Cuidado con el coche (Beregis avtomobilya, Eldar Ryazanov, 1966)

La comedia no es desde luego el género que, dentro del cine soviético, más interés despierta en quienes lo visitamos de vez en cuando, pero eso tiene un reverso muy agradable, y es que cuando se da con una buena película de risa el placer es doble, primero por lo novedoso, y luego por lo interesante que suele resultar, ya que los mecanismos fílmicos y los vericuetos argumentales, por no hablar del trasfondo cultural y político, tienen poco que ver con la comedia hecha en occidente. Cuidado con el coche, sin ser una obra maestra, es un perfecto ejemplo de esto que digo, y bien merece unas paletadas de desentierro crítico.

La historia la abre y la cierra una voz en off que nos aclara que vamos a asistir a una especie de historia legendaria que no se sabe si ocurrió realmente, ni cuando ni en qué ciudad. Se plantea pues como una fábula, para de ese modo justificar su coqueteo con los fantástico y lo inverosímil y de paso presentarse como una caricatura del cine negro estadounidense en particular, y de los mecanismos de la ficción en general.

Es la historia de Yuri Detochkin, un vendedor de seguros gris y pobretón que tiene el vicio de robar coches y la virtud de hacerlo con gran eficacia. Sin embargo no es un ladrón al uso, sino una mezcla curiosa de Robin Hood, Dexter Morgan, Alexéi Stajánov y José Lúis López Vazquez. Roba solo a personajes que considera malos ciudadanos y ya veremos que no se queda con el dinero. Estos robos llaman la atención de Maxim Petrovich, el personaje que más me gusta de la película, que es un torpísimo inspector de policía encargado de la sustracción de autos que imita los modos y el vestir de Humphrey Bogart en su versión detectivesca y que sigue… ¡El método Stanislavski! En efecto, para perseguir el crimen, en vez de tratarlos como hechos reales, atiende a las enseñanzas sobre narrativa y dramaturgia del famoso actor y teórico ruso, del que además tiene colgado un retrato en su despacho, en el mismo espacio en el que en el mundo real quizá debiera estar el del camarada Secretario General Leónidas Brézhnev. 

El tercer personaje importante es Dima Semitsvetov, un joven aburguesado al que aparentemente le van muy bien las cosas, con su gran piso nuevo, su dacha, su hermosa mujer y su flamante coche nuevo. Cuando Detochkin le visita para venderle un seguro y se percata de todo esto, e intuyendo que no lo ha conseguido con dinero limpio, decide que será la próxima víctima de su pulsión cleptómana automotriz. Esta vez el robo le costará más trabajo, y serán sus tragicómicas dificultades lo que cuenta la película, y la resolución de este triángulo que forman el ladrón, el inspector y el burgués robado.

Hay un cuarto protagonista, que es el coche. Pero no solo el que quiere robar, sino el mismo modelo que, por cierto, es casi el único que vemos por las calles. Es un Gaz-21 “Volga”, un cochazo de la época, uno de los más lujosos destinados a la venta particular que solían adquirir los capitostes del Partido y gente adinerada, por lo que la mera adquisición de uno ya podría considerarse un indicio de corrupción, y será eso lo que lleva a Detochkin a querer robarlos y fastidiar a sus dueños. Además, aunque se incide menos en esto, él perdió su coche en un accidente hace años y no ha podido comprar otro y para más inri su mujer conduce ¡un trolebús!, por lo que de alguna manera es esa doble merma de su hombría, el no tener vehículo propio y que su mujer conduzca un gran aparato,  a lo que quiere poner remedio robando “Volgas”. 

Pero, coches y hombrías aparte, lo más interesante de esta película es su brillante planteamiento metanarrativo. En efecto, tanto la voz en off que interviene de vez en cuando como el inspector fan de Stanislavski se empeñan en contar todos los sucesos dentro de los marcos narrativos propios del cine y el teatro. De hecho el teatro también forma parte de la trama, pues inspector y ladrón coinciden, sin saber el uno del otro, en un mismo grupo de teatro popular y uno de los clímax finales tiene lugar en su representación de Hamlet. Esta idea es inteligentísima -lo mejor de la película sin duda es su guion, obra de Ryazanov y el dramaturgo Emil Braginskyi – porque permite un doble juego brillante, y es que se disfraza de parodia del occidente capitalista lo que realmente es una crítica al sistema socialista. Esta crítica por supuesto es superficial, no hace sangre, pero por su sutileza y simpatía termina calando más que otras denuncias más evidentes y solemnes. Y es que es difícil ver esta farsa policial sin acordarse de Berlanga o de Marco Ferreri, por coincidencia en la época, el aspecto visual y la forma de conversar los personajes. Es que si me dicen que la ha escrito Azcona me lo creo.

En lo que respecta a su cinematografía, se abre con una barroca escena nocturna de robo de un coche. Con sus sombras enormes y sus luces duras remeda la fotografía más alambicada del cine negro americano. Es una secuencia muy atractiva y a la vez significativa, pues la voz en off que la acompaña ya nos indica sin tapujos que estamos ante una fábula paródica. Sin embargo, el resto del film presenta una luz diurna, plana, casi documental. La dirección es buena, y cuenta con unos cuantos planos-secuencias invisibles y complejos que de nuevo nos traen a la memoria a Berlanga. Los actores están estupendos, los gags son irregulares -hay cosas que se me escapan por no llamarme Vladimir, me temo- y cuenta con la persecución policial más original que recuerdo.

Aparte de por lo muy inteligentemente que está rodada, evitando costes innecesarios a base de una espléndida planificación que convierte la persecución no en un asunto de velocidad, sino de pericia, suceden unos segundos descacharrantes, que por sí mismos resumen no ya esta película y su espíritu cómico, sino, me atrevería a decir, lo que aquella época y aquel estado fueron. Me refiero a cuando pasan por delante de un colegio, respetando las normas, despacio, acordando extrañamente reducir la velocidad perseguidor y perseguido. No se la pierdan.

Mucha más información y mejor ordenada sobre la película, su director e intérpretes en la imprescindible cinerusia.

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6 comentarios sobre “Cuidado con el coche (Beregis avtomobilya, Eldar Ryazanov, 1966)

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  1. Hola tocayo
    Comedia y con inclusión en el terreno gato-ratón; ya me tiene ganado,
    Me encanta el detalle de la señora conduciendo, agarrando el volante al viejo estilo, con la cazadora típica de camionero -luego heredada por los rockeros- y ¡con el detalle del florero!
    Yo a Bogart lo asoció con la gabardina cruzada; el inspector con esa gabardina recta y ese corte de pelo me recuerda a Jacques Tati.
    Un saludo, Manuel
    Pd. En aquel tiempo por «Volga» entendíamos utilitario, a los coches grandes les llamábamos «Haiga». Cuando un afortunado juntaba mucho parné e iba al concesionario, a la pregunta ¿Qué tipo de coche está buscando? Invariablemente se respondía «Pos el qu’Haiga» (Intento de vengarme del «puntazo»)

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  2. Hola tocayo,
    uno ha sido muchas cosas en la vida aunque pocas útiles, eso sí. Entre ellas está el haber sido muy aficionado a leer sobre coches y motos clásicas. En alguna de esas revistas leí alguna vez que esa leyenda de los haigas (que por cierto hasta la RAE lo acepta asumiendo el chascarrillo) no se debe a ese error gramatical, sino al apellido o el nombre de alguna empresa o de alguien relacionado con el extraperlo, aunque he olvidado los detalles. Lo que no sabía y nunca leí es lo de que se llamara Volgas a los utilitarios. Pero ya te digo yo tocayo que un Volga de estos soviéticos en España hubieran pasado por cuasihaigas, porque hacían por dos seiscientos. Equivaldrían a un milqui.
    De gabardinas nada sé, el estilismo no es lo mío, y por lo visto algo así le ocurrió al que buscó el vestuario para la peli, o que no podía buscar fotos de Bogart en google.

    Un saludo recto-cruzado

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  3. Qué chulada de película. No la conocía. Y esta frase para describir al «héroe» me ha encantado: «Sin embargo no es un ladrón al uso, sino una mezcla curiosa de Robin Hood, Dexter Morgan, Alexéi Stajánov y José Luis López Vazquez».
    Es curioso cómo ciertas cinematografías es verdad que no se unen a la palabra «comedia»… como puede ser la rusa, la danesa o la alemana, ¿verdad?… Cuesta encontrar películas cómicas en esos países. Aunque comedias y sentido del humor tienen, como en todas partes, ¿no? No sé si a veces es que han podido exportar mejor el drama que la comedia. Mira, qué tema más interesante.

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    1. Un besazo queridísima!
      Es una peli muy divertida y con cosas inesperadas, como el hecho de que ser comedia y soviética, aunque quizá de esto tengamos más culpa nosotros por desconocimiento, porque fue una cinematografía muy grande y de todo tuvo que haber.
      Eso sí, llevo ya como dos o tres intentos de ver «comedias» escandinavas que promocionan en filmin y no he terminado ninguna. El mejor comediante de aquellas tierras que se me viene a la cabeza es Lars von Trier, lo que pasa es que me río más con él mientras más negro es su humor, y estamos llegando a un punto en el que se siente uno casi denunciable afirmando esto, jeje.

      ¡Otro besazo!

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