Tras unos años de guerra buscándose la vida en los Estados Unidos como tantos otros realizadores europeos, Julien Duvivier vuelve a Francia y rueda Panique, basada en en una novela de George Simenon y protagonizada por el portentoso Michel Simon y la fatal Viviane Romance. Me he encontrado con esta película, y un poco con la filmografía de Duvivier que apenas había picoteado y ahora me reclama con gran fuerza, atraído por su póster que aparece en una cinta actual que me estaba aburriendo bastante y en una de cuyas escenas adorna una pared. No hay mal que por bien no venga.

Panique mezcla muchos géneros y estilos, y sin embargo resulta un ejercicio original. Nos cuenta, muy al estilo fatalista del realismo poético de los 30, un palo del destino. Es la historia de lo que sigue al asesinato de una pobre solterona. Sobre Monsieur Hire, un extraño habitante del quartier, recaen las sospechas del vecindario por su hosco laconismo y sus inquietantes costumbres. Lleva una cámara consigo con la que retrata estampas miserables, no se relaciona con los adultos ni da cuentas de su vida, mira por encima del hombro a los demás y no gusta de juegos, chascarrillos ni cotilleos. Michel Simon construye un personaje -que recuerda mucho por momentos al patético Maurice Legrand de La Golfa de Renoir- que mezcla perspicacia, ingenuidad, displicencia, apasionada entrega e intrigante hermetismo sin apenas más gesto que una mirada permanentemente humana. Es un genio este hombre, que puede ser tantas cosas sin aspaviento alguno y cuya camaleónica tranquilidad de espíritu es la clave del funcionamiento de un filme que juega en su primeros compases al misterio y el despiste con nosotros, espectadores.

Una pareja de amantes se reúne después de que ella haya pasado casi un año en la cárcel por protegerlo a él. Deben ser cuidadosos, disimular que se conocen, simular que se enamoran en público, aparentar. Ella es deseada además por Monsieur Hire, que la espía desde su ventana. Él es un tipo listo y querrá jugar esa carta para disimular sus fechorías.
Panique es un peliculón inesperado que me ha sorprendido mucho por la fuerza que desprende en todos sus aspectos cinematográficos. Es arrasadora se mire por donde se mire. Derrocha poderío visual. Además de una puesta en escena nítida y exuberante al tiempo -con lo difícil que es mezclar eso- está llena de detalles alegóricos que enriquecen la lectura enrevesada y compleja a la que invita su trama. Sombras que preceden a personas, objetos metafóricos que completan los diálogos y situaciones cargadas de significado, como las escenas que suceden en la feria, que admito que llegan a colmar el vaso del simbolismo hasta el límite de lo admisible si fuera otro tipo de filme, pero aquí se antoja necesario. En esta obra excepcional se decanta lo mejor del realismo poético, como decíamos, del cine negro, del fatalismo langiano y de esa especie de costumbrismo de barrio tan europeo. Ese cine de corrala, que podríamos llamarle, que genera un embudo narrativo en el que la ignorancia, los miedos, la estupidez y la maledicencia de un vecindario aburrido de sí mismo se vierte en forma de amenaza sobre un núcleo protagonista que en este caso es el triángulo formado por Monsieur Hire y la pareja que simula empezar a ser lo que ya ha sido.
A las poderosas imágenes de Duvivier y la fatal intriga de Simenon se une también todo un estado mental, un momento histórico tan especial como la salida de la IIGM, que para Francia marcó el fin de la ocupación y de todo lo que esto supuso en la podredumbre de las relaciones humanas. Sospechas, colaboracionismo, chivatazos, amenazas, chantajes sórdidos y todas las formas de indefensión que quepa imaginar no eran situaciones dramáticas propias de la ficción para el público francés del momento, sino una atmósfera pestífera reconocible, aún respirada, y eso se nota mucho en la película, que incluso invita al juego de la interpretación política y, desde luego, exige que reflexionemos sobre la naturaleza del hombre-masa. Una tarea que tenemos olvidada como si ya no fuese necesaria.
Además hay en Panique erotismo del bueno, ironía de la mejor, intriga que intriga, carne, vino, coches de choque y una niña honrada. Nada le falta.


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Hola tocayo
Se nota que te a encantado. A mi también me gusta que en la coda lo primero que hayas puesto es erotismo del bueno, Olé.
Lo cierto es que el cartel es magnifico con la pelirroja en primer plano y Michel, con ese rastro sanguíneo a mi me recuerda a Caravaggio, pero el texto «Panique» no sé si contribuirá a crear una atmósfera acogedora en el salón.
Un saludo, Manuel.
PD. tengo un francés tan delicado que me he imaginado trabajando de cartero, llamar al timbre, Viviane abre la puerta y yo le digo ¿Vivant Romance? y ella, guiñando un ojo, me contesta ¿Qué si tengo o qué si quiero?
(buen fin de semana).
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Me gustó mucho, sí señor.
Los nombres artísticos de las actrices francesas de este tiempo son un microgénero literario aparte. Como greguerías del amor fugaz..
Un abrazo tocayo
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Excelente película, en efecto, que yo he descubierto también hace pocos meses. No he leído la novela original de Simenon, pero debe ser una de las obras literarias con mejor fortuna en cine. No sé si has visto las otras dos versiones, pero también son estupendas. Una también es francesa, «Monsieur Hire», de los años ochenta. Y la tercera es ¡española!, y encima del mismo año. Se tituló «Barrio», es del húngaro Ladislao Vajda, y es magnífica, del todo insólita para el cine español (o no tanto, si uno profundiza un poco en él: hay muchas más rarezas de lo que pensamos en esos años 40).
Un saludo.
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¡Ni idea de esas versiones! ¡Muchas gracias por el consejo!
El caso es que la francesa me suena, quizá la haya visto pero no me marcara, no recuerdo. La de Vajda ahora mismito me la apunto. La verdad es que como digo al principio llegué a la peli de casualidad, porque me aburría un poco viendo «Una joven prometedora» y me fijé en un póster de ella que aparece y me dio un pálpito.
Un saludo compañero
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