El debut en el cine de Katharine Hepburn a las órdenes de su luego amigo y muchas veces director George Cukor deja un sabor de boca raro a pesar de la calidad de los ingredientes del guiso. Y es que tenemos a Selznick en la producción para la Radio Pictures, a Cukor y a Hepburn como digo, a John Barrymore, y a Billie Burke, que siempre es grata de ver porque luego fue la Bruja Buena del Norte en El mago de Oz, y esa es una de las pequeñas magias del cine, que nos gusta ver a los actores por quienes aún no eran cuando los vemos.
La historia, indisimuladamente basada en una obra de teatro que se llevaría de nuevo al cine en 1940 bajo la dirección de John Farrow (no he visto esta versión), cuenta la historia de un pianista y compositor, Hilary Fairfield, (John Barrymore) que vuelve tras pasar 15 años en un sanatorio mental a su casa. La oscura noche del alma le llegó con las bombas en las trincheras de la IGM, que le provocaron neurosis de guerra, o algo así la llaman. En su casa su mujer Margaret (Billie Burke) ha rehecho su vida y tiene un novio con el que está a punto de casarse tras conseguir el divorcio de Hilary, al que se consideraba irrecuperable de su locura. Sidney, la hija que interpreta la Hepburn, también tiene un noviete con el que empieza a planear boda y marchar al Canadá para tener muchos hijos. Apenas recuerda a su padre, ni él a ella, comprobaremos luego, lo que choca un poco con el continuo espacio-tiempo, porque ella los 20 ya no los cumple -de hecho 24 tenía Kate- y él perdió la razón hace 15 años… El caso es que el hombre vuelve a casa cuando ya nadie cuenta con su existencia y, aún sin comprender muy bien lo que le rodea, porque no está recuperado del todo, se encuentra con que su presencia estorba a quienes más quiere, y que el mundo que está empezando a reconstruir con cuidado y poco a poco según vuelve a la cordura, se derrumba sobre él para hundirlo de nuevo, quizá definitivamente.

Por otra parte su hermana, que también vive con ellos, deja escapar el secreto a su cuñada y su sobrina de que la demencia de Hilary pudo haberse despertado por la guerra, pero que es un mal heredado de su madre, cosa que obligará a Sidney replantearse las cosas cuando se entere.
En fin, el melodrama está servido. La historia tiene un planteamiento algo folletinesco pero, trabajada de otra forma, podría haber dado más de sí. Y es que, durando unos 66 minutos, uno diría que hasta le sobran 15 o 20. El problema, como es habitual, es de un guión rígido y plano, que consiste poco más que en verbalizar una trama obvia, de forma que cada frase que oímos hace ya un rato que sabemos cuál iba a ser. Es un guión correcto y sintético, pero carece de brillo y segundas lecturas. Esto es algo habitual en estas películas tan cortas de los 30, en las que se imagina uno a los guionistas pensando sobre todo en cómo meter una trama aparentemente compleja, con sus giros, sus verborreas y sus piruetas sentimentales en tan poco tiempo, de forma que al final hay como una asfixia narrativa que escayola un poco todo el producto.
Por supuesto Doble sacrificio es entretenida, está además bien dirigida por George Cukor, correcto, elegante e invisible, como siempre, aunque aún falto de brillantez. En cuanto al debut de Katharine Hepburn, leo por ahí que ya desde el principio está hecha una fiera de la pantalla… Yo siento disentir. Creo que está algo envarada, insegura aún con el medio. Es curioso que esta impresión se me iba atenuando con el paso de los minutos y en la escena final, la mejor de la película para mí, ya se la ve suelta y más relajada. John Barrymore, además, está un poco descontrolado. No puede uno dejar de pensar, dado el terrible problema que tenía con el alcohol y que interpreta a un hombre con la mente nublada, que es como si le hubieran dejado rodar sus escenas volviendo directamente de sobremesa espirituosa… No siempre, pero en ocasiones está muy pasado, a pesar de su papel. Leo en los chascarrillos de IMDB que su sueldo triplicó al menos el de Hepburn y Burke, teniendo menos minutos en pantalla que ellas. Era lo habitual supongo pero sorprende teniendo en cuenta el resultado.

Aparte de la curiosidad por ver debutar a la Hepburn -y de protagónico casi, qué nivel- lo que me ha interesado más de Doble sacrificio, -y esta vez creo que el título español gana al original, por cierto-, es que me deja ser testigo, de nuevo, del extraño rigor moral de los comportamientos de entonces. No voy a desvelar el final, pero en efecto hay un doble sacrificio, una doble renuncia a lo que se ama y a lo que se quería ser, y la situación que queda es extraña, apunta a negrura y recaída. Y sin embargo es aceptada y no solo eso, sino convertida en un risueño Happy End con cancioncilla y todo. Qué distinta era esa generación a la nuestra, para ellos el sacrificio no se presenta y se acepta tanto como un guantazo del destino, como una traición del porvenir que nos saca la lengua, sino como un momento más de la vida que exige aceptación y patada hacia adelante. Y si la patada lleva cancioncilla pues entonces el drama se disuelve en la música y la música en el The End y a otra cosa mariposa, que el programa es doble.


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Hola tocayo
Ecos de «La Odisea» en el planteamiento con Odiseo Barrymore, Penélope Burke y Telémaco Hepburn -en algo se tenía que notar que Cukor era «director de actrices»-. Por tus comentarios ya se nota que el «banquete» final pertenece, más bien, al departamento metafórico.
Me encanta ese cartel donde ya se adivinan las «proporciones áureas» de los sueldos: John el doble de Katharine, esta el doble que Billie… tampoco hace falta que el titulo sea mayor que el apellido del ilustre.
La traducción del titulo me lleva al callejón de que, cuando encontraban difícil traducción, alguien decía pon el doble de algo que en España siempre hemos sido muy de «dobles». Ya que cierras con una coda generacional: ¿Quedará alguien, aparte de los Barrymore de barra fija, que sepa lo que era un doble?
Un saludo levantando mi doble ¡Salud! Manuel.
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Sobre lo de los dobles que comentas, sucedió algo curioso hace poco. En la revista voluntariosa en la que escribo como el Doctor aquí presente y de la que pego algún artículo, se nos propuso con un año de antelación un tema: «El doble». Todos los colaboradores pensamos que se refería a multiplicar por dos pero, una vez leído el editorial, resulta que la idea era hablar de los «dobles» especialistas…
En Extremadura vamos más allá de eso, y tenemos El Redoble, que es como nuestro himno folk, que nos enseñaron a bailotear de pequeños. Gracias a Dios, en mi caso, no quedan pruebas gráficas de aquello.
«Me vas a matar… Me voy a morir…»
Un abrazo
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Pues la vi hace ya muchos años, pero apenas recuerdo nada salvo que la disfruté pero creo que no me dejó poso, de modo que me inclino a coincidir con tu punto de vista. Como mínimo, difícilmente habría olvidado una gran actuación de mi actriz favorita. Pero sí que es cierto que el Barrymore de la era sonora parece que estaba ya siempre algo pasado de rosca, no sé si por su legendario alcoholismo, por una tendencia a sobreactuar que en el sonoro funcionaba mejor o un poco de todo. Aquí de todos modos no recuerdo que fuera exagerado, para mí el punto de inflexión fue La comedia de la vida (1934), cuando se aficionó a esos tics humorísticos y excéntricos.
Un saludo.
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No sé qué motivos darte para explicarme, pero me ha sorprendido que la Hepburn sea tu actriz favorita… Meritos no le faltan para ser la predilecta de cualquiera, pero nunca hubiera pensado que lo fuera de ti. Aunque no coincido, te alabo el gusto.
El Barrymore de La comedia de la vida a pesar de que como dices es un puro histrión al menos le va a la historia, pues al fin y al cabo, si no recuerdo mal, es un actor de segunda o en horas bajas. Este Barrymore es simplemente un actor descontrolado. Me da a mí que Cukor a veces pecaba de blandito.
Un abrazo
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Siempre me interesan esas películas en que la llegada de un personaje desestabiliza el entorno el cual visita, sea por el motivo que sea, ¿verdad? Así que «Doble sacrificio» por esa vertiente puede ser un foco de atracción.
Tiene muchos aspectos y asuntos interesantes, y que los atrapas en tu artículo…, entre otras cosas ese doble sacrificio que plantea y cómo es asumido por sus personajes.
Aunque efectivamente puede servir también como pistoletazo de salida para apuntalar lo que sería la Hepburn como intérprete, para marcar la senda de un George Cukor versátil y capaz de mostrar «el alma» de sus personajes en melodramas, dramas y comedias y para contemplar lo que vale un secundario (Billie Burke) como llamar la atención sobre lo que puede influir la vida de uno en los personajes que representa (John Barrymore).
Es de esas películas imperfectas que tienen, sin embargo, una importancia determinada para analizar un montón de puntos para entender la manera de contar y de actuar en el cine clásico de Hollywood.
Beso
Hildy
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Resumes perfectamente, queridísima Hildy, los motivos por los que me dio por escribir sobre esta peli que, por lo demás, no es especialmente especial.
Sobre las películas imperfectas que tienen importancia, curiosamente les estoy poniendo en clase en estos días a mis alumnos la última escena de Pink Flamingos para explicarles que a veces lo imperfecto, o lo cutre, tiene valor artístico por motivos sociales, históricos, etcétera. Como supongo que sabes cuál es la escena final de Pink Flamingos no te pongo enlace… O bueno, sí, por si pasa alguien que no la conozca, pero advierto de que puede dañar la sensibilidad digestiva.
Un beso muy fuerte. Aunque no me manifieste, que sepas que me estoy leyendo Cineclub y cuando acabe algo te comentaré, porque me está dejando sensaciones encontradas.
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