De entre los encargos de message movies que Dore Schary encasquetó a Wellman con bastante jeta y aprovechándose de su amistad, My Man And I fue el último, la gota que colmó el vaso de la paciencia de nuestro director y, paradójicamente, el mejor y quizá más interesante desde el punto de vista cinematográfico. Tras participar en la lamentable It`s A Big Country y lidiar con la peculiar The Next Voice You Hear entre otras regalías, esta historia de inmigración y abuso, destinada a la serie B, fue un último trabajo de Wellman para la MGM, cuya jugosa oferta de renovación rechazó para irse, como ya comentamos al hablar de Island in the Sky, con John Wayne y su productora.
My Man And I cuenta la historia de Chu Chu Ramírez (Ricardo Montalbán), un mexicano ya nacionalizado estadounidense que se busca la vida como puede y que, al contrario que sus descerebrados amigotes inmigrantes, sabe ahorrar y ser honrado. Gasta su dinero en una enciclopedia que lee para culturizarse mientras se ilusiona con hacerse hueco en la nueva patria gracias a una carta que lleva siempre encima firmada por el mismísimo Presidente, respuesta a otra de agradecimiento que él le enviara al adquirir la nacionalidad. Su carta es su mayor tesoro, y mientras escribo esto me acuerdo por cierto de Samuel L. Jackson en Los odiosos ocho y su carta de Lincoln, pero no creo que Tarantino se haya inspirado My Man and I, aunque con él nunca se sabe.

Esta fábula moral tiene mucho de los defectos habituales en este tipo de películas aleccionadoras: el guión que no termina de definirse, escasos medios que se evidencian incluso en fallas técnicas como errores de iluminación, fotografía insulsa, actuaciones irregulares, etc. Sin embargo, me atrevería a decir que estamos ante una buena película cuyos atractivos y peculiaridades merecen más la pena que esos defectos que, en definitiva, eran comunes en las producciones de medio pelo y han de ser perdonados. El protagonista, Chu Chu Ramírez, resulta sorprendente en dos niveles, primero por lo bien interpretado que está por Ricardo Montalbán. Su falta de énfasis y su modestia natural hacen un contraste estupendo con un físico espectacular que importa y mucho en la trama como luego comentaré. Su gesto simple y amable conviene a la perfección con la personalidad de Chu Chu, el segundo aspecto llamativo del personaje: un hombre esencialmente bueno y honesto -increíblemente bueno y honesto, cabría decir- que se convierte en víctima de los males y acechanzas de aquellos que quieren abusar de él en el plano laboral, económico e incluso sexual. A pesar de ello parece no perder nunca su bondad ingenua y eso es uno de los lastres de la cinta, que cuesta empatizar con esta bonhomía pasiva, por lo que aguanta, y activa, por lo que hace.
Y es que Chu Chu es empleado por una pareja de sinvergüenzas interpretados por Wendell Corey (con quien una vez más Wellman casi llega a las manos por ir de listillo, pero dejamos por hoy el anecdotario barriobajero) y una estupenda Claire Trevor. Después de tenerlo un mes trabajando en su finca le pagan con un cheque falso y además ella le acosa sexualmente de forma indisimulada y muy sorprendente vista hoy día. Es imposible no recordar cuando Montalbán se descamisa aquellos viejos anuncios de la Coca Cola Light… Es lo bueno de la serie B, que la censura era más laxa. A pesar de todo Chu Chu no pierde la calma y no subvierte ninguna norma si bien su bondad le acaba costando caro y termina en presidio.


En paralelo a esta trama, que sería la “bonhomía pasiva” de la que hablaba antes, está la otra, la activa, que ejerce en la trama amorosa. Y es que Chu Chu se enamora y se empeña en sacar del charco a Nancy, una pobre desgraciada que es mentirosa compulsiva, alcohólica irredenta y que no tiene ni dónde ir ni especial interés en nada, ni siquiera por Chu Chu. Él sin embargo se encabezona en acompañarla y compartir vida y futuro con ella. Es una trama extraña, como sobrevenida, y es que Shelley Winters lleva a cabo tan buen trabajo interpretándola (y también discutiendo con Wellman, porque ella venía del Actor`s Studio y él venía del Two Takes Enough Studio) que crea una mujer no sé si desagradable, pero sí distante y poco querible. Me recordó su personaje por cierto al que hizo después en Un retazo de Azul, de madre alcohólica e histérica, que es exactamente como si a esta Nancy le hubieran pasado por encima los 13 años que separan ambas películas.

Además de estas dos historias hay un fuerte trasfondo social en toda la película que Wellman retrata con buena mano que le viene de sus grandes películas sobre la Gran Depresión. Se muestra la vida y el trabajo de los inmigrantes, y cómo muchos de ellos dilapidan su dinero estúpidamente en unos simpáticos trucajes por cierto muy años 30, sin duda lo más interesante de la película desde el punto de vista visual. También se recalca con brocha gorda la xenofobia de aquellos tiempos -y de estos- de la que es víctima el pobre Chu Chu y sus compadres y, en fin, siempre se aprende algo.
Como dije al principio este filme colmó la paciencia de Wellman y fue su canto de cisne en la MGM. No gozó la película además de especial favor del público muy poco interesado, queremos suponer, en cómo les fuera la vida a los mexicanos recién nacionalizados gringos, y coincidió con sus roces finales con Schary, que inmerso en sus campañas políticas a favor de los demócratas no dejaba de manipular y abusar de las habilidades de Wellman para su causa. Esta etapa se había alargado quizá en demasía porque los Schary y los Wellman, como creo que he comentado en otra ocasión, llegaron a ser dos familias en una, pues eran vecinos y los hijos de ambas se criaron juntos como una sola camada. La ruptura con el estudio fue por lo tanto mucho más que un cambio de contrato, fue una dolorosa experiencia personal para toda la familia.

Por cierto que si por algo es memorable esta peli -¡y me iba sin decirlo!- es porque arranca con Stormy Weather, cuya melodía sirve de leitmotiv para la banda sonora. No sé qué tiene que ver la canción con la historia pero bueno, será que Lena Horne, su intérprete canónica (no en esta cinta, que desconozco quién la canta), fue mestiza y luchadora. O no será eso, pero me sirve de excusa para colar la canción y disfrutarla.
Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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Hola tocayo
No es extraño que no gustase, en su día, esta peli que ponía a «los vecinos del sur» o bien de manirrotos descerebrados o bien de abnegados en exceso.
Me ha hecho gracia tu mención al «chico light»; yo soy de cuando la balanza estaba -políticamente- volcada al otro plato, es decir de «los limones del caribe». La publicidad siempre «marcando» tendencia.
El leitmotiv de estormigüede igual puede servir para barruntar tórridos romances o rupturas entre viejos socios.
¡Ya me iba sin decir que no hay película mala si Miss Shelley Winters está en ella! Un saludo, Manuel.
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En efecto tocayo yo mismo me pregunto dirigida a qué público iba esta película. Pensé que a lo mejor se pensó pensando más en el público inmigrante que en el autóctono. En cualquier caso el bueno de Chu Chu es tan angélico que no le gustaría sentirse comparado con él al yanqui medio equivalente al actual «no soy xenófobo pero tengo unos vecinos latinos que arman mucho escándalo y es que no ves españoles en el barrio» , un poco como me pasa a mí con los mozos de la coca cola light.
En cuanto al público mexicano migrante de la época… No sé si tenían tiempo de ir al cine y en esa generación sabían el suficiente inglés como para que les cundiera.
Animado por tu última frase me encuentro -no lo recordaba, claro- miro la filmografía de Shelley Winters y descubro que aparece en Delta Force (1986) haciendo de señora secuestrada. Ahora tu afirmación me obliga a un sesudo revisionado de la obra cumbre de Chuck Norris que debí de ver por última vez en las vísperas de mi primera comunión
Un saludo tocayo
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Me uno a Manuel en su alabanza a Shelley Winters. Esta actriz está maravillosa en un montón de papeles. Es realmente conmovedora en Un lugar en el sol. ¿Os acordáis de su triste y particular «Desdémona» en Doble vida? O es una sensible compañera de un perdido John Garfield en Yo amé a un asesino. Es imposible olvidar sus personajes en El gran cuchillo, La noche del cazador o la magnífica Apuestas contra el mañana. En algunas de ellas su personaje es secundario, pero cuando aparece se adueña de la película…
Seguro que merece la pena su aparición en My Man And I, que la apunto en mi lista de películas pendientes. A pesar de sus peros me ha parecido interesantísima.
Beso
Hildy
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Estoy segurísimo de que si la ves no te arrepentirás y la vas a encontrar, como intuyes, muy interesante.
Shelley Winters es una superactriz, eso está fuera de toda duda aunque yo bromee con sus papeles alimenticios, pero pertenece a otra época y a otro modo de hacer las cosas y llenar la pantalla que ya no es la de Wellma y la mayoría de los directores de su generación. No en vano surgieron bastantes roces entre ellos, como comento por encima, porque ella era muy del método y muy de conocer el personaje y meterse en él y Wellman no tenía tiempo para esas vainas.
La sangre no llegó al río pero es un conflicto que simboliza de alguna forma el momento en el que se produjo esta película, esa transición hacia el cine más… No sé cómo expresarlo…diré «intensito» y emocional con el que Wellman no quiso ni pudo transigir, lo que provocó que buena parte de sus últimas películas, las de los 50, aparte de su mayor o menos valor cinematográfico tengan casi todas una pátina de cosa anticuada y un poco extemporánea.
Un beso fuerte
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