Maldita sea la guerra (Maudite soit la guerre/Vervloekt zij den oorlog, Alfred Machin, 1914)

Visto retrospectivamente, puede resultar curioso que sea la Primera Guerra Mundial la que más cine y literatura antibelicista haya generado. Yo diría que con mucha distancia frente a otras, incluidas la más mortífera y extendida aún IIGM y la ya televisada y muy protestada de Vietnam, que quizá ocuparía la segunda plaza. Quiero decir que parece extraño puesto que diríase que, al irse acumulando muertos por millones y estropicios tales como genocidios, bombas nucleares, limpiezas étnicas y brutales desplazamientos forzados a lo largo de los años que la siguieron, parece razonable que, por simple acumulación de dolor, la cultura habría escalado, en paralelo al poder destructivo de las armas, sus soflamas pacifistas.

Esto no sucedió, y la IGM se ha quedado como la más condenada moralmente en la pantalla y en las estanterías por varios factores. El principal de los cuales es que, al iniciarse casi en paralelo a la expansión del cinematógrafo como arte y como industria, no hubo tiempo o reflejos por parte de los gobiernos en disputa de preparar y sostener una buena propaganda de guerra que resistiera, o cegara, las tremendas masacres en su mayoría inútiles que produjo en especial la guerra de trincheras. No hace mucho hablamos por aquí de Las cruces de madera, y ahí mencionábamos otros clásicos del género, la mayoría como es natural posteriores al conflicto pero alguno se estrenó en el ínterin, como la ínclita Civilización, de T. H. Ince, lo mismo que ¡Armas al hombro! de Chaplin, aunque no sé si colocaría yo a esta última en el anaquel del cine antibelicista fetén.

Ninguna de esas grandes obras, por grandiosas e intemporales que resulten, puede compararse sin embargo con la que hoy nos ocupa, Maldita sea la guerra, porque ninguna de ellas pudo, naturalmente, dar en el clavo ardiendo de rodarse y estrenarse ANTES de que comenzara la guerra. Se la suele etiquetar como el primer film antibelicista de la Historia del cine. Evidentemente no sería la primera ocasión en que se llevase al celuloide el desprecio por la violencia armada institucional, pero seguro que nunca antes con tantos medios y tanta clarividencia se había hecho un llamado desgarrado -mas elegante- a la paz en una Europa que ya rumiaba la posibilidad del desastre, un poco como los acontecimientos de los últimos meses parecen invitarnos a pensar hoy, 112 años después. Y es que esta película se rodó en 1913 y se estrenó en mayo del 14, unas semanas antes del asesinato de Francisco Fernando de Austria, y su esposa, la duquesa Sofía, en Sarajevo. Afortunadamente contamos con una bonita restauración sobre unas copias pintadas originales disponible en línea. Es breve, linda de ver y más que interesante desde diversas perspectivas.

Se trata de una producción belga dirigida por Alfred Machin. Aunque se supone que tiene lugar en un país ficticio, al menos innombrado, el coche que aparece tiene matrícula belga y supongo que los uniformes de su ejército, que participa figurando, serían reconocibles para el público. En cualquier caso cuenta una historia sencilla: en una familia adinerada reciben a un joven aviador de un país “vecino del norte” para que complete su formación alojado con ellos, ya que el hijo de la familia, también piloto, hizo lo propio en la casa del otro el año anterior. En fin, que pasa unos meses entrenando junto a este buen amigo suyo y de paso se enamora de su hermana. Entonces estalla la guerra entre los dos países y el piloto venido del norte y enamorado deberá partir para luchar por su patria. No es difícil adivinar que en el campo de batalla se encontrarán los dos amigos con trágicas consecuencias.

Aunque ahora podría calificarse de “peliculita”, realmente en su época gozó de un nivel de producción brutal, como se puede apreciar en las escenas de batalla para las que el ejército belga puso a disposición no solo cientos de soldados de infantería y caballería, sino unos cuantos aviones y globos, consintiendo incluso en la destrucción de alguno de estos. Desde luego el episodio bélico es el más interesante del film desde muchos puntos de vista. Por ejemplo, no sé si antes se habrían rodado escenas de bombardeos y combates aéreos. En general cada segundo en el que aparecen esas precarias aeronaves me parece oro documental. Recordemos que había pasado una década justa desde el vuelo de los hermanos Wright y apenas 4 años desde que Louis Blériot cruzara el Canal de la Mancha por primera vez en un chisme más pesado que el aire.

Pero lo más llamativo de Maldita sea la guerra, a mi entender, es la imagen que de esa contienda que estaba por estallar tenían quienes iban a sufrirla. La representación de esa futura Gran Guerra que asomaba en el horizonte es la que tenían en mente quienes la empezaron: una sucesión de batallitas con cargas de caballería por aquí y soldados corriendo por allá con su gorrita de tela. Comparado con lo que fue la real, esta guerra maldita parece casi un domingo de pique-nique, una pelea de caballeros en el aire y confiados muchachotes en la tierra. Quizá, si un mágico catalejo hacia el futuro hubiera permitido a Alfred Machin atisbar una batalla real de las que estaban por venir con sus Tempestades de acero y sus Cruces de madera, habría quedado paralizado, sofocado ante la responsabilidad de avisarnos de algo tan incontenible, masivo y destructivo que no hay forma de detenerlo como parece que, los que la hemos visto, tenemos asumido.

Como epílogo simpático, les diré que me encanta, aparte de las sobreimpresiones de la amada que no pueden faltar, y del hermoso coloreado, la decisión de nuestro soldado y de nuestro director, de convertir un tradicional molino de viento en alcázar de madera. Me ha hecho gracia, aparte de por su inconveniencia táctica, porque quizá Machin lo ha escogido por tener ya experiencia en lidiar con estas vistosas construcciones, pues poco antes rodó un simpático corto quizá en este mismo lugar: El molino -también- maldito, de tan trágico desenlace, válgame dios, como la guerra entrañable que filmaría después.

8 comentarios sobre “Maldita sea la guerra (Maudite soit la guerre/Vervloekt zij den oorlog, Alfred Machin, 1914)

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  1. Hola tocayo

    Honor y gloria para Alfred Machin por hacer una peli sobre la guerra cuando ya sonaban los tambores. Como pensamiento tonto-lateral: los «extras» que hacían la mili recibieron, poco después, un fuerte sopapo en forma de realidad.

    En aquellas fechas nacía el cine, la aviación y la guerra «moderna». Hoy inauguramos la Primera Guerra Mundial Comercial. Conclusión: no todos los avances son hacía adelante.

    A ver si junto fuerzas para verlas. Un saludo, Manuel.

    PD. Puse otro comentario pero no me dejó; pudo ser por más tonterías de las «normales»… o por poner cursivas. Cruzo los dedos.

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  2. Hola tocayo,

    si le dedicas 42 minutos de visión diagonal, que es lo que requiere, no te arrepentirás. Es bonita de ver con su coloreado e interesante de puro añeja.

    No todos los avances son hacia delante, es verdad. Se me viene a la cabeza una frase tópica mal traducida, posiblemente manipulada y no me extrañaría que apócrifa de Kierkegaard (qué va, qué va) sin embargo hermosa y necesaria: «La vida se vive hacia delante, pero se comprende hacia atrás»

    Un abrazo encasquillado entre el palante y el patrás.

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  3. Magnífica reseña de uno de los grandes pioneros de los años 10 que ha quedado olvidado durante tantísimo tiempo. La verdad es que como usted bien apunta, para su época era una pasada esta película en cuanto a magnitud e intenciones. Y el uso del color es fantástico, suelo utilizarla de ejemplo para demostrar que el cine mudo no era en blanco y negro.

    Y qué gran reflexión aporta sobre la visión que se da aquí de la guerra, todavía algo inocente e inconsciente de que el conflicto que llegaría cambiaría por completo la forma de afrontar el arte de la guerra, nunca se me había ocurrido tras verla.

    Un saludo.

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  4. Hola Doctor,

    me congratula mucho que la anotación haya sido de su agrado. No le negaré que cuando escribo sobre cine mudo le doy al botón de «publicar» con especial respeto («con el culo apretao» es otra forma de expresarlo) sabiendo que antes o después pasará usted a leerlo.

    Como sé que es amante de los chuchos le trasmito una cosa que acabo de descubrir en menéame, y es que ese carro tirado por perro que aparece en el corto que pongo al final, que yo creía que era una especie de broma, no era tal, sino que era muy común usar cánidos como animal de tiros por aquel entonces.

    https://racingnelliebly.com/fashion-forward/dog-powered-carts-delivered-goods/

    Saludos!

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  5. Internet es ciertamente un pozo sin fondo de conocimiento y curiosidades. No tanto porque haya un artículo sobre perros tirando carros sino uno TAN extenso y con tantas imágenes. Qué maravilla. Gracias por compartir.

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  6. Sí, es verdad. Qué interesante lo que dices sobre la Primera Guerra Mundial y el antibelicismo. Hay en el cine verdaderas joyas y de algunas hemos hablado y comentado largo y tendido. No conocía «Maldita sea la guerra» y estoy mirando secuencias en el YouTube que nos has facilitado que me dicen que me has descubierto otra película que merece mucho la pena. Y con lo que ha dicho el doctor Mabuse más ganas tengo de verla tranquila.

    Me están viniendo a la cabeza Sin novedad en el frente, La gran ilusión, Senderos de gloria o la maravillosa Remordimiento… Es que me das un hilo y se me dispara la mente, jajajaja.

    Beso

    Hildy

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  7. Hola Hildy!

    pues no te vas a arrepentir de gastar 40 minutillos en la película. Es deliciosa. Sobre el cine y la IGM, en efecto hay mucha tela que cortar. Para aprovechar, voy a recomendar un libro sobre ello que, no sé a cuento de qué, siendo una estupenda monografía y editada con cariño y cierto lujo, se vende a precio de saldo. Se titula La primera Guerra Mundial en el cine: El refugio de los Canallas y es de Emilio G. Romero. No pongo enlace por no publicitar emporios tocanarices, pero se encuentra por 12 euros, valiendo el doble o el triple.

    Un besazo!

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