Una de las películas malditas del cine español por antonomasia. Catálogo de miserias, ebullición de los bajos instintos, enciclopedia del fracaso, vademécum de maltratos y mapa detallado de los senderos de la envidia, la banalidad y la mala pata.

En este conveniente artículo de Rubén Lardín para eldiario.es están los hitos principales de la génesis y exhibición de esta cinta árida y sudorosa. Fue un proyecto en el que se refugió Fernando Fernán Gómez durante una crisis de soledad que quiso enjugar mediante el trabajo y la dedicación a esta historia del novelista y cenizo Juan Antonio Zunzunegui. Se pasó pues el año 1963 trabajando en cualquier cosa que le permitiera acumular fondos para su producción, que sufragó con ahorros propios y ajenos. Maltratada por las instituciones, no se pudo estrenar ni distribuir hasta el año 1965, cuando tan solo un cine de Bilbao la tuvo en cartelera algunas semanas en programa doble. Restaurada y recuperada muchos años después, se volvió a estrenar en 2015 con buena acogida, y ahora podemos disfrutarla y extrañarnos por cómo un film tan personal y de tanto calado, y de un creador tan mediático y reconocido, ha podido estar oscurecido durante tanto tiempo.

La puesta en escena quiere ser original y moderna. Aunque es una película realista -más bien naturalista- FFG quiso darle realce cinematográfico, y está plagada de buenas ideas audiovisuales. Por ejemplo me ha gustado, sobre todo en la primera parte del film, el uso del sonido ambiente, que llega a superponerse a los diálogos, un poco al estilo Tati. Es una forma de meternos enseguida en el contexto socioeconómico en el que vive la familia protagonista. La España y el Madrid de los barrios populares a los que el desarrollismo aún no ha llegado, donde aún campean el hambre y los abusos de todo tipo también pasan a primer plano en estos primeros minutos mediante la atención que la cámara presta, en tono documental, a lo que sucede en la calle. Otro recurso es que cuando los protagonistas hablan o pasean en exteriores a veces ellos mismos abandonan el espacio fílmico y siguen hablando en off, mientras que la cámara prefiere quedarse o desviarse hacia un puesto callejero, los viandantes o cualquier elemento urbanístico. También vemos a veces a los protagonistas desde “fuera” del espacio que ocupan, por ejemplo a través de los barrotes de sus ventanas, lo que hace que como espectadores nunca dejemos de sentir que somos parte de lo que está sucediendo. Cierto es que en ocasiones hay cierto alambiquismo en el lenguaje visual, a lo que no ayuda un montaje que en mi opinión tiene decisiones mejorables, pero en general la película luce muy atractiva y original.

En cuanto a personajes e interpretación, lo primero que llama la atención, siendo una peli española de 1963, es la descarada carnalidad y el erotismo (a veces “sucio”) presente en cada plano que ocupan las dos hermanas protagonistas. Sudor, escotes, carne, toqueteos, abusos… La sensualidad que desprenden Gemma Cuervo y sobre todo Lina Canalejas va -o viene- más allá de ellas mismas, sus cuerpos y su aspecto. Está completada -y en este sentido mencionaba la “suciedad”- porque son dos mujeres totalmente cosificadas, en especial en el caso de Eloísa (Lina Canalejas) que es vejada moral y físicamente una y otra vez. El deseo irrefrenable que despierta en los hombres es, sin embargo, la única virtud que ella parece ser capaz de reconocer de sí misma desde que fuera “Miss Maravillas” en su juventud. En el siglo XXI cuesta adentrarse en esta extraña visión del mundo, en la que la decencia intachable y el machismo baboso son los dos rostros de una forma de estar en el mundo de tantas y tantas mujeres que, desdichadamente, sólo parecen encontrarse a sí mismas en los roles que ese modelo ofrece. Su hermana, a la que odia profundamente quizá por pura envidia, ha decidido venderse a un hombre rico al que no ama pero del que obtiene todo lo que desea, mientras Eloísa, por preservar esa extraña decencia de la que hablaba antes, parece condenada a la miseria y el abuso. De forma hipócrita, al final sus padres a quien aceptan y perdonan es a la que se ha vendido porque trae dinero a casa, mientras que la honradez de Eloísa solo le ha acarreado una vida asfixiante y paupérrima con el gilipollas de su marido, que interpreta FFG.

Él es un pobre hombre, quitavasos de taberna, ludópata, cobarde y sinvergüenza, que tiene abandonados a Eloísa y a sus cuatro hijos, y que solo vive por y para la quiniela -hay vicios que este que escribe se morirá sin comprender- y el día que tiene 14 aciertos todo cambia en su vida. No desvelaremos más, pues es uno de los giros principales de la película.
Los personajes de esta historia truculenta y sórdida se caracterizan porque su arco de acción les conduce a todos y cada uno de ellos a obtener justo lo contrario de aquello que les mueve: el escritor famoso pierde a su «musa», el padre “de orden” depende de su hija indecente, la hija quería hijos pero decide abortar, al jugador el dinero lo defenestra, a la hermosa y deseable la vida la desfigura, la madre terriblemente cansada y enferma no encuentra un segundo de descanso… En todo esto se nota mucho el origen literario de la historia, en la cierta “linealidad conductual”, por llamarlo de alguna forma, que dirige a todo este grupo de seres sin humor. Porque en El mundo sigue el humor no existe y el amor solo es deseo carnal, la familia es un cambalache de hipocresías y la vida honrada es un sintagma con sentido pero sin referencia. También se nota el origen literario en que los diálogos en ocasiones no son naturales porque hay una fraseología entre novelesca y chulapa artificiosa y poco fluida, pero es un mal menor. Menciono por curiosidad una expresión que me hizo gracia, cuando su hermana le dice a Gemma Cuervo que «un hombre como el mío quisieras tú para los ratos de nerviosidad”.

El mundo de El mundo sigue, con todo su tremendismo y sus personajes hiperbólicos y esquemáticos es, sin embargo, más parecido al mundo nuestro que el mundo que era entonces el de las calles. Porque es un mundo de pulsiones e instintos que mueven a las personas, y eso no cambia, y por lo tanto sigue siendo mundo. Por lo tanto creo que es pertinente terminar este comentario con las mismas palabras de Fray Luis de Granada que sirven de proemio a la película:
Verás maltratados los inocentes, perdonados los culpados, menospreciados los buenos, honrados y sublimados los malos; verás los pobres y humildes abatidos, y poder más en todos los negocios el favor que la virtud.
Dejo un vídeo que me ha dado por hacer reuniendo algunos fragmentos especialmente dolorosos de la película.
Deja una respuesta