Aunque no lo avisara entonces, la anterior entrada sobre A Sunday in Hell viene a ser la primera parte de una sesión doble que completa esta película. Mientras el documental danés es contemporáneo de lo que muestra y estilizado y épico -si bien pretencioso e hiperbólico, veamos también sus defectos- La bici de Ghislain Lambert es una comedia ligera, costumbrista y posterior. Muestra el rostro más ingrato de este deporte en el que corren 200 y 150 son currantes precarios de futuro incierto. Hace cincuenta años muchos eran más que precarios pobres de solemnidad, y además en la Bélgica de principios de los 70 ser ciclista profesional era -y sigue siéndolo hoy en día- algo más que un oficio reconocido, era una responsabilidad tremenda porque en ese país pequeño y divisible el ciclismo trasciende la función de pasatiempo o espectáculo. Es como una religión que en aquellos años contaba además con su mesías encarnado en Eddy Merckx, así que estar en el pelotón internacional iba más allá del pedaleo, era formar parte de algo trascendente, muy por encima de la rutina y el presente y esto, con toda su medianía cinematográfica, lo representa perfectamente La bici de Ghislain Lambert.

Benoît Poelvoorde, que más tarde interpretaría a Dios con la misma mezcla de poco arte y mucha gracia, o viceversa, en El nuevo Nuevo testamento (Le Tout Nouveau Testament, Jaco Van Dormael, 2015) hace de Ghisliain Lambert, un tipo mediocre a más no poder que cuenta sin embargo con ciertas facultades naturales para correr en bicicleta, así que con tesón y algo de suerte termina enrolado en las filas del Magicréme, un equipo de tercera en el que para correr además de dar pedales debe dar la lata a indefensas amas de casa a las que vende a puerta fría un milagroso producto abrillantador. La ilusión de llegar a lo más alto le dura poco, enseguida se hace cargo de sus limitaciones físicas y de su falta absoluta de padrinos y carisma personal, así que terminará dopándose a la improvisada manera de aquellos tiempos con lamentables resultados.

Como es una película muy simpática y entretenida que cualquiera puede disfrutar, -aunque se entiende mucho mejor si se conoce un poco la historia y la dinámica del ciclismo, pero es que eso a su potencial público belga se le supone- no desvelaré más de la trama. Para ser, o por ser, una comedia muy “clásica”, su protagonista es un personaje casi antipático, amoral, tramposo, violento incluso con los suyos… Pero al final desprende esa ternura de los antihéroes más por lo que le rodea -el ingrato ecosistema del ciclismo profesional- que porque él inspire compasión alguna. De hecho si algo hace especial La bici… es que siendo una farsa de brocha gorda y tratando sobre un tema tan aparentemente inocuo como el deporte, termina siendo muy, muy amarga, no solo por su desesperanzado final, sino porque, justo al contrario de lo que pasaba con A Sunday in Hell, nos viene a decir que más falso aún que los trompazos teatralizados y que los chascarrillos facilones que componen la ficticia historia de Lambert es, fue, o será el ciclismo en sí, deporte de la trampa y del esfuerzo, de la agonía y la simulación. Incluso en esta época mágica de belgas campeonísimos y bicicletas del acero más ligero, vienen a demostrar las hazañas de Ghislain que como ocurre siempre detrás de cada mito hay un cuento, y de cada cuento una mentira, y bajo cada mentira una verdad que nadie quiere escuchar.

Pero no nos pongamos tremendos. La trama de La bici de Ghislain Lambert es la típica historia de ascenso, derrota, ascenso, etcétera, salpicada por gags primitivos pero muy funcionales en un contexto histórico y visual modesto pero bien logrado. A quién no le alegra el día un trompazo ajeno sin consecuencias fatales… Pues aquí los hay a cascoporro. También están las disputas familiares, sobre todo las que originan las ideas de bombero de Claude, hermano de Ghislain interpretado por el actor franco-español José García, que se le parece por cierto lo que Frank Sinatra a La Niña de los Peines. Además se han añadido al argumento un montón de tópicos, leyendas urbanas e incluso personajes siniestros y reales del ciclismo de entonces. Por ejemplo las entrevistas en la ducha que comentábamos en la entrada anterior, las escapadas nocturnas de las “concentraciones” para ir de fiesta, aquellos entrenamientos absurdos de pasar 6 horas rodando a piñón fijo o los truquillos para dar el cambiazo en las muestras de orina. Y es que aquellos años, que hay quien ha dado en llamar del ciclismo boogie boogie, se conjugaron las inercias y los viejos métodos del ciclismo antiguo, menesteroso pero más ajeno a la influencia mediática, con la irrupción de la tecnología, la hiper-profesionalización y la influencia de los mass media. A esta avalancha de novedades, que se terminarían asentando con la formación de grandes super equipos en los primeros 80, muchos no supieron adaptarse o, simplemente, quedaron atrás, como todos los ciclistas que, pedazo a pedazo de realidad, forman al ficticio Ghislain.

Como los creadores de la peli (veo que en el guion participan tanto el director como el actor protagonista) saben mucho de ciclismo, o al menos saben lo que el belga medio que creció en aquel tiempo, han tenido la ocurrencia simpática, por ejemplo, de hacer aparecer con su apodo real al Doctor Mabuse (no el que aquí tanto reverenciamos), que en realidad es el médico francés Bernard Sainz que en aquellos años trató -y estafó, como a Ghislain- a buena parte del pelotón. Pero lo que más me gusta de estas remembranzas es que la única carrera en la que Lambert hace un papel digno es -aunque no se la menciona por su nombre y no sé por qué-, la Burdeos-París, una carrera monumental de 600 km que duraba unas 18 horas y que incluía una noche de rodar a la luz de los coches y en la que en la parte final del recorrido los primeros clasificados iban tras las famosas dernys, motillos a cuya rueda alcanzaban, por fin, la meta.

Que Ghislain solo triunfe en esa prueba ya desaparecida hace mucho tiempo, en declive incluso en los tiempos en los que se desarrolla la película, es una muy sabia decisión. Y es que la Burdeos-París era una rémora anticuada de lo que empezó siendo la competición ciclista, basada en la dificultad del reto más que en los deseos de la audiencia. Igual que esa carrera antipática para los campeones se fue muriendo poco a poco, terminó también ese ciclismo de acero colorido en el que los pobres ciclistas tenían que escaparse por las noches para ligar pero se les consentía competir hasta arriba de anfetas.

Con esta entrada dejo por ahora el especial cine y bicicletas. Me he dado cuenta de que quedan muchas grandes películas por glosar, también pequeñas. No sé si tendré tiempo en veranos que vengan para continuar el asunto porque la vida, como las bicis modernas, tiene cambios, muchas velocidades, y es ligera, muy ligera.

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Hola tocayo
Cuando presentas al personaje me ha parecido que un buen nombre para la peli sería «Toma le vélo y corre». (No sé si hace más que no veo una de bicis o una de Allen, mec, mec)
No está nada mal acabar la serie con una comedia -aunque sea amarga- que eso de sudar y ser trascendente es muy «filosófico». Si me permites el derrape.
Quería aclarar que lo de las duchas me parece muy cinematográfico e interesante. Pero decir que un tío que lleva pedaleando siete horas tiene que ser «obligado» a beber un botellin de agua y, acto seguido, pulular entre las duchas pues como que es incongruente. Yo en esas duchas hubiese buscado a Moser: lo vemos llegar a la cabeza casi sobrado, se queda ahí… y luego no gana. Eso no le hubiese pasado a Eddy; si hubiese llegado les hubiese dicho: «compañeros, el que quiera ganar la prueba… Tendrá que ganarme a mi».
Un saludo, Manuel.
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Jaja, veo que lo del agua te dejó un poco traumatizado. Hoy en día es casi peor, porque algunos equipos que van de guay les preparan unos zumos de remolacha o algo así con una pinta infecta, aunque lo que más se lleva es la fanta de naranja.
El bueno de Moser está en todos los fregados, era el predecesor del «Escocés volador» en el récord de la hora, que coincidió por cierto con sus pioneros métodos de entrenamiento «alternativo» de los que ya se rumorean cosas en La bici de…
Cuando Eddy corría y se llevaba todo el dinero, cuando daba mido de verdad, era alucinante el «respeto» que se le tenía. De hecho cuando estaba fuerte jamás se ponía a rueda de nadie, se plantaba delante y es que los pobres rivales no se atrevían ni a cogerle el rebufo.
Un saludo paniaguado!
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El especial cine y bicicletas por ahora ha sido toda una joya, queridísimo Manuel. Creo que ya te comenté que La bici de Ghislain Lambert la vi en su día, en su estreno. Y tengo la remota idea de que la vi en el festival de Donosti. Fíjate lo que te cuento, jajajaja. Recuerdo que me dejó buen sabor de boca esta comedia amarga protagonizada por ese ser humano tan imperfecto, difícil de empatizar con él, pero con una meta en su vida…
Esperando las sorpresas que nos depares ahora.
Beso
Hildy
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Querida Hildy,
Se me quedan muchas pelis en el tintero pero no sé si será posible el verano que viene porque este apenas he tenido tiempo para escribir y el que viene pinta parecido… Ya veremos.
Un día de estos ya vuelvo lo que surja… Pero la primera entrega ya te digo que divertida divertida… No va a ser.
Un besazo
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