Los cinco rostros de Shunkin. Las películas.

  • Okoto y Sasuke (Shunkinsho, Otoko to Sasuke (Yasujiro Shimazu, 1935)

El aspecto envejecido y poco cuidado de la copia disponible puede inducirnos al error de pensar que esta primera versión de Shunkinsho fue una película modesta o de medianas pretensiones. Nada más lejos de la realidad, fue un taquillazo en su época y otro gran éxito de Kinuyo Tanaka, por aquel entonces la estrella número uno del firmamento actoral nipón. Ella es la gran protagonista, de hecho Shimazu la presenta de forma especial, creando una especial expectación. Tanaka es sin duda lo mejor de una película notable que, curiosamente, aunque es la más cercana a la obra original en el tiempo, es la que menos fiel es al relato. Creo que es la más musical de todas. Normal, pensando que son los inicios del sonoro en japón y al cine también se iba a disfrutar de la música. En que los sonidos y la música sean lo más importante del metraje y en la personalidad de Okoto es en lo que más se parece la película a la novela. De las cuatro actrices que han interpretado a Okoto sin duda ninguna Kinuyo Tanaka es la que mejor podía representar a la vez su delicadeza y su misterio. Su imagen pequeña y delicada, ideal de la joven casadera en aquella época además, es menos sensual que el de las que le siguieron en los films en color, pero su afinadísima expresión corporal, pocas veces igualada en la historia del cine, y sobre todo la peculiar sensación de autoridad que emana a pesar de su fragilidad física la convierten en la Shunkin mejor construída, la más fiel al personaje literario aunque protagonice, sin embargo, el film que quizá con menos fidelidad lo adapte.

Sin embargo las modificaciones del guion respecto a la novela o, mejor dicho, la construcción narrativa adaptada al cine, con sus respectivos descartes y construcción lineal de la historia, que en el libro va y viene en el tiempo, se mantendrá prácticamente inalterada en dos versiones en color, la de Kinugasa del 61 y la de Nishiwaka en el 76. Aunque añadan alguna voz en off de narrador, realmente cuentan lo mismo que la primigenia de Shimazu, casi escena por escena, y se las podría considerar a ambas remakes de ella. 

Los decorados de la película de Shimazu, y eso juega en su favor según mi parecer, son también más sencillos que los posteriores. Las estancias son extremadamente austeras, pulcras y armoniosas, y ayudan a que no nos distraigamos de la omnipresente protagonista y de la música que tañen ella y otros personajes. Esa sencillez se traslada a la misma personalidad de ella, que como decía refleja muy bien a la maniática niña malcriada de la novela que realmente, de cara al exterior, no tiene apenas arco de transformación ni matices. Las posteriores Okotos querrán parecer más humanas, y por lo tanto su personalidad presentará aristas, dobleces y transformaciones, pero a mí me gusta esta porque es la “real”, la de verdad misteriosa.

  • Okoto to Sasuke (Teinosuke Kinugasa, 1961)

En primer lugar debo confesar que esta versión solo he podido hallarla en una copia de no muy buena calidad y sin subtítulos, lo que tampoco me ha supuesto un problema, pues siendo la quinta versión que visitaba tras la novela y las otras tres, pues como que ya me sé los diálogos. Aunque como siempre es interesante por su equilibrio y estilo el enfoque que da este Kinugasa sonoro a los dramas de época, la verdad es que estamos ante una versión sin apenas variaciones sobre la antigua película de Shimazu. En lo que sobresale sobre las otras tres versiones es en que es sin duda la más centrada en la relación amorosa de Okoto y Sasuke, que se presenta sin ambigüedad apenas y verbaliza con claridad lo que hasta ahora solo se insinuaba o, en el caso de la versión de 1935, solo en los planos finales aparecía, que es el deseo explícito de ella por permanecer junto al criado movida por un sentimiento amoroso. 

El oficio de Kinugasa permite que el film sea más que disfrutable, sobre todo en el dramático tramo final, en el que brutalidad y elegancia deben darse la mano, que gestiona maravillosamente. Es una buena película pero en mi parecer supone una pequeña traición al espíritu de Shunkinsho, que no es un melodrama romántico.

  • Un retrato de Shunkin (Shunkinsho, Katsumi Nishiwaka, 1976)

Me salto la versión de Kaneto Shindo, que es mi favorita y quiero dejarla para el final, para referirme brevemente a este Shunkinsho último -que yo sepa- y que, vista toda la serie, aunque igual que sucede con la de Kinugasa, es en sí misma una película bien parida y digna de verse, tengo la sensación de que no era necesaria. De nuevo se sigue la misma línea narrativa que las de arriba. Su esqueleto es el guion de 1935 aunque curiosamente parece acreditado como guionista Teinosuke Kinugasa, supongo que porque hasta calcarían los diálogos de su versión. 

No quiero ser injusto con un film que resulta muy hermoso de ver sobre todo por su ambientación y esos colores que solo se encuentran en algunas películas japonesas. El tratamiento de la relación entre Okoto  y Sasuke es más acertado que en la de Kinugasa. Ella está muy bien interpretada por Momoe Yamaguchi, y aunque no soy yo quien para juzgar eso, me da en la oreja que es la mejor música de las cuatro actrices -todas ellas tocan el shamisen y el koto en pantalla y sin mucha trampa- lo cual en esta historia es un buen punto a su favor.

Aunque sea especulación mía, supongo que esta película se hizo porque la de 1972, de Shindo, quizá la vio poca gente -es una producción independiente y además tiene cierto contenido erótico, lo que también limitaría su distribución- y se pensó que era buena idea retomar la vieja historia

  • Himno (Sanka, Kaneto Shindo, 1972)

Mi predilecta de las cuatro. Quizá a medio visionado no lo habría afirmado, pero es una película que, como una corriente de agua, te lleva donde quiere por mucho que te resistas, y resulta que la orilla donde te deja tras la fascinante navegación es justo el punto en el que quería dejarnos Junichiro Tanizaki cuando escribió la novela cuarenta años antes: bajo los ojos sin vida de esta mujer incomprensible y sobre la mano entregada de su alucinante lazarillo.

Para ello Kaneto Shindo se plantea retomar el estilo narrativo algo más enrevesado de la novela, aunque manteniendo el orden temporal. Por cierto, que es la única de las cinco versiones situada en el siglo XX. También incluye una introducción en la que el mismo director, interpretando a un curioso, se acerca al templo donde están las lápidas de Okoto (aunque en este film solo se la llama Shunkin) y Sasuke, y allí contacta con la vieja criada de ambos, que interpreta por cierto su mujer, la gran Nobuko Otowa encanecida, que a cambio de un sustancioso soborno se apresta a contar detalles y desvelar misterios que el relato escrito que pulula por ahí no desvela del todo. 

Toda la historia, pues, constituye un gran flashback que al alejarla un poco más de nosotros nos permite penetrar mejor en su irrealidad. Así podemos comprenderla, como se pretende, más con los sentidos que con la razón. Es un film casi táctil. Precisamente las escenas del presente son las menos logradas, y además incluyen alguna ocurrencia poco inspirada como un primer plano de Shindo sangrando por la boca cuando Shunkin -40 años antes- le zurra a alguien.

Dejando de lado esta y alguna otra pequeña modernez chirriante, creo que de todas las versiones es la que tiene una puesta en escena más meditada -y a la vez más simple- porque en vez de transformar la narrativa del libro la conserva de forma que consigue trasmitirnos lo mismo que él, que como decía arriba no es un simple melodrama romántico. Para ello Shindo adelgaza o elimina algunas subtramas o sucedidos y opta por hacer una película casi machacona en la que se repiten algunas secuencias una y otra vez, sobre todo las que describen minuciosamente el cuidado que regala Sasuke a su maestra cuando la guía, la lava, la masajea o la satisface sexualmente. Además hay un leitmotiv de la banda sonora que acompaña siempre estos momentos y que, a pesar de que es peculiar, y parece algo descontextualizado, termina metiéndonos en esas escenas emocionalmente y separándolas del resto. Esa musiquilla nos indica cuando suena que estamos a solas con ellos, que estamos participando de la extraña comunión en que vive esta pareja.

A pesar de su poca atractiva introducción en el presente, de lo repetitiva que es y de la poca trama que se desarrolla, de que incluye atrevimientos como una escena en la que asistimos a una clase de Sasuke en la que no es capaz de tocar la melodía encomendada y repite una y otra vez durante unos cuantos minutos en los que solo les vemos a los dos casi a oscuras y escuchamos dos o tres compases una y otra vez… A pesar de todo esto Sanka termina -hablo por mí- poseyéndonos sin que podamos resistirnos, de forma que pasamos de detestar un poco a Shunkin al principio, por sus malas pulgas y su inquietante corte de pelo, a necesitarla de alguna forma, y no nos cansamos de acariciarla con los ojos y el bueno de Sasuke al final en vez de pena nos inspira una envidia extraña.

Los minutos finales incluyen concesiones de Kaneto Shindo al onirismo y la simbología. Prefiere narrar esos últimos sucesos -que en realidad son el principio de la auténtica relación entre Shunkin y Sasuke- tirando de imaginación y jugando con los planos de realidad, de forma que poco antes de que les dejemos vivir para siempre en su mundo de plenitud oscura, por unos segundos se abren los ojos de Shunkin, la única ocasión en las cuatro películas que tenemos de verlos, y no sabemos si ve o no ve, si puede mirar a algo que no sea su propio interior oscuro y sin embargo repleto de la lucidez que proporciona el conocimiento de lo realmente importante.

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4 comentarios sobre “Los cinco rostros de Shunkin. Las películas.

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  1. Hola tocayo

    No es raro que, una vez pasado el «corte»- la que más te guste de todo el lote sea la que es más distinta. Dicho lo cual: tienes toda mi admiración por la revisar una peli «a ciegas» y en japonés (vi ayer «la mujer del espía» en rtve y daba un respingo cada vez que pronuncian la única palabra que sé (dicen «arigató» y yo siempre pensé que era «arígato»)).

    También tiene su aquel que esperasen para recontar la historia casi treinta años -seguramente diciendo cosas que en los treinta sólo podían insinuar- para que luego la revisasen dos veces en apenas cuatro años.

    Un saludo, Manuel.

    PD. viendo las fotos pienso que, en honor a la verdad, ellos deberían ser los blancos (lo que nos pondría en el brete de ser nosotros «los rosas») -mejor hacemos un «Okoto» y cerramos los ojos-.

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    1. Hola tocayo,

      como comento arriba, a mí también me sorprendió lo de las dos versiones setenteras, pero seguramente su audiencia objetiva no fuera la misma. De todas formas ya sabes que a los japos cuando les gusta una historia les importa poco que se la cuenten una y otra vez, aunque eso sucede más con leyendas antiguas, como con la de Los 47 samuráis, de la que hay chorrocientas versiones, una de las más conocidas por cierto titulada Chushingura, de 1962, que fue el último trabajo de Setsuko Hara -espero que la recuerdes- antes de retirarse a cultivar su leyenda de virgen eterna y prejubilada.

      Sobre la blancura, ya sabes que a los orientales en general, y a los japoneses en particular, les parece fatal la piel morena, y sorprende por ejemplo, viendo pelis y leyendo cosas, como uno de las señales inequívocas de belleza insuperable que se mencionan al hablar de mujeres extraordinarias es que no tengan ni un solo lunar en su cuerpo. En algunas ocasiones ese es el mejor argumento que da el casamentero para convencer al señorito que busca joven esposa o concubina. Y siguiendo con esto de la luz, la negrura, etc, quizá sepas que el mismo autor de la novela, Junichiro Tanizaki, escribió un breve ensayo que te recomiendo y que se llama Elogio de la sombra, donde relata someramente qué les pasaba o les pasa a los japoneses con las cosas brillantes u oscuras o blancas. Es muy interesante.

      Un abrazo morenete

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  2. Jo, qué gozoso es lo que has hecho.

    Novela.

    Y analizar todas las películas que se han hecho alrededor de ellas.

    Y de cada una sacar sus virtudes, sus similitudes o no con la novela, cómo son contadas, la mirada del director sobre la historia…

    E incluso dilucidar cuál es nuestra favorita.

    A mí me encanta hacer lo mismo que tú con novelas más obvias como Mujercitas, Cumbres borrascosas o Jane Eyre.

    No hay nada que me guste más que meterme en los secretos de las adaptaciones cinematográficas de las novelas.

    Beso

    Hildy

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    1. Hola Hildy,

      pues sí, fue gozoso meterme en el mundo de Shunkin. Lo cierto es que empecé por la peli antigua y luego de ahí salté a la novela y a las demás pelis. Esto de comparar adaptaciones no es que sea yo muy aficionado a ello, sobre todo porque algo estoy haciendo mal con mi vida que me conduce a no sacar tiempo para leer tanto como debería, y en especial ficción, que cada vez me cuesta más trabajo.

      Me alegro mucho de que te haya interesado este humilde ejercicio comparativo, ya sabes que todos los que tú haces los sigo con el mismo interés atención y cariño.

      Feliz verano con besazo.

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