Lenny es el único film no musical de Bob Fosse, si bien trata del mundo del espectáculo. Con mucha fuerza visual, un montaje psicotrópico del que luego hablaré y un naturalismo muy de los 70 nos cuenta el éxito y los pesares del cómico Lenny Bruce, cuya interesante figura ahora no voy a glosar. Tampoco quiero hablar de la gran actualidad del discurso de este corrosivo humorista en contra de la hipocresía y la moralina aceptada socialmente en su época y en todas, ni de los problemas legales que padeció y que han quedado como emblema vergonzoso de la persecución que las instituciones llevan a cabo sobre quienes desean hacer uso inteligente -o no- de su libertad de expresión. Todo esto que digo es realmente lo interesante de la película y de la historia que cuenta, pero otros ya lo habrán explicado mejor que yo, y la película lo deja todo clarísimo, así que prefiero entretenerme en el análisis de su puesta en escena.

Hay cuatro “universos” en la película, cada uno de ellos tratado de forma distinta.
1. Están Lenny Bruce y Honey, su mujer, en primerísimos planos exuberantes, vitriólicos y a la vez sinceros y fiables. Es un universo al tiempo hiperrealista y deforme, porque es algo que sucede de verdad, está vivo y tiene fuerza. Es donde se urde la trama y vemos el desarrollo de unos acontecimientos que, pese a corresponderse con la realidad histórica, discurren sobre los raíles habituales del destino trágico que suele reservarse la ficción.

2. Está el público, rodado como se hace en los programas de TV, procurando captar sus reacciones espontáneas. Desconozco si se hizo la película con figurantes aleccionados o público desprevenido. Seguramente haya mezcla de ambos,sus reacciones son naturales, muy realistas, y sin embargo contrastan con ese otro realismo dramático que manifiesta Lenny o las stripers que actúan para ellos. Es otro mundo; el del que está de paso, el del que no está poniendo su vida en lo que hace porque solo desconecta o gasta unas horas nocturnas antes de volver a la rutina gris que quienes están sobre el escenario desconocen. El contraste entre este universo deslavazado, cambiante y arbitrario del público y sus reacciones con la intensidad monolítica de quien está dándolo todo para ellos cinematográficamente se representa con un montaje caótico, a saltos, que a veces nos hace perdernos, en especial en las primeras actuaciones de la peli. No es fácil seguir el raccord en ocasiones, y las distancias y saltos entre los planos generales del recinto o el público completo a primerísimos planos, nos producen un mareo y una saturación que -quizá aquí falta sutileza por parte de Bob Fosse, aunque haya habilidad de gran director- nos “coloca” en el espacio intermedio, muy complejo e indefinible, que ocupamos entre espectáculo y espectadores. Nosotros estamos en esa atmósfera indefinida, ese “ambiente” de la sala que une y vincula al humorista y su público, tan compleja que hay que ser un auténtico maestro, como al parecer era Lenny Bruce, para saber manejar, y no siempre.

3. Hay un tercer universo o territorio cinematográfico, que es el presente temporal en el que se está preparando algún tipo de investigación que requiere del testimonio de Honey, la madre de Lenny y su representante. Es un espacio en el que solamente Honey sigue hablando en primerísimos planos -como el que da comienzo al film- porque sigue aún colgada de su pasado, si bien aparenta haberse “reformado” algo. Ella aún está en la óribita de lo que fue Lenny, y sigue tan perdida e insegura como, de alguna forma, “sabia”. Este territorio del falso documental está narrado con las técnicas de este género, y está lleno de cintas, micrófonos, y fríos testimonios que no hacen justicia al poténtísimo “universo 1”

4. Por último, está el ámbito de lo banal, del mundo de cada día. Un mundo en planos generales>americanos>medios con sus contraplanos correspondientes y su luz homogénea de todas las oficinas. Es la realidad de los juzgados, de la cárcel, incluso es la realidad en la que actúa el Lenny fracasado y con barba, que ya no hace reír a nadie, contando lo que de verdad le interesa, sus propios juicios y sentencias.

Toda la película me da la sensación de ser una mezcla perfectamente desordenada (el montaje en términos de temporalidad es magistral) entre estos cuatro universos, cada uno con sus cuatro puestas en escenas distintas, que se van sucediendo y mezclando para emulsionar finalmente en una historia completa, original y perfectamente comprensible a pesar de su complejidad narrativa y de que está sujeta a la esclavitud que supone siempre la realidad y ser un biopic, posiblemente, para mi entender, el género en el que más complicado es hacer una gran película, y Lenny me lo parece, aunque quizá no una obra maestra.
Hay una secuencia que se sale de los 4 universos que se me han ocurrido en este análisis de andar por casa, y es el monólogo que interpreta totalmente colgado, en gabardina. En contraste con todo lo que hemos estado viendo, está hecho en un largo plano secuencia desde lejos, desde la posición de un público de última fila. Esos somos nosotros y ahí estamos, teniendo que reflexionar sobre lo que balbucea este hombre hoy sin gracia por el chute, castigado por la injusticia y el descontrol que parecen gobernar su vida, y que le llevarán pronto a abandonarla.

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