Hideko, cobradora de autobús (Hideko no shashô-san, Mikio Naruse, 1941)

Supongan ustedes que habitan un país henchido de orgullo imperial que lleva enfrascado varios años en una cruenta invasión de China, el país más poblado del mundo, y que está preparando a su sociedad para afrontar la batalla definitiva por la supremacía en el océano mayor del orbe con la nación más desarrollada del momento. Es decir, imagínese que vive usted en el Japón de 1941… ¿Qué tema podría llevarle al cine? ¿Con qué preocupación podría usted empatizar tanto como para pagar una entrada cuyo importe haría bien en ahorrar? ¿Qué drama humano podrá asaetear su espíritu preocupado por el futuro? ¿Qué podrá remover sus entrañas, y la de sus vecinos, y le hará reflexionar sobre la condición humana o los vaivenes de una sociedad tensionada al extremo? Pues en Nano Eiga producciones lo tienen muy claro: usted necesita acompañar a Hideko Takamine en sus esfuerzos por mejorar los números de la empresa de autobuses en la que trabaja como cobradora. 

Hideko, cobradora de autobús, quizá sea una de las obras más olvidables tanto de su director, el excelso Mikio Naruse, como de la musa de este, aquí apenas una adolescente aterrizando en el mundo adulto, Hideko Takamine. No solo es una película menor en el sentido artístico -tampoco es mala, entretiene y gusta- sino que desprende ella misma la menesterosidad característica de la industria que la pare en su momento, con problemas hasta para conseguir celuloide: es muy breve, apenas dura una hora, y por ejemplo cuenta con el accidente de autobús no sé si peor rodado o, mejor dicho, menos rodado, de la Historia del cine, hasta el punto de que, si no se comentara en la escena siguiente, podría costar trabajo adivinar lo que ha pasado.

La trama es breve y sencilla: Hideko y Sonoda, el conductor del autobús (Kamatari Fujiwara) ven sus ingresos muy mermados porque tienen un vehículo muy cutre, como los urbanos de donde yo vivo, lento y viejo, como se ve por sus faros exentos. Por eso les adelanta otro más moderno con los faros en el pontón que echa humo que da gusto y les levanta la clientela, así que la pobre Hideko -realmente su personaje se llama Okoma- no tiene ni para renovar su calzado, y debe pedir unos zuecos a cuenta. Ante lo crítico de la situación y la falta de dinero, remedando un programa radiofónico de mucho éxito que consiste en que una guía-cobradora de bus recita en antena rutas turísticas por el país del Sol Naciente -país que nunca dejará de sorprenderme- Hideko y su compañero deciden hablar con el dueño de la empresa para que le den un giro a sus rutas, añadiendo el componente turístico.

El indolente jefazo, que es un tipo más vago que un sofá de sky, les da el visto bueno para no tener que pensar él en otra cosa. Entonces contactan con un escritor que les redacta las notas turísticas, y lo ponen en práctica con accidentados resultados.

Esta película amable y sin pretensión alguna es una prueba sobresaliente de que el cine antes no era lo que es ahora, o lo que es desde hace qué sé yo, unos 50 años, cuando se estandarizó el modelo de película-evento, que vamos a ver haciendo un moderado sacrificio para supuestamente vivir algo especial. Hideko, cobradora de autobús, está muy lejos de ese concepto; solo promete, y ofrece, un rato de ver a la estrella juvenil del momento viviendo unas sencillas aventuras que podría formar parte de la rutina diaria de cualquiera de los espectadores de la sala. Es un cine este tan poco pretencioso, tan humilde pero tan digno al tiempo, que se vive su contemplación como si asistiéramos, yo qué sé, al funeral en su pueblo de un soldado anónimo caído en las playas de Okinawa, o como si charlásemos tomando una caña con el albañil que puso la segunda piedra del Empire State Building. Como no sentir algo así cuando se asiste, por ejemplo, a una escena de varios minutos en la que simplemente el escritor contratado muestra a Takamine cómo debe recitar su salmodia turística, y lo practican una y otra vez. Es como la vida misma y a la vez es algo especial y mágico que casi nadie se plantea ya proyectar en una pantalla grande, o se plantea pero como una especie de puerta espiritual o intelectual hacia un insustancial ideario equis.


Hideko, cobradora de autobús, es solo eso: las cosas que le pasan a Hideko cobrando en el autobús. Es inevitable, por cierto, no pensar que ella y su conductor representan una suerte de desdoblamiento del inolvidable personaje de Hiroshi Simizu, Arigatou-san, o Sr. Gracias, que protagonizaba la homónima obra maestra de pocos años antes. Algún día tendremos que decir algo de esa maravilla conducida por un amable chófer que, como Hideko y su compañero al volante, no hace otra cosa que sonreír amablemente y atender con diligencia a sus clientes, gente de pueblo pobretona como ellos que merece el mejor de los tratos como damos a todos ellos, Hideko, su compañero y Arigatou-san, el mayor de nuestros aplausos.

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6 respuestas a “Hideko, cobradora de autobús (Hideko no shashô-san, Mikio Naruse, 1941)

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  1. ¡Ya imaginé que sería ésta la película que comentaría!

    La vi hace tiempo y la describe muy bien. Me encanta el detalle de que aunque el personaje tenga otro nombre, en el título del filme se aluda a ella por el nombre de la actriz, una muestra de su enorme popularidad pero también lo inocente y poco desvergonzada que era la industria para dejar bien claro que era un vehículo para su lucimiento.

    Me gusta cómo reflexiona sobre ese tipo de películas conscientemente menores que eran propias de una industria que producía cine a todo trapo y a veces te daba para hacer Historia del último crisantemo y a veces peliculitas simpáticas como éstas (y ya la repanocha son los cineastas como Shimizu que hacen como que te filman peliculitas simpáticas pero en realidad te están haciendo joyas). Yo no sé si es que estoy condicionado pero realmente estas películas menores muchas veces tienen un encanto especial que me hace apreciarlas, que es lo que usted explica tan acertadamente aquí. Es obvio que, aunque hubiera obviamente filmes malos, el nivel medio era más alto. Aquí, claro, dirige Naruse, que aunque fuera un encargo rápido de dirección sabía mucho, pero en otros casos de filmes hechos por cineastas anónimos a veces tengo también esa impresión.

    En fin, pocas cosas podemos agradecer más a internet que el hacernos llegar no solo las grandes obras de esta época sino también las menores.

    Un saludo.

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    1. Hola Doctor,

      esto de los títulos con el nombre de la actriz protagonista ya sabe usted que viene de lejos. En Japón ya uno de los primeros o quizá el primer protagónico de Kinuyo Tanaka, hoy creo que perdido, no se andaba con rodeos y se llamó «Kinuyo Monogatari» aunque no sé si el personaje conservaba su nombre. Sí lo conserva, pero con apellido distinto en «El primer amor de Kinuyo» de 1940, que tengo descargada pero sin subtítulos.

      En efecto una de las cosas buenas que tienen las industrias cinematográficas potentes es que se asientan o asentaban sobre una estructura tan profesional que cualquier cosa que hicieran, por pobretona y apresurada que fuera, seguía siendo digna y apreciable a pesar de todo. Hay además, no sé cómo expresarlo, una especie de sensación de relax cuando se ven estas cosas porque siendo cinéfilo ya sabe usted que se tiende a mirar con ojos demasiado escrutadores, a pensar referencias, a comparar producciones… Pero con las películas menores todo eso se diluye y como además, en el caso del cine clásico japonés o del negro de serie B estadounidense, por el que también circulo mucho íultimamente, siempre hablamos de historias entretenidas, nada pretenciosas intelectualmente y que saben escapar de lo ridículo o lo patético que caracteriza a otros géneros o etapas históricas «menores» y que a mí suele interesarme poco, pues me lo paso pipa.

      Un abrazo

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  2. Hola tocayo

    Los personajes que trascienden su popularidad y se hacen episódicos llegan hasta nuestros días; hay tienes «Teo en Marbella» o «Torrente va a la Universidad» (tal vez sea al «verrés», nosé).

    Pues a mi me ha gustado la forma de describir el accidente: es bastante dramática, sencilla… y barata de rodar. Llegaron tiempos en que todos los «alrededores» eran bastante sonrojantes pero, eso sí, el accidente rodado con todo lujo de detalles.

    Hablando de pelis sencillas que, aparentemente, no cuentan nada, vi hace poco «Tenéis que venir a verla» en RtvePlay. Nunca pensé que echaría de menos «Tigres de Papel». Achaques de grúas herrumbrosas juas, juas.

    Un saludo de camisa blanca entre Hideko y Uma «Ces’t la Vie», Manuel.

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    1. Hola tocayo,

      a) ¡No te acuerdas de Marisol en Río y otros frentes de batalla!

      b) Me hablas de Tenéis que venir a verla y yo no puedo hablar de ella. Por desgracia fui increíblemente estúpido montando un blog con mi nombre real, y quienes perpetraron esa peli están todos vivos y coleando quizá más de la cuenta, así que no te voy a decir palabra por palabra lo que pienso de ella, no sea que me denuncien. Solo te diré una cosa: si te apetece sentir lo que nombra la expresión «morir matando» puedes atarme a una silla dejándome una mano libre. Entonces, sin alejarte demasiado, me dejas una pistola cargada en la mano sin atar y pones a rular en bucle ese engendro de Jonás Trueba que vi hace tiempo.

      c) Hideko, cobradora de autobús, y muchas otras pelis menores y apresuradas, como las de Marisol, están hechas para que quien fuera a las salas pasara un rato agradable, no se tuviera que preguntar nada y, a la vez, pudiera salir del cine siendo la misma persona que antes de entrar en él, y seguir tranquilamente preguntándose cosas. Cosas relevantes o no, pero que nada tuvieran que ver con la peli.

      d) Esto de justificarse en que has hecho una peli flojona porque has optado por lo cutre y barato y porque vives al margen de nosequé se está convirtiendo en un recurrente y patético tópico. Si no eres creativo dedícate a hacer churros o a llevar las cuentas de tu padre. Una peli barata y buena que no recurre a esas historias y que está disponible en rtveplay es Espíritu sagrado, te dejo link. También puedes verte si te apetece el coloquio con Cayetana en el que trata con mucha displicencia a la pareja que la parió, porque no han contado con profesionales como ella en el reparto, motivo por el que, por supuesto, tampoco tuvo ni Goyas ni Romeros de Torres, pero es buena, auténtica y pobretona, como hubiera sido Hideko Takamine en el Área 51

      https://www.rtve.es/play/videos/somos-cine/espiritu-sagrado/16134806/

      Un abrazo sagrado, tocayo.

      PD. de Tigres de papel, que la vi en un cineclub de la segunda siendo pipiolo, solo recuerdo el bigote de Resines en NY… ¿Estoy confundido? Lo mismo la reviso.

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  3. ReHola tocayo

    Los «bigotones» de Resines se estrenaron en «Opera Prima» del Trueba mayor; los «Tigres» rugieron unos años antes y fue el estreno de Colomo. Era el retrato de unos -supuestos- modernos que no eran más que unos petulantes huecos. Cuando me asomé a ese precipicio llamado «Tenéis…» tuve una parecida sensación de vértigo. Conste que tanto Trueba como Colomo merecen todo lo mejor pero puestos a revisar, mejor OperaPrima y volver a enamorarse de la Molina y de la joven Kiti Mánver.

    Cómo olvidar a Marisol, a Rocío, a Ana Belén… a Pili y Mili (con estas te he pillado ¡seguro!)

    Un saludo adolescente-tardío casi xcabadora, Manuel.

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    1. requetehola!

      aprovecho la edición de mi comentario anterior, porque me he pasado de malhablado, para comentarte que con Pili y Mili no me pillas, aunque yo a ellas obviamente las pillé en reposición.

      He estado investigando mi confusión con Tigres de Papel (que definitivamente no he visto) y la que sí vi y con la que la confundía es La línea del cielo (1983) del mismo Colomo. Opera prima si la tengo vista varias veces y la aprecio. Nada tengo contra el cine de Trueba padre, hombre con mucho oficio.

      Un requetecontra saludo!

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