Infierno blanco (Island in the Sky, William Wellman, 1953)

Wayne a los mandos, primera parte

En 1952 Bill Wellman estaba cansado de la MGM. Su colaboración con el guionista y productor Dore Schary, con el que había llegado a crear un fuerte lazo personal, estaba abocada a terminar. Y es que Schary después de Caravana de mujeres no había ofrecido a Wellman ningún proyecto jugoso, más allá de colaboraciones en filmes menores, como el esperpento It`s a Big Country y otras películas con mensaje que Wild Bill sacó adelante con dignidad a partir de un material muy mediocre. Ninguno de los grandes éxitos de aquel año le había sido ofrecido a él por el estudio y además surgieron fuertes tensiones políticas con Schary, ya que era un activista demócrata y Wellman, moderado votante republicano que no ejercía militancia activa, estaba harto de ser usado una y otra vez para dirigir productos de propaganda liberal.

En estos tiempos además el sistema de estudios empieza a resquebrajarse y algunas estrellas forman sus propias productoras independientes, como fue el caso de Kirk Douglas, Burt Lancaster o John Wayne. Será con este último, conocido de Wellman desde sus tiempos de secundario en los años 30, con quien iniciará una nueva etapa empleado en su productora, la Batjac, para la que Wild Bill dirigió seis películas, tres de ellas con the Duke como protagonista. En las dos primeras Wayne interpretará a un piloto en apuros. Son Infierno blanco (Island in the Sky, 1953) a la que dedicaré este apunte, y en otro próximo hablaré sobre Escrito en el cielo (The High and the Mighty, 1954). Ambas producciones giran en torno a una tragedia aeronáutica y tienen como protagonistas a serenos y experimentados pilotos interpretados por John Wayne, que a los mandos de la situación va resolviendo entuertos; en ocasiones de un puñetazo. Las dos están basadas en homónimos libros de Ernest K. Gann, expiloto metido a escritor que fascinó a Wayne y Wellman con la historia de Island in the Sky y se encargó además de los guiones de los dos filmes. Tras terminar The High and the Mighty en la que tuvo multitud de encontronazos con un Wellman exigente que le obligaba a reescribir una y otra lo que al final apenas se tocó, pues la peli es un reflejo casi exacto de la novela, Gann salió por piernas no solo de esta producción sino del mundo del cine. Dijo de Wild Bill, años después:

“Había elegancia y encanto en Wellman, y me daba la impresión de que podría haber sido muy bien uno de los dragones de Napoleón o un mosquetero de Dumas. Wellman era emocionalmente un chiquillo. Tenía un temperamento vivaz e irracional hasta la arrogancia. Pero también había en él emoción e inspiración, y era capaz de ser realmente humilde.”

(visto en Wiliam A. Wellman de Frank T. Thompson, Filmoteca española 1993)

La película

Infierno blanco cuenta la historia del intento de rescate de un grupo de aviadores civiles que trabajan para el ejército en las postrimerías de la II GM. Debido al frío deben aterrizar forzosamente en un paraje remoto de la península de Labrador, donde deberán intentar sobrevivir al frío helador y a la falta de víveres mientras otros compañeros hacen lo posible por localizarlos y rescatarlos. Al tiempo que se narra la historia de estos días desesperados se nos cuenta mediante flashbacks la vida civil de algunos de estos avezados pilotos. 

La voz en off del mismo Wellman -y no es la primera ni última vez que la usa en su filmografía- abre la película con unas palabras que nos presentan el sacrificado valor de estos aviadores que saben desconectar de su vida diaria cuando están en misiones como esta, en las que, esclavos de las condiciones metereológicas y de la fragilidad técnica de sus naves, se encuentran en una “Isla en el cielo”, como reza el título original, en la que solo ellos pueden ser dueños de su destino y decidir o soportar su suerte. Esta es pues una película de aviones y aviadores de las que Wellman dirigió hasta más de una docena. El que Wellman fuera piloto en su juventud enriquece en general todas estas obras, pues en algunas de ellas, como esta, lo más memorable que dejan es la dignidad profesional que calzan sus protagonistas y el ojo fantástico que tiene el director para rodar a los aviones en vuelo. Desde Wings (1927), su primer gran éxito, hasta La escuadrilla Lafayette (1958), su lamentado por muchos motivos último trabajo,  destaca en Wellman lo conseguido que está ese espíritu de los aviadores pioneros que él mismo retuvo siempre por el recuerdo de las hazañas y tragedias vividas en los cielos de los campos de batalla de la IGM. Sin embargo, en mi opinión, esto no basta para hacer de Infierno Blanco una obra mayor.

Teniendo en su haber una magnífica fotografía, recia y pura, del gran Archie Stout, y a un plantel de actores excelentes que secundan a un más o menos inspirado John Wayne, siendo además una historia atractiva en su esquema narrativo y contando, por supuesto, con el gran ojo de Wellman para la dirección, el resultado, si me permiten el doble chiste fácil, no termina de levantar el vuelo y me deja un poco frío.

Es una película que, a los ojos actuales, y en comparación con otras muchas de Wellman, da la sensación de cargar con varios lastres. En primer lugar, la historia tiene el gancho obvio de ver si la tripulación accidentada será rescatada, pero es que, estando ahí John Wayne pasando frío y poniendo la pasta, no creo que ni el más ingenuo de los espectadores de 1953 pudiera fantasear con un final sorprendente y demoledor. Por otra parte, la historia puede ser muy humanamente intensa en el libro, pero faltan resortes cinematográficos que le den algo de dinamismo. Por ejemplo, los accidentados no se desplazan en ningún momento de donde han aterrizado. Apenas les ocurre nada excepto pasar frío y hambre, aparte de un luctuoso suceso que no desvelo y que dará lugar a alguno de los momentos más hermosos de la película, visualmente hablando. Entre ellos apenas hay conflicto o se desarrollan subtramas, y lo mismo ocurre entre los -demasiados- personajes secundarios que van a su rescate. Para paliar esto y rellenarlo Wellman recurre a varios flashbacks que en buena parte son innecesarios y no aportan nada a la historia. Destaco uno por la curiosidad de que consiste en la vida familiar del personaje de Andy Devine y en el que sus dos hijos son interpretados por dos de los hijos del mismo William Wellman. Este simpático nepotismo del director no es exclusivo de esta película, pues en muchas otras aparecerán en algún momento todos sus siete vástagos, así como él mismo.

Otro defecto de la película es una cierta falta de ritmo impropia de Wellman. He leído por ahí a Gann, autor y guionista, que disfrutó mucho participando en la película pero también ayudando a Wellman en el rodaje y en la preparación de los diálogos, y me temo que esto es una pista de lo que pudo ocurrir. Me imagino -pura especulación mía- a Wellman planificando las escenas aéreas y pasándoselo pipa en los aires mientras descuida la preparación de los diálogos, que luego rueda en un pispás. Se nota un cierto lag en las conversaciones, una verborrea poco pulida que oxida la acción, y especulo sin más pruebas que pudo deberse a esa costumbre de Wellman de delegar o desconectar de aquello que no le interesaba demasiado. Quizá por esto no tuvo ningún problema de egos con Wayne, que hace un poco lo que quiere, y sí los tuvo en Escrito en el cielo, que es un filme mucho más pulido y elaborado.

En fin, no voy a seguir buscando faltas a Island in the Sky, porque está llena de imágenes hermosas y curiosas y ojo, que fue un rotundo éxito en taquilla, así que buena parte de mis pegas seguro que se deben a estar contagiado de cine posterior. De hecho, su buen rendimiento económico permitió a Gamm, Wellman y a Wayne, embarcarse en The High and the Mighty con una buena provisión de fondos que permitió hacer algo cercano a una superproducción.

Aquellos espectadores aerotrastornados que la vean, debo añadir, van a disfrutar mucho, pues en el cine de este aviador cascarrabias que fue Wellman es muy importante que queden didácticamente explicados todos los procedimientos técnicos que atañen a la historia, y el filme es toda una lección sobre cómo funcionaba la navegación y los sistemas de geolocalización en los tiempos pre-radar. Qué fácil era perderse antes, y qué entretenido buscar y encontrarse.

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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3 comentarios sobre “Infierno blanco (Island in the Sky, William Wellman, 1953)

Agrega el tuyo

  1. Leyendo tus dos últimos textos sobre películas de Wellman, me encantan las pinceladas que vas dejando sobre su personalidad, su manera de trabajar, su vida privada, etcétera, que me están descubriendo una parte de él que no conocía mucho.
    Un lujazo de dosier, la verdad.

    Beso
    Hildy

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    1. ¡Gracias querida!

      A veces me siento un poco incómodo elucubrando sobre ciertas cosas porque ya sabes que en todo este anecdotario hay mucho de mito y cuento chino que se acaba convirtiendo en información cuando llega a los libros, pero sí creo que puede terminar desprendiéndose de lo que voy contando que la personalidad de Wellman (me refiero a su forma de ser) afectó bastante a su obra, y por desgracia no siempre en el plano artístico.
      Un besote

      Me gusta

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