Dias de juventud (Gakusei romansu: Wakaki hi, Yasujiro Ozu, 1929)

En aquellos tiempos Akira Fushimi y yo ideamos varias hitorias como esta. Entre mis películas de la época hay muchas hechas en colaboración con él. Al final de la jornada íbamos jun­tos a Ginza. Comíamos, bebíamos y, charlando, charlando, nos dirigíamos a mi casa, en Fukagawa. Allí continuábamos charlan­do de cosas sin importancia, escuchábamos música en el gra­mófono y, cuando se hacía de noche, tomábamos té inglés. Así. cuando amanecía, ya teníamos listo un guion. Todas las noches nos salía uno nuevo. Cuando ahora pienso en ello, me parece verdaderamente increíble. (Yasujiro Ozu)

Días de juventud es la primera película conservada de Yasujiro Ozu. Además la tenemos completa, mientras que otras posteriores ya veremos que se perdieron o solo conservamos fragmentos de ellas. Además fue su octavo trabajo como director acreditado, pero también el primer largometraje, así que vistas las circunstancias es casi un milagro que podamos verla por completo hoy en día, aunque la calidad de la copia que he podido conseguir sea pobretona y lleve una música sinfónica que no sé de dónde ha salido pero no pega nada. Como su título indica –gakusei romansu, amoríos de estudiantes– Días de juventud cuenta las peripecias de dos compañeros estudiantes en el Japón desenfadado de la principios de la era Showa, nuestros felices 20 a punto de terminar. En esos años, o más bien en los inmediatamente anteriores, hubo en ese país una época de distensión política, auge de movimientos obreros y estudiantiles y una apertura cultural hacia lo occidental y lo novedoso en general que, como es habitual, tocaba sobre todo al colectivo estudiantil. Sin embargo estos estudiantes no están comprometidos con causa alguna. De hecho son malos estudiantes, suspenden y hacen trampas cuando pueden y son, en fin, ejemplos típicos del colectivo estudiantil que pasa por los estudios superiores como un paréntesis vital entre las cadenas de la vida familiar y el ahogo de las responsabilidades adultas.

Bin y Suichi son dos estudiantes que terminan sus exámenes confiando en que les aprueben a pesar de la poca esperanza que inspira su metodología: dormir mucho, estudiarse una lección al azar por si “cae”, elucubrar sobre los gustos e intenciones de sus adustos profesores y perder el tiempo en perseguir muchachas. Bin es más calavera, Suichi es más timorato y parece que la conciencia le habla algo más alto que a su amigo; su aspecto imita por cierto el de Harold Lloyd, con su sombrero y sus gafas redondas, y en la segunda parte lleva una chaqueta con una peculiar inscripción: Smack my front. Además ha abandonado la casa en la que vive para alquilar su cuarto a Chieko,  que por cierto le gusta y se va a vivir con Bin hasta que llegan las vacaciones. Cuando la conoce Bin, por supuesto, también se prenda de ella. Entonces, en vez de volver a sus hogares familiares empeñan discos y libros y se marchan a la nieve, donde transcurre la segunda mitad del filme. Allí se suceden las escenas nevadas, cuando practican ski haciendo el ridículo ante Chieko que, casualidad, está por allí, y las de interior en las que beben, fuman, bailan y alternan con otros jóvenes como ellos, que dedican algún minuto suelto, de resaca o agotamiento físico, a hacer como que estudian para el próximo semestre. Finalmente, sin Chieko, regresan a Tokio, a sus respectivos cuartos de estudiantes, y la vida sigue.

Aunque esté totalmente desprovista de lo que será el estilo propio de Ozu y sea imposible adivinar viéndola que Días de juventud sea obra de uno de los mayores creadores de la historia de un arte, sí se pueden rastrear en ella signos, evidencias de que el joven Yasujiro, de 25 años de edad y apenas dos o tres de experiencia en la dirección, comprendía perfectamente su oficio y estaba técnica y artísticamente preparado para rodar lo que fuera menester con buen criterio, motivo por el cual, como es evidente, se le dio la oportunidad de hacer un largo a pesar de su poco tiempo en los estudios en Kamata de Shochiku, la productora. Recordemos que los estudios japoneses funcionaban con una estructura jerárquica y gremial, en la que debían pasarse muchos años de aprendizaje para ir ascendiendo desde los puestos más bajos hasta la dirección. Se percibe esta inteligencia y capacidad de Ozu por ejemplo en la estructura circular de la película, que se abre y se cierra con el mismo plano, o de su construcción a base de oposiciones que se suceden en la acción dramática. También hay en ella decisiones llamativas de puesta en escena, como el empeño en usar planos subjetivos en la montaña, llevando a la misma cámara a tropezar y dejar que quede nieve en el objetivo manchando el plano. Buenas ideas, como que el bueno de Suichi se lleve a todas partes su cartel de El Séptimo Cielo (7th Heaven, Frank Borzage, 1927) que por cierto era una de las películas predilectas de Ozu. Ocurrencias curiosas, como que se rían de un estudiante por estar leyendo El Quijote. Primera aparición de muchas en la filmografía de Ozu de nuestro caballero andante. Como era costumbre en el cine pretencioso de la época, hay algunos momentos narrados mediante insertos, pero llama la atención, por lo bien resuelta, la escena del regateo en la casa de empeños, en la que solo vemos manos que negocian, pagan y cobran. Hay profusión de recursos que jamás veremos en el Ozu canónico, como fundidos en negro, transiciones lentas y la planificación es muy ágil, apenas hay planos que superen los 3 ó 4 segundos de duración.

Se me escapan algunas cosas que veo, lo confieso, porque la distancia temporal y cultural es enorme. No sé qué pasa con unas frutas que meten en un calcetín de lana y dejan caer del tren. Tampoco entiendo muy bien el negocio del alquiler o realquiler de habitaciones. Tienen gracia los profesores con su bigotones, aunque apenas pintan nada ni aparecen las aulas siquiera, porque esta película no trata del estudio, sino del despreocupado ocio del estudiante mediocre que Ozu conoció perfectamente, pues ese fue su caso hasta que abandonó la universidad y se fue a probar suerte como maestro rural a una aldea durante un año que se le hizo eterno y que solo pudo digerir con la ayuda de mucho sake y mucho tabaco. Luego volvió a la ciudad y por mediación de un tío suyo se empleó en el mundo del cine.

Días de juventud no es una gran película. No ya comparada con el buen cine de su director, sino comparada con las buenas películas de su época. Es un filme sin pretensión artística alguna, un divertimento para los estudiantes de ese tiempo que podían verse reflejados en las travesuras, torpezas y devaneos de Bin y Suichi. Por ello está repleta de gags mas o menos afortunados que se suceden uno tras otro y apenas hay trama que la recorra ni aliente ideas profundas. Un producto para rellenar cartelera que sigue una de las temáticas más habituales del gendai-geki (cine sobre historias contemporáneas) de la época: estudiantes, mujeres y gente pobre. Temáticas recurrentes porque reflejaban los avatares del público que llenaba las salas.

Solo los minutos finales nos recuerdan -curioso verbo, siendo previos- al maestro del cinematógrafo posterior, cuando los amigos vuelven a la universidad y aún sopla el molesto viento del oeste y Ozu nos enseña una chimenea y otra y otra y otra. Nos insiste en la presencia de unos objetos que nos indican pero que también nos sontemplan, hasta que vuelve el opuesto del primer plano, una panorámica que va ahora desde el apartamento hasta la ciudad, pasando por el campus y los edificios de la universidad que pronto quedarán atrás, como esos Días de juventud que fueron, que son, como esta primera película de Yasujiro Ozu: tan inanes como provechosos.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero. o bien de Antología de los diarios de Yasujiro Ozu, Edición a cargo de Nuria Pujol y Antonio Santamarina. Filmoteca de la Generalitat Valenciana.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.

6 comentarios sobre “Dias de juventud (Gakusei romansu: Wakaki hi, Yasujiro Ozu, 1929)

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  1. Hola tocayo
    Pues tiene todo el sentido, tras leer tu cita inicial, comprobar que Ozu tuvo la valentía de hacer un relato, casi en primera persona, de su propia experiencia vital. El mal estudiante que tiene un amigo con el que se va de marcha. Hasta tienen a su Dulcinea del Tobo Sho.
    La inscripción en la chaqueta es todavía más apropiada/sorprendente «Smack Front Only» (Golpea sólo frontal). Me pregunto ¿Tendrán los orientales el equivalente a nuestro casi olvidado Día de los Santos Inocentes?
    Un saludo, Manuel.

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    1. Hola tocayo,
      ya verás que películas de estas son unas cuantas las que hizo Ozu. Él efectivamente conocía de primera mano la vida muelle del estudiantado semiaplicado. Él no terminó sus estudios superiores, y de hecho le expulsaron de una especie de residencia universitaria porque le pillaron unas notas «comprometedoras» que le remitió, o había mandado él, a otro interno. Además falsificaba los partes de falta para hacer monta o pellas o como digáis en Zamora provincia para irse al cine. Era un piececilla.

      Sobre la sudadera, para mí sin duda es lo más sorprendente de la película, porque no recuerdo haber visto ni en el cine de Ozu ni en el japonés ni siquiera en cualquier película clásica una prenda de ropa con mensaje completo, más allá del nombre de una universidad o una palabra. La expresión creo que se refiere a un gesto que se hacían los japoneses -no recuerdo si sale en esta, pero en caso todas las de niños y gente joven- de dar al otro una pequeña torta en la frente a modo de broma.

      ¡Tortas en la frente, Tocayo san!

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  2. Hola Manuel,
    Pues ha conseguido algo que es muy propio de la buena crítica cinematográfica y es extraer un texto interesante de una película que potencialmente parece que no daría tanto de sí. Ésta no la he visto pero lo que más me sorprendió del Ozu mudo es, como ya explica usted, el estilo mucho más ligero y a veces con filigranas técnicas que no serán nada propias de él (en este caso tengo muchas de ver ese plano subjetivo en la montaña con nieve quedándose en el objetivo). Tiene su encanto porque uno percibe a ese primer cineasta aún entusiasmado con las posibilidades del medio antes de descubrir cómo quiere usarlo.
    Me permito hacerle dos pequeñas aportaciones que quizá le interesen. En primer lugar este interesantísimo vídeo en que se recopilan los posters de otras películas que aparecen en las obras mudas de Ozu, que me vino a la cabeza por la referencia a El séptimo cielo: https://twitter.com/silentmoviegifs/status/1398275113011851264
    En segundo lugar desconozco si conoce o está disponible por la red su corto Tokkan Kozo (1929), o si simplemente es posterior a este largo y ya le iba a dedicar entrada (ambos son del mismo año). Mi colega el Doctor Caligari lo vio en Pordenone y tiene el honor de ser la única película de Ozu que ha visto hasta ahora que considera floja, pero vaya, se nota que no es más que un pequeño divertimento medio improvisado para aprovechar su actor infantil. Aquí es donde lo comentó:
    https://eltestamentodeldoctorcaligari.com/2018/10/16/le-giornate-del-cinema-muto-de-pordenone-2018-iv/
    Y aquí tiene las notas del festival de Pordenone: http://www.giornatedelcinemamuto.it/anno/2018/en/tokkan-kozo/index.html
    Si ya le iba a dedicar entrada, me excuso por adelantarme y «spoilear» el siguiente post, pero a cambio confío que las notas de Pordenone le den más información para ello.
    Un saludo.

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  3. Vaya Doctor, ¡qué jugoso comentario!

    De El pilluelo hablo en la próxima entrada. Aunque voy a seguir el orden de estreno, en el caso de 1929 dedico esta primera a Días de juventud porque está completa, y la siguiente a tres, dos de las que conservamos un pedazo, y Tokan Kozzo que es un cortometraje. Por cierto que se puede ver en youtube, y esta misma en el enlace que dejo al final, gracias a que Ozu antes de dejarnos por lo visto tuvo a bien crearse una cuenta en Internet Archive
    Le agradezco mucho sus enlaces. El vídeo es delicioso, aunque faltan algunos carteles y hay otros muchos afiches que aparecen, como banderolas de universidades, letras de canciones escritas directamente en la pared y más cosas occidentales.
    Me ha ayudado usted a entender algo, y es que cuenta en su comentario que el chico zascandileaba por un bar donde iría Ozu, y es que cuando habla de El pilluelo dice literalmente que la hicieron para probar una cerveza alemana y yo no entendía muy bien a qué venía eso. Ahora veo que seguramente lo que dijo en su día (el diablo de las traducciones) es que conoció al muchacho porque iban mucho allí a probar esa cerveza, o que le contrataron para que el padre les regara con ella, a saber.

    Modificaré la entrada para añadir sus útiles enlaces, y de paso edito esta para dejarle un momento nevado que haría arrancarse un ojo a Arnold Fanck.

    Un abrazo

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