Camino de la horca (Along the Great Divide, Raoul Walsh, 1951)

¿Te pasa inadvertido que hay que respetar la ley y ceder ante la patria y halagarla, si está irritada, más aún que al padre; que hay que convencerla u obedecerla haciendo lo que ella disponga; que hay que padecer sin oponerse a ello, si ordena padecer algo; que si ordena recibir golpes, sufrir prisión, o llevarte a la guerra para ser herido o para morir, hay que hacer esto porque es lo justo, y no hay que ser débil ni retroceder ni abandonar el puesto, sino que en la guerra, en el tribunal y en todas partes hay que hacer lo que la ciudad y la patria ordene, o persuadirla de lo que es justo; y que es impío hacer violencia a la madre y al padre, pero lo es mucho más aún a la patria?

Estas líneas provienen del Critón de Platón. Un brevísimo diálogo -perfecta introducción por cierto a su obra y al pensamiento de Sócrates- que con su brevedad manifiesta la misma urgencia de la situación en que se produce. Y es que estamos en la celda de Sócrates; pronto tomará la cicuta y se despedirá de su querida Atenas y de sus fieles discípulos -el relato de las últimas horas lo encuentran ustedes en el Fedón, y paro ya de recomendar- pero antes Critón, amigo suyo con posibles, llega a la celda con un plan para escapar. Todo está listo: un barco preparado para zarpar del Pireo, el soborno a los guardias… Sócrates tiene la posibilidad de huir. Pero no, Sócrates se queda. Se queda porque irse atentaría contra la ley, aunque muchos atenienses piensen que su condena es injusta, y aunque él sepa que de verdad lo es, Sócrates se queda, porque cumplir la ley, dice, es más importante que ser justo, o mejor dicho, que hacer lo que cualquiera piensa que es justo. Las líneas de arriba son unas palabras que las mismas leyes dice Sócrates que le dirían a él como reproche si las desobedeciera.

En Camino de la horca hay un breve diálogo que dice lo que sigue:

-¿Quién eres tú? (le dice a Kirk Douglas un hombre que quiere linchar al supuesto asesino de un joven cowboy)

-Me llamo Merrick, y soy el Marshall de este territorio

-Tú eres nuevo en este territorio

Pero la ley no.

Ya ven ustedes cómo Platón y Raoul Walsh llegan al mismo concepto, cada uno en su estilo.

Camino de la horca es el primer western en el que participó Kirk Douglas y tengo la impresión de que fue un intento de Walsh de modernizar algo su estilo, oliéndose un poco que el viraje conceptual que estaba dando el género en esos tiempos exigía otros enfoques. En el aspecto visual ese afán de modernización se manifiesta en un recurso que perjudica algo a la película, si bien apenas son cuatro momentos breves, y es que Walsh se adelanta al zoom sesentero-lazaroviano optando por un efecto extraño, que es simular ese zoom ampliando el fotograma. Lo cierto es que queda fatal, pero como digo apenas afecta a la película que en el resto de su metraje es como siempre un ejemplo de concisión visual y solidez narrativa. Como siempre en Walsh: ni una palabra sobra, ni un segundo se desperdicia, ni un plano de más. Es que me encanta.

Kirk Douglas es Merrick, ese Marshall tan lacónico, que ha salvado in extremis de la horca a Pop, un viejo cuatrero (Walter Brennan) al que están linchando por, supuestamente, haber matado a un joven cowboy hijo de Roden, el hacendado de este territorio en el que hay ley pero no quien la defienda. Hasta ahora. Porque Merck representa a la ley y por eso va a conducir, junto a sus dos ayudantes, al viejo Pop y de paso a su hija (Virginia Mayo) hasta el pueblo donde un jurado decidirá su destino. El grupo de Roden les persigue con la intención de terminar el linchamiento que el marshall interrumpió, así que con el fin de despistarles este decide atravesar el desierto primero para evitar a la partida vengadora y segundo para no acercarse a la frontera con México que discurre más al sur, y que no se le escape el reo.

Merrick debe atravesar dos desiertos: está el físico, que por cierto Walsh retrata espléndidamente, con sus cantimploras, sus inevitables conflictos en el grupo, enfrentamientos con la partida perseguidora… Y un pozo que nunca llega, justo a la mitad de su travesía. El otro desierto es el de su soledad moral. Su empeño en que la ley se cumpla por encima de cualquier circunstancia choca, como es fácil intuir, con los intereses de todos los que le rodean. Pop es un buen tipo y parece inocente, pero como es lógico no para de idear tretas dialécticas y trucos varios para huir o convencer a Douglas de que le deje escapar a la frontera. Además está su hija, Ann, de la que nuestro socrático U.S. Marshall no tarda en enchocharse, circunstancia que ella aprovechará también en varias ocasiones para intentar cogerle la pistola. La pistola de disparar. Para más inri los ayudantes le terminan fallando y además detienen en un enfrentamiento al otro hijo de Roden, bicho malo donde los haya, que por supuesto aprovechará cualquier despiste del marshall para escapar o avisar a los amigos de su padre. Merrick es, pues, un hombre rodeado. No puede dormir ni fiarse de nadie. El amor que siente por Ann no sabe si es realmente correspondido, y además una vieja herida del alma relacionada con su padre se le ha reabierto con esta aventura, y todo duele más. 

Y sin embargo ni por un segundo pensamos que va a claudicar, que dejará escapar al viejo y se liará con la hija, que hará lo aparentemente justo, lo razonablemente sencillo, y que será uno más. Sabemos que este Sócrates con pistola resistirá y lo dará todo por la ley y que entonces, porque una cosa lleva a la otra y esto es una película de Hollywood y no la brutal Atenas del 399 ac, triunfará esta vez sí la justicia. Y lo sabemos por un motivo: que Merrick es el único que no cambia de opinión, que permanece en su creencia. Los demás, al intentar mil tretas para tumbarle, terminan ellos mismos derrumbándose sobre la fragilidad de sus principios. He aquí el truco de esta peli, lo que la hace buena: se ha sabido edificar una historia de cuatreros sobre unas coordenadas morales planteadas con total coherencia ética, y esto es un mérito enorme de Walsh y sus guionistas.

Diez años antes de que alguien tuviera que matar a Liberty Valance para que el ruido de los disparos espantara los pajaritos que le quedaban en la cabeza al futuro senador Ransom Stoddard, que llegó a Shinbone con mucha ley y pocas agallas, el marshall Merrick ya había mostrado que la integridad y la persistencia son mejores armas que la verborrea y el bienquedismo. Pero antes incluso que ellos, y que el cine, estaba la ley. La ley que inventó Sócrates no porque la escribiera sino porque, tranquilamente, se limitó a cumplirla.

Hay un momento genial en el duelo final, que por cierto es en un laberíntico granero en vez de en la calle principal del pueblo como pide el género. A Kirk Douglas se le cae el sombrero y, en pleno tiroteo, se preocupa de recogerlo y volver a ponérselo, yo no sé para qué. Porque hay leyes que desconozco.


Dejo el Critón de regalo.

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3 comentarios sobre “Camino de la horca (Along the Great Divide, Raoul Walsh, 1951)

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  1. Hola tocayo
    Puede que hayas acercado las reses a tu abrevadero con esa relación tan socrática; pero te ha quedado bien pinturero.
    Me gustan las pelis del oeste «con mecha corta» quicir que hay un esforzado que funciona contrarreloj, los ejemplos podrían ir de las dos versiones de «tren de las tres y diez a Yuma» ocomosellamen a ese oeste moderno del Bruce Willlis «dieciséis calles» o «cuatro cuadras» ocomsellamen2. Siempre hay un desierto -o jungla- que cruzar y un ejemplar individualista contra todo y contra todos; no sé si fue antes el huevo o la gallina pero hay un potencia mundial que parece tener tatuado en el alma ese concepto.
    Foto de espaldas de Virginia Mayo y hablas de enchocharse sobre ella. Alguien se ha ganado a pulso ser el último en el turno de la cantimplora.
    Un saludo, Manuel.

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    1. De El tren de las 3:10 es una de las primeras pelis de las que hablé por aquí, y me parece fantabulosa. Curiosamente de este subgénero temático «hombre en problemas se agarra la pistola», la que menos me llega de las buenas es Solo ante el peligro, algo relamida. La de Bruce Willis debí verla pero la he olvidado. Melapunto para ya, que será mala pero seguro que me encanta.
      Virginia Mayo no es mi tipo, tocayo, y aunque Kirk Douglas me gusta como amigo, prefiero verle el hoyuelo a él que a la otra el canalillo. Ahora me echarás sal en la cantimplora.
      Un saludo!

      Me gusta

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