Los chicos de la Compañía C (The Boys in Company C, Sidney S. Furie, 1978)

La Historia del cine está construida, en gran medida, sobre unos pilares enclenques, a saber: invenciones promocionales, anécdotas sin acreditar, tópicos reproducidos hasta la náusea y afirmaciones críticas sin más sustento que el semahaocurridismo de quien las profiere. Mientras más se bucea en los oscuros y movidos cienos sobre los que flota la historia oficial del arte cinematográfico, más se encuentran lugares comunes absurdos y falsos, mitos de saldo que por reproducirse mil veces han devenido en verdad. Uno de estos tópicos, y dejo ya el empalagoso prólogo, es que para rodar La chaqueta metálica (¿por qué no La chupa de chapa, con lo que mola?) Kubrick contrató a R. Lee Ermey como asesor militar para que enseñara al actor contratado para interpretar al Sargento Hartmann, pero que se quedó tan alucinado viéndole maldecir durante 15 minutos que decidió quedarse con él y prescindir del actor contratado originalmente, cuyo nombre no he visto en ningún sitio. Es un sucedido que encontrarán ustedes tanto en internet, copipegado en mil sitios, como en libros sobre Kubrick,  al menos en los dos o tres que tengo yo en casa. Y sin embargo todo es mentira. Aunque no se lee en ningún lugar yo creo que Kubrick contrató a Ermey porque este ya había hecho el papel de sargento instructor en una película de la que el director neoyorquino toma su personaje y otras muchas ideas, esta olvidadísima cinta de la que hoy les hablo: Los chicos de la compañía C.

Stanley Kubrick adaptó para su film de 1987 un libro escrito en 1979, publicado después del estreno de la película de hoy, por lo que no estoy insinuando que la plagie. Sin embargo estoy muy seguro de que en el proceso de prepararla (varios años) vio Los chicos de la compañía C, como veía o procuraba ver todo lo que se estrenase, y de ella tomó muchas ideas, y lo cierto es que al menos la primera parte de Full Metal Jacket es un taimado remake parcial de la otra. El afeitado al llegar, el proceso de deshumanización durante la instrucción, el paso por los obstáculos de entrenamiento, el número de personajes reconocibles que vemos de la compañía, así como la estructura general de los tres actos de la peli: A: entrenamiento, B: llegada a Vietnam y toma de conciencia de la situación y C: enfrentamiento final, es la misma en ambas, aunque justo es decir que B y C difieren bastante en las dos películas. Tampoco tenemos a un recluta patoso  con su dramática subtrama en la compañía C y, en fin, no se parecen mucho si terminamos de ver ambas, pero si viéramos solo el comienzo nos parecerían dos versiones de la misma historia.

Los chicos de la compañía C es la típica cinta bélica en la que seguimos la trayectoria completa de un grupo de soldados durante un tiempo determinado. Con el soporte de la voz en off de uno de ellos, que nos lee su diario de campaña (como el recluta bufón de Kubrick) asistimos al adiestramiento primero y la acción de guerra después de esta unidad efímera, según comentan unos intertítulos al final, que termina diezmada tras una serie de accidentes, refriegas y batallas a cada cuál más absurda e innecesaria. El mensaje de la cinta es claramente antibelicista. Describe de forma algo burda, pero muy minuciosa, el adiestramiento deshumanizador, la corrupción y la torpeza de la oficialidad, la cobardía de quienes mandan a otros a morir, el desencanto de una tropa que o no quería ir a Vietnam o que quería ir a algún sitio inexistente llamado Vietnam, y la fragilidad de una población civil expuesta a dos bandos desconfiados e inmisericordes. El mensaje es claro y el mensajero gritón; Los chicos de la compañía C es una película no muy bien escrita en la que se apelotonan los discursos moralizantes y nada sutiles. El protagonista del film, de hecho, es un soldado negro al que ascienden a cabo y líder espiritual del grupo porque, ya que se dedicaba a pasar droga en NY, se ve que conoce ampliamente la condición humana, y lidiará así mejor con las personalidades arquetípicas de sus compañeros de armas: un hipioso objetor de conciencia, un pijo que no se entera de nada, un desgraciado al que le han conmutado la pena de cárcel por meterse en el fregao… A todos ellos les irá aleccionando a la vez que él mismo se transforma y pasa de ser un listillo amoral dispuesto a mandar droga a USA en las bolsas de los cadáveres que retornan, como le insinúa un oficial, a convertirse en el faro moral de sus compañeros y de sí mismo en una realidad, esta de la guerra, a la que por fuerza termina adaptándose.

Cinematográficamente no es fácil tomarse en serio Los chicos de la compañía C, y supongo que por eso nadie la recuerda hoy. Como decía, mezcla de forma inconexa la moralina a grito pelado con tópicos del cine bélico rodados sin mucho brillo. Creo que hay en ella un poco disimulado intento de remedar lo que consigue Apocalypse Now (donde por cierto tiene un pequeño papel R. Lee Ermey, nuestro ex sargento y requeteinstructor en la ficción, que abandonó el ejército en 1968) pero nada hay aquí de la poética que Coppola logra infundir a su sudada obra maestra, y lo que queda realmente es un film con varias escenas interesantes y memorables pero petulante en el sentido más barriobajero del término, y no cuaja.

Volviendo a La chaqueta metálica, la verdad es que es un buen ejercicio de escuela de cine hacer una sesión doble de ella y esta olvidada predecesora. Ahí se vería lo que diferencia a una obra maestra intemporal, acertada, medida y trabajada, que es la de Kubrick, con un film correctamente producido y filmado, pero que se ahoga en su época y en las modas y no logra trascender. Basta fijarse en algunos detalles: por ejemplo, el sargento instructor de Los chicos… interpretado por Ermey está mellado y flaco. Kubrick, 8 años después, le hace fortalecerse y luce unos dientes perfectos porque va a mostrarlos por completo en cada uno de sus míticos insultos y canciones cuarteleras. También en cómo se ha rodado la instrucción, la forma de planificar a los soldados marchando dentro y fuera del pabellón es una lección básica de cómo convertir lo anodino en espectacular. Pero a pesar de todo es el guion, el tratamiento de la historia, lo que más separa a ambas no por cómo derivan las tramas, que son distintas, sino por la inteligencia del libreto de La chaqueta metálica comparado con la verborrea de Los chicos… Kubrick estiliza, elimina, borra toda información no necesaria, todo personaje accesorio como pueden ser por ejemplo las novias, padres, etc, que acompañan a los chicos de la compañía C en el día de llegada al cuartel. Kubrick tampoco habría terminado su película con un ridículo partido de fútbol (soccer, y mal rodado porque supongo que nadie del equipo habría visto un partido en su vida, y de la pericia balompédica del elenco ya ni hablamos) en el que se juega el honor la tropa,  aunque a John Huston le pareciera estupendo un par de años después cuando rodó Evasión o victoria.


Los chicos de la compañía C, a pesar de que lograran inspirar a grandes artistas del cinematógrafo, eran tipos muy limitados, sus jefes unos cobardes estúpidos -a excepción del teniente, personaje íntegro y sensato que Kubrick se cuida mucho de no recuperar- y estaban en un país extraño para ellos cumpliendo con una obligación extraña para ellos y muriendo estúpidamente en una guerra extraña para ellos que sin embargo, gracias a esta película y a otras se ha vuelto extrañamente familiar para quienes nada tenemos que ver ni con ella ni con ellos.

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3 comentarios sobre “Los chicos de la Compañía C (The Boys in Company C, Sidney S. Furie, 1978)

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  1. Hola tocayo

    Supongo que todas las pelis «bélicas» de los setentas eran, más o menos, post-hippies y todas las «continuaciones» de la segunda parte de los ochentas eran «espectáculo». Entre este sargento-C y el de Kubrick estaría el Sargento de Hierro Eastwood; este cabo-C seguiría «haciendo la guerra» en «Hamburger Hill» (estupendo Don Cheadle, mismo año de Clint). La fase «tallaje» es el final de «Hair» aunque del setentaynueve se llevaba representando mucho tiempo y, creo recordar, parecido tema, en este caso lateral, en «Big Wednesday» (mismo año que C-company). Fury, Eastwood, Kubrick, Forman, Irvin, Milius Recontra-re-poker de directores pegando tiros y desplumando novatos.

    Un saludo, Manuel.

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  2. Hola tocayo, perdona la demora

    te compro la moto. En los 80 en efecto estas producciones posthippies como las llamas que se van librando (Oliver Stone come aparte) de ese componente antivietmamista, por así decirlo, más que antibelicista, hasta volver a algo parecido a cosas previetmamiteras, como Attack de Robert Aldrich o la estupenda La cima de los héroes, de Lewis Milestone. Me refiero a ese tratamiento no pacifista pero sí irónico, brutal y desencantado que desaparece por arte de magia en tiempos de propaganda.

    Acorralado («Rambo uno» en mi imaginario personal) es un curioso punto de inflexión pues a la vez bebe de todo esto que comento y sirve por otra parte para el surgimiento de ese belicismo ochentero Reagan-bíceps-Cannon tan ridículo en muchos aspectos como divertido del que me disfruté lo que pude en mi primera infancia. Así me he quedado.

    Un abrazo

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  3. No sabes lo que te he disfrutado.

    ¿Sabes que me gustan un montón las películas sobre la guerra de Vietnam?

    Y que voy construyendo a lo largo de los años una extensa filmografía sobre dicho tema.

    Qué fascinante que esta fuese anterior a La chaqueta metálica y tenga tantos paralelismos. Qué pasada.

    No sabría decirte cuál es la película sobre el tema que más me gusta, pero tengo especial predilección por El regreso, El cazador, Birdy y Platoon.

    Besos

    Hildy

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