La sesión doble que planteo hoy quizá sea la más extraña que se me ha ocurrido por ahora, y mira que se me pasan cosas raras por la cabeza. El hilo que une a ambas películas lo he liado muy artificiosamente, lo confieso y, bueno, mejor voy al grano y antes de nada las reseño, que no son muy conocidas cada una por distintas razones.
El Unicornio (Black Moon, Louis Malle, 1975) es el epítome de lo que se dice “una peli muy rara”. La sinopsis: una joven (Cathryn Harrison) parece escapar de las batallas y emboscadas que se producen en una futura guerra sin cuartel entre hombres y mujeres que no va con ella. Huyendo de un tiroteo se adentra en el bosque y llega a una casa en la que parecen habitar dos hermanos con su madre postrada y moribunda, multitud de animales, entre ellos un unicornio, de conducta contra natura, y un montón de niños chicos que corretean en pelotas de acá para allá. Todo lo que sucede es imposible, surrealista o como se quiera decir.

No he querido mirar mucha información para no contaminarme y poder verla y hablar de ella tal y como el mismo Malle nos invita a hacer en una cartela inicial: como una experiencia quizá soñada a la que no hay que buscar sentido racional alguno. No es una película que vaya a gustar a todo el mundo, ni siquiera al público cinéfilo. Hasta mediado el metraje nos mantiene bien alerta por lo fantástico de unos acontecimientos para los que esperamos algún tipo de explicación o que al menos se nos aclare cuál es su naturaleza, pero Malle no da su brazo a torcer, y la segunda parte es fiel a su mensaje inicial y a una concepción -que se ramifica en muchas otras, narrativas y visuales- tan recia como ininteligible para nosotros. Se puede decir que estamos en un espacio-tiempo quizá futuro en el que las normas de la naturaleza -conductas animales y vegetales (?), orden del tiempo físico y psicológico…- y de la sociedad -lenguaje, moral, relaciones de parentesco…- son otros. Es otro mundo en el que penetra la chica protagonista, y por eso, por la bella nínfula y la naturaleza subvertida que encuentra, es recurrente comparar El unicornio con las Alicias de Lewis Carroll. También evoca el film a Buñuel, pues todo es surrealista, hay cantidad de ovejas en plan dominatrix paseando por ahi y además su nuera, Joyce Buñuel, aparece en los créditos como ayudante con los diálogos, desconozco con qué grado de implicación, y es que ya digo que no he querido investigar mucho. Hay que decir, por si alguien se está oliendo un truño setentero cutrefacto, que es un film con una puesta en escena muy cuidada, hermosa fotografía y multitud de detalles visuales a los que sacar punta fílmica y metafórica. Es una película muy bien realizada, inteligente y atrevida como muy pocas.

They Shall Not Grow Old (Ellos no envejecerán, Peter Jackson, 2018) es un viaje de vuelta a la Gran Guerra. Su concepción es sencilla: se han manipulado digitalmente antiguas imágenes del frente para colorearlas y pulirlas. Igualmente se han retocado voces originales de soldados que hace ya mucho contaron sus vivencias siendo mayores, de forma que sus voces suenen como grabadas esta mañana. Luego, “simplemente”, se trata de jugar con el montaje y el buen gusto para narrar, en unos intensos y emocionantes 99 minutos, lo que sería el periplo de cualquier joven británico desde que oye los tambores de guerra hasta que vuelve de las trincheras y se encuentra con el mundo post armisticio. Es una película emocionante, hermosa, pulcra, sincera y con su punto de patriotera parcialidad, como es natural. Quizá se le pueda reprochar el parecido a esos documentales coloreados con los que nos bombardean en la tele desde hace unos años, el más conocido de ellos Apocalipsis, la segunda guerra mundial, o ese otro que detesto de puro hastío sobre Hitler en su casa de campo tonteando con Eva Braun y el perro que echan en La 2 con cada cambio de fase lunar. They Shall Not Grow Old es mucho más que esos productos de brocha gorda. No busca la espectacularidad sensorial ni cuenta los vaivenes estratégicos de la contienda. Se centra, por el contrario, en el rostro humano de la batalla, en el punto de vista del soldado enfangado, en los pensamientos y vivencias que pudieran tener todos y a la vez cada uno de ellos. Y es que el mayor logro de este film, en mi humilde opinión, es que al contar con tanta pericia las vivencias de muchos soldados se ha conseguido que todos ellos sean uno solo. Por eso es tan fácil empatizar y emocionarse con la película, porque esa historia personal hecha de fragmentos de memorias verídicas y archivadas son todas ellas una. Además las mismas imágenes retocadas para eliminar el retoque a la realidad, como si dijéramos, que suponen las limitaciones técnicas de aquel cine de hace 100 años, son de una ternura descacharrante. Con el abaratamiento o simplificación de los softwares rejuvenecedores, desde hace un tiempo ya está youtube lleno de un montón de “restauraciones” de cine primitivo pasado a 4k, 60fps y muchas más cifras y letras, que no sé a ti lector, pero a mí me dejan un sabor extraño en la mirada. Quizá otro día hable de ello.

Estas dos películas se cruzan en la “anécdota” que tienen de fondo. Ambas se enmarcan en una guerra mundial, la una terminó hace un siglo, y es tan cierta como 10 millones de muertos y 30 millones de heridos; la otra, futura y biológicamente imposible: entre hombres y mujeres en edad de procrear. They Shall Not Grow Old viaja al pasado para reconstruir una imagen fidedigna, realista incluso en el plano audiovisual. Es un documental puro y duro que, para ser tal, ha tenido que adecuar su formato y forzar la tecnología, pero el fin es la mostración de una verdad histórica y humana con toda la fidelidad disponible. El Unicornio sin embargo, es lo contrario: un viaje hacia el futuro, o hacia otra realidad paralela a la nuestra en la que todos los referentes lógicos, culturales y naturales son trastocados con el fin de alcanzar alguna suerte de estado de fantasía absoluta que va más allá de la ficción atractiva del cuento de hadas, que rompe incluso con las reglas narrativas y desdeña todas nuestras expectativas.

Hay pues dos coordenadas comunes, la guerra y el viaje cinematográfico a otro tiempo, con dos fines sin embargo disímiles: retratar fielmente un momento histórico en una, descoyuntar cualquier momento concebible la otra. Son dos de los posibles extremos -imaginemos el Cine con forma de estrella, no como un banal segmento rectilíneo- que se pueden perseguir al concebir un filme: la pura verdad, la comprensión humana de una sociedad en un tiempo, la una, y la pura irrealidad, un inconcebible sucederse de absurdos en un espacio-tiempo inexistente e inconcebible, la otra. Gran parte del cine convencional ocupa un puesto acomodado entre esos dos extremos, pero no hay cine que merezca la pena que no sea consciente de esos extremos, y los deje asomar. Porque lo real y lo absurdo mantienen una dependencia mutua, y son extremos que, irremediablemente, se buscan y se funden. Y es que la Primera Guerra Mundial de They Shall Not Grow Old no existió nunca. Lo que vemos es una deformación digital de cientos de piezas despojadas de sus verdaderos momentos y lugares. Y es que el pequeño universo de El unicornio se vuelve increíble y es tan transgresor en lo creativo precisamente porque todo lo que hay en ella es, inicialmente, reconocible y familiar. Hemos mamado de nuestras madres, nos dan grima las serpientes, escapamos de las guerras en las que no queremos combatir… Poco más que eso hace falta para comprender El Unicornio y por eso Malle nos los presenta -estos tres motivos y otros muchos- de forma detenida y muy bien fotografiada. Porque debe operar en nosotros la transformación de las expectativas, como Jackson opera en nosotros la transformación de otras expectativas con su recreación digital del mundo de hace un siglo.
No esperábamos que la guerra fuera tan como ya sabemos que fue. No aceptaremos un mundo increíble aunque se nos avise de que lo es. Si se cumple lo que esperábamos esto no es lo que esperamos que sea: cine del bueno.


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Pues tu sesión doble me ha atraído poderosamente. No he visto ninguna de las dos películas, pero tus reflexiones y el motivo por el que dialogan ambas me ha parecido tan atractivo, que me ha hecho pensar bastante. Esos dos extremos que tocas: “la pura verdad, la comprensión humana de una sociedad en un tiempo, la una, y la pura irrealidad, un inconcebible sucederse de absurdos en un espacio-tiempo inexistente e inconcebible, la otra”… y ese cine que no se queda entre esos dos extremos, sino que opta por las antípodas y deja acceso a una mirada que te toca y remueve. Aquí me tienes pensando otras sesiones dobles con películas en los extremos…
Beso
Hildy
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Aquí estaré encantado de leerlas.
Un beso fuerte.
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