La bella y la barba (Shukujo to hige, Yasujiro Ozu, 1931)

He aquí la película más extravagante de Yasujiro Ozu. Lo es por sí misma, por su curioso argumento, y lo es en el contexto de la filmografía de nuestro director por varios motivos. El más evidente de ellos, me temo, es que La bella y la barba no es una buena película. Me atrevería a decir que ni siquiera es interesante más allá de su curiosa trama. Alguna otra de estas primeras obras de Ozu tampoco son especialmente memorables y estarían razonablemente olvidadas por completo si no fuera por su autor, pero todas tienen interés cinematográfico, en todas se puede rastrear la habilidad de Ozu para narrar visualmente, así como su forma de tantear géneros diversos. Sin embargo, en el caso de esta película me temo que hay poco que ver. Más allá de su originalidad argumental y de algún chascarrillo acertado en forma de broma visual o frase en los intertítulos, hay que ser sinceros y admitir que Ozu apenas se preocupó por la puesta en escena y la composición. Tan solo me llama la atención su hábil manejo de la profundidad de campo en un par de ocasiones, como la agresión de una mujer a otra al principio, que valoramos a la vez que el protagonista, que la ve desde nuestro primer término.

Okajima es un estudiante que practica kendo, arte marcial que simula los antiguos combates con espada. De hecho le admira esa época antigua, de nobles y samurais, que terminó con la Era Meiji a finales del s XIX. Viste kimonos, solo baila danzas tradicionales del teatro kabuki (es decir, no baila con mujeres) y, sobre todo, luce una barba pobladísima que apenas deja ver su rostro. Esta moda en el Japón de 1931 era absolutamente anacrónica entre la juventud, así como las actitudes y los modos anticuados que gasta el pobre Okajima. Sus valores tradicionales e individualistas no casan con la sociedad moderna y admiradora de todo lo norteamericano de la que forma parte, y esto le lleva a sentir el rechazo de los demás, especialmente de las mujeres, aunque él lo lleva con alegría y la disposición más noble. Es un buenazo. Cuando le convencen de que se rape la barba de pronto todo cambia para él. Además de encontrar empleo al momento, ya no es que le rechacen las mujeres, sino que se convierte en un imán para ellas, hasta el punto de que tendrá que elegir con cuál se queda de varias… 

Concebir, planificar, rodar y estrenar un largometraje que trata de las consecuencias de tener mucha barba es algo que hoy nos puede parecer increíble, pero en aquel Japón, tan lejano, debía ser un tema de rabiosa actualidad, puesto que Mikio Naruse rodó ese mismo 1931 otra película hoy perdida de temática al parecer similar: La fuerza de un bigote, (Hige no chikara) de la que no puedo resistirme a copiar la sinopsis de filmaffinity: El espléndido bigote de Kato constituye un obstáculo a la hora de encontrar trabajo. Sin embargo, consigue un puesto de guarda de seguridad en un solar en construcción. El presidente de la constructora intenta dejarse un bigote como el de Kato y, al no conseguirlo, ordena a éste que se afeite el suyo.

Está claro que las pilosidades faciales eran un tema candente en aquellos momentos, y una buena excusa, desde luego, para montar una comedia absurda, un nansensu alrededor de una barba postiza. Aunque el resultado, personalmente, me parece la peor película de Ozu y no le veo el valor cinematográfico, sí que es interesante desde el punto de vista antropológico,  y es que su ridículo argumento refleja a la perfección el momento histórico en el que vivía Japón, metido en una especie de vorágine desarrollista y occidentalizante que, por contraste, provocó una feroz reacción imperialista. Okajima simboliza la nobleza y los valores de ese Japón pasado que, aunque es objeto de burla y casi rechazo por parte de toda la juventud, en el fondo es tratado con cierto cariño y mucho respeto. De hecho Okajima es un personaje interesante del que Antonio Santos dice con buen criterio que es una especie de Quijote y Sancho Panza a la vez. Yo no descartaría que Ozu -bueno, su heterónimo James Maki, que es quien firma el guion- tuviera este símil muy presente. El Quijote -libro- ya lo vimos aparecer en Días de juventud, y nos lo encontraremos en más ocasiones, por lo que la admiración del director por nuestro loco hidalgo es posible que alimentara la concepción de nuestro barbado protagonista. Como Don Quijote, Okajima salva a damas en apuros, vive en un tiempo heroico fantasioso y pasado y sus intenciones son nobles. Pero, como Sancho, busca y disfruta de los placeres terrenales y, al contrario que su amo, se adapta a las circunstancias y cede en hacer lo que haga falta -afeitarse y vestir traje- para conseguir su ínsula. Otras escenas curiosas son las dedicadas a glosar la grandeza de los grandes barbados que en el mundo han sido. De hecho están por ahí colgados retratos de Abraham Lincoln y de ¡Karl Marx!, que por cierto chupa bastante cámara.

Okajima se afeita y triunfa, pero su triunfo es agridulce, pues al fin y al cabo ha pasado de ser un aclamado kendoka, y un guardián de las esencias niponas, a ser un vulgar recepcionista, una hormiga más de la colonia. Pero bueno, como esto es una farsa desenfadada a nadie parece preocuparle mucho nada. 

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.

7 comentarios sobre “La bella y la barba (Shukujo to hige, Yasujiro Ozu, 1931)

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  1. Hola tocayo
    Me has recordado que nosotros también tenemos un «mito peludo»: Sansón; mientras tenía el pelo largo conectaba con dios y era invencible, la pérfida Dalila (Lamarr) utilizó sus tijeras (seguro que Sansón pensaría: con lo a gusto que estaba yo en mi kabuki) y… ya sabemos el resto. Creo que la historia da para jugar a las diez diferencias con esta «La bella y la barba». Porcierto, ¡Qué fácil lo tienen estos anglos! Ellos dicen «The Beauty and the Beast» o «The Beauty and the Beard» y nosotros empezamos «La Bella y el Bestia», no «El Bello y la Bestia», mejor «La Bella y el Barbas» o, tal vez, el Bello Barbas.
    Un «the» saludo (con pastitas, please), Manuel.

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    1. Hola tocayo,
      esto lo escribí hace ya tiempo y no lo recuerdo con seguridad, pero me parece que en la película se mencionaba a Sansón y a otros barbados ilustres. Lo el inglés no lo veo yo tan ventajoso, que las ambigüedades gramaticales me ponen muy nervioso.
      Sírvete un té con barbas, que yo pongo la pasta.

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  2. Mientras leía la descripción del argumento me vino a la cabeza la película perdida de Naruse, cuyo argumento leí hace tiempo atraído por su maravilloso título («La fuerza de un bigote», ¿cómo resistirse a algo así?), pero veo que ya la conocía.
    Es curioso cómo en esa época la barba era anacrónica y se consideraba que quitaba belleza, cuando hoy día es al revés y la barba se ha convertido en signo de identidad de hipsters y el comodín para gente no muy agraciada, que le hace parecer más interesante. Lo cual no quiere decir que todo barbudo sea hipster o poco agraciado, claro, que no se ofenda nadie.
    Esta semana me ha hecho pasar un buen rato leyéndole sobre dos películas que no tienen pinta de ser muy buenas (la otra la de Wellman) y de que no me harán pasar un rato mejor de lo que me ha ofrecido usted con su descripción. ¡Gracias!

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    1. Bueno Doctor, le tengo que confesar que lo de Naruse lo puse porque muy casualmente leyendo un post suyo vi en el twitter de su cuñado Hulot una mención a ella justo el día que tenía que escribir sobre esta. No mencioné la fuente esta vez por no alargar más la entrada, no me denuncie usted.
      Que por cierto los títulos de las pelis de Naruse puestos así en fila india forman un poema dadaísta bastante curioso.
      Me alegro mucho de que le compense leer sobre películas malas. No es muy placentero escribir sobre ellas, pero a todo se acostumbra uno, excepto a la barba, que pica, por eso jamás me la he dejado, y eso que lo mismo me vendría bien por las razones que usted comenta, y no me refiero al hipsterismo.

      Un abrazo

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      1. Pero hombre, amigo Manuel, no hay ninguna necesidad de citar como fuente un tuit, y menos de mi amigo Hulot, que es un trozo de pan y no un genio del mal como yo. Al contrario, celebro que esa mención que hizo de forma espontánea por allá le haya permitido conocer ese título y compartirlo por aquí.
        Sobre las películas perdidas de Naruse, creo que algún día podríamos hacer una competición con nuestros títulos favoritos, porque hay mucho donde escoger. Hoy día mis favoritos serían (sin contar el bigote):

        Primavera apolillada (1932)
        Señoras, cuidado con sus mangas (1932)
        El peinado de mi novia (1933)
        Dos ojos (1933)
        Crónica de unos recién casados desvergonzados (1930)

        Un saludo.

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  3. Película extraña y comparto su opinión sobre su ridículo argumento. Pero yo como barbudo de pro, no he podido evitar cogerle cierto cariño al protagonista en su faceta tanto de hidalgo como de Sancho Panza. En fin, cine curioso este de Ozu.
    Saludos.

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  4. Hola Bill,
    desde luego es digno de elogio tu afán completista, porque esta es sin duda la más prescindibles de las pelis de Ozu. Ahora que si la has visto por compañerismo barbado, allá tú con tus cosas. En mi caso, ya le decía al Doctor por ahí arriba que jamás me he dejado barba ni sé cómo podéis aguantarla… «Cauno con sus caunás», que se dice en mi tierra.
    Un saludo!

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