Perseguido (Pursued, Raoul Walsh, 1947)

El perseguido es Jeb Rand (Robert Mitchum), pero solo huye físicamente una vez, al final (y al principio, porque la historia se cuenta mediante flashbacks) unas pocas millas y ni siquiera se podría llamar a eso huída, pues sus perseguidores saben a dónde se dirige, y él sabe que, allí donde espera, vendrán a por él. Ese lugar son las ruinas de la casa donde nació y en la que murió su familia, y sabremos al final que en ese sitio comenzó a ser perseguido siendo niño. Perseguido por un sueño de fogonazos y espuelas que se va encarnando, a lo largo de su vida, en fantasmas trágicos que terminarán por conducirle de nuevo ahí, donde empezó la persecución. 

De aquel lugar de muerte le rescató siendo un crío la viuda Señora Callum (Judith Anderson) y se lo llevó a su casa para criarlo con sus dos hijos, como uno más. Otro Calum, cuñado de ella, quiere terminar con todos los Rand e intenta acabar con Jeb siendo aún adolescente. Cuando falla y su cuñada le pide piedad, promete esperar hasta que sea adulto y entonces, si se manifiesta en él la naturaleza perversa de los Rand, lo matará. Además de todo esto Jeb y su hermana adoptiva Thor (Teresa Wright) se enamoran llegados a la vida adulta. Es entonces cuando todo lo que persigue a Jeb, incluído el mismo Jeb y sus demonios, atraerá sobre él muerte y mala suerte.

Raoul Walsh estaba encantado con este western psicológico, y lo cierto es que tocó las teclas del subgénero con el resultado mejor temperado. A él le gustaba especialmente porque la historia de Niven Busch tenía muchas resonancias de su adorado Shakespeare y estaba llena de recovecos dramáticos listos para ser ocupados por golpes de la fatalidad, deseos inconfesables, incestos soterrados, golpes de fortuna que traen la mala suerte, rayos y truenos, tumbas sin nombre y paisajes oscuros y sin embargo tan amplios que empequeñecen al héroe y lo igualan al resto de los hombres, señalando su pequeñez.

Además del flamígero guión de Busch, -que ya escribiera el de Duelo al Sol pensando en que lo interpretara Teresa Wright, su mujer, pero pinchó en un hueso llamado David O. Selznick que venía recubierto de su propia aceituna, Jennifer Jones- Walsh contó con el regalo de la fotografía afilada y genial de James Wong Howe. Y es que la luz en Pursued, más allá de mostrar, resaltar y embellecer, se vuelve algo así como flechas, eso me parece, flechas que señalan. El traslado que hace Wong Howe de la luz del género negro a este western es ejemplar, porque además no cae, como ocurrió en otros casos más psicológicos pero menos valiosos, en el pseudoexpresionismo de sombras alargadas porque sí. Hasta la música de Max Steiner va más allá del acompañamiento y se convierte en un fondo lleno de significados, sobre todo a partir de una escena que a mí me parece bellísima, cuando toda la familia canta una especie de versión de Danny Boy con otra letra acompañados por una caja de música. Es un momento muy especial, quizá los únicos segundos en los que se respira paz y familiaridad, que además remata la única concesión al humor de toda la cinta, cuando el perro familiar remeda con sus aullidos a los cantantes improvisados. Esa canción será el leit motiv de la banda sonora de Steiner. 

En cuanto a los actores, todos brillan sin discusión pero me gustaría destacar aquí la gran inteligencia con que Walsh ha dirigido a Robert Mitchum, pues ha sabido aprovechar ese gesto que tiene, como de no saber él mismo lo ambiguo que resulta, para que su personaje actuado corrija alguna pequeña incoherencia que parlotea su personaje escrito. Y es que el guion de Busch, que a veces se pasa un poco de tremendo, pone en boca de Jeb frases del tipo llevo demonios dentro de mí que tal y que cual, pero eso no es coherente con la trama, porque él es esencialmente un hombre justo y honrado y siempre actúa en consecuencia, aunque psicológicamente esté tocado por sentirse desarraigado y por no comprender qué ocurrió cuando murió su familia. Entonces, esa cara de granito de Mitchum viene muy bien para que lo veamos como un hombre realmente razonable e íntegro, que es lo que muestran más sus actos que las palabras que a veces pronuncia. Aunque el contexto fílmico sea totalmente otro, me parece un Mitchum tan acertado como el de La hija de Ryan, donde esa contención suya fue puro diamante también.

Y qué me dicen de esos paisajes que la cámara de Walsh convierte en escenarios románticos que asisten con desdén al insignificante drama humano que los recorre. Esos roquedos son como los dueños del guiñol, y ponen las condiciones, con su rigor o su relieve, para que perseguidores y perseguidos alcancen o no sus objetivos. Qué me dicen de este plano que sigue, o de ese momento en el que Jeb se libra de la acechanza metiéndose en una estrechisima raja de la piedra que él conoce y no quienes le siguen. Este momento como otros es una alegoría no sé si decir sexual o freudiana poco disimulada. Aunque afortunadamente nunca se hace explícito en los diálogos, todo esa moda psicoanalítica que cabalgó por las factorías hollywoodienses a mediado de los 40 también ha pasado sobre Pursued  pero sin que la trama se vuelva parodia psicológica en ningún momento. Al contrario, todos esos complejos, tabúes e instintos reprimidos o represores que asoman la patita en la película la hacen más abierta y evocadora.

Leo por ahí el chascarrillo de que esta fue la última película que Jim Morrison vio el 3 de julio del 71, día de su muerte. A este también le atraparon.

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11 comentarios sobre “Perseguido (Pursued, Raoul Walsh, 1947)

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  1. Hola tocayo
    Un tanto bíblica peli con esos Callumes y Abeles y ese Santo Job -¿o era Jeb?- y esa Teresa que no se puede tener más cara de buena.
    Siempre acertado Robert Mitchum que incluso grabó un disco de algo parecido a reggae cuando el género se llamaba Calypso y era un defensor del cannabis. Alomojó sus interpretaciones, que oscilaban entre la economía de gestos y lo que todos calificaban de «un tanto alucinado», eran fruto de algo muy distinto al «método».
    Entre las rocas traes un recuerdo para «The King Lizard»; entre autoperseguidos está el juego.
    Un saludo, Manuel.

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    1. No había caído yo en la bíblica nomenclatura…

      Lo que pienso de Robert Mitchum es justo la negación de lo que empiezas diciendo sobre él… Se resumiría en «NO siempre acertado». Es un actor al que me encanta ver pero que a veces me desconcierta, no es el caso en Perseguido. Lo de que grabó un disco de Calypso… Me has recordado que en algún sitió lo leí y me resultó muy curioso, pero como vivo en esta realidad de mierda en la que las curiosidades se superponen tanto las unas a las otras que no se puede atenderlas, no me dio por buscarlo y echarle una oreja…
      Ahora mismo me pongo, espero que sea al menos menos malo que su hijo como actor.

      Un abrazo.

      PD: sobre Jim Morrison… Aparte de que sea banda sonora de cierta parte intensita de mi vida, en lo que respecta al audiovisual me sorprendió muchísimo un documental que salió hace unos años sobre él con grabaciones caseras y demás. Me alucinó que un tipo tan fotogénico, tan atractivo en foto fija para pósteres y carteles, visto en la realidad del video o super 8 casero fuera, porque lo era, tan normalucho, más bien feíllo. Como me decía mi madre cuando era pequeño… «hijo, no te lo creas que eso lo hace la cámara»

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  2. La vi hace unos cuantos años, con la promesa de que tenía que volver a verla, cosa que aún no he hecho. Y sé por lo que escribí y por lo que recuerdo de ella que me gustó bastante. Sobre todo porque me hizo ver algo de su director, Raoul Walsh, y es que pese a ser ese hombre duro y pionero, con parche en el ojo, poseía también un romanticismo extremo y poético que le permitía presentar unas historias de amor con un sentido trágico del destino y una plasmación romántica fuerte e inolvidable.
    En fin, esa cara de granito, pero con unos ojos y una boca capaces de traspasar la pantalla, a mí me atrapan en los distintos papeles de Mitchum. Yo suelo creérmelo. Aparece y me quedo con el personaje. Me encanta como bien dices en La hija de Ryan, me seduce en Solo Dios lo sabe, me arrastra por sus caminos de destino fatal en Retorno al pasado o Cara de Ángel y me asusta en El rastro de la pantera, La noche del cazador o El cabo del terror. ¿Sabes que hasta me lo creo de hombre normal, solitario, triste y desencantado en una joya de película que se titula Cualquier día en cualquier esquina (Two For the Seesaw)?
    … ¡Va a ser interesante leerte cuando desde tu mirada me comentes un libro como «Cineclub», lo sé!

    Beso
    Hildy

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    1. Queridísima Hildy,
      de lo que dices me apunto dos cosas: que tengo que buscar y leer tu comentario de Perseguido y que tengo que buscar y ver Cualquier día en cualquier esquina, que la desconozco totalmente y ver que es de Robert Wise, que suele gustarme mucho, así que merecerá la pena.

      Describes perfectamente por qué me mola tanto Raoul Walsh: porque mezcla esa energía imparable y ese ojo habilísimo de los grandes de su generación que nacieron con el cine, con un sentido dramático y romántico muy fuerte que a mí, que en el fondo soy un moñas, me gana.

      Estoy en pausa con Cineclub porque la vida diaria me reclama para demasiadas cosas, voy por cuando el hijo mejora porque se hace rapero… En fin, podría ser peor, podría haberse dedicado a grabar calipsos infames como Mitchum, que hice caso a mi tocayo y escuché su disco y aún me queda roña, o daikiri, en las orejas.

      Un besazo

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  3. Poco más que añadir a su acertadísima reseña. Me gusta mucho, pero realmente mucho esta película. Los westerns con un toque noir bien llevado son una debilidad personal (por ejemplo Las Furias de Anthony Mann), y como usted dice en este caso están muy bien medidas las dosis de psicologismo típico de la época, melodrama tenso y la emoción del western. A Walsh se le asocia básicamente con ser un hombre de acción (algo fomentado por él mismo, como tantos cineastas americanos de esa época) pero en películas como ésta demuestra que tenía también mucha sensibilidad para historias más complejas, y que sabía llevarlas sin desaprovechar su potencial dramático pero al mismo tiempo sin cargar demasiado las tintas.
    Y por descontado, qué maravilla el trabajo de James Wong Howe, que con frecuencia un servidor olvida con demasiada facilidad citar a esa figura tan crucial que es el director de fotografía. Viva Wong Howe, viva Walsh y viva Mitchum – y, claro está, también Teresa Wright y Judith Anderson… qué maravilla de nombres te podías encontrar juntos en una misma película del Hollywood clásico.
    Un saludo.

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    1. Vivan todos, querido Doctor, pero me puede la pena de que todas estas maravillas ya se están yendo por el desagüe de la historia.
      Estoy preparando unas palabras sobre El delator de John Ford, y ahí hablo un poco de esto, de esa especie de desgarro estético que siento -le pasará a usted algo parecido- cuando pienso en que quizá estas reseñas sean las penúltimas que se le van a dedicar a estas películas a las que les quedan no más de 30 años de existencia cultural, viendo que para la cinefilia actual Spielberg es un pionero y George Lucas es George Méliès.

      Ahora que menciono a Méliès… Me salgo por la tangente. ¿Soy la única persona del universo que no disfrutó nada La invención de Hugo? Llevo años diciendo que debería volver a verla para ver si le encuentro algo de humanidad sincera, pero me da una pereza…

      Un abrazo

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      1. Pues esto le sorprenderá amigo Manuel, pero no soy tan pesimista como usted… o quizá más bien pesimista de otra manera.

        Eso de que estas películas acabarán olvidadas para siempre en unos años es una sensación que existe desde siempre con el cine antiguo. El experto en cine mudo Kevin Brownlow se quejaba en los 60 de que el cine anterior a la era sonora era sistemáticamente olvidado o incluso ridiculizado. Por suerte gracias al esfuerzo de gente como él se le acabó haciendo justicia a esa época. En mi juventud casi no encontraba a gente de mi edad interesada en películas antiguas. ¿Es peor ahora? Yo diría que igual. El contexto actual hace que el consumo de productos culturales sea mucho más efímero y que algo quede anticuado en tiempo récord, pero a cambio internet facilita más el acceso a estas antiguallas y uno puede toparse con ellas sin necesidad de ir a buscarlas expresamente. Casi ningún chaval de 15 años cogerá por voluntad propia una película de Buster Keaton para verla, pero quizá sí haga clic en un vídeo de Youtube con un título suculento que recopile los stunts más vistosos de Keaton. Y quién sabe, quizá 1 de cada 100 decida pasar a ver más vídeos de ese señor tan antiguo a raíz de eso. En mi adolescencia era muy difícil toparte con Keaton a no ser que lo buscaras (mi generación ya no tenía cine clásico – ya no digo mudo – en la TV salvo de madrugada o en La 2, por tanto no es algo que nos encontráramos en nuestro día a día).

        No creo que la situación para este tipo de cine sea mejor o peor que en mi época. Dos datos objetivos que invitan a relativizar esa sensación de desamparo que usted y a veces yo también siento. En mis años mozos la Filmoteca de Catalunya era un lugar para nostálgicos de la tercera edad y algún joven despistado como yo. Hoy día veo un porcentaje un poco más alto de veinteañeros. Predomina la gente de más edad y también depende de la película, pero realmente tengo la impresión de que han conseguido llegar a más gente joven estos últimos años.
        Por otro lado aquí hay un cine donde ponen películas experimentales desde hace años. Fui un par de veces en mi época universitaria (y salí corriendo, por entonces no entendía esas cosas… ahora quizá tampoco, pero a cambio a veces hasta las disfruto) y éramos cuatro gatos. Hoy día se siguen haciendo esas sesiones pero con mucho más público y hay un porcentaje, aquí sí, altísimo de gente joven. Y hablo de sesiones de cine experimental, a veces también antiguo, que yo cuando tenía su edad habría sido incapaz de digerir.

        No pretendo invitarle al optimismo, digamos que yo tengo más un pesimismo moderado o relativo. Pero espero que este rollo que le suelto en una noche de insomnio no le disuada de hacer dicha reflexión en su post de John Ford, que leeré muy gustosamente.
        En todo caso, en el peor de los casos, siempre quedaremos gente como nosotros luchando por reivindicar estas películas hasta cuando haga falta.

        Un abrazo.

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  4. Ah, me olvidaba. Me gusta La invención de Hugo pero para mí es un Scorsese menor que no obstante nos cae a muchos en gracia por lo bonito de la temática. Pero me parece tan tierno como impersonal (y no lo digo porque falten gangsters, ambos sabemos que Marty es mucho más que eso, simplemente no noto apenas su marca personal).

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  5. Vaya, Doctor, me ha convencido Usted, y me alegro de que lo haya hecho.
    Su perspectiva es mucho más valiosa que la mía, vive en una gran ciudad en la que puede medir más directamente el interés de la juventud. La verdad es que yo, que ni uso redes sociales ni tengo la oportunidad de palpar directamente la afición por el cine achacoso, a lo mejor me creo una imagen de las cosas que no se corresponde con la verdad y que incluye más suposiciones que datos contrastados.
    Hago propósito de enmienda, procuraré en lo que venga ser menos cascarrabias y mirar el futuro con algo de optimismo. No borraré las anotaciones sobre El delator, pero editaré la pataleta.

    Un abrazo, Doctor

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  6. Hola tocayo
    Ayer la vi y me gustó mucho aunque, hay que reconocerlo, tiene algunos boquetes de guión que a nadie le importan.
    Hay pelis en color, las hay en blanco y negro; esta es en negro y blanco. Dos «duelos», uno de buena mañana, que no hay ni sombras, y otro en un oscuro callejón pero siempre lo vemos todo -lo que tenemos que ver, claro-. La luz siempre tan importante en la peli, incluso se refieren a ella en escenas clave. ¡impresionantes cielos que parecen escogidos para cada escena!
    Hay otro punto de humor reseñable: el local, del que acaba «milagrosamente» siendo socio, se llama «The Honest Wheel» (la ruleta honesta) no tardamos en entender el guiño. Por cierto en un universo con muchos dobles el bueno de Jeb tiene su ángel vengador pero también tiene su ángel de la guarda que no es otro que el «honesto» dueño del saloon.
    Siento que no te guste el Mitchum cantante, por cierto, entona «The Londonderry air» casi con el mismo tono que los calypsos ¡Este hombre es una roca!
    Un saludo, Manuel.

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    1. Vaya Tocayo, qué bien que te haya gustado. Celebro mucho que te hayas animado a verla. Ves algunas cosas que se me pasaron cuando la vi, y es que eres un hacha.
      Qué pena que no tengas tu propio sitio para comentar y recomendar pelis. Con el ojo que gastas, el verbo que floreas y tanto que sabes, seguro que nos regalabas buenos ratos y descubrimientos.
      ¡Hazte un blog hombre!

      Un abrazo.

      Me gusta

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