Los cinco rostros de Shunkin

Llevo unas semanas entregando mis horas libres al personaje de Shunkin, nacida Okoto, que protagoniza una brillante novela de Junichiro Tanizaki publicada en 1933, y que me tiene rendido y fascinado. Llegué al personaje primero y a la novela después revisando la filmografía básica de mi reverenciada Kinuyo Tanaka, al tropezar con uno de sus primeros grandes éxitos,  Okoto y Sasuke (Shunkinsho: Okoto to Sasuke, Yasujiro Shimazu, 1935) La película, de la que hablaremos más adelante, me condujo a la novela, y de ahí fui a las otras tres versiones en cine que he podido averiguar que existen de la historia. Esbozo la fábula siguiendo la novela, de la que se alteran en las adaptaciones a la pantalla diversos datos, el principal la edad a la que se conocen Okoto y Sasuke. Es difícil hablar de todo esto sin desvelar el giro final de la trama -que en la novela no supone ningún misterio, se adelanta nada más comenzar- pero procuraré no destripar.

Okoto es la hija de un próspero matrimonio de comerciantes de Osaka que tiene a su hija en los últimos años de la Era Edo, a principios de nuestro siglo XIX. Son gente justa y sabrán ser pacientes y comprensivos con su hija. De pequeña Okoto es una excelsa música, actriz y bailarina. Como a todas las niñas de su clase se la educa en el arte de las geishas no porque lo ejerza, sino para que así les sea más fácil agradar al marido que les corresponda. Sin embargo, a los nueve años una extraña enfermedad deja a la niña ciega. A partir de entonces cerrará su ojos -jamás mostrará sus ojos inútiles a nadie- y se dedicará en exclusiva a tañer el koto y el shamisen, los instrumentos de cuerda más populares de la música japonesa. Entregada por entero a su arte, Okoto toma como lazarillo -en la novela desde que se queda ciega, en las películas siendo ya mujer- a Sasuke, un criado de la casa cuatro años mayor que ella, que no solo la guía y acompaña, sino que termina siendo todo para ella. Okoto, de hecho, no hace absolutamente nada, solo tocar sus instrumentos y dar clases de música cuando alcanza el grado de maestra; Sasuke la viste, la lava, le pone la comida en la boca, la limpia cuando hace sus necesidades… Hasta el final de sus días (ella morirá mucho antes que él, pero eso en las películas ni sale ni tiene interés) Okoto ejercerá sobre Sasuke una dominación absoluta, que solo es posible por la absoluta sumisión del joven, obsesionado con su señora, de la que no solo no se separa jamás, sino que terminará entregándose a ella de la forma más radical para así poder compartir plenamente su existencia.

Okoto y Sasuke (Shunkinsho: Okoto to Sasuke, Yasujiro shimazu, 1935)

Sasuke al poco de empezar a trabajar con Okoto empieza a tocar el shamisen en secreto, hasta que le descubren -a un criado no le estaban permitidas estas veleidades- y ella, para evitar que le castiguen y quizá le alejen de su lado, lo toma como discípulo. Él aprenderá música hasta el punto de convertirse muchos años después en maestro, como ella, pero jamás alcanzará su genio artístico. Terminan viviendo juntos pero oficialmente no son pareja aun cuando la familia estaría dispuesta a consentir el matrimonio, pues la orgullosa Okoto -renombrada Shunkin por su maestro- jamás aceptaría casarse con un sirviente, a pesar de que todo el mundo conoce la intimidad de sus relaciones, hasta el punto de que tienen varios hijos a los que Okoto da en adopción al nacer y de los que se desentiende completamente. Tras algunas peripecias que me ahorro contar el tiempo pasa y ella muere. Tras su deceso alguien, probablemente el mismo Sasuke, escribe la historia de ambos, que llega a manos del narrador, que visita sus tumbas y allí encuentra a una vieja criada que trabajó con ambos y completa para él algunos datos de la historia. Solo el film de Kaneto Shindo (Sanka, 1972), que es el más fiel a la novela de todos, nos narra la historia como Tanizaki, siguiendo el tópico del manuscrito encontrado.

Himno (Sanka, Kaneto Shindo, 1972)

Okoto y Sasuke mantienen entre sí una perfecta relación sadomasoquista. Ella ejerce una dominación absoluta sobre él y él se entrega a las necesidades y los deseos de ella hasta límites inconcebibles. Él apenas tiene rasgos de personalidad propia más allá de su ciega adoración por Shunkin. Ella, sin embargo, es un ser complejísimo. La oscuridad que la rodea es al menos tan poderosa como el misterio que encierra su interior. Okoto vive reconcentrada en un desprecio absoluto por todo lo que no sea la música y quizá -esta baza nunca se juega en la novela- alguna forma de amor por Sasuke. En contraste con su belleza y su delicadísima apariencia, su actitud es autoritaria, caprichosa, insoportable. Ni sus padres ni Sasuke ni sus alumnos están libres de sus ataques de ira, de sus ocurrencias despóticas e incluso de frecuentes ataques violentos que incluyen agresiones. Maltrata físicamente a Sasuke de vez en cuando, y le martiriza además para perfeccionar su técnica musical hasta altas horas de la noche. También agrede a otros personajes, a una alumna y a un alumno pretendiente, lo que le costará ser ella misma atacada de forma salvaje en el detonante del giro final que me reservo. 

Okoto to Sasuke (Teinosuke Kinugasa, 1961)

Las cuatro películas que cuentan la historia de Okoto y Sasuke son las siguientes:

  • Okoto y Sasuke (Shunkinsho: Okoto to Sasuke, Yasujiro shimazu, 1935)
  • Okoto to Sasuke (Teinosuke Kinugasa, 1961)
  • Himno (Sanka, Kaneto Shindo, 1972)
  • Un retrato de Shunkin (Shunkinsho, Katsumi Nishiwaka, 1976)

Es probable que se haya hecho alguna versión más reciente, pero no he sabido de ella en mi superficial investigación. Dedicaré una próxima entrada a hablar de los cuatro films y compararlos entre sí, pero todos ellos coinciden en su punto de partida, que es el mismo de la novela y que es tan del gusto japonés. Esta historia permite asomarse a lo más negro del alma humana desde las más bellas imágenes. Okoto es como el peor y el mejor de nosotros. Tiene unos dones que son su único paraíso, pero a la vez suponen el  infierno para los que la rodean. Sasuke vive para ella, está completamente alienado, no tiene vida propia, pero al final nos preguntamos si no hará bien en entregarse así, pues en definitiva la vida de ambos es un misterio detrás de la apariencia que vemos los demás. Nosotros vemos una extraña pareja, pero ellos parecen haber encontrado la plenitud en su mundo negro. Okoto quizá desprecie a toda existencia que no sea su mundo interior porque siente la belleza con tanta fuerza que esta ha desplazado a todo lo demás, y tan solo necesita de las manos de Sasuke para seguir viva, y porque solo él ha comprendido su verdad. No lo sabemos a pesar de que Tanizaki va y viene sobre muchos detalles. Su novela no sigue un orden temporal ni temático. Va y vuelve sobre los sucesos, las palabras y los rumores sobre ambos. También sobre su arte musical y sobre sus aficiones. Okoto termina, con el paso de los años, por no hacer otra cosa que escuchar el canto de sus pájaros. Qué curiosas las páginas dedicadas a describir los tipos de ruiseñores que se criaban clasificados por sus trinos.

Un retrato de Shunkin (Shunkinsho, Katsumi Nishiwaka, 1976)
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4 comentarios sobre “Los cinco rostros de Shunkin

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  1. Hola tocayo

    La novela es un cóctel molotov de todos los ingredientes peligrosos; no me extraña que su sabor embriage tanto como para hacer cuatro «visiones» distintas.

    Tan sólo ver escrito «una perfecta relación sadomasoquista» me pone en modo turulato. Es difícil -si no imposible- una relación perfecta, añadir el vagón sadomasoquista y no descarrilar en la primera curva debe ser tarea para kamikazes (enamorados).

    Un koto-saludo -tañido por Okoto-, Manuel.

    PD la historia para mi generación tiene bastantes hilos con «El imperio de los sentidos, Ai No Corrida». Te recomiendo que intentes traducir la canción de Chaz Jankel del mismo titulo. Parece escrita por el propio Sasuke. (la versión de Quincy Jones tuvo bastante éxito… y se puede disfrutar sin entender la letra -mi caso durante muuucho tiempo-).

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  2. Hola tocayo,

    lo maravilloso de estas cinco versiones de Shunkin es precisamente que representan eso, la perfección de una relación que, aparentemente, tiene que ser imperfecta por condicionantes físicos y culturales.

    Por otra parte, si yo fuera un perfecto masoquista me pondría en bucle, hasta que me explotaran las meninges, esa infernal canción ochentera de la que me hablas. Pero para que veas que te aprecio a pesar de los pesares dejo aquí el vídeo y la traducción; si vivo confundido quien pase por aquí puede que lo disfrute.

    https://www.letras.com/quincy-jones/1038996/traduccion.html

    Ai no Corrida (el título lleva la mayor guasa involuntaria de la historia del cine trasnacional) realmente creo que significa algo así como El corredor del amor, o El pasillo del amor. El Imperio de los sentidos, no me jodas, en este caso mola más y mazo.

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  3. Gracias por hacerme conocer tanto las películas como la novela

    Ya solo leyéndote he disfrutado un montón de las dos cosas.

    Es interesante de veras esas historias de parejas exteriormente imperfectas, pero que alcanzan un extraño equilibrio.

    Con qué delicadeza nos has contado todo.

    Y a la vez a pesar de todo lo oscuro, albergan una belleza especial o eso se desprende de tu texto.

    Beso

    Hildy

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    1. Hola Hildy querida,

      para las pelis ya tendrás tiempo, pero sobre la novela -más bien un cuento largo- si le haces un huequecillo veraniego, seguro que no te arrepientes de leerla. Es delicada y hermosa, a pesar de la oscuridad que describe y a la vez evoca.

      Un besazo fuerte

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