La primera regla que me impongo en lo que se refiere a publicar en este sitio es no enmerdar más el mundo. Quiero decir, no contar cosas que más o menos son vox populi, o que se encuentran fácilmente en otros espacios más profesionales y objetivos. Por este motivo es raro que hable de lo que me parecen estrenos o películas clásicas masivamente conocidas y juzgadas. No dedico mi vida a ver películas japonesas muy viejas y muy poco interesantes para el gran público, como podría deducirse de echar un vistazo a la portada del blog; lo que ocurre es que, como sé que sobre esas pelis casi nadie dice nada, me siento autorizado, en cierta forma, a comentarlas sin saturar más el infoverso de morralla intrascendente.
Desde que supe de la muerte de Lynch hace unas semanas vengo notando una sensación extraña. Me apetece escribir sobre él pero como es natural ahora todo el que tiene un canal de comunicación mínimamente poblado lo hace y cuenta lo que yo diría mejor que yo. Porque realmente no soy un experto en él. He visto casi todas sus películas (me falta Dune, que me quedé dormido viéndola frente al monitor de una biblioteca pública hace mucho y nunca he querido volver a intentar verla), las viejas temporadas de Twin Peaks y algunos de sus cortometrajes y anuncios. También he leído algún libro sobre él, en especial recomiendo una biografía que me encantó, breve y aquilatada, con el título más maravilloso y mejor escogido que recuerdo en este género: David Lynch, el hombre de otro lugar.
Se me ocurrió hacer una entrada en su recuerdo que consistiera en una especie de broma: glosar brevemente cada uno de sus largometrajes y entre cada comentario incrustar el vídeo de alguno de esos spots que dirigió para conseguir dinero entre proyecto fracasado económicamente y proyecto fracasado económicamente. Mi idea quizá era simpática, pero muy estúpida. Pero como algo tengo que escribir dejo lo que sigue.
Cuando me enteré de la muerte de Lynch sentí como que se me moría otro padre. No hay nada de mi vida personal que interese aquí, pero simplemente les digo que mi padre murió inesperadamente, joven, y ni él ni mi vida recuerdan ni remotamente a lo que evoca la persona y el arte de David Lynch. Pero es así, sentí como que se me moría alguien importante en mi vida, a pesar de que no tengo una especial adoración por su cine ni suelo lamentar el fallecimiento de la gente que no he tratado y que llega a vieja. Mi cineasta favorito es Yasujiro Ozu, que es justo lo contrario de lo que, en una escala que se nos ocurriera sobre cualquier aspecto cinematográfico, era David Lynch. Curiosamente, eso sí, hay algunas películas suyas que siento la necesidad de ver de vez en cuando, en especial Una historia verdadera y Mulholland Drive. Hay algo en ellas, y en otras, que quizá tenga que ver con lo que aportan algunas sustancias psicotrópicas -que tampoco he probado jamás, vaya vida aburrida la mía- que no son adictivas pero ofrecen una experiencia única, imposible de remedar. También siento que pertenezco a algún tipo de club de tipos peculiares que debería existir porque vi dos veces -o me vio ella a mí- Inland Empire en menos de 24 horas, sin que mediara obligación alguna y disfrutándola además.

Una suerte de preaviso de este luto tranquilo que noto lo viví cuando hace un par de años me sentí exageradamente emocionado al final de Los Fabelman. La peli se me estaba haciendo pesada y deslavazada, me gustaba lo justo, pero la escena final en la que Lynch interpreta a John Ford en aquel encuentro del joven Spielberg con el viejo Jack en su despacho, tan mítico y quizá improbable como el de Fritz Lang con Goebbels, me dejó tocado y emocionado de alguna forma. Jamás creo haber vinculado antes a Lynch con Ford en mi cabeza, y esos tres minutos en los que uno era el otro y viceversa me parecieron algo maravilloso. Sin duda la escena que más he disfrutado de los últimos cinco o diez años en pantalla grande. Se me encendió una lucecita. Creo que fue por entonces cuando, aunque ya había visto lo que hay que ver de su obra, me interesé por la vida y la personalidad de Lynch.
Todo lo que diga sobre Lynch es una mezcla de invención y mal recuerdo, seguro, pero como ocurre con alguno de sus films, estoy seguro de que no le habría molestado. Leyendo sobre él y viendo algunos de sus vídeos y otros en los que aparece me di cuenta de que parece ser un gran tipo, un hombre simpático y bromista que trata con cariño a la gente, que bromea y que cumple. Me ganó definitivamente leer en algún sitio que se pasaba los tiempos muertos de rodaje paseando en bicicleta por el set. Esa faceta suya de humanidad directa y amable solo impregna, por así decirlo, dos de sus películas, El hombre elefante y Una historia verdadera, precisamente las únicas que gustan a quienes no pueden con su obra en general, que sucede en el mundo de los sueños. Curiosamente son dos películas que habría firmado John Ford, sobre todo la segunda tan similar a las suyas, habiendo sido él sin embargo un tipo hosco y malencarado, acomplejado por mil demonios inconfesables y cuyos pensamientos en los momentos de soledad se asemejarían, muy posiblemente, al mundo descacharrado que Lynch retrató como nadie, ese “otro lugar” irrepresentable hasta que él llegó para recrearlo con pasmosa naturalidad.

No sé si es correcto afirmar que Lynch fue una persona contradictoria en un grado mayor que cualquier semoviente al uso como usted y yo. Que haya muerto asfixiado por no poder controlar el tabaco uno de los mayores adalides de la meditación trascendental suena paradójico, pero es algo que podría pasarle a cualquiera. En fin, creo que no me queda más que decir. Les dejo un vídeo pueril en su sensiblería pero que también me fríe la patata. Se presenta como el último emitido por Lynch pero no sé si será verdad. Tampoco es de verdad la versión de Across the Universe que suena en él. Empieza con una hermosa propuesta: voy a hablarles un poquito sobre… NADA.
Hola tocayo
Curiosa tu relación con un director «especial» de los de «Universo personal» y, al parecer, especialista en el «mundo de los sueños». Gracias por contar los detalles.
Haciendo un repaso yo creo que me he tomado a David Lynch como se toma una medicina: en pequeñas dosis. Me deslumbró «El hombre elefante» pero yo creo que Hopkins y, sobretodo, Hurt sacaron bastante más partido que el propio Lynch. Dune lo tenía todo -incluido un productor de los habitualmente sospechosos, Dino de Laurentiis- y, confirmando las sospechas, me pase la mitad de la peli preguntándome por cuánto dinero dejo David que pusiesen su nombre allí. Mismo productor pero esta vez se alinearon las estrellas, «Blue Velvet» claramente una peli que removió los cimientos de todo lo que vino después. Otro vuelco, esta vez en la TV y el mundo series con «Twin Peaks» y, a partir de ahí, yo creo que el autor devoró al cineasta y, con todo el derecho del mundo, se embarcó en viajes arriesgados tipo «el que esté dispuesto, que me siga».
Sé que me gustará «Una historia verdadera» como también me gustó su versión de Sailor y Lula pero no tengo prisa (porque dejé de fumar hace mucho juas, juas).
Un saludo, Manuel.
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Hola tocayo,
a mí Sailor y Lula me interesaron menos, fíjate tú
Yo podría pensar de David Lynch y su cine exactamente, letra por letra (excepto por Sailor y Lula) lo que dices tú, pero en algún momento que no puedo localizar se operó en mí el cambio que me llevó a tenerlo en mayor estima, puede ser que inmerecida.
Te dejo una idea que pensé poner en el post, pero se me pasó como se me pasan casi todos los arroces virtuales. Creo que extrañaré a David Lynch tanto porque tengo la sensación de que es el último vanguardista. Ese espíritu irredento, pasodetódico, brutalmente libre que tenían los artistas de la vanguardia de principios del XX creo que es de las mejores cosas que le han pasado a la humanidad, aunque ahora poca gente parezca darse cuenta. Por unos años hubo unos tipos que dijeron algo así como «lo que existe, lo que defiendes, lo que te gusta, me la sopla totalmente. Voy a deformar todo eso, te voy a estropear el mundo que velas poblándolo del que sueñas» Me parece que Lynch es el último vanguardista con capacidad de llegar a un púbico masivo. Con él se va un acento bien sonoro del monocorde discurso de la historia occidental de los cojones.
Un abrazo oreja en ristre.
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Re-hola tocayo
Yo creo que de la re-visitación de Bonnie and Clyde cuelgan, porejemplo, Natural Born Killers de Oliver Stone, Fear and Loathing In Las Vegas de Terry Gilliam, True Romance de Tony Scott -guión Tarantino-… Mucho del cine de acción con «director» de los noventa miraba de reojo al Lynch con Cazadora de Leopardo.
No te olvides, tenemos el trio de «raros» que vienen del mundo clip musical. Sin Lynch, seguramente, lo hubiesen tenido mucho más crudo: David Fincher, Spike Jonze y Michel Gondy. Y un poco Nolan.
Un saludo entre sur-real y abs-tracto, Manuel.
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Qué quieres que te diga.
Me has tocado la patata, digo el corazón con este texto.
Porque siempre reflejas una mirada distinta, pero hay emoción.
Es bonito ver ahora la secuencia de Los Fabelman.
Muchos se han sentido huérfanos con la marcha de Lynch.
A mí es un cineasta que siempre me ha llamado la atención y he ido queriendo su obra con los años (todavía tengo que volver a ver algunas de sus películas y adentrarme en sus misterios). Mis puertas de entrada a su universo fueron El hombre el elefante, Terciopelo azul y la serie de Twin Peaks.
Beso
Hildy
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Hola Hildy!
si te soy sincero, me arrepiento un poco de este escrito. Lo hice apresuradamente y dejándome cosas en el tintero y creo que me ha quedado algo un poco tonto, pero bueno, es lo que me salió.
Comprendo que necesites tiempo para irle queriendo poco a poco… Jeje. De hecho yo mismo no entiendo muy bien por qué no me pasa eso mismo., porque mira que ha hecho cosas complicadas de digerir.
Un abrazo de patata a patata
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