La esposa de noche, o La mujer de esa noche (Sono yo no tsuma, Yasujiro Ozu, 1930)

Ningún ejemplo mejor que esta película se me ocurre para comprender cuánto evolucionó el cine de Ozu desde sus orígenes, en los que hizo buenas películas imitando el buen cine de su tiempo -quizá por lo demás el más creativo de la historia, los años del paso del mudo al sonoro- hasta sus películas finales y más conocidas, fruto de un arte tan personal y estilizado. El Ozu de los primeros años 30 fue un buen director creativo y minucioso, mucho más de lo que la pésima calidad visual del material que queda deja adivinar, pero se dejaba influir por la invasión cultural occidental del momento y por el cine que con ella llegaba a Japón. Esto se aprecia tanto en los recursos estilísticos como en la elección de temas y géneros y, como digo, quizá Sono yo tsuma sea el mejor y más entretenido arquetipo del Ozu de los comienzos. También es cierto que a pesar de sus aciertos es una de las pelis menos características de nuestro director. Está por ejemplo casi exenta de humor y sobre todo en su último rollo resulta un tanto reiterativa, en contra de lo habitual incluso en estos años tempranos.

Un joven ladronzuelo asalta él solo un banco a la puesta de sol. Es un atraco tan increíble como bien resuelto, siguiendo los cánones del viejo cine de gánsters. Llaman la atención en él los casi risibles tópicos del género, como el sombrero y el pañuelo del atracador, que por cierto se las ha compuesto él solo para someter y atar a todos los empleados antes de huir con apenas un puñado de billetes aprovechando las sombras nocturnas. Cuando llega a casa todo cambia, empieza otra película. Resulta que este hábil delincuente no es más que un padre desesperado por conseguir dinero para pagar las medicinas de su hija chica, que se llama Michiko, que está pasando una noche crítica de fiebres y agonía tras la cual se verá si podrá sobrevivir. En su casa este delincuente se transforma en un padre llorón y acongojado que vela a la niña cuando se presenta de pronto un detective que viene a detenerlo. Tras un forcejeo será la madre, la mujer de esa noche, la que se haga con la situación y controle al policía mientras el padre-caco duerme sobre la niña. La película es sobre todo esa noche, la lucha contra el sueño, el combate silencioso entre una madre coraje con dos pistolas y un detective listo y paciente que no ceja en su empeño de recuperar la iniciativa y detener al padre.

Toda la acción sucede en una noche. Realmente no sucedía así en la historia original, un relato policial del norteamerícano Oscar Schisgall. Kogo Noda, el guionista habitual de nuestro director, fue quien decidió contraer la acción en unas horas y en un espacio. Ozu, para mayor realismo, ensayó y rodó toda la película en sesiones nocturnas que afectaron a la salud del equipo -hay que recordar que entonces las jornadas de trabajo eran larguísimas y sin apenas descansos, no les extrañe que estos pobres actores rodaran otras películas a la vez durante el día- lo que le valió algún encontronazo con el actor que interpreta al policía. Además de la unidad de tiempo hay un reto muy especial, y es que uno dos tercios del metraje suceden en el mínimo apartamento del ladrón y su mujer, lo que planteó a Ozu un considerable desafío que llevó a término con inteligentes y muy trabajados recursos de continuidad y puesta en escena. 

El apartamento es, visualmente, el auténtico protagonista del filme. Con la excusa de que al parecer el padre-ladrón se dedica a diseñar carteles, tenemos una escenografía realmente peculiar, compuesta de frases, imágenes y pósters de películas occidentales. De hecho, con la excepción de los kimonos de la madre y la niña, de los ojos rasgados y de los kana japoneses en créditos e intertítulos, todo lo demás que vemos es absolutamente occidental. Así, tenemos dos pósters de Broadway Scandals (George Archainbaud, 1929) y Gentlemen of the Press (Millard Webb, 1929) protagonizada por Walter Huston. También hay un curioso letrero que nunca vemos completo, pero que gracias a Antonio Santos (autor de la monografía sobre Ozu en Ed. Cátedra) y su agudeza visual podemos colegir que dice el dicho Two is company, three is a crowd, premonitorio y bien traído en este caso, pues justo a eso se debe el drama que contemplamos.

Ese apartamento es todo un símbolo de la época y las modas en las que se enmarca Sono yo no tsuma. Es 1930, el año en que la onda expansiva de la Gran Depresión ha golpeado a un Japón ya de por sí empobrecido a causa de diversas crisis económicas y catástrofes naturales sucedidas en los 20. Esta familia vive en la absoluta miseria, pero a la vez envuelta en esa rara estancia precaria y occidental al tiempo en la que la imaginería hollywoodiense es una especie de consuelo estético para la tragedia social de un país que, en aquellos tiempos, vivía horas bajas que se resolverán poco después en la época del tradicionalismo imperialista, equivalente a nuestros fascismos, donde todo ese gusto por lo americano -que compartía el mismo Ozu, que solía usar seudónimos anglosajones para firmar sus guiones- quedaría proscrito. Esa atmósfera confusa desde nuestra perspectiva, pero nada anómala vista en su momento, se refleja en la peculiar mezcla de géneros que contiene la película: por una parte es un filme con todos los tópicos y dinámicas del cine policial, o de gángsters, y por otro lado es un dramón casero de gente pobretona, un shomin-geki, cine social con lagrimitas. Lo cierto es que Ozu combina muy bien ambas dinámicas fílmicas sin que se resienta demasiado ni la credibilidad ni la intriga excepto, como decía antes, en un último tramo que quizá se alargue en exceso. 

Sono yo no tsuma es el Ozu que la gente no espera. Aún no está el tiro de cámara bajo, ni sus planos fijos ni nada de lo que quien le conoce de haber visto Cuentos de Tokio o Buenos Días, espera de él. Pero este fue el cine de Yasujiro Ozu durante sus primeros años, y es necesario conocerlo para comprender su evolución  y valorarla más si cabe. De hecho, puede cumplir la doble función, para quien solo conoce el Ozu tardío, de reconocer a un cineasta distinto, más de género y aparentemente convencional, por un lado. Y por el otro, darse cuenta de que Ozu ya con 28 años era un cineasta muy habilidoso, capaz de manejar a la altura de cualquier grande de su tiempo esos recursos barrocos que luego abandonaría casi por completo, como complejos movimientos de cámara, travellings a mansalva, metáforas visuales por doquier, montaje y continuidad supeditados a la acción y la agilidad narrativa, etc. Aunque por desgracia no hay versión con musiquilla disponible, la película es breve y muy entretenida y se puede ver y descargar aquí.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.

3 comentarios sobre “La esposa de noche, o La mujer de esa noche (Sono yo no tsuma, Yasujiro Ozu, 1930)

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  1. Hola tocayo
    Ese hombre «empujado» al lado equivocado de la ley y esa mujer ¿de la noche? obligada a defender su propio hogar con «una pistola en cada mano» me parecen dos personajes muy dignos para toda clase de argumentos. Si le añadimos el valor de desarrollarla, casi, en tiempo real ya tiene medio cielo ganado. Veré la peli.
    Un saludo, Manuel.
    PD. como coletazo a tu respuesta en la anterior entrada: es sabido que en nueve años y en un circulo espacial de menos de cincuenta millas nacieron Michael Powell, Alfred Hitchcock y David Lean. Para llegar a Ozu tendríamos que «ampliar un poco» el circulo… y para incluir a Kubrick dos décadas de nada.

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  2. Hola otravez
    Va tan lenta y se fija en tantos detalles que me hace pensar cosas que sé que no son; la primera vez que el medico atiende a la niña vemos como mete las cosas en su maletín -el maletín del médico de cuero debía ser universal, en tooodas las culturas- levanta el maletín, lo vuelve a posar, parece que «hay algo por decir» lo vuelve a tomar y comienza el rosario de reverencias hasta que él está en las escaleras y ella cierra la puerta. La siguiente ocasión cuando el galeno ha terminado la tarea, es ella la que sujeta el maletín como si fuese una bandeja y, sobre él, lleva el sombrero del doctor; lo acompaña hasta la puerta y, suponemos, que se lo da ya fuera de la casa. Los otros dos personajes, que son la gran variación con la ocasión anterior, parecen ignorar la escena. No pueden ser más distintas dos acciones, aparentemente, iguales.
    Tiene su gracia, y su importancia, el uso que le da a los cigarrillos, colillas, encendedores, ceniceros…
    Un saludo… para romper el hielo. Manuel.

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    1. Vaya tocayo,
      qué bien que te animaras a verla. Te confieso que no recuerdo los detalles que mencionas porque la vi estas navidades, pero sí recuerdo haber pensado algo sobre lo de los útiles de fumar.
      Cuando veo las películas que sé que voy a comentar tomo notas y es curioso, porque anoto ese tipo de cosas nimias, que luego apenas menciono cuando escribo el comentario. ¿Quiere decir algo esa diferencia de trato al médico? ¿Ves ahí una confianza entre él y la mujer de esa noche? En producciones tan precarias como estas, que no eran cutres pero sí estaban hechas bajo un régimen de producción estajanovista de ojos rasgados, a mí me ocurre que esos detalles no sé si de deben realmente a una decisión del director para insinuarnos algo o que, simplemente, la primera vez se rueda así y la segunda asá.
      Si te diré que Ozu era un tipo muy consciente y concienzudo, y se lamentaba además de que dedicaba más tiempo a preparar la continuidad que a decidir la puesta en escena. Pero claro, eso lo podría hacer después, en esta época era complicado.

      Un saludo de esta noche

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