El sabor del té verde con arroz (Ochazuke no Aji, Yasujiro Ozu, 1952)

Quizá para hablar de El sabor del té verde con arroz lo mejor sea empezar por su final, su último acto. La mujer y el marido tienen que cenar y, como las criadas duermen, han de buscarse la vida, encontrar algo de comida en la cocina y organizarse. Han sufrido una importante crisis matrimonial y ahora van a separarse en el espacio por motivos de trabajo. Él se va a Uruguay. De hecho ya partió esta misma tarde pero el avión se dio la vuelta por problemas en un motor. Es un Boeing 377 Stratocruiser, del que había un póster en la oficina del jefe de Noriko en Principios de verano.

He preguntado a un amigo aerotrastornado y habría que investigarlo, pero vista la autonomía del cuatrimotor y teniendo en cuenta que Montevideo está a medio mundo de Tokio, por lo menos hará dos escalas, quizá en Seattle y Bogotá. Un largo viaje, quizá el más largo que creyeron posible Ozu o Kogo Noda cuando lo fabularon. Solo la perspectiva de esa distancia de por medio y de un tiempo de ausencia que desconocemos -y que entre sí no comentan- hacen que la recia esposa se enternezca y vierta por fin algo de té verde sobre el cuenco de arroz, como acostumbra a hacer su marido, de origen rural. Hasta ahora ella le ha reprochado que lo haga, por ser una manía cateta y de mala educación. Ahora ella lo hace, y le encanta el Ochazuke, y su sabor.

Ochazuke no aji es la actualización de un proyecto de 1939 que Ozu presentó a su vuelta del frente y que la censura rechazó. Originalmente se iba a llamar Rumbo a Nanking, y ese viaje a Montevideo era entonces la partida del soldado al frente chino, y se reconciliaba con su esposa la noche antes de partir, como aquí. Ir al frente, pues, era una desgracia y eso a la censura le parecía mal. No sé hasta qué grado se parecía el guion original al de 1952, pero desde luego las autoridades de 1939 tampoco habrían visto con buenos ojos la actitud condescendiente, casi servil, del marido con su esposa, ni la actitud irreverente y orgullosa de esa para con él. Vamos, que no coló.

Este matrimonio son los Satake. Él es jefe de un departamento en una empresa y ella se dedica a alternar con sus amigas. Él, Mokichi, es Shin Saburi, en un trabajo excelente según su costumbre. Es un personaje entrañable, casi un calzonazos, incapaz de hacer feliz a su mujer, Taeko. La interpreta Michiro Kogure, y confieso que a mí no termina de gustarme porque me transmite poco, más que antipática -que es lo que se pretende- la siento como apática y ausente, pero bueno, su trabajo es más que válido. Es una mujer con el rostro de hormigón armado; mientras miente a su marido para irse de juerga con sus amigotas, la única bacanal por cierto de la película sonora de Ozu en la que menos se bebe, luego le reprocha a él sus torpes disimulos para ocultar sus andanzas con Setsuko, la sobrina de ambos, de 21 años, rebelde y moderna, que deja plantado a un pretendiente que le han buscado porque no quiere casarse. Al posible novio le han citado en el Kabuki, pero Setsuko ha liado a su tío para que la acompañe en su desbandada, y se van a jugar al pachinko. En fin, esto es la gota que colma el vaso de la paciencia de Taeko, que abronca al marido y deja de dirigirle la palabra durante unos días, los que suceden hasta su primer intento de volar a Uruguay, del que hablaba antes. 

Eso del tío y la sobrina cómplices quizá les suene, y es que esta película tiene muchos elementos comunes con ¿Qué ha olvidado la señora? (1937), una historia muy parecida y que, como esta, figura en el grupo de películas valiosas pero no geniales del maestro. Se echa en falta la emotividad soterrada de otras obras de estos años geniales, que solo asoma en los últimos minutos por los que he querido empezar. Sin embargo está repleta de buenas ideas. A mí me encanta cómo ha trabajado Ozu el personaje del bueno de Mokichi. Es un hombre a la vez tranquilo y agobiado. Tras trabajar muchas horas se deja guiar por su sobrina Setsuko o por Non Chan, un joven amigo, por los ocios que ha traído occidente, que a los jóvenes les obnubilan pero a él parecen interesarles poco. Ni el hipnótico pachinko ni el ciclismo en pista, entre otros, le interesan, pero les acompaña quizá para no tener que volver a casa donde le espera su mujer con sus reproches. Ni en el trabajo, ni en el pachinko ni frente a su mujer muestra carisma alguno, ni iniciativa, y es por eso que, cuando empieza a decir lo que tiene dentro, a mostrar con sencillez sus ideas en una discusión, de alguna forma es como si arrancara la película.

No hablo lo suficiente sobre la importancia de la dirección artística, y en especial de la disposición y decoración de los interiores de las casas en el cine de Ozu. Por suerte tenemos en español un libro expresamente dedicado a ello que recomiendo. Se trata de La casa de Ozu, de Marta Peris Eugenio, doctora en arquitectura que desarrolla este tema hasta un extremo al que, como comprenderán, no puedo ni acercarme.

En El sabor del té verde con arroz es muy fácil apreciar lo bien que maneja Ozu la dirección artística a nivel metafórico. En la casa del matrimonio tenemos la parte de abajo, de arquitectura tradicional, decorada con la mayor austeridad. Es un espacio elegante y claro que representa, porque lo habita, a Mokichi. De hecho duerme solo en él, en un futón que Ozu hace que veamos cómo la criada lo coloca sobre el tatami. Su mujer, superficial y moderna en el más hortera de los sentidos, vive en la parte de arriba, duerme en una cama alta -también se preocupa Ozu de mostrarlo en diferentes momentos- en una habitación horrible, decorada con un empapelado y unos cuadros espantosos, como su actitud. Luego están los pasillos, que cuando aparecen oscuros es típico que suenen las campanadas del reloj como en otras películas. Simbolizan, creo, el alma de los personajes cuando se quedan a solas con sus preocupaciones.

Y por fin está la cocina. Como son adinerados y tienen servicio, cuando el matrimonio se encuentra con que ya es tarde y deben prepararse algo de cena, es casi cómico lo perdidos que se encuentran en la cocina. Entran en ella casi como exploradores, no saben dónde está nada, ni siquiera reconocen algunas comidas. Un extrañísimo momento en el que una criada -a la que no hemos visto nunca- farfulla algo fuera de campo, hablando en sueños, completa esta escena en la que, tras más de una hora, por fin sentimos que este matrimonio habita un hogar, y ellos también lo sienten, y eso les lleva al principio que contábamos en que por fin ella prueba el ochazuke y él lo come sin miedo a represalias, y lo disfrutan. Después llegan momentos de llanto y reconciliación, confesiones sentidas y desgarradas posiblemente rematadas con horas de sexo a la nipona alimentado por tres de los combustibles que suelen avivar la llama: (1) mucho tiempo de abstinencia, (2) reconciliación y (3) pronta partida al otro lado del charco. Todo esto, sin embargo, Ozu lo elude, claro, y se lo cuenta al día siguiente Taeko, libre del rictus envarado que la caracterizaba, a su moderna amiga Aya, que como la moderna amiga Aya de Noriko en Principios de verano, interpreta la muy moderna Chikage Awashima.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero. o bien de Antología de los diarios de Yasujiro Ozu, Edición a cargo de Nuria Pujol y Antonio Santamarina. Filmoteca de la Generalitat Valenciana.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

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4 comentarios sobre “El sabor del té verde con arroz (Ochazuke no Aji, Yasujiro Ozu, 1952)

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  1. Hola tocayo
    Es una película peculiar, aunque un tanto dispersa. A mí sí me ha gustado la actuación de ella -más que la de él-; creo que nos falta una peli de Ozu solo con mujeres. Aquí, para mi gusto, están ellas bastante mejor que ellos.
    Es curiosa porque todos mienten y por la aparente indiferencia con que, en presencia de terceros, plantan las verdades y mentiras a la cara.
    Como curiosidad a ella si se le sueltan los trozos de pepino cuando los corta.
    Y en el plano local: en la escena del ciclismo en pista es imposible no relacionarla con los acontecimientos deportivos de nuestra No-Do; el mismo tipo de música… por un momento creí que el narrador nos iba a contar la carrera.
    Impresionado aún de que estudies hasta la trayectoria del avión. Stratosaludo, Manuel.

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    1. Hola tocayo,
      comprendo todos tus pareceres. Es verdad que aquí las mujeres tienen más protagonismo y chispa, pero en otras, como El sabor del sake, ocurre justo lo contrario. Una peli solo de mujeres, o con ellas en el centro, como hizo muchas Mizoguchi por cierto, a Ozu le habría salido bien, pero también creo que él no se planteaba hacer películas con un objetivo de esa clase. Él iba por otro lado. De hecho, de esta misma dijo -no lo puse por no aburrir- que quería hacer una película sobre lo sacrificado que es ser buen marido, o algo así, pero que no le salió como quería, porque no es cineasta de dejar mensaje.

      Sobre lo de la trayectoria del vuelo… Es que me resultó curioso que fuera Uruguay… ¿Por qué no México o EEUU? y caí en que sería por la enorme distancia. Como me llamó la atención que en el avión pusiera «stratoclipper», que será el apodo de la unidad concreta, aproveché para contactar con mi amigo aeronáutico y que me confirmara que el modelo era realmente un «stratocruiser» y me dijera la autonomía de un vuelo improbable que hoy por cierto no existe aún: Tokio-Montevideo. Me fijo en aviones y coches porque me gustan los vehículos, pero dejo muchas cosas de lado, sin comentar, porque me faltan ojos.

      Un clippersaludo!

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  2. Lo dicho estoy aprendiendo un montón con tus textos de Ozu. ¿Qué me resulta interesante y que tu corroboras en cada uno de tus post? Que la obra de Ozu dialoga continuamente entre sí. Todas las películas de alguna manera están conectadas por varios puntos. Ozu y su obra universo.
    Otra cosa que has tocado en este texto y además has aportado libro (qué maravilla), la importancia de la arquitectura y la dirección artística en las películas. Lo que pueden ayudar los espacios y las atmósferas a contar una historia.
    No he visto esta película, pero sus personajes, las acciones, la crisis matrimonial, la casa, el momento cocina, la relación tío-sobrina, el avión, el viaje, los momentos de ocio, el aislamiento… son ingredientes de una historia que seguro me engancha.
    Besos
    Hildy

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    1. Hola Hildy!
      Más que las películas dialoguen entre sí, yo diría que lo que ocurre realmente es que hay una sola cosa inefable y compleja, que es lo que Ozu quiere transmitirnos con su cine, que solo sabe construir con unas cuantas piezas que usa una y otra vez. Es decir, más que conectar unas con otras -por ejemplo llamando igual a personajes parecidos- creo que lo que hace es simplemente edificar una y otra vez edificios parecidos, ya que estamos con la arquitectura, para que toda la metrópolis que termina siendo su cine sea armónica y vivible.

      Su preocupación por los espacios interiores también tiene que ver con esto, pues todos son especiales -los que quiere hacer bellos- pero todos son parecidos. A mí me costaría horrores identificar fotogramas de sus casas sin personajes, adjudicárselos a la película que les corresponde, pero entre mil fotogramas que representen el interior de una casa japonesa de mediados del s XX seguro que sabría identificar el que pertenece a Ozu, uno entre mil.

      Te animo a verla cuando quieras. O a dejarlo para otro bucle vital, que con una vida quizá no baste para todo lo que queremos ser.

      Un besazo y suerte con tu libro

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