El callejón de las almas perdidas (NIghtmare Alley, Edmund Goulding, 1947)

La genialidad desconcierta de muchas maneras, y una prueba de ello es esta película de título aliterante. Me desconcierta, lo primero, habérmela encontrado de casualidad, que no supiera nada de su existencia hasta toparme con un listado de “las más esperadas de 2021” en el que se menciona que Guillermo del Toro tiene listo un remedo de ella, con cameo de Romina Power y todo, al que temo más que a un nublado pero que seguro picaré e iré a ver. Y es que cada vez me doy más cuenta del poco cine que he visto… Y de lo que me queda por disfrutar.

YUYU

Por si alguien pasa por aquí y tampoco la conoce, digo del argumento solamente que trata de Stan, un feriante multitarea (Tyrone Power) que se aprovecha de las artes de la magia y el embeleco para ir medrando desde lo más bajo, segundo ayudante de mentalista venida a menos (Joan Blondell) a lo más alto que es capaz de llegar, que eso no lo desvelo. Es un hombre amoral, egoista confeso, ambicioso y seductor, pero ni mucho menos un malo de manual. Esto es otro logro de la película: su protagonista no es desde luego un héroe, pero tampoco un villano completo, y su mismo físico refleja esta ambigüedad. Power, que esta vez brilla y mucho, usa su aspecto gentil y confiable para que nosotros, a la vez que escuchamos una y otra vez de sus labios sus torticeros planes y sus aviesas intenciones, no podamos menos que esperar su redención y a la vez empatizamos mejor con las víctimas de sus tretas.

Nightmare Alley lleva el callejón en el título inglés también. Y es que en un callejón es donde parece que entramos cuando llegamos a la feria y de un callejón parece que salimos cuando termina la peli. Porque es una historia lineal, en la que no hay vuelta atrás, sino varias tramas que se van hilando la una con la otra en una especie de cadena de decisiones, sorpresas y acontecimientos que cada vez es más rígida y estrecha, hasta convertirse en un hilo fatal que aprisiona sin remedio a quien está tras la pantalla y a quienes estamos ante la pantalla.

Y esa es otra: la pantalla, el cristal por el que los falsos videntes miran y dicen algo así como ¿Dónde estará la verdad? ¿Tras el cristal o dentro de nuestras mentes, que el cristal refleja? Es un mantra que entonan varios personajes y que sirve para aderezar tanto los hechos de la historia como para hacernos reflexionar sobre nuestro papel como espectadores. Porque somos público y también podemos estar siendo engañados. Es una película con mil lecturas y llena de trucos “mentales”. Por ejemplo, si la revisamos (yo la vi dos veces en 24 horas, tenía ganas de encontrar más cosas) nos daremos cuenta de que los detonantes de la trama  no son en buena medida las acciones voluntarias de sus protagonistas, sino ¡trucos de magia de los que son víctimas los magos! En efecto, -no desvelo-  así sucede con lo que ocurre con dos botellas iguales y un personaje o lo que pasa cuando el protagonista es víctima del truco que otra “mentalista” emplea con su clientela. De nuevo el hado, que da su merecida lección a quien estafa disfrazado de emisario del destino. Y es que en esta película sobre las mentiras de la adivinación las cartas del tarot aciertan. Y con qué resultado.

He leído por ahí que además de cortarle escenas bastante crudas en las que el monstruo de la feria se come la merienda en público, por lo visto el resultado final no le gustó a Zanuck, que retiró antes de tiempo la película de las salas. En la imprescindible reseña del filme de La mano del extranjero, mucho más completa, ordenada y rigurosa que estos apuntes que perpetro, su autor lamenta cierta falta de crudeza en la puesta en escena. No le falta razón en todo lo que dice, pero no estoy de acuerdo con él por completo. En mi opinión si bien es cierto que se puede echar en falta algo de sordidez, porque la sombra de Freaks en nuestro imaginario cinematográfico es alargada, a mí me ha gustado esa especie de elegancia y saber estar, no sé muy bien cómo expresarlo, que tienen todos los feriantes. Son gente leal y trabajadora y la feria un negocio como otro cualquiera en el que hay reglas, horarios, orden y concierto. La puesta en escena es clásica, hollywoodiense y lo que se quiera, cierto totalmente. Pero invito a quien revise la peli a abstraerse de los diálogos y fijarse en la planificación y el trabajo con la luz y la cámara. Es absoluta orfebrería visual, una vorágine imparable de angulaciones, reencuadres, movimientos de cámara, elipsis y juegos con el punto de vista que, y esto es lo genial, a pesar de su tremenda complejidad queda totalmente disuelta y camuflada en el interés que la historia tiene para nosotros. Genial esta vez Edmund Goulding.

Me queda pendiente leer la novela, que según reseña espléndidamente también José Miguel García en el enlace anterior, está sobrada de calidad y lleva en sí la sordidez y el ácido que le falta a la película. Por lo visto Stan, el protagonista, es un trasunto de su autor, William Lindsay Gresham, quien conoció los delirios del alcohol, la violencia, la mala vida y se quitó la vida a los 55 años. Se veía venir.

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2 comentarios sobre “El callejón de las almas perdidas (NIghtmare Alley, Edmund Goulding, 1947)

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  1. Qué buenas películas tiene Edmund Goulding en su filmografía. No te dije nada en el anterior mail, pero a mí el melodrama es un género que me gusta un montón, y, bueno, Amarga victoria es uno de esos títulos que una amante del género no se pierde.
    Sin embargo, qué sorprendente es esta película que reseñas. Oscura y brillante. Tiene momentos que sorprenden, con un halo de pesadilla, y efectivamente su «héroe» es uno de los grandes aciertos de la historia. Es uno de los papeles donde más me gusta Tyrone Power porque me sorprendió. De hecho, luego hizo con el mismo director Al filo de la navaja, otra película que me gusta mucho.
    Beso
    Hildy

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  2. Al filo de la navaja la tengo en la cola de espera… ¡Es que es muy larga! Y claro, los trenes nocturnos debemos tener cuidado de no entretenernos mucho, que luego la mañana nos pilla en territorio apache.
    Besos

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