No vas a creer en qué impresionante película este mito del cine deslumbró al mundo entero porque no llegó a fumar…

A principios de los años 50 a Hollywood llegó una marejada progresista que dio lugar a títulos como El cuarto poder (Deadline U.S.A., Richard Brooks, 1952), en los que se insiste en revisar pormenorizadamente la importancia que determinados derechos, libertades y mecanismos de control hacen o hacían de la democracia el menos malo de las formas de gobierno posible. Esa marejada trajo unas cuantas olas, la mayoría de ajustado presupuesto, alguna de las cuales hemos reseñado por ejemplo en el especial Wellman. Por ser películas de tesis muchas de ellas adolecen de unos mensajes tan pueriles que nos desconectan, o bien ya no interesan nada, o bien no se las cree nadie o simplemente salen, por sus pocas aspiraciones, regular tirando a mal. Sin embargo en los casos en que salieron bien, como en la que nos ocupa, han quedado en la Historia del Cine flotando como sopapos voladores. Nos acercamos a ellas y ¡PAF!, nos quitan la tontería por lo recias y profundas que pueden ser y ¡PAF! ¡PAF! nos despiertan del sueño millenial y nos muestran un buen camino que decidimos dejar de lado hace ya algunas décadas y al que, me parece, le ha crecido demasiado la maleza, o lo han borrado para siempre la banalidad y la corruptela.

Muchos guantazos nos da Bogie, que en este caso interpreta al hiperactivo director de un periódico, The Day, a punto de cerrar porque las herederas de su fundador quieren convertirlo en pasta gansa. Si no ocurre un milagro, en un par de días un juez decidirá que se lo puede quedar un grupo mediático que lo quiere para cerrarlo y reforzar sus propias cabeceras. Aprovechando que tiene la oportunidad de destapar los trapos sucios de un mafioso modelo Al Capone por cosas que pasan -no quiero desvelar apenas nada para quien quiera verla, es entretenidísima- este director pone a mil las rotativas y despliega su mejor oficio para sacar adelante ese especial que puede salvar al periódico, los tratos con el juez y las herederas del fundador -en especial con su viuda, majestuosa Ethel Barrymore- y de paso su propia vida personal, pues su exmujer se quiere casar de nuevo, aunque esta subtrama es un borrón innecesario que aporta poco y resta mucho a una película ya de por sí densa y locuaz a pesar de sus ochenta y pocos minutos de duración. 

Deadline U.S.A. es, obviamente, una película sobre El cuarto poder. Una especie de tratado ficcionado no sobre lo que es la prensa, sino sobre lo que la prensa debe ser. En una especie de maquiavelismo inverso, Richard Brooks escribe y rueda con mucha garra un compendio de los méritos que una verdadera prensa libre, crítica y autónoma debería atesorar. Tanto en el comportamiento de Hutcheson, que así se llama el personaje de Bogart, como en sus potentes discursos, como en las decisiones profesionales que toma constantemente, pues el metraje al completo es una sucesión casi ininterrumpida de sus ideas, preferencias y mandatos, como en su mismo comportamiento intachable e incorruptible, tenemos el epítome del periodista ideal. Brooks ha sabido crear y hacer creíble un arquetipo que seguramente jamás se haya encarnado, pero que, en esos primeros 50 y en la piel de Bogart, deseamos creer que era posible. 

Hutcheson pone en portada lo verdaderamente noticiable, evita las imágenes innecesariamente morbosas, mira por sus empleados y les trata con respeto, no se arredra ante poder fáctico alguno, ni anunciantes, ni políticos, ni siquiera la amenaza mafiosa. Su integridad es la de su periódico, y por lo que lucha desesperadamente es porque si este desaparece, con él irá esa misma integridad que tanto escasea como necesaria es en una verdadera democracia. 

Pensaba para mis adentros, mientras veía la película, que las cosas que dice Bogart con toda naturalidad hoy ningún director o directivo de ningún medio de comunicación se atrevería a decirlo sin sonrojarse. Pensaba que si hoy se quisiera hacer una película por el estilo, a ningún cineasta se le ocurriría poner a un periodista a defender que aún existe esa prensa crítica, ese contrapoder, sin que el público se lo tomara a pitorreo. Qué triste es lo imposible que se ha vuelto hoy esta película. Qué profundo y necesario parece todo lo que en ella se defiende, y cómo hemos dejado entre periodistas, audiencias, ejecutivos y ejecutados, morir este oficio que ya no sé ni si se puede decir que es necesario, pues la información veraz misma me parece que es algo en vías de extinción, sustituida como está por el anecdotario estúpido y el bulo de trinchera. Duele que por ejemplo toda la prensa escrita sin excepción reseñable haya renunciado al titular, sustituyéndolo por el clickbait o la neolengua, o que las inteligencias artificiales se aparezcan en el horizonte como las únicas valedoras posibles de una ortografía no hiriente y una gramática soportable que los atribulados becarios mal pagados ya no pueden, o tienen tiempo de, manejar con tino. Qué bien lo hizo Bogart al nacer en 1899.

Esta excelente película no es una obra maestra porque arrastra algunos pequeños lastres. Uno de ellos, ya mencionados, es la subtrama amorosa, innecesaria. Otro es un final que no califico de malo, pero sí de excesivamente abierto y precipitado. El otro es que la dirección de Brooks es muy correcta pero anda falta de brillo en algunos momentos. Quizá está demasiado preocupada en poner la palabra en el centro de la imagen, y a lo mejor hubiera venido bien algún respiro visual, contar algo en silencio. De todas formas hay escenas muy bien pensadas, como la del velatorio en el bar, que son ideas de buen contador historias, que Brooks lo fue.

Los méritos de Brooks quizá estén en elementos que hay que valorar también aunque sean menos evidentes. Por ejemplo, aunque la acción suceda en la mañana, en la película siempre parece ser de noche, al menos en el interior del periódico. Esa nocturnidad permanente crea en nosotros una sensación de urgencia, de que hay que rematar, de que el trabajo está por terminarse, y acompaña a la perfección la muy fluida puesta en escena, el montaje puntuado, la verborrea imparable de estos trabajadores de la palabra. 

He dejado para el final, curiosamente, la idea que ha hecho que me ponga a escribir sobre El cuarto poder. Esa idea es la constatación de que Humphrey Bogart NO FUMA EN ESTA PELÍCULA. ¿Saben ustedes de algún otro protagónico suyo en que renuncie al pitillo? Esto me ha hecho pensar, es una decisión extraña. De hecho llama la atención por ejemplo en una escenita con su ex mujer, a la que visita estando borracho, y ella se enciende un cigarro y él no. O en su despacho, en algún momento, todo el mundo fuma menos él. Quizá Brooks haya decidido que para mostrarlo lo más dinámico y acelerado posible es más conveniente que no pierda un segundo en encenderse pitillos. Quizá, he pensado, Bogart estaba sufriendo los primeros malestares de su cáncer -está muy delgado aquí- y pasaba una etapa de aguantarse la humareda. No lo sé. El caso es que Bogart no fuma en El cuarto poder. Qué pena que hoy estas historias ya no interesen a nadie, porque si así fuera ya estoy viendo el titular en todos los periódicos online: 

No vas a creer en qué impresionante película este mito del cine deslumbró al mundo entero porque no llegó a fumar…

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8 comentarios sobre “No vas a creer en qué impresionante película este mito del cine deslumbró al mundo entero porque no llegó a fumar…

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  1. Hola tocayo
    Empiezas el año no con buenos propósitos si no echando fuera todo el «humo negro». (No sé si fumas pero te imagino fumando el «boli» después de acabar con la diatriba; yo deje de fumar cuando el vicio se convirtió en «cosa de ricos» juas, juas)
    Anda, pon las mayúsculas bien que eso de «mafioso modelo Al capone» parece sacado del menú de un «ristorante italiani».
    El cine es también oportunidad y aquél fue un buen momento para que el cine mirase por el periodismo; creo que los setentas volvieron a tener su «punto de encuentro» y ahora algún ejemplo tenemos -estoy pensando en «Spotlight» y solo tengo «ojos» para Rachel, Rachel (McAdams)-.
    Creo que volveré a ver esta «deadline» pero tengo dudas por la versión que propones – si la sonrisa McAdams me gusta diez, la voz de Humphrey tres-.
    Un saludo, Manuel.

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    1. Hola Tocayo!
      lo primero gracias por la corrección. Ya está repasada y como penitencia volveré a ver Spotlight, que si te digo la verdad no sé si la he visto o no. Mi memoria me dice que sí, mi recuerdo me dice que no. Es un fenómeno que me ocurre con muchísimas películas del s XXI, que me acuerdo de que me parecieron bien pero no recuerdo nada de ellas ni me han dejado huella. Volveré a intentarlo.
      Afortunadamente dejé el joío fumeque hace justo ahora unos 10 años, aunque nunca fumé mucho, la verdad, así que aproveché una faringitis para quitármelo de encima. Era muy fino, fumaba mentolado.
      Ya sé que está feo poner pelis dobladas, si tienes filmin la puedes encontrar en el gangoso original.

      Un saludo mentolado!

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  2. Me gusta mucho esta película de Richard Brooks con un Bogart que no fuma (¡¡¡no recordaba ese detalle!!!). Sí, es cierto que la historia de amor está con pinzas pero me gusta tanto y me cae tan bien Kim Hunter, que no me molesta nada. ¡Y es que el binomio periodismo y cine ha dado grandes películas que nos recuerdan qué puede ser el periodismo y cuál es su función…, esto te lo dice ni más ni menos que Hildy Johnson, jajaja!
    Beso
    Hildy

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    1. Hola Hildy!
      Pues sí, el periodismo ha dado mucho de sí en la historia del cine, pero más creo que podría haber cundido. Si te pones a pensar, apenas son unas decenas de títulos reconocidos para un género o subgénero que, ocupándose de la verdad y del ahora, bien podría significarse más.
      Lo de que Bogart no fume… ¡No es un detalle! Es un estado anómalo de las cosas que a la grandísima Hildy Johnson no debería habérsele pasado… Se lo perdonamos porque es humana y, sobre todo, porque es querida, muy querida.
      Un besazo

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  3. Amigo Manuel, primero felicitarle por su título clickbait… y por sus geniales dotes de observación – yo, al igual que Hildy, tampoco me fijé en eso, y es cierto que no es un dato trivial. Coincido en sus apreciaciones. Ésta, al igual que la otra película que ha comentado este año, es de esos filmes que vi en mis primeros tiempos de internet cuando podía empezar a descargarse películas con cierta facilidad, y le debo un revisionado a ambas porque me gustaron pero apenas recuerdo detalles de las mismas. Brooks me parece un muy buen director que no llega a ser brillante salvo puntualmente – A sangre fría (1967) – y eso no es poca cosa, hoy día echo de menos más directores muy-buenos-pero-no-brillantes que te sepan hacer una sólida historia de periodismo en menos de media hora. A ver si la rescato próximamente.
    Un abrazo.

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  4. Cuando dije en menos de media hora quise decir «menos de hora y media». Aunque hacer una sólida película de periodismo en menos de media hora eso ya sería para quitarse el sombrero. Pero eso creo que el único capaz habría sido Samuel Fuller…

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  5. Pues recién revisionada me permito tres apuntes breves:

    • Extrañamente me ha emocionado bastante aún sin ser un filme sentimental. Quizá porque, como usted apunta, resulta conmovedor en los tiempos que corren ver un film que cree en el oficio de periodista y, sí, lo romantiza descaradamente, pero consigue que te lo creas y te hace fantasear con un mundo como el de las películas.
    • SPOILER: A mí el final sí me ha gustado por lo abierto que queda. Ya que 1) no se afirma que el mafioso será detenido y 2) no se niega el cierre del periódico. Son dos realidades que Brooks podría resolver con un final feliz y no lo hace. Incluso la reconciliación con su exmujer ya sabemos que no irá bien. Pero es demasiado amargo hacer eso evidente. Como Brooks no quiere traicionarse a si mismo con un final feliz impostado y tampoco le dejarían un final abiertamente pesimista… solo le queda un desenlace abierto que muestra una última pequeña victoria de esos periodistas pero no esconde el amargo final que les espera.
    • Siento contradecirle pero mire esta imagen: https://elgabinetedeldoctormabuse.files.wordpress.com/2024/04/vlcsnap-2024-04-30-09h03m06s281.jpg Al final de la escena del bar Bogie sí se fuma un cigarrillo… pero vaya, los clickbaits suelen dar pie a noticias falsas, ¡así que en el fondo el título de su post sigue siendo fiel a este tipo de noticias!

    Un saludo.

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    1. Hola Doctor,

      me alegro mucho de que haya disfrutado El cuarto poder y de que le haya dejado el mismo buen sabor de boca que a mí.

      Sobre esa imagen que usted enlaza… En fin, a saber cuáles son sus fuentes. Lo mismo es otro plano de otra película o la ha generado con la misma IA con la que se hizo la foto en la tumba de Ozu (nadie se ha creído su viaje en el tiempo y el espacio, querido Doctor) o, en el improbable caso de que realmente aparezca en la copia que usted maneja -seguramente pirata, ilegal y denunciable- será que alguien del estudio insertó ese plano en el montaje para no perder la morterada anual de Lucky Strike con la que se completaban los estipendios del bueno de Bogart.

      En fin, me temo que para comprobar si tengo yo razón o la tiene usted no le quedará más remedio a nuestra multitudinaria audiencia que ver la peli y comprobar si lo suyo es un montaje-burdo-pero-voy-con-ello o lo mío una pasada de frenada. También podría ponerme la peli y comprobarlo o, sin más, darle las gracias por su amable aclaración, pero a quién iba a interesar eso.

      Un abrazo!

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