No es lo mismo, pero es igual: La ballena (The Whale, Daren Aronofsky, 2022) y Dioses y monstruos (Gods and Monsters, Bill Condon, 1998)

Ayer por la tarde fui a ver La ballena (en adelante LB) movido por una mezcla de interés cinéfilo, inercia comercial y curiosidad morbosa un poco como todo el mundo, supongo, y salí como sabía que iba a sentirme cuando entré. Quedé muy satisfecho de ella. Es una película muy clásica, a pesar de sus supuestas formas informales como la sordidez ambiental, el formato casi cuadrado y la unidad espacial. Esas cosas ya ni sorprenden ni suponen reto técnico alguno para quien las graba ni para quien las ve, así que, en realidad, lo que me satisfizo es que pasé dos horas entretenido, pendiente de la pantalla, disfrutando de los actores, sin que nada me chirriara, etc. De mi opinión sobre sus temas: la redención, el sacrificio, la adicción, la imagen personal, ser bueno y ser malo, que hay que llevar una dieta sana, etc, no diré nada. Como termina de estrenarse cuando escribo esto, hay por ahí mil críticas profesionales y aficionadas que la glosan estupendamente. Es, como se sabe, la historia de un profesor de redacción que, agobiado por la muerte de su novio y la mala conciencia de haber abandonado a su mujer y su hija cuando se enamoró de él, se ha echado a perder hasta la obesidad mórbida más extrema. 

El caso es que por la noche, ya en casa, movido de nuevo por el mismo impulso a medias cinéfilo y a medias morboso, me puse a ver Dioses y monstruos, (en adelante DM) estrenada hace ya 25 años, en la que Brendan Fraser, en plenitud de su éxito y de su físico, daba la réplica a un excepcional Ian McKellen. Este interpreta, por si alguien no lo recuerda ahora mismo, a James Whale, el director de Frankenstein, La novia de Frankenstein, El hombre invisible, Magnolia y otros clásicos de la Universal. Años después de esos éxitos, tras un derrame cerebral que le ha dejado trastocada la mente, Whale sigue invirtiendo lo que parece el epílogo de su vida en la conquista de hermosos jovencitos, el último de los cuales será un chaval rudo, casi analfabeto pero a la vez muy sensible, Clayton Boone, que interpreta Fraser. Es un joven noble y curioso al que supera la situación, pues ni es homosexual ni entiende mucho el mundo de lujo, arte y decadencia en el que viven el viejo cuerpo del director de cine y lo que queda de su cabeza. El caso es que la disfruté de nuevo -creo que es mi tercera o cuarta visita a la piscina de James Whale- y cuando se acercaba su final algo me hizo clic… ¡Pero si he visto dos veces la misma película!

No me he puesto a mirarlo, pero seguro que esta idea ya está por ahí en algún hilo de twitter, artículo promocional y otras anotaciones críticas. No pretendo descubrir nada nuevo (esto es un blog de cine anticuado) y si escribo este apunte no es solo por constatar la ocurrencia, sino porque mirar ambas pelis sirve también para comparar dos formas de afrontar la misma historia, la del final de los 90 y la de la actualidad pues, como digo, aparte de que la analogía entre ambas sea más o menos consciente y buscada por Aronofsky sí que son, estructural y comercialmente, la misma película, y además están conectadas. Vamos por puntos:

  • Empezamos por el título original de LB, The Whale, que es el apellido del protagonista de DM.
  • Lo obvio: ambas son la historia de un hombre homosexual que ha dejado atrás todo lo que fue valioso en su vida y que vive sus últimos días prácticamente encerrado, acosado por la enfermedad. En ambos casos encuentran una última oportunidad de ser ellos mismos en el encuentro con un extraño que les visita: el jardinero-Fraser de DM y la hija-ausente en LB.
  • Ambos protagonistas, por cierto, tienen un monstruo literario que les ronda: la pobre criatura frankensteiniana interpretada por Karloff en DM, y Moby Dick, la ballena de Melville, en LB. En ambas cintas, esos monstruos operan como fantasías liberadoras, curativas, que aparecen en los momentos de crisis, en los recuerdos de Whale en DM y en una redacción sobre Moby Dick que Charlie (Brendan Fraser) usa como lenitivo en sus recaídas físicas.
  • Brendan Fraser, claro, es el hilo que lleva de la una a la otra. Se podría especular con un montón de ideas, sobre todo relativas a su decadencia física que quizá simbolice la degeneración de la misma sociedad americana, desde los fabulosos 50 en los que todo brilla y lucen estupendamente los coches, las casas, los trajes y por supuesto las personas, incluso las viejas como Whale, hasta nuestros días de crisis, oscuros, en los que se puede vivir sin salir de casa, convirtiendo esta en una pocilga que Charlie completa con su cuerpo feo y repugnante. En esos 50 Fraser representaba al lumpen más bajo, un miserable jardinero por horas capaz sin embargo de ser bellísimo, de lucir sin impureza física  alguna, y de ser además noble, leal y dentro de su ignorancia curioso y abierto. En la actualidad el personaje de Fraser, pese a ser un hombre culto, sensible y creativo, un poco un James Whale sin fama, es un ser incapaz de quererse a sí mismo, que para inocular algo de belleza al mundo -asegurar el futuro de su hija, hacer que sus estudiantes sean creativos- tiene que pagar, o cobrar, o esconder su aspecto, o provocarse daño a sí mismo. El Fraser de DM simbolizaba unos EEUU funcionales, limpios, con posibilidad de ascenso. El Fraser de LB pueden ser los EEUU del presente, una mole enorme, disfuncional, llagada, incapaz levantarse por sí misma, a la que solo ayuda una china adoptada; un personaje enamorado de un muerto, casado con una alcohólica y cuya descendencia, parece, es demoníaca.
  • En LB casi siempre llueve, excepto en los últimos minutos en los que hay un sol radiante. En DM casi siempre hay un sol radiante, excepto en los últimos minutos, en los que llueve.
  • Las dos películas suceden casi en exclusiva en una casa, y la única salida del protagonista de ella, de Whale a una fiesta y de Charlie a por una pizza, se salda con un deprimente contacto social, el encuentro con sus actores de Whale y con Dan, el pizzero, en LB.
  • Hay una mujer fiel y servicial que vela por los protagonistas, la criada de DM y la cuñada enfermera de LB, a la que sin embargo estos no guardan ni todo el respeto ni toda la entrega que merecerían.
  • Los dos protagonistas están incapacitados por su salud. Aunque en el caso de Whale sea una dolencia mental debido a un derrame cerebral y en el caso de Charlie varios trastornos físicos debidos a su sobrepeso, en ambos casos esa incapacidad se eleva por encima del hecho clínico y es el detonante de una parte de ellos que estaba ya oculta o, latente, y que pone en marcha la historia. Las fantasías de Whale le llevan de nuevo a un pasado de gloria y creatividad en su gran época como director, pero también miseria y homofobia en su infancia. La depresión y las alucinaciones, que tendrá que enfrentar el pobre jardinero,  llegan cuando enfrenta ese pasado complejo, rico en estímulos, con su presente anodino, solitario y decadente. Charlie sufre una grave crisis (no desvelo nada, es el comienzo de la película) que le condena a morir quizá en unos días, y es solo entonces cuando decide llamar a su hija y hacer lo posible por transmitirle algo bueno y convertirla en mejor persona.
  • Hay paralelismos evidentes entre los secundarios que interpelan al enfermo protagonista, si bien aquí sí que hay un evidente cambio en el sesgo. A Whale director le libera el joven Fraser, hermoso y confiable, como decíamos arriba, mientras que en la versión de Aronofsky quien libera es una hija adolescente, petarda de muchos kilotones, que además parece amoral, quizá malvada, en todo caso necia y carente por completo de empatía. Los dos sin embargo, el tierno jardinero de DM y la despreciable hija de LB, terminan por rendirse a las anómalas ocurrencias de sus maestros de ceremonias, y adaptando su rutina a sus melancólicos finales. Luego está el chico de la secta que da a Charlie la oportunidad de reconciliarse con Dios en LB, igual que el estudiante que pretende rescatar, y luego llevar a la fiesta de famosos, al Whale de los monstruos. Está la mujer ayudante como hemos dicho, está Dan el pizzero de LB, trasunto del Davis Lewis en DM, pareja de Whale que se retira -al menos en la película- sin querer ver al monstruo por enfermedad que tiene delante.
  • La piscina de DM es el cuarto limpio con cama doble de LB, donde el pasado era feliz y sensual.
  • La comida basura que engulle Fraser sin disfrutar en LB son los retratos torpes que hace Whale de su jardinero.

Dejémoslo ya. Soy consciente de que Aronofsky ha tenido todo esto en mente al concebir y grabar su película que por supuesto no es un remake de Dioses y Monstruos. Sin embargo tanto paralelismo creo que viene bien para reflexionar un poco sobre los modelos narrativos que nos encandilan. Vemos una y otra vez las mismas historias y caemos rendidos por su estructura. Pensamos que son los grandes ojos de Brendan Fraser engordado digitalmente lo que nos emociona, pero quizá no.  A lo mejor es solo que atendemos de nuevo a otro viejo esquema que triunfó en el pasado y se recupera con oficio.

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4 comentarios sobre “No es lo mismo, pero es igual: La ballena (The Whale, Daren Aronofsky, 2022) y Dioses y monstruos (Gods and Monsters, Bill Condon, 1998)

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  1. Hola tocayo:
    Daronofsky no es mi tipo de cine y, curiosamente, en su día me perdí «Gods and Monsters» porque acababa de ver otra «resurrección» parecida -no recuerdo la dupla de actores joven-anciano ni el titulo de la peli- y completaba mi cupo.
    Siguiendo con tu teoría de «todas las películas son la misma, repetida» y enhebrando con tu comentario sobre los «fabulosos cincuenta» podemos sintetizar los papeles de Von Stroheim y Swanson (director y estrella en horas bajas), colocamos el personaje resultante ante un joven emergente Holden, una piscina, una mansión… y tenemos «Una ballena entre Dioses y Monstruos por Sunset Blvd».
    Un saludo de tocayo con alas negras. Manuel.

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    1. Hola tocayo!
      pues está bien traído lo de Sunset Boulevard. De hecho es un esquema este, el de gruñón/a visitado por gente nueva en su vida, que efectivamente es tópico usado una y otra vez. Sin pensar mucho se me vienen a la cabeza ahora mismo, por ejemplo, aquella de Mel Gibson como profesor de latín con la cara quemada o una más reciente de un vejete que se hace amigo de un robot de compañía.
      Lo que ocurre es que entre estas dos pelis que comento hay algo más allá que un esquema común, es que hay conexiones. No me puse a ver Dioses y monstruos pensando ni un momento en que se parecieran, aunque la conocía, pero al remirarla aluciné.
      Por cierto que aunque no seas muy de Aronofsky seguro que pasas un buen rato en el cine si ves La Ballena. Se asoma por momentos al precipicio de la sensiblería y la mística de corchopán, pero en peores plazas hemos toreado. Dioses y Monstruos también es muy muy disfrutable, una de esas películas que se hacen para gustar a todo el mundo, y sale bien.

      Un saludo ballenero!

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  2. Querido Manuel, Dioses y monstruos es una película que me gusta un montón y que he visto varias veces. Y además tengo muchas ganas de ver la peli de Aronofsky, porque normalmente sí es un realizador que me interesa los pasos que va dando. Así que tu texto me ha resultado sumamente revelador y me ha provocado más ganas todavía de mirar La Ballena.

    Beso
    Hildy

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    1. Querida Hildy,
      simplemente te animo a que vayas a ver La ballena. Aunque hayas leído con cierta atención mi apunte no desvelo nada de la trama, así que podrás disfrutarla desde el principio. Como digo, a pesar de que la vendan como un drama sórdido y tal, en el fondo es una peli clasiquísima que, más allá de algún homenaje soterrado a otras ficciones, no es críptica como Pi o Mother! ni, aparte de verle el cuerpo seboso a Fraser, deja el mal cuerpo de Cisne negro o Requiem por un sueño. Te va a gustar seguro.

      Un besazo muy fuerte

      Me gusta

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