Doble y nada, Schrader y Bresson (primera parte)

Haber leído El estilo trascendental en el cine. Ozu, Bresson, Dreyer, de Paul Schrader, condiciona el visionado de sus películas. Para quien no conozca este clásico de la crítica cinematográfica gafapasta, se trata de un ensayo-tesis doctoral -no sé si llegó a presentarse como tal- de un joven Schrader estudiante de cine y crítico de medio pelo, publicado en 1972, antes de empezar su carrera como guionista primero y director después. En este libro analiza las filmografías -bueno, parte de ellas, y eso se le ha reprochado bastante- de Yasujiro Ozu, Robert Bresson y Carl Dreyer por considerarlas, en especial las dos primeras, deudoras de lo que él llama estilo trascendental que, resumiendo mucho, se refiere a lo siguiente: es un estilo que trata sobre y nos quiere conducir a algo superior, que está más allá de esta vida concreta que cada cual vivimos. Para enunciar ese “otro”, esa especie de orden universal e inefable que puede estar cercano a lo que llamamos Dios o Naturaleza o fugacidad de la existencia o lo que se quiera, hay un camino que recorren los directores que optan por este estilo: hablar de lo cotidiano, limitar al máximo el sentimentalismo y los mecanismos dramáticos, buscar el ascetismo y la abstracción de actuaciones y puesta en escena y lograr al fin un momento de estasis, es decir, de salida de nosotros y de la película misma para reconocer eso otro inefable gracias a unos mecanismos cinematográficos lo más minimalistas que sea posible. 

El caso es que en su momento estudié con detenimiento la parte del libro dedicada a Ozu, en mi opinión la más errada e infumable por motivos que sería cansino explicar ahora y que no vienen al caso, pero que se resumen en que Schrader se empeña en adjudicar al cine y el trasfondo de Ozu una identificación con el Zen que creo que es algo -esto del Zen– que ni Schrader, ni yo, ni nadie que no sea japonés de los de antes, entiende, y que además al maestro se la traía un poco al pairo. Él mismo, Ozu, se cachondeó en ocasiones, y murió 10 años antes de escribirse este libro, del rollo extraño que nos traemos los occidentales con el significado de su cine, que para él era -y lo era- el más sencillo del mundo. Volviendo a Schrader y su libro, debo decir que en las otras dos partes hace un análisis más mesurado y razonable sobre Bresson y Dreyer, especialmente en el caso del primero. Esto se debe a que, obviamente, son occidentales, y él conocía sus filmografías casi al completo -de Ozu habría visto menos de la mitad de su cine, que es de lo que habla- y a que, en el caso de Bresson, el mismo director francés ha teorizado, tanto en sus famosas notas publicadas en un librito, como en múltiples entrevistas, sobre la naturaleza del cinematógrafo, así es que Schrader poco más tiene que hacer que poner esas ideas en orden y encajarlas en su esquema del estilo trascendental. Este libro, a pesar de sus puntuales errores y de su infumable prosa que combina lo peor del academicismo y de la logorrea posmoderna, es obra de un magnífico analista cinematográfico capaz de ver mucho más allá de lo presentado -qué fácil es hoy ponerle pegas, con todas las pelis del mundo en el youtube ruso y con google a mano- y de dar un sentido a estas filmografías interesado para su causa teórica, sí, pero coherente y creo que en el caso de Bresson especialmente atinado. La prueba de esto es que el director francés es homenajeado explícita o implícitamente en todas las películas potables de Schrader que yo he visto y especialmente en las dos últimas: El reverendo (First Reformed, 2017) y El contador de cartas (The Card Counter, 2021) por lo que me ha parecido interesante dedicarles un par de anotaciones. Ambas son remedos de Diario de un cura rural (Journal d’un curé de campagne, 1950) la primera y de Pickpocket (1959) la segunda, así que dedicaré lo que queda de esta entrada a las primeras y otra próxima a las segundas.

En el caso de El Reverendo el homenaje a Bresson va más allá de la teoría y se enroca en lo formal. Parece una película de Bresson -aunque no lo es, queda aún lejos de su frialdad ascética- en su puesta en escena y en la disposición de los hechos, el modo de narrar y sobre todo la aparente simplicidad de su aparato visual. Es una película que en su pretendida simpleza va incluso más allá de esa otra que homenajea, el Diario de un cura rural, y plantea una situación aún más simple que la del atormentado sacerdote bressoniano que se deja llevar a la muerte ahogado en sus propia pasión religiosa. 

En el caso del filme francés este joven sacerdote cargaba con la incomprensión de sus feligreses y un entorno hostil, o eso le parece a él, pues como digo cegado por su propia espiritualidad es incapaz de juzgar el mundo real que le rodea. Solo parece tener éxito con una condesa a la que, una vez que le cura su mal espiritual, que es la incombustible desdicha por la muerte de su hijo hace mucho tiempo, se suicida a modo de liberación. El reverendo de Schrader (qué bueno Ethan Hawke) por el contrario es un hombre consciente de lo que le rodea, conocedor de la naturaleza de un mundo cuyas dentelladas ha sentido en carne propia por la muerte de su hijo en Irak. Igual que el curita francés -y que tantos personajes de Bresson y de Schrader, quizá sea este el homenaje más obvio y repetido- escribe un diario en el que promete consignar todo por testificar solo ante nosotros -pues periódicamente los diarios se destruyen- de forma que pueda abrirse paso esa innecesaria voz en off cuya tarea, puramente reiterativa, en ningún caso aclaratoria, nos acerca, como la salmodia del rosario, a esa trascendencia que Schrader consigue solo a medias.

Paul Schrader se formó en la fe calvinista y dice la leyenda -no me creo nada- que no vio ninguna película hasta los 17 años de edad. La religiosidad y la teología están muy presentes en su cine de forma explícita o implícita -me acuerdo de un drogata explicando de aquella manera el Argumento Ontológico de San Anselmo en Posibilidad de escape (Light Sleeper, 1992) o de George C. Scott explicando a una pilingui la teoría calvinista de la predestinación en Hardcore (1979)- y sin embargo en El reverendo, a pesar de su tema y de su estilo, me gusta que ha sabido ir más allá

Con más allá me refiero a que se ha liberado del cilicio que el dogma puro y antiguo representa y ha tenido la estupenda idea de que gire la trama y el comecome del cura en apuros en torno a este dilema: ¿Puede permitirnos Dios que destruyamos su creación? En efecto, el chaval al que aspira a aconsejar el reverendo es un depresivo activista contra el cambio climático que no quiere dejar que nazca un hijo suyo en este mundo de mierda que se autodestruye entre sonrisas y filtros de instagram. Esta causa prende en el reverendo, que no se preocupaba hasta ahora más que de lidiar con su interior roto y de mantener las apariencias en una congregación moribunda, apenas franquicia de una iglesia-empresa que sobrevive vendiendo souvenirs. Ahora sin embargo se ha adentrado en un asunto teológico al cual él solo puede enfrentarse. Es una especie de teodicea ampliada o invertida: ¿Cómo y por qué motivos tendría Dios que consentir nuestro mal hacia el mundo? El reverendo pertenece a una iglesia patrocinada y vendida a los intereses de un tipo que contamina con su negocios, y superar esto supone ir más allá de la doctrina, que se ha contaminado por pregnancia, y abogar por un nuevo tipo de mensaje radical, antiguo y severo, que recuerde a los fieles a quién pertenece la creación.

Por su sobriedad formal y por el inteligente puyazo intelectual que lanza a quienes se desentienden de la naturaleza excusándose entre otras cosas en su pretendido fervor teológico, me gusta mucho esta película. Siendo más lineal, más simple y más condescendiente con la taquilla que la de Bresson, es sin embargo un chispazo de inteligencia y continencia formal que agradezco y disfruto mucho a estas alturas de la decadencia de occidente. Y acaba con beso, a saber por qué.

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10 respuestas a “Doble y nada, Schrader y Bresson (primera parte)

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  1. Hola tocayo
    Recuerdo que me parecía sorprendente la fama que tenía Schrader de intelectual y, sin embargo, sus guiones siempre llevaban a estallidos de violencia. Este libro tendrá algo que ver.
    Supongo que puedes esperar cualquier cosa de alguien capaz de escribir sobre Ozu y el guión de «Yakuza» casi sin solución de continuidad.
    Otra buena sorpresa que «me regalo» el bueno de Paul fue cuando después de escuchar el tema de Moroder cantado por Blondie «Call me» y saber que era la banda sonora de «American Gigolo» resultó que la peli era justo lo contrario de lo que esperaba ¡Vamos que me fiaba más de «mi instintos» que del titulo de la película!
    Si esta te gusta mucho y la dupla se llama «doble y nada»… me voy a escuchar a Blondie cantando «one way or another». Un saludo. Manuel

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    1. Hola tocayo
      Pues resulta que no había visto hasta ahora American Gigoló porque ni el título ni el protagonista a esas alturas de su vida me parecía que tuvieran más interés que la cosa de que se le ve la pilila, que eso sí lo sabía, pero no era razón suficiente para animarme.
      Revisando algo la filmografía de Schrader al hilo de esta dupla la he visto y sí que es otra cosa. También le he visto la pilila, que esa no es otra cosa.
      A mí lo del guion de Yakuza y Ozu no se me hace tan extraño… Su mujer era (o es, no sé si vive o si siguen juntos) japonesa, así que tenía contacto y cercanía con Japón, mira que está lejos Japón. Ahora en mi respuesta al doctor me extenderé sobre esto.

      Sayonara!

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  2. ¡Qué oportuna esta entrada! Vi El contador de cartas hace una semana en el cine (me gustó mucho) y tengo por casa el DVD de El reverendo cogido de la biblioteca esperándome. Me he saltado la mitad del post para leerlo cuando la haya visto, así que le echaré un vistazo después
    Schrader es un tipo que me gusta cada vez más. American Gigolo y Posibilidad de escape siguen un poco esa línea de El contador de cartas que me consta que también existe en El reverendo, y me parece simpático que se haya convertido en casi un mal vicio por su parte acabar todas esas películas con el mismo homenaje a Bresson. A veces me gusta hacer la broma de que no sabe acabarlas de otra forma.
    ¿Que te parece su película sobre Mishima si la has visto?
    Un abrazo.

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    1. Querido Doctor, seguro que te gusta El reverendo. Como le digo a mi tocayo, resulta que hasta ahora no había visto American Gigolo porque pensaba que sería una tontá y ahora he tenido que repasar la segunda parte en la que hablo del final de El contador de Cartas y Posibilidad de escape porque jopé, en la de Gere hasta repite la mítica frase de Pickpoket!

      Sobre la de Mishima, aunque la tenía relativamente fresca la he vuelto a ver ahora también. A mí la película me gusta bastante, pero a la vez me parece que es un error. Es una peli bien dirigida y concebida (sin genialidad) pero mal producida, no me extraña nada el batacazo que se pegó en taquilla y la verdad es que no sé qué vino se habrían bebido Coppola y Lucas para animarse a poner tanta pasta. Aparte de sus «rarezas» formales de cara al gran público, creo que tiene dos problemas, sin contar que esté en japonés: el primero, que da por hecho todo el mundo sabe quién es Mishima y sus circunstancias. Mi impresión es que para el que la vea in albis todo le debió parecer aún más raro de lo que se cuenta. El otro error en el que incurre Schrader a mi parecer tiene relación con lo que digo aquí arriba sobre su visión de Ozu. Creo que su cercanía con la cultura japonesa, no sé cómo expresarlo, pero debía ser algo así como la de Hemingway o Welles con la española y olé. Creo que sobreactúa intelectualmente en su interpretación del zen, el bushido y todo lo demás, y al final produce tanto en su libro como en esta peli, -incluso en Yakuza, pero esa la tengo más lejana, lo digo con reserva- un discurso demasiado solemne y cercano al folklorismo que se aleja demasiado de la realidad. Total, que a los occidentales les suena a chino y a los japoneses los dejaría fríos. Fracaso total de peli bien hecha pero mal planteada. Mi impresión es que si le hubieran parado los pies los financiadores y le hubieran obligado a hacer algo más sencillo e introspectivo (como estas dos últimas pelis suyas que tan bien están) quizá hubiera salido mejor y hubieran perdido menos pasta o ninguna.
      De todas formas ya te digo que sí me gusta, digamos que para un 7,5, pero a veces ocurre eso, que hay estupendas películas que fue un error hacerlas.
      ¡Un abrazo!

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  3. Me gustó muchísimo El reverendo (sí, qué bien está Etha Hawke). Y es cierto que ahí está Bresson y su cura rural, pero también descubrí las similitudes y paralelismos con otra película maravillosa de Bergman: Los comulgantes (1963).
    Qué ganas tengo de ver El contador de cartas.
    Hay una película de Scorsese denostada y con guion de Schrader que sigue premisas de trascendentalidad y redención que a mí me gusta e interesa bastante: Al límite (Bringing Out the Dead). Igual que Taxi Driver también tiene como inspiración total… la película de Bresson.
    ¡¡¡Espero con ansias tu siguiente post sobre El contador de cartas porque este me ha encantado!!!

    Beso
    Hildy

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    1. Uf! Te confieso que Al límite me gustó solo regular. Quizá la culpa sea más de Scorsese que de Schrader, y es que creo que no mola su aspecto visual, porque abusa un poco de las manías propias de principios de este siglo… Como que quiere ser moderna y se queda anticuada. Aparte de que me cuesta mucho empatizar con los dramas ambulancieros que si encima los encarna Cage… Porque no es de sus peores actuaciones, pero eso tampoc es decir mucho.
      La segunda parte saldrá mañana, creo, pero te recomiendo que no la leas hasta que no hayas visto El contador de cartas pero bueno, tampoco hago spoiler hasta el final y aviso.
      Un besazo!

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  4. Pues me ha gustado mucho El reverendo. A lo tonto Schrader se ha ido convirtiendo en un cineasta con unas cuantas obras que me han dejado muy buena impresión.
    Coincido bastante con tus impresiones sobre ésta y El contador de cartas, y ya que ha salido la inevitable conexión bressoniana, decir por si no lo sabías que Bresson tiene también una película que trata también temas ecologistas e incluso esa sensación de malestar ante el futuro de nuestro planeta y la idea del suicidio… el problema es que no me gusta NADA. Tampoco te quiero influenciar por si algún día acabas viéndola, creo que tiene buena prensa, pero yo no la soporté. Se trata de El diablo probablemente. En este aspecto creo que Schrader superó al propio Bresson.
    Un saludo.

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    1. Tanto El diablo probablemente como El dinero, basada por cierto en una novelita de Tolstoi que me encanta (El cupón falso o El billete falso) son películas que sé que he visto pero de las que no recuerdo nada. Pero que nada de nada. Y de la de los caballeros de la mesa romboidal mejor hago como que no la he visto.
      Es que el último Bresson es difícil en el más difícil de los sentidos.
      Por cierto, me encontré con un humilde documental hace unos días que seguro que te encanta

      Chao!

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  5. A mí El dinero en cambio me gustó bastante. La medieval con un cartel que parece de los Monty Python es la única que me queda junto a Una mujer dulce, ambas caerán tarde o temprano.
    Muchas gracias por el documental, sí que me interesa mucho. ¡Un saludo!

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