La pista del terror (The Ring of Fear, James Edward Grant y William Wellman, 1954)

Esta mezcla fallida de thriller policíaco y espectáculo circense rodada en Warnercolor y Cinemascope pertenece a dos categorías muy particulares. La primera, el grupo de películas dirigidas en gran parte por Wellman en las que su nombre no aparece en los créditos. Ya hemos hablado de las otras: La fuga de Tarzán, Hembra, y Viva Villa!. Por supuesto trabajó en muchas otras producciones ocasionalmente, como era costumbre entre los directores a sueldo de las majors, pero estas son las que se le atribuyen oficialmente como no atribuidas por ejemplo en IMDB. La otra categoría me la he inventado yo y, afortunadamente, cuenta con pocos filmes integrantes porque no suele apetecerme perder el tiempo escribiendo sobre pelis malas. Me refiero a la categoría bodrios del ayer. Porque Ring of Fear es un bodrio de mucho cuidado y no precisamente por culpa de Wellman, como veremos, que hizo lo que pudo por salvarla y que llegara a estrenarse. Y la cosa es que hizo buena taquilla aunque hoy, con razón, esté olvidada.

Se trata de otra producción de la compañía Batjac, que formaron John Wayne y Robert Fellows, quienes llamaron a Wellman, que descansaba ya del rodaje de The High and the Mighty, para desfacer el entuerto en que se había convertido esta película. La idea original era remedar descaradamente El mayor espectáculo del mundo (Cecil B. DeMille, 1952) con un perfil de producción más bajo. No habría estrella alguna, sino que el gancho para el espectador serían la aparición de Clyde Beatty, famoso domador de fieras por aquel entonces y dueño del circo del que la peli entera es un publireporteje, y de Mickey Spillane, un famosísimo escritor de novelillas detectivescas del momento, que también se interpretaría a sí mismo. De hecho el nombre del actor Sean McClory, que interpreta al protagonista real de la historia, un asesino loco, apenas se adivina en el cartel de lanzamiento.

Aunque esto es un poco especulación mía a partir de lo que he investigado, creo que fue Robert Fellows, amigo personal de Spillane, quien debió poner en marcha el proyecto contando con la participación en pantalla del escritor y el afán publicitario de Beatty, que al poner su propio circo a disposición de la productora allanaba el terreno en todos los aspectos, incluso en el logístico, pues casi toda la película está rodada en exteriores en la ciudad de Phoenix, en el campamento donde la trupe pasaba el invierno ensayando los números de la temporada siguiente. Ya que se ahorraba en actores sin estrella alguna en el cartel, por qué no ahorrar también en el director, así que se lo ofreció la realización a un guionista de confianza de John Wayne, James Edward Grant, autor del libreto original, en el que metió la mano el mismo Spillane a cambio de un Jaguar (el coche), pero no me queda claro si antes o después de que Wellman se hiciera con el proyecto, porque las fuentes se contradicen en esto.

Lo que ocurrió fue que Grant, que ya había dirigido un western de Wayne que no he visto, Angel and the Bad Man (1947) que al parecer quedó potable, esta vez lo hizo todo muy mal, hasta el punto de que, temiendo que Warner se negara a distribuir semejante bazofia, llamaron a Wellman. Este debió ver el material y quedarse igualmente tan espantado que se ofreció a apañarlo como pudiera sin cobrar y sin aparecer en los créditos. Que Wellman, un hombre bastante pesetero -en mi opinión el gran fallo de su carrera- renuncie a la paga creo que se puede entender si conocemos el contexto. Hay que recordar que él venía de trabajar en proyectos de Dore Schary en la MGM y que abandonó el estudio para irse con Wayne precisamente porque se consideraba maltratado y relegado injustamente a producciones de segunda categoría, si no directamente clasificables como serie B, como la estimable pero pobretona My Man and I, cosa que llegó a ofenderle personalmente. Ahora que había rodado The High and The Mighty, que le había quedado estupenda y tenía aire de gran producción, quiero pensar que prefirió no tener nada que ver con Ring of Fear por una simple cuestión de prevención profesional y conservación del prestigio. De todas formas, hay que decir que Wellman sí terminó ganando dinero con la película, y además bastante por su buena taquilla, ya que Wayne, en una fiesta de final de rodaje o de preestreno, estando un poco achispado –Happy and gay, dice Wellman-, le firmó en una servilleta un contrato en el que se le ofrecía un porcentaje de la taquilla como compensación, pensando quizá que cualquier porcentaje de 0 era asumible para su productora.

Ring of Fear, que encuentro traducida como La pista del terror o El círculo del terror, tiene la siguiente sinopsis: un tipo de origen irlandés (por si quedaran dudas se llama Dublin O’Malley) que hace unos años trabajaba como director de pista en el circo de Clyde Beatty, se fue de allí para combatir en la IIGM, de la que volvió trastocado hasta el punto de tener que encerrársele en un psiquiátrico militar por sus tendencias asesinas. Allí se ha obsesionado cada vez más con el recuerdo de Valerie (Marian Carr), hermosa trapecista de la que estuvo muy enamorado. También rumia algún tipo de venganza contra Beatty porque, ojo al dato, ¡le quitó un tigre de encima!, lo que provocó el cachondeo del personal circense e hirió mucho su siniestro ego. Dublin logra escapar del psiquiátrico y, tras tirar a un desgraciado transeúnte, al que pone sus ropas, delante de un tren para que le confundan con él, llega al circo de Beatty y se dedica a sabotearlo usando como mano ejecutora a un pobre payaso borrachín que le confesó una vez un crimen pasado que Dublin usa para chantajearle. A la vez que se deja caer por allí entra en contacto de nuevo con Valerie que ha tenido una hija que podría ser suya por edad. Sin embargo ella se ha casado con su compañero de número circense, un trapecista francés que se llama Armand Saint Denis, porque haberle puesto Napoleón Eiffel hubiera sonado gabacho.

Para investigar el sabotaje llega al circo Spillane, el escritor-detective, que se presenta en una escenita desopilante, y que por cierto es un actor pésimo. Además de actuar mal en algunas escenas se le ha dirigido de forma patética (quiero pensar que son las tomas rodadas por Grant) pero bueno, tras diversas peripecias, como es previsible, la verdad saldrá a la luz y las garras del destino alcanzarán al malo.

Según cuenta Wellman, lo que hizo básicamente es prescindir del material innecesario de Grant y rodar muchas más escenas del espectáculo en sí, números de circo que deben suponer como el 60% del metraje. Y aunque no me interese especialmente este espectáculo, les digo en confianza que es la mejor idea que pudo tener: eliminar casi la trama detectivesca y marginar a los personajes de ficción y sus patéticas escenas hasta convertirlos en una atracción paralela. De hecho la peli se presenta a sí misma como un homenaje al circo, y se abre y cierra imitando descaradamente el filme de DeMille, como decía antes, mostrando la llegada y partida del circo a la ciudad con el comentario de una voz en off. Tras esto, exceptuando la fuga al principio de Dublin y el clímax final, toda la película es una especie de sucesión de 1: número circense, 2: acechanza del malo, acosando a su ex o chantajeando al payaso viejo, 3: escena de Spillane o de los jefes del circo, en relación con el sabotaje y la investigación, 4: escenita patética protagonizada por un chaval mejicano medio idiota que es como la mascota humana del circo o bien sonsorajante escena protagonizada por Spillane mirando o diciendo idioteces a alguna artista del circo… Y vuelta a empezar. Las fases 1 y 2 suelen durar más que las 3 y 4, seguro que por decisión de Wellman. Y es que todo, excepto los números circenses y los últimos minutos, más elaborados, está rodado mal, muy mal. Hasta los actores están mal colocados en el encuadre en según qué momento, no se aprovecha el scope, los diálogos son artificiosos, las personalidades de cada personaje son planas y grises como la mar en calma y, en fin, que se agradecen mucho los números de circo, por lo demás espectaculares y simpáticos. 

Especial atención merece el número central de la película, indisimuladamente largo, en el que Beatty se encierra con unos cuantos leones a los que deja postrados cuales lindos gatitos tras mucha silla, mucho látigo y mucha bala de fogueo. Por lo visto Beatty no quería meter a uno especialmente fiero para asegurar el rodaje de la escena, pero Wellman le invitó a arriesgarse, o quizá invitó al león a entrar en la jaula de improviso, no lo tengo claro, pero lo cierto es que el número es espectacular y llamativo. Mirando por ahí, por cierto, he visto que unos años después el famoso domador tuvo un problema en el programa de Ed Sullivan. La jaula que le habían preparado era demasiado pequeña y él se lo advirtió al mítico presentador que básicamente le dijo the show must go on y al final hubo problemas serios con las fieras, incontrolables. Lamentablemente no he encontrado este vídeo, pero sí una curiosa página, circopedia, en la que pueden ver el número de la película completo

En fin, creo que no haré más sangre de esta película fallida, Habrá que sacar de la pista central a Ring of Fear y dejarla descansar. Si dan con ella alguna vez sí les aconsejo que le echen un ojo sin exigencias, por curiosidad. Hoy en día esos circos basados en la explotación animal, como el de Clyde Beatty  supongo que ya no existen, o no con ese nivel de despliegue logístico -¡ocupa todo un tren!- y en ese sentido al menos Ring of Fire queda, igual que otras pelis del subgénero, como documento de un espectáculo ya casi extinto. Por ejemplo, gracias a ella he aprendido que a los elefantes se les afeita con soplete. 

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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2 comentarios sobre “La pista del terror (The Ring of Fear, James Edward Grant y William Wellman, 1954)

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  1. Hola tocayo
    Desde luego los cincuentas fueron la edad de oro del circo y de las pelis «con circo». Es clarificador que el cartel invoque en primer término al dueño y su gigantesco circo de ¡Tres Pistas! y le siga un ambiguo rotulo sobre el siguiente gancho; eso de ¡Ahora es estrella de cine! no creo ayudase a vender entradas. No tan raro que el prota representando un «asesino loco» fuese puesto «a la sombra».
    Un saludo, Manuel.

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  2. Mira tocayo que para documentarme volví a verme la de DeMille, que tampoco es que me apasione pero claro, es un producto serio. Y es que con el circo me pasa un poco como con Tarzán, que es de esas cosas que a los niños les han gustado pero que a mí me han dado siempre un poco lo mismo. De hecho conozco «Trapecio», por ejemplo, por recuerdo infantil, pero nunca me ha dado por verla de nuevo, con lo fan que soy de Burt Lancaster.
    Será que nunca me ha rugido ni un león ni una leona lo suficientemente cerca. O que no me afeito con soplete.
    Un abrazo del oso

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