Me atrevería a decir que Caminad con optimismo es la primera película de Ozu que tiene una estructura dramática clásica perfectamente construída y que se corresponde, como veremos luego, más con el cine sonoro al que por fecha podría pertenecer la película que al cine mudo que, por limitaciones técnicas, industriales, etc, que había en Japón, aún sería el común allí por varios años. Y es que tiene un prólogo y un epílogo muy bien definidos, y un esquema narrativo convencional pero perfectamente trabado, con sus casualidades propicias, sus clímax, sus tramas y subtramas perfectamente deshilvanadas, sus personajes construídos… Hasta ahora Ozu ha hecho buenas películas en sus peculiares géneros, pero estaban concebidas más como una sucesión de anécdotas o de momentos especiales o de gags con cierta estructura basada en obvios paralelismos, como decíamos sobre Días de Juventud. Caminad con optimismo es más compleja, está más trabajada, y el resultado es apetecible y entretenido aunque esta vez, sí, lamentamos mucho que no haya ni siquiera acompañamiento musical en la copia disponible, luego haremos algo por remediarlo.

Kenji, alias El cuchillo -en todas partes hay Pedros Navajas– y su amigo Senko son dos delincuentes acostumbrados al timo y al latrocinio que rinden cuenta a una panda de facinerosos a la que pertenecen. A Kenji le pretende Chieko, toda una It Girl a la japonesa, que fuma y viste a la occidental y que vaguea en una oficina junto a Yasue, una compañera suya virtuosa y trabajadora que saca adelante, con su mecanografía y su casto kimono, a su madre y su hermana pequeña. Por casualidades de la vida filmada Kenji se enamora de esta casta Yasue y la corteja. Entonces Chieko, celosa, se chivará a su compañera de la vida delincuencial que lleva Kenji. Además, hace lo posible para que el jefe de ambas, un baboso asqueroso, deshonre a Yasue y la fuerce a casarse con él. Kenji comprende que debe redimirse, buscar un trabajo honrado como limpia ventanas y aún tendrá que librarse de alguna zancadilla que le pone su pasado para alcanzar el amor de Yasue y la vida tranquila.

Caminad con optimismo se abre con uno de los más llamativos movimientos de cámara de la filmografía conservada de Ozu, un travelling de retroceso que nos muestra a los taxistas que esperan en un muelle, cuya quietud se opone a la velocidad de un grupo de personas que aparecen corriendo en sentido contrario al de la cámara persiguiendo a un ladrón que ha robado un libro de cuentas. Ya que menciono los taxis, comentaré también que esta es quizá la película más automovilística de Ozu, pues los coches juegan un importante papel como símbolo de estatus, pero también participan en una de las escenas más importantes de la cinta, en la que Kenji y su amigo atropellan a la hermana de Yasue -y por cierto, hacen por escapar hasta que esta aparece- y otra, una semana después, en que en un momento de felicidad y paz civilizada, pasan por allí de excursión para visitar el Buda de Kamakura. Hay bastante carretera en esta película, y cómo se ruedan estas partes nos recuerdan al cine de Hiroshi Shimizu que, no lo he dicho aún, es el autor de la historia y, como era habitual en estos años, entre estos amigos, se la debió pasar a Ozu para que la rodara por estar ocupado en otras cosas.

Yotomono es como se llamaba a estos delincuentes que vestían a la occidental y ostentaban ademanes y costumbres copiadas de las primeras películas americanas sobre gánsters. De hecho es más que obvia la influencia de dos conocidas obras de Josef Von Stemberg de estos años, La ley del Hampa, de 1927 y Los muelles de Nueva York, de 1928, tanto en la representación del puerto mismo y los antros por donde pululan estos tipos, como por el ambientación oscura y abigarrada, exuberante de horteradas, de estos ambientes, y en especial del piso de Kenji, lleno de referencias al boxeo, el cine norteamericano. También hay en sus paredes canciones escritas para que el público pueda cantar en algún momento de la película, primitivo karaoke al que, querido lector, estás invitado. He aquí un momento en el que Senko aprovecha la pared para cantar A gay caballero, de Frank Crumit, simpática canción de resonancias (y palabras sueltas) hispánicas que les dejo a continuación
Y es que la música y el sonido en general, como muy bien explica Antonio Santos, es una extraña protagonista de Caminad con optimismo, pues está presente en muchos momentos, como el del karaoke anterior, pero también forma parte de la subcultura misma de estos Yotomono. Por ejemplo, se comunican mediante ridículos bailecitos que sirven de contraseña, saludo o reverencia al jefe supremo que solo aparece un par de veces -no ocupa un papel relevante- pero, casualidades, luce una cicatriz en la cara como el mismísimo Al Capone-Scarface

En estos bailecitos creo encontrar parte de la simiente de un recurso muy característico de estos años, en especial del nansensu, o comedia alocada, pero que aquí Ozu explota hasta la náusea, y no solo en esas breves coreografías. Me refiero al llamado efecto sojikei. Este efecto no es nada más que la acción paralela y simultánea de dos personajes mostrados en pantalla a la vez. Es un recurso cómico fácil y primitivo, supongo que de lejanísimo origen teatral, que en el cine de Ozu juega un papel llamativo pues, en su madurez, lo convirtió en una seña de identidad dramática personalísima, al usarlo no solo como apunte gracioso, sino, también, para apuntalar y fijar en nuestras almas emociones trascendentes e inefables pero alucinantemente compartidas entre dos personajes que son distintos pero son uno. También, siguiendo con los rastros primitivos de los lugares comunes del cine de Ozu, creo que en el final de esta película se aprecia por primera vez un énfasis, una insistencia, en mantener el plano de unos tendederos de ropa limpia que simbolizan la cotidianidad amable, la convivencia familiar y amorosa y que terminarán convirtiéndose en uno de sus clásicos plano-almohada, o plano de reposo significativo tan característicos suyos y de los que ya tendremos ocasiones de hablar en películas posteriores.

Hay otras muchas ocurrencias fílmicas y logros narrativos más que interesantes en Caminad con optimismo, pero lo dejaremos aquí por no ser reiterativos, ya que se han comentado, o se comentarán, en otros apuntes de esta serie. Menciono por ejemplo el contraste entre lo moderno resplandeciente -el edificio donde trabaja Kenji, todo automatizado y con cartelería en inglés- y lo antiguo chabacano, como los barrios por los que se mueven los yotomonos o la austera casa de Yasue, en la que solo hay para calentarse el hornillo del té. Ya hemos mencionado que hay profusión de movimientos de cámara, una fotografía llena de sombras, que aparece por primera vez el Buda de Kamakura, una especie de lugar de poder en el cine de Ozu cerca del cual, por cierto, descansan sus cenizas. Ozu juega con la mirada curiosa del espectador constantemente, por ejemplo con el casi abuso de planos subjetivos y no faltan detalles, referencias y gracias visuales de indecoroso gusto visual que no se espera nadie del más japonés de los directores japoneses, del dios fílmico de las elipsis, del gran maestro de la insinuación y la delicadeza… Como por ejemplo la relación que mantiene el bueno de Senko con sus palos de golf, esa pulsión obsesiva de sacarles más y más brillo.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu
Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero.
Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.
Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.
En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.
En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.
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Hola tocayo
Pues a la acostumbrada pareja de amigos, en esta ocasión, se añade una pareja de chicas que no pueden ser más arquetípicas: Chieko, la despechá, capaz de todo por venganza y Yasue, ese imán de desgracias que tanto abundaba en aquel cine. Qué le atropellen a la hermana pide a gritos que la «versión americana» la interpreten la hermanas Gish.
Serán raros pero esos gifts son hasta resultones -bueno el sacabrillos, tal vez, un poquito explicito ejem-.
Un saludo (y un «Walk don’t run- camina, no corras» con optimismo). Manuel.
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Uy, pues muchos más bailecitos podría haber puesto. En las pelis de estudiantes también los hay a manta. Es muy curiosa esa costumbre de las coreografías-contraseña, porque realmente son eso, contraseñas para reconocerse estos gansterzuelos.
Saludos explícitos de su yotomono tocayo.
Firmado: a gay caballero
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