creo ver una cierta ironía en que la policía intente hacer de Blaga una suerte de ejemplo mientras que el otro bando la pone «a trabajar»; el pequeño paso que existe entre el mundo de las ideas y el mundo de la acción.
Sin ser un experto no me extraña nada que, siendo la peli Búlgara, los malos estén del lado Rumano. Dos países vecinos y enemigos eternos.
No te sabría dar la razón pero me has hecho pensar en una peli española que no llegue a ver: «Justino, un asesino de la tercera edad» en este caso «Blaga, mula en la tercera edad (pero siempre terca)»
Un saludo, Manuel.
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Hola tocayo,
Pues mira, ya que lo mientas me voy a ver la de Justino. Es una peli de esas que a la vez atraen y tiran para atrás… Seguramente las sensaciones que deje sean parecidas a las que me ha generado Blaga, pero no a nivel moral, porque esta peli te deja como cabreado.
Mientras escribo caigo en que no aproveché la peli -no sé si habré visto otra búlgara- para comprobar eso que dicen de que asienten y niegan al revés que nosotros.
saludos!
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