Las cármenes de Kinoshita, segunda parte: Carmen se enamora (Karumen junjo su,1952)

El éxito de Carmen vuelve a casa debió de ser grande, pues al año siguiente Kinoshita decidió rodar una especie de continuación, pero esta vez en blanco y negro. Aunque es pura especulación mía, tengo la impresión de que cuando el director se presentó en las oficinas de producción con su guion y sus ideas de puesta en escena para la secuela debieron de recortarle el presupuesto, y quizá por eso la monocromía. Y es que, si Carmen vuelve a casa era un producto exótico a nuestros ojos pero al fin y al cabo familiar y más bien costumbrista, Carmen se enamora es por el contrario una cosa rara, irregular, un producto, este sí, experimental, lleno de cosas extrañas. Por ejemplo extraño es que el mismo actor que hacía de padre de Carmen en la primera aquí, en un papel muy secundario, interpreta a un señor atraído por ella, una protagonista que, por cierto,  a mitad de película pierde todo protagonismo y se lo cede a una señora con bigote (la entrañable Eiko Miyoshi, la Rossy de Palma del cine clásico japonés) que lidera un partido político de extrema derecha tradicionalista… Casi es mejor no contar apenas nada del argumento, y hacer un apunte de ideas sueltas y deslavazadas. 

Carmen, el personaje, tiene un primer acto brutal. Nos hemos trasladado a Tokio, donde vive de alquiler impagado con su amiga Maya, que hace un año se lio con un mequetrefe que la dejó embarazada y desapareció, así que ahora tiene una niña de meses que le impide volver a trabajar y además vuelve loca a Carmen y a los vecinos con su llanto. En unas escenas alucinantes vistas hoy Carmen prácticamente obliga a su amiga a abandonar a la niña. En esos momentos Carmen es un personaje tan amoral, tan despreciable, que resulta casi irreal, un histrión perverso. Pero claro, es que ¡es la dulce Hideko Takamine, no un Luis Tosar de la vida! La bebé por cierto no solo será abandonada (solo un ratito, no se agobien) sino que será físicamente maltratada ante las cámaras, cuando a Takamine la empujan con ella a la espalda y cae al suelo en determinado momento.

A la niña la abandonan en casa de un artista contemporáneo vago y mujeriego del que, claro, Carmen se enamora y se ofrece a servirle de modelo posando desnuda. Este tipo está casado con otra chica con un niño pequeño (esto da pie a enredos y confusiones con la niña de la amiga de Carmen) y está enamorado a su vez de otra chica, hija de la señora facha con barba. 

Carmen se enamora no es una gran película, pero pocas he visto que me parezcan tan interesantes por tantos motivos. Por ejemplo, cómo se mezcla el ingenuo pseudoerotismo de las actuaciones de Carmen -graciosísimas, interpretando a la heroína operística mientras su partenaire le va quitando la ropa, pero mejor aún cuando un buen día se niega a desnudarse- con la sátira social más recia y descarada. Y es que Kinoshita se ríe de los tradicionalistas, pero también de las elecciones, del arte moderno, de la izquierda… Incluso se ríe de la bomba atómica. Porque hay un personaje que interpreta Chieko Higashiyama, la entrañable abuela de Cuentos de Tokio, que el mismo año protagonizó la obra maestra de Ozu y aquí hizo este papel muy secundario de criada obsesionada con que la bomba atómica tiene la culpa de todo. 

Dejo para el final la característica más llamativa y descacharrante de Carmen se enamora, que no tiene nada que ver -bueno, supongo que sí en la cabeza de Kinoshita, pero no en la mía- con su temática, y es que el director ha decidido inventarse toda una nueva y absurda forma de rodar en la que el 90% de los planos ¡están inclinados! En efecto, el llamado “plano holandés” se ha enseñoreado de la película entera. Es más, es que por ejemplo en algunas conversaciones, en vez de hacer plano-contraplano Kinoshita se limita a cambiar la inclinación al lado contrario. Incluso ocurre que durante algunos segundos los personajes empujan un coche reventados porque está cuesta arriba… ¡Pero el plano está inclinado al contrario y les vemos empujar cuesta abajo!

¿De dónde sacó esta ocurrencia Kinoshita? Al parecer viajó poco antes de rodar a Europa, donde coincidió con René Clair y se quedó admirado de su cine, por lo que volvió con la idea de romper con las normas habituales de planificación y de agilizar el montaje. La verdad es que no soy experto en el cine de René Clair y no sabría decir si esta idea de inclinar la película está tomada de él directamente, o cuál puede ser su fundamento, pero desde luego que hace de esta Carmen se enamora una película irrepetible e inolvidable a pesar de su justo valor cinematográfico.

Para terminar me gustaría compartir un pensamiento que me ha venido a la cabeza en otras ocasiones viendo y pensando el cine de Kinoshita, que es lo mucho que me recuerda a Pedro Almodóvar. En especial al de los primeros años, antes de Mujeres al borde de un ataque de nervios. Aunque en lo que se refiere al estilo Almodóvar no ha probado tantas cosas raras como Kinoshita, pues su tiempo iba, o va, por otros derroteros, sí que me parece que hay en los dos una sensibilidad muy parecida que hace que, por alocadas o frívolas, incluso sórdidas, que sean sus historias y sus imágenes, hay siempre un fondo similar, entre romántico y naif, que dota de personalidad propia, y acusada, a unas filmografías cuyos comienzos podrían ser tachados de irregulares pero interesantísimos por distintos motivos. No sé si alguien ha preguntado alguna vez a Almodóvar por su relación o su interés o su conocimiento del cine de Kinoshita. Si yo tuviera alguna vez la oportunidad de entrevistarlo esa sería la primera y quizá única pregunta que querría hacerle: ¿Qué hay en usted de Keiskuke Kinoshita?

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4 comentarios sobre “Las cármenes de Kinoshita, segunda parte: Carmen se enamora (Karumen junjo su,1952)

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  1. Hola tocayo
    De entrada me he quedado colgado con la RossydePalma, señora con bigote que lidera un partido de xtrema derecha -más tarde tiene barba e hija en edad de merecer- no puede ser más completita.
    Luego ese argumento, tan alocado, y esa folletinesca historia de amores como fichas de dominó. Un no parar.
    Esos planos inclinados, creo, los llaman planos aberrantes y ya se utilizaban. Al principio pensé que era ironía lo de «plano holandés» porque allí no tienen ni una misera cuestecita; luego me di cuenta que en Holanda no es nada extraño encontrar casas que «pusieron mal la plomada», que no son verticales. Incluso tienen alguna torre de iglesia, bien alta, que no es vertical. Tal vez por eso lo de «plano holandés».
    Antes de que mencionases a Pedroooo me había fijado en la curiosa ambientación de esa casa -esas paredes pintadas, esos «móviles»- yo creía que eso era arte pop de los sesentas que tanto gusta a nuestro hombre de la Mancha.
    Un saludo, Manuel.

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    1. Creo que planos aberrantes no son exactamente estos, sino los que se hacen desde un lugar en el que no se puede estar, por decirlo de alguna forma, pero puede que se les llame así también a estos. Alguna vez he sabido por qué se les llama holandeses, pero lo he olvidado. Aunque ahora como los holandeses que no son de Holanda se ofenden, igual habría que llamarles pasisesbajenses.
      Curioso lo que cuentas de la poca plomada que tienen los paisesbajenses, con lo estirados que son en general.
      Bueno, si lo del artista lo calificáramos de pop-art (por qué no) otra razón para ensalzar las cármenes de Kinoshita, porque se habría adelantado unos años al movimiento artístico más plasta de la historia. Pero no, realmente es una amalgama de cuchufletas y artefactos pseudosurrealistas, pseudo ready-made y pseudo almodovarianos avant la lettre.

      Un saludo de Rossy de Palma!

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  2. Rayos, pero qué cosa más rara ésta de los planos holandeses y más en un filme que se supone que es una mera secuela comercial. Me parece algo loquísimo y que va en contra de la visión equivocada que tenía yo de Kinoshita como un mero director comercial (que no es poca cosa si haces películas tan buenas como él).
    Anotada queda esta secuela, este tipo de cosas raras siempre me llaman la atención.
    Un abrazo.

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  3. No sé si su becario le ha comentado que le pregunté una vez por estas películas y me dijo que estaban interesantes sin más. Yo pensé que se refería a las dos, pero evidentemente solo había visto la primera, que en efecto es interesante pero bastante convencional, porque desde luego esta no puede un cinéfilo de su talla verla y quedarse indiferente.
    No perderá usted el tiempo si le da una oportunidad, porque de verdad que es llamativa y curiosa y no solo por lo de los planos holandeses, sino por ser algo extraño que no se sabe si es una farsa satírica o una comedia que ha salido rara.
    Un abrazo Doctor

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