Cine negro clasiquísimo: un buscavidas llamado Eric Stanton (Dana Andrews) llega a un pueblo en mitad de nada con un dólar en el bolsillo. Poniendo la oreja en el bar que queda abierto y echándole labia al asunto es capaz de dormir gratis en el hostal, trabajar para unos médiums de 3ª regional, liarse con la camarera, casarse con la solterona maja y adinerada y meterse en mil fregaos en no sé si dos o tres días. Esto es Hollywood señores, y aquí lo increíble ocurre rapidito, en la vida como en la pantalla. Una gran película de Otto Preminger, que controla perfectamente el género. Para mi gusto quizá sea excesivamente “correcta” en este sentido; quiero decir que echo en falta algún ingrediente “extra” que acabe de darle el sabor de obra mayor que si me dejan Laura o Cara de Ángel.

En cualquier caso esta breve anotación no es para glosar las virtudes del género o de esta entretenidisima película en concreto, sino para dejar manifiesta una ocurrencia que he tenido al verla.
Como a veces pasa, el título traducido creo que es mejor que el original. El original supongo que hace referencia al personaje que interpreta Dana Andrews, que es un «canallita» caído en desgracia por su mala cabeza, que no obstante guarda un buen fondo de honradez y decencia que administrar en los momentos críticos. No es mal título, sin embargo la traducción digo que me parece más adecuada porque hace referencia al mejor recurso dramático de la película, que es la ambigüedad sobre las intenciones y las acciones de los personajes principales. Son gente que, como se dice vulgarmente, no sabemos “de qué van”, o bien tienen una conducta fluctuante o unas conductas erráticas cuya finalidad solo los acontecimientos nos van desvelando.

Pues estaba yo pensando en esta ambigüedad que sobrevuela toda la película y muy en especial a Stanton, cuando caí en la cuenta de que en mi fuero interno conecté fácilmente con la película porque ese mismo caldo de confusión es el que bulle en mi mente cuando pienso en Dana Andrews. A veces acusado de ser un actor mediocre o con registro limitado -no seré yo quien diga lo primero aunque opine lo segundo- me parece que es un actor necesario y muy conveniente para este tipo de papeles. Todo lo contrario a los actores del método, que años más tarde nos acostumbraran a la mueca y el desgarro. Dana Andrews pertenece a esa clase de intérpretes que nos permiten construir a nosotros lo que ellos dejan sin manifestar. Lo que ocurre es que a este otro método tradicional, el de la actuación por ocultamiento, le viene bien que el actor/actriz en cuestión tenga mucho carisma, y en el caso de Dana Andrews, me temo que eso es lo que falta. Vaya sin embargo mi brindis y mi reconocimiento para este gran trabajador que aparece en algunas de mis películas predilectas (Los mejores años de nuestra vida creo que está en mi Top Ten) y del que no puedo evitar pensar al rememorarlo:
- ¿Dana Andrews es hombre o mujer? (esta era mi duda antes de saber quién era, al escuchar su nombre,terminado en “a”, en mi infancia)
- ¿Es alto o bajo?
- ¿Es medio guapo o medio feo?
- ¿Se alegra o es cinismo?
- ¿Es medio bueno o medio malo?
- ¿Es un gran actor o un fotogénico con suerte?
- ¿Angelote o diablillo?
En fin, como decía es solo un pensamiento privado sin valor alguno que me trajo la película.

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