He suspendido pero… (Rakudai wa shitakeredo, Yasujiro Ozu, 1930)

Otra película de estudiantes de Ozu. De hecho se podría decir que es un complemento, o una pieza que falta al retrato simpático de la vida universitaria y lo que la sigue que ya hizo en Días de juventud y Me he graduado pero… He suspendido pero… muestra lo que la primera no mostraba apenas, que es la vida diaria de los estudiantes dentro de las aulas y durante el curso, mientras que también sirve de precuela, o más bien de prólogo, a la mas amarga Me he graduado pero…, pues adelanta ya el destino de paro y precariedad que esperaba por entonces a buena parte de los recién titulados.

Takahashi (de nuevo Tatsuo Saito como protagonista) es un estudiante con el corazón dividido entre dos grupos de amigos. Por un lado está su pandilla de la facultad de Derecho, cuatro vagos redomados que solo aplican el ingenio a la ideación de chuletas y sistemas de copieteo y a la elaboración de patéticos bailecitos como los que vimos en Caminad con optimismo. El otro grupo al que es afín es el de sus compañeros de piso, otros cuatro estudiantes que también se distraen con pequeñas juergas y leyendo revistas de béisbol, pero que sí se esfuerzan en el estudio y en aprobar. Cuando llega un examen providencial Takahashi se encuentra con que le ha fallado una superchuleta que había elaborado escribiendo la lección completa sobre su propia camisa. Y es que la asistenta del piso (adorable Kinuyo Tanaka) con todo su buen corazón la ha llevado al tinte. Total, que suspende lo mismo que el resto de su pandilla pasota, mientras que sus compañeros de piso (por ahí está Chisu Ryu diciendo sus primeras frases silentes ) aprueban y empiezan su vida civil como graduados, mientras que él se amarga y lamenta, comido por la vergüenza. Sin embargo, pasan los meses y sus compañeros de piso no encuentran trabajo, se han graduado, pero… Y Takahashi, más tranquilo, se apresta a repetir curso convertido ahora, junto a su pandilla de suspensos, en una especie de grupo de veteranos cheerleaders. Y con otro bailecito termina la película.

Una semana tardó Ozu en rodar esta comedia en la que la crítica erudita ha querido encontrar resonancias nada menos que de Lubitsch y Harold Lloyd, dos de los directores predilectos de Ozu en aquella época y, de hecho, Takahashi imita algunos gestos de Lloyd en El estudiante novato (The Freshman, 1925). Bordwell (enlace al final) aprovecha esta película para analizar con detalle las capacidad de Ozu para la comedia, que digamos que se queda en un notable bajo según la impresión que deja su texto, nota con la que coincido. El sentido del humor es una de las cualidades más estimables del cine de Ozu, pero eso tiene poco que ver con la capacidad para hacer comedia, para crear gags y rodarlos con la suficiente destreza y agilidad. Ozu tiene una capacidad innata para expresar lo que desea con imágenes y eso también está muy presente en esta peliculita de una hora, pero en esta ocasión creo que hay algún problema que hace que el resultado final no se corresponda con lo que el genio del director, incluso a estas alturas de su vida (¡26 años!) y rodando sin tiempo apenas para preparar nada, podía dar de sí. Y es que el futuro maestro no puede evitar una cierta atmósfera melancólica, tanto por los sentimientos del protagonista como por la mala suerte de sus amigos graduados, y eso hace que la comedia desternillante que debería ser lo que vemos no acabe de manifestarse. También sucede que precisamente por imitar modelos hollywoodenses y por estar en esos años tan peculiares de tránsito al sonoro, Ozu cae en lo que se ha llamado con acierto densidad narrativa, que es básicamente ese empeño, tan característico como digo de estos años, de que cada segundo, cada plano, cada gesto tenga un significado, aporte una idea, nos conduzca a otra cosa. Hay (en este filme y en general en todos los de Ozu de esta época) un exceso de significado que de alguna forma no deja aire o espacio para la jovialidad. Un ejemplo de esto es la insistencia en las ocurrencias visuales, como la sombra de una supuesta horca -que no lo es tal, es el cable de una lámpara- o la mirada oscura que lanza Takahashi a unas tijeras con las que parecería que quiere suicidarse pero no, va a cortarse las uñas de los pies. Hay muchos momentos como estos en los que se nos invita a pensar constantemente y, quizá, convierten sin que se pretendiera a He suspendido pero… en una cinta más seria y solemne de lo que sería menester. 

A pesar de ello la película es realmente divertida, se pasa en un momento y, sobre todo desde nuestra mirada tan lejana, llaman la atención las peculiaridades de aquel estudiantado, por ejemplo sus puerilidades y sus bailecitos, pero, por otra parte, no sabe uno si enternecerse o lamentar cómo han cambiado tan poco las clases, los exámenes, las actitudes. Los mejores momentos del filme a mi entender son los que ocurren en el aula, con los hilarantes intentos de copiar, en especial cuando usan al mismo profesor como medio de transporte de la chuleta. Un atrevimiento que nunca he llegado a ver, como profe que soy, o lo mismo lo he vivido y no me he enterado de nada. Podría ser.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

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7 comentarios sobre “He suspendido pero… (Rakudai wa shitakeredo, Yasujiro Ozu, 1930)

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  1. Hola tocayo
    Si, hace poco, comprobamos que fueron pioneros en las «cazadoras con mensaje» en la clase de hoy vemos el apartado «camisas con leyenda». El textil es un mundo lleno de letras. De ahí a ver como Chisu pronuncia sus primeras frases silentes no debe mediar ni medio descosido…
    Tiene sentido que sus inicios fuesen retratando su vida como estudiante y su inspiración en el cine actual (de entonces).
    Un saludo y ¡ojo con esas traidoras chuletas! Manuel.

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    1. Hola tocayo,

      esas chuletas están controladas no tanto porque les pille siempre como porque me da un poco lo mismo si intentan copiar… El truco está en poner exámenes que da el tiempo justo a hacerlos bien, y que si copian el trajín de sacar la chuleta les cueste el aprobado.
      Sobre las chuletas de Japón años 30, no te creas que cuelan tampoco, tengo la impresión de que eran tantos aspirantes para un pastel tan magro que lo mismo daba la clase medio baja que va del 4 al 6,5. Terminarían lo mismo sexando pollos que friéndolos o muriendo asaditos en las guerras que se avecinaban.

      Un saludo a la plancha

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  2. Siguiendo con este especial Ozu… ésta la vi hace años en la Filmoteca de por aquí y coincido más o menos con tus impresiones aunque quizá a mí me gustó algo menos. Con Ozu me pasa lo que dices, me gusta más cuando le da toques «simpáticos» a sus películas que cuando parece querer hacer comedia pura – de hecho de sus grandes películas Buenos Días es quizá la que menos me entusiasma, aunque le debo un revisionado. No obstante, es un buen filme y me gusta lo bien que transmite ese ambiente de camaradería. Eso sí, siempre digo la misma broma pero Chishu Ryu mucho aspecto de estudiante no tiene, como mínimo un par de cursos ha repetido.
    Tomé nota por cierto de Caminad con optimismo. En general tarde o temprano pienso ver todas sus obras mudas ya sea por completismo silente de mi colega el Dr. Caligari o completismo Ozu de un servidor.
    Un saludo.

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    1. Hola Doctor,

      no subestime usted el camaleonismo de Chisu Ryu. En su madurez es cierto que casi siempre le toca hacer de alguien mayor que él mismo, pero en estos primeros filmes de Ozu está siempre -este no es el primero en que aparece, aunque yo no le haya nombrado antes- haciendo un bulto de la edad que entonces tenía, apenas veinteañero.
      Ozu no era comediante, y es normal que Buenos días no sea la película predilecta de quien le estima por sus obras maestras. A mí tampoco me parece muy grande entre las de su tiempo, pero tiene la gracia de rememorar este, el de su juventud, en que intentaba hacer lo que le mandaban, construir comedias sobre lo que no le hacía gracia, inventar gags sobre lo que para él fue de verdad, sin gracia, la vida de estudiante atormentado por su poca capacidad.

      Siga usted con el completismo, vicio doloso del que, como dicen del deporte y las drogas duras, también se sale.

      Saludos completistas

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  3. He de confesar que no he visto ninguna de las obras mudas (obsérvese que no uso el término «silente», término que algún pedante inventaría en un día de iluminación como si con ello demostrara una mayor erudición. No nos extrañe que cualquier día, a algún que otro, se le ocurra llamar a los discapacitados auditivos, «sordosilentes» y acabemos aceptándolo porque es lo políticamente correpto, convirtiéndolo todo en un puro eufemismo como hemos hecho con otras muchas palabras) de Ozu, ya que como he expuesto en alguna ocasión, a mí el cine mudo no me tira, salvo algunas de Chaplin y alguna que otra excepción.
    Del maestro, lo que he visto ha sido su cine sonoro, aunque no sabría decirte cuántas, pero sí las más relevantes de su filmografía que rayan, como tú bien sabes, a un gran nivel. Tampoco sería capaz de hablar de ellas (¡maldita memoria!) salvo de mi predilecta, y no demasiado, «Cuentos de Tokio», a mi modo de ver, la mejor película sobre la vejez junto con «Dejad paso al mañana» de Leo McCarey. Y es que, además, también tengo una dificultad añadida: que soy incapaz de hablar o describir, por lo general, cualquier película ni cuando la estoy viendo (¡qué envidia me dáis todos vosotros! Sana, eso sí.). Tal vez por eso, para mí el cine es fundamentalmente sentimiento, soy incapaz de intelectualizarlo. Alguien dijo una vez que aquello a lo que somos incapaz de poner palabras nunca lo hacemos nuestro, y qué dolorosa razón tiene.
    Gracias por tu empeño.
    Un abrazo muy fuerte, Manuel.

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    1. Hola Nuncaelolvido!

      Lo primero, me tendrás que disculpar que use el «silente» de vez en cuando. Tienes razón en que no es apropiado, porque las películas no eran silenciosas y siempre se proyectaron con música, e incluso en el caso de las japonesas, con un Benshi, un comentador que hacía voces y enriquecía la historia. Lo que ocurre es que para escribir sobre pelis tiene uno que sacrificar la propia prosodia de vez en cuando, y usar vocablos que le gustan a medias, para no repetirse mucho.

      Sobre las películas mudas de Ozu… Bueno, todavía no han llegado las buenas buenas. Hay un par al menos que sí merece la pena ver y que no se hacen nada pesadas, porque parecen habladas. Hablaré de ellas pronto (Son He nacido pero… y El hijo único) pero todavía queda alguna más de estos primeros años que no pasa nada por vivir sin haberlas visto. Menos el alcalde ya sabes que todos somos contingentes, y eso incluye las películas mudas de Ozu.

      Sobre las sonoras más conocidas… Ya tendrás tiempo de encontrarte con ellas de nuevo y comentarme lo que quieras. Espero yo sacar tiempo para escribir sobre todas con la amplitud que querría…la tarea no es magra pero vamos a intentarlo.

      ¡Otro abrazo fuerte!

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