Películas que presumen de Ozu (cuarta parte)

Café Lumière (Kôhî Jikô, Hou Hsiao-Hsien, 2003)

Café Lumière es un homenaje a Ozu en su 100 aniversario. He leído por ahí que en principio se iba a hacer una película entre tres directores y al final solo Hou Hsiao-Hsien (en adelante HHH) llevó a término el proyecto. Quizá la idea original es que durara 40 minutos y dura 99, lo que explicaría algunas cosas. Que es un homenaje expreso lo dice un rótulo al principio, y también lo dejan claro los momentos iniciales, con Yoko, la protagonista, tendiendo la ropa, cogiendo un tren… Pero HHH va más allá del homenaje circunstancial. Realmente conoce y entiende el cine de Ozu, y en cierta forma esta película es una actualización, si no de su cinematografía, sí de sus espacios y personajes. Brevemente la sinopsis.

Yoko viaja de vez en cuando a Taiwan, donde tiene un novio del que se ha quedado embarazada. De vuelta a Tokio se lo cuenta a sus padres, que parecen no reaccionar -el padre no le dice ni una palabra- pero a ella tampoco le preocupa eso, o al menos no lo exterioriza. Está muy ocupada intentando averiguar cosas sobre la vida de un compositor Taiwanés, Wen Ye Jiang, que es real, y a cuya esposa e hija reales entrevista Yoko. Una de las cosas que quiere averiguar es dónde está un café al que acudía hace 60 años, -se llamaba Gap, no Lumière- pero es difícil localizarlo. La otra ocupación de Yoko es Hajime, un joven librero por el que se intuye que siente algo, y que es un tipo majísimo obsesionado con los trenes. Por eso dedica su tiempo libre a grabar los sonidos del ferrocarril y a hacer inquietantes dibujos en los que él es un feto rodeado de vagones del metro.

Decía que en algún sentido esta película actualiza a Ozu porque estos personajes incapaces de comunicarse, aislados por el salto generacional o por las obsesiones individuales, son el resultado del resquebrajamiento de la sociedad japonesa, desde el punto de vista espiritual o psíquico, que ya se intuía en las últimas películas de Ozu. Si las películas de este reflejaban conflictos más o menos graves que tendían a resolverse, o al menos a aclararse pero siempre de forma parcial, con heridas por cerrar, HHH hace aquí un muestrario de personajes que parecen haber supurado cada uno de una de esas heridas. Cada persona es lo que sabe o quiere hacer: Yoko investigar y callar, Hajime grabar sonidos, la madrastra de Yoko cocinar y el padre beber y callar. Eso es toda la película. De hecho no ocurre nada en la película. En 99 minutos tan solo averiguamos eso, y que Tokio está lleno de trenes.

Los trenes están muy presentes en el cine de Ozu como en el de cualquier otro director de gendai-gekis, cine contemporáneo, de su época. Es el transporte urbano e interurbano por antonomasia de esa parte superpoblada de Japón, y en los trenes se duerme, se encuentra, se huye y se descubre. Ozu además tiene la costumbre de terminar sus películas, cuando le es posible, con personajes que se marchan en ferrocarril a empezar otra nueva vida que no veremos; en ocasiones parece que será más esperanzadora que el episodio que hemos visto, en otras películas se marchan para vivir peor. Café Lumière termina con un largo plano que muestra una especie de cruce en el que muchos trenes entran y salen de sus túneles y pasan por sus puentes, pero no sabemos si llevan a Yoko o a Hajime. De alguna forma son trenes vacíos y llenos a la vez. Vacíos porque no rematan la historia, llenos porque cargan con otras muchas historias que, como suele suceder en la realidad, quedan sin rematar.

A pesar de que HHH creo que responde inteligentemente al reto de homenajear a Ozu, debo ser sincero y hacer la confesión personal de que la película me ha parecido aburridísima, la más insoportable de todos estos homenajes si excluimos el vídeo vacacional de Kiarostami. Aparte de que HHH no quiere que la historia vaya hacia ningún lado tiene una forma de rodar, voluntariamente elegida por supuesto, que se me hace insufrible. Lo que más me lastima cinematográficamente, creo, es que apenas muestra los rostros de sus personajes. Solo cuando llevamos más de media película podemos jurar que hemos visto la cara de Yoko, la protagonista, durante más de un minuto. Es casi obsesivo como por ejemplo en las reuniones con sus padres, coloca a cada cual o bien de espaldas, o bien en sombras o en escorzo, para que no les veamos. Por supuesto que este recurso va en la dirección de reforzar esa incomunicación y despersonalización de la sociedad nipona actual, claro, igual que el uso de espacios reales, evitando el estudio, para que la luz más pobre y desigual nos desanime, por decirlo de alguna forma. En fin, que me ha aburrido y eso me ha llevado a que, al final, me dé exactamente igual lo que pase con Yoko, con su feto, con el amigo librero y el novio de Taiwán ¿Eso quería HHH? Supongo que sí y que no a la vez.

La vida de bohemia (La vie de bohème, Aki Kaurismaki, 1992)

Como ya vimos en el documental Taking with Ozu, de 1993, El gran Aki Kaurismaki procesa un amor y un respeto muy intenso por el cine del sensei. Allí afirmaba que piensa hacer el mismo número de películas que él solo para comprobar que no son suficientes para alcanzar su nivel.  En cada una de sus films esto es reconocible, en especial en ese desprecio que ambos directores tienen por lo académico, o por lo que se supone que debe ser la gramática del cine. De hecho yo me atrevería a decir que más que homenajear o imitar a Ozu, realmente entre ambos hay una especie de concomitancia profunda, es como si dos mentes cuyo funcionamiento fuera exactamente el mismo -en lo relativo a la cinematografía- hubieran surgido en dos momentos y dos lugares distintos, pero que al desarrollarse y crear cine, sus productos tienden a ser la cara y la cruz de una misma forma de ver el mundo y entender las relaciones humanas. 

Los personajes de Kaurismaki, como los del Ozu, no son “naturales”, hay algo de artificioso en ellos, supuesta frialdad nórdica llevada al extremo, que sin embargo produce en nosotros, según avanza la historia, una empatía más poderosa que si se tratara de bellos intérpretes con un registro emocional amplio y cercano. Son un poco como postes parlantes (una máscara de teatro Noh le decía Ozu a Chisu Ryu que tenía que parecer) que se tratan entre sí como si el universo entero fuera una oficina recóndita del Ministerio de Administraciones públicas.

En cuanto a la puesta en escena, Kaurismaki como Ozu desafía cuando le parece las reglas habituales de continuidad y planificación, aunque se aleja menos que Ozu de la puesta en escena académica occidental. Usa más tipos de planos, hace movimientos de cámara y bastantes panorámicas pero jamás llaman la atención por sí mismos, ni quieren demostrar nada. 

Aunque podría haber escogido otra, he tomado para la lista La vida de bohemia porque en ella se notan muchísimo las influencias de Ozu, pero por otra parte es una de las películas más personales de Kaurismaki. Me recuerdan a Ozu sobre todo las escenas en los bares, las formas de beber y conversar en la barra o en las mesas. Personajes que no se miran, consuelos líquidos, esfinges borrachuzas. Me quedo con ella también porque, de las películas que he visto de Kaurismaki (confieso que no son muchas) es la más cuidada desde el punto de vista artístico y visual. Incluso demasiado bella, con su fotografía en blanco y negro tan trabajada, sus composiciones cuidadas y su buena dirección artística. Esto tiene que ver, supongo, con el trasfondo de la historia, que es el empeño inútil de ser artista, o mejor dicho, el tierno ridículo que hacen quienes creen ser artistas sin serlo, aunque con Kaurismaki nunca se sabe, lo mismo esa bohemia parisina sucede en un universo paralelo en el que, aunque pobres, sus protagonistas son grandes artistas porque en ese París de la bohemia inventada, en puridad, no existen mejores artistas. Decía que es lógico que cuidara mucho la puesta en escena, lo que también le acerca a Ozu no por el resultado sino por la intención y la pericia. Pero es curioso que su puesta en escena oscura, apesadumbrada, sucia y elegante al tiempo proponga una ciudad de las luces -nocturnas- perfectamente opuesta a la que presenta la película de la que, no sé si se han fijado, esta es un remake: Un americano en París

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero. o bien de Antología de los diarios de Yasujiro Ozu, Edición a cargo de Nuria Pujol y Antonio Santamarina. Filmoteca de la Generalitat Valenciana.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

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2 comentarios sobre “Películas que presumen de Ozu (cuarta parte)

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  1. Hola tocayo
    Dos películas que beben del «chic» francés para homenajear a un japonés.
    En la descripción de los personajes de la primera se nota el influjo de los «tres monos sabios»; la que investiga, no se tapa los ojos, el que graba, no cierra sus oídos y la «unidad-pareja» que come o bebe, no tiene la boca cerrada (curioso giro porque la asociación occidental es cerrar la boca-callar).
    Yo tampoco he visitado mucho a Kaurimäki pero si, como decían en los Garci-coloquios, no hay película mala que tenga un tren en ella, podemos poner un corolario: no hay director-autor que no haya tenido su tentación de anclar bohemia y arte; y casi siempre París como decorado.
    Un saludo desde el Café Bohème Lumière, Manuële.

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    1. Hola tocayo,
      cuántas cosas adivinas, se te ve muy afrancesado. Yo estoy con la galvana veraniega y ni veo, ni oigo ni digo.
      Lo de la bohemia he llegado a pensar que es algo que nunca existió fuera de los libros de texto, porque quienes la vivieran en su momento no sabían que creaban un tópico y quienes hoy en día crean que existe no están menos equivocados. Creo que esto es lo que mejor refleja el bueno de Kaurismäki.
      Un saludo sin cafeína!

      Me gusta

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