La carta que no se envió (Mikhail Kalatozov, 1959)

Quizá el haber seguido en su filmografía a la más conocida, premiada y exitosa obra de Kalatazov, Cuando pasan las cigüeñas (realmente las grullas) ha ensombrecido la fama de La carta que no se envió, a la que, por lo que veo en las críticas que hay por la red, no se le perdonan algunas de sus particularidades de las que hablaremos, sobre todo en lo relativo a los personajes, a sus personalidades y las relaciones que hay entre ellos. Todo el mundo coincide, es imposible no hacerlo, en admirar el fastuoso poderío visual que la dirección de Kalatozov y la cámara de Sergei Urusevsky han extraído de la taiga siberiana en un extraordinario blanco y negro que enmarca un humilde formato ¾  que no necesita para nada de scopes. Es impresionante cuánto cabe en esos planos casi cuadrados gracias al virtuosismo de Urusevsky con los grandes angulares y la rigurosa planificación de sus travellings interminables, agobiantes, imposibles.

Un helicóptero deja a cuatro expedicionarios (la película, claro, está dedicada a todos los pioneros soviéticos, de los que viene a ser una alegoría) en la taiga siberiana. Tienen la misión de buscar un filón de diamantes que permita a la URSS no tener que importarlos para su industria. Son tres geólogos -no sé si habrá otra película de ficción que trate mejor a esta ciencia- y un explorador experto. Los científicos son el jefe de la expedición, que amplía cada día una carta para su esposa que no le envió desde la base antes de partir (la del título) y una pareja enamorada de jóvenes geólogos de ciudad: Andrei, un chaval ilusionado, entregado a su misión pero quizá demasiado débil y pusilánime, y Tanya, interpretada por Tatyana Samojlova, que ya protagonizara Cuando pasan las cigüeñas el año anterior y a la sazón mujer entonces de Valery Osipov, autor del relato en que se basa el film. El cuarto expedicionario es Sergei, un explorador bruto y apasionado que se enamora de Tanya y desprecia a su frágil novio. Son unos personajes íntegros, responsables, que cumplen con esa peculiaridad de tantas películas soviéticas, auspiciada por el gobierno, que es la ausencia de personajes -no nazis- completamente negativos o antagonistas. De hecho, el conflictivo triángulo amoroso se resuelve pronto sin que llegue la sangre al río, y justo con su fin llega la segunda parte del film, la más interesante y la que a lo mejor no ha llegado a terminar de ver alguno de los que dicen que es una película mediocre.

Esa segunda parte comienza cuando aparecen los diamantes. Hasta entonces la naturaleza se ha hecho de rogar. Antes de entregar sus tesoros les ha obligado a cavar y lavar la tierra durante meses, ha obligado al equipo a dudar de su misión, ha exacerbado las relaciones. En esta primera parte de la película es cierto que los cuatro protagonistas esquemáticos, casi abstractos, nos sacan un poco de la historia. Son pueriles o incoherentes, es verdad, y sus asuntos parecen irrelevantes al lado de la inmensidad que habitan. Incluso sus ¡HURRA! de celebración resultan tontorrones y cansinos, casi llegan a caer mal. Sin embargo, en esa misma noche de celebración se desata un tremebundo incendio en el que se ven atrapados, y deben huir entre los troncos ardientes con lo puesto, y además se les avería la radio, y el resto de la película es una historia de supervivencia, y una absoluta maravilla fílmica.

No he encontrado información sobre cuáles fueron las condiciones de rodaje. En la URSS no eran muy de quejarse, pero la producción de esta película, casi toda hecha en escenarios naturales, debió de ser infernal por muchos motivos y solo hay que verla para comprenderlo. Frío helador, aislamiento, y sobre todo ese incendio provocado en cuyo interior suceden minutos y minutos completos. Es tan desesperante ver la película, sufrir por el destino de unos personajes encerrados en un fuego del que parece imposible escapar, como desesperante es pensar en cada momento dónde está la cámara, quién vela por su operador, pensar si han planificado o no esos larguísimos travellings, o en cuántas veces se puede haber caído en el agua helada el actor-personaje que en cierto momento se construye una rudimentaria balsa sobre la que baja por un río a punto de congelarse. 

Kalatozov, además, en esta segunda parte administra la tensión, sobre todo en los últimos minutos, con recursos mucho más variados que la mera mostración del sufrimiento de las personas y de la inmensidad opresiva del bosque. Algunos es cierto que rozan lo cursi, y otros pueden ser cansinos, como el abuso de las sobreimpresiones, pero otros son verdaderos hallazgos, como cuando uno de los personajes intenta gritar pero su estado solo le permite emitir un susurro que en la mezcla de sonido se convierte en el eco de un potente grito. La fantasía, o mejor, la ensoñación, se adueña de muchos minutos de metraje. Es verdad que, por lo esquemáticos e inocentones que son los cuatro personajes -incluso torpes como exploradores y supervivientes, pues toman mil decisiones absurdas- a veces esos interludios oníricos incomodan o es difícil tomarlos en serio. Pero lo importante, desde mi punto de vista, es que contrastan con el poder físico, real, inevitable, que tienen los elementos del paisaje. El bosque y sus matorrales son estrechos y ciegos, y lo percibimos porque la misma cámara tiene dificultades para abrirse paso, incluso en algún momento se ve que un actor, de reojo, va pendiente de ella para no obstaculizarla. El agua además de mojar interrumpe el paso, se lleva los víveres corriente abajo, se hiela cuando llega el invierno y entonces ya no va a dar a la mar, sino al morir. 

Y el fuego, ya lo hemos dicho, para nada purifica o ilumina. En contra de ese significado que los ritos humanos asignan a diversas llamas sagradas, este fuego es oscuro y su humo impide que se encuentre a estos pioneros perdidos en su seno negro que arde. Arde el bosque y se vuelve más laberíntico aún, los espacios, al llenarse de humo, son menos, oprimen. Miren que yo evito usar el adjetivo expresionista en vano, no sea que venga un experto y me pegue con la zapatilla, pero me atrevo a decir que no hay otra película que yo conozca en que la naturaleza se presente tan así, como un escenario deformado y expresivo que encierra y disuelve en sus formas agresivas las esperanzas y las biografías de los cuatro pioneros que creen poder dominarla y robarle el más viejo, duro y valioso de sus frutos.

La película no tuvo demasiado éxito, y además mereció comentarios negativos del Concilio Artístico de Mosfilm, que acusó a Kalatozov -con razón- de haber sofocado el desarrollo dramático de sus personajes bajo la dirección y la fotografía.  Esto lo he leído en Cine soviético. La más importante de las artes, de Nacho Perrote Banet. Un verdadero diamante escondido en la procelosa taiga de la literatura cinéfila autopublicada. Una completa monografía sobre este cine tan especial amplia y muy bien pensada y redactada en lo que he podido leer. Casi 500 páginas de sabiduría de la buena por 11 eurillos en amazon. Esto no es propaganda, por cierto, pero cuando alguien sabe tanto y lo ofrece por tan poco merece noticia y publicidad. El libro es muy reciente y no conozco a su autor, pero lo mandaría a Siberia con mucho gusto. De vacaciones.

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4 comentarios sobre “La carta que no se envió (Mikhail Kalatozov, 1959)

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  1. Hola tocayo
    ¡Cómo ha cambiado el cuento! Cuando yo era chaval te mandaban -teóricamente- a Siberia igual que te nombraban al coco; ahora es un premio vacacional por escribir un libro.
    Debo andar escaso de referencias taigeras porque he entrevisto mucho de esta peli en «Dersu Uzala» y, con el papel femenino, he pensado en el poquito caso que le hacían a Saoirse en «The Way Back, camino a la libertad» -o a las terrazas, nomeacuerdo-). Unas tanto y otras tan poco.
    Con la referencia de los diamantes (y tu confesión de que no te «atreves» con Casablanca) te recomendaría un vistazo a «Rope of Sand»: según Burt Lancaster su peor peli, el entorno del rodaje fue incluso mejor que el resultado -atención a como consiguió el papel la bellísima Corinne Calvert- y, como detalle, los diamantes se conseguían sin mover mucha tierra. Ahí tienes tu Siberia.
    Un saludo de dos quilates, Manuel.

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    1. Hola tocayo!

      he puesto en busca y captura Rope of sand, pero no creas que está muy accesible. Sobre Dersu y esta, pues claro que leyendo el argumento la taiga resuena pero realmente son películas muy distintas. Digamos que Dersu Uzala es menos alambicada y por su puesto mucho más humana y auténtica. Son dos versiones muy distintas de una misma intención.
      La que mencionas de Peter Weir es curioso, pero es de esas que cada vez que se me presenta me digo «tengo que verla» porque en general me gusta mucho el cine de este hombre y este género de la supervivencia, pero luego o no me acuerdo o no me apetece si me acuerdo… Me pondré un lacito en el dedo.

      Un abrazo del oso siberiano

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  2. Ciertamente esta película es inferior a las dos mitiquísimas de Kalatozov pero aun así merece mucho la pena. Recuerdo que tenía mucha autenticidad en la forma como mostraba el suplicio por el que pasaban los personajes en su segunda mitad, que coincido totalmente que es muy superior a la primera – de hecho no la tengo muy presente pero también me vienen flashes de cierta puerilidad en su comportamiento o psicología.

    La conexión con la influencia expresionista servidor no la tuvo presente al verla pero podría ser. Después de todo Murnau ya propuso un enfoque expresionista en la forma de plasmar la naturaleza como un ente peligroso e indomable en Nosferatu, y este filme tiene mucho de eso. Me ha picado el gusanillo para revisionarla, así que agradecido le quedo por esta entrada y de paso por su recomendación bibliográfica.

    Un saludo.

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    1. El libro apúnteselo, Doctor. Llevo unas semanas de mucho trajín y no he podido leerlo con detenimiento, pero lo que he mirado está escrito en un tono llevadero y bien informado que le resultará familiar, porque recuerda al de su becario.

      Sobre la peli en sí, comprendo que en su memoria luzca más tibia. Yo mismo me leo ahora y me digo que a lo mejor escribí esto llevado por un «ardor» excesivo, pero la segunda parte es realmente magistral, al menos desde el punto de vista cinematográfico.

      Un abrazo

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