Las hierbas errantes (Ukigusa, 1959)

El cine de Yasujiro Ozu está repleto de reciclaje, auto-homenajes y temas que en una espiral -cada vez más prieta, conforme avanza su filmografía y se hace mayor- repite. Esto lo hemos visto ya al hablar de He nacido pero… y sus préstamos a la posterior Buenos días, y ocurre en otros casos futuros que veremos. Sin embargo, esta es la única ocasión en la que Ozu repite la misma historia, casi bajo el mismo título y con una trama que apenas varía entre la versión muda y la sonora. Quizá sea mejor contar esto, la historia en sus trazos gruesos y sin desvelar el final, para conocer el hilo narrativo sobre el que haremos equilibrios, más tarde, en las demás cuestiones que alejan y separan a estas dos maravillosas películas.

A un pueblo pequeño y remoto llega una compañía de actores y actrices que se llaman compañía kabuki, pero que en realidad forman una pequeña troupe mediocre y menesterosa, un conjunto de cómicos de la legua nipones que, como los españoles quizá soñados por José Sacristán-Carlos Galván de El viaje a ninguna parte, van de un lado a otro, como esas hierbas errantes o flotantes que no llegan a prender en tierra alguna. El patriarca y director de la compañía nada más llegar y publicitar algo la primera función se va a un bar que regenta una mujer madura que le recibe con especial complicidad. Se trata de una antigua amante con la que hace ya unas dos décadas tuvo un hijo que ahora se acerca a la vida adulta. En la versión antigua se dispone a marchar al Ejército Imperial, para quizá morir en la China ocupada, o más tarde en la Guerra del Pacífico. En la versión moderna, de 1959, se dispone a estudiar electrónica para quizá dedicarse después a montar radio despertadores, o televisiones, o cualquier cachivache barato y eficiente que contribuya al milagro económico de este tiempo. En cualquier caso es un chico aplicado, muy sensato, que ignora que su verdadero progenitor es este comediante al que conoce de otras visitas anteriores y llama “tío”, pues su madre le dijo que su padre natural murió siendo él pequeño.

Aunque varía la fluidez con la que se precipitan los acontecimientos, mucho mayor en la versión muda, más breve, finalmente la actual amante del padre, actriz de su compañía, averigua que su hombre está visitando a su vieja amiga del bar y, celosa, se propone emponzoñar esta relación que ella cree amorosa, aunque esas visitas son sobre todo para pasar horas con su hijo compartiendo aficiones como el juego o la pesca. Para ello, la amante actual convence a otra joven actriz de la compañía para que seduzca al hijo. Este se enamora perdidamente, y a su vez conquista a la conquistadora, heredero como es de los genes donjuanescos del padre, así que se hacen ellos, también, pareja amante. Cuando esto llega a oídos del padre/tío ambos mundos, el de los teatreros ambulantes y el de la honrada familia sedentaria, se entrecruzan. Surge el conflicto y unos se quedarán en el pueblo y otros, hierbas errantes, lo abandonarán y se marcharán en un tren, lo mismo que el resto de los integrantes de la deficitaria compañía que, entretanto, se ha disuelto por ruina.

¿Por qué dos Ukigusa?

En 1959 Ozu se encontró con que había podido filmar y estrenar Buenos días antes de lo previsto, apenas en verano. Esto le libraba del compromiso de hacer una película al año que tenía con Shochiku, su productora habitual -solo la abandonaría en dos momentos muy puntuales de su carrera, este y anteriormente con el rodaje de Las hermanas Munekata para Shintoho-, así que, para devolver el préstamo que Diaei había hecho a Ozu de la actriz Fuyiko Yamamoto en Flores de equinoccio, se prestó a dirigir para la entonces muy exitosa empresa habitual de Mizoguchi, Naruse y Kurosawa esta historia de hierbas errantes o flotantes. Quizá pretendía, trabajando para ellos, abrirse camino en el mercado internacional, o al menos darse a conocer en los festivales europeos, pues fue la Daiei la que nos acercó en aquella década a los maestros citados. En cualquier caso nada de eso sucedió y Ozu prefirió reutilizar una vieja historia de 1934 quizá porque su ambiente rural y casi intemporal se plegaba mejor a las pretensiones más o menos explícitas de la Daiei, de que rodara para ellos un jidai geki, una película de época que, como sabemos, no eran del gusto de Ozu.

Esto que digo es lo que defiende Antonio Santos en su monografía y es muy sensato. Añadimos que, al fin y al cabo, tenía que producir y rodar la película en un tiempo razonable para volver con el año nuevo a su rutina habitual en Shochiku. Como Ozu tardaba unos dos meses en crear sus guiones junto a Kogo Noda, es posible que pensara que buena parte del trabajo ya estaba hecho, pues realmente del argumento apenas cambian algunos detalles circunstanciales, que iremos viendo, como que la amante del jefe de la compañía no conoce la paternidad de este en la del 59, lo que retrasa algo la trama, y sí en la del 34. Solo había, pues, que escribir los diálogos, retocar a unos personajes condicionados por el casting de cada época y enmarcar la producción artísticamente, adaptándola al color, el sonido y la forma actual de entender el cine tanto de Ozu mismo como su público.

Saltos en el tiempo

Aunque el compromiso de este especial sobre Yasujiro Ozu es el de ir presentando sus films según su orden de estreno, vamos a hacer una excepción y dedicaremos un solo apunte, a modo de sesión doble, a las dos versiones de Ukigusa. Como la de 1959, por estar hecha fuera de Shochiku y por su carácter rural y poco apegado a la actualidad, es en sí misma peculiar, casi un exotismo en el Ozu de los años finales, creo que no pasa nada por hablar de ella ahora, junto con su hermana pequeña, o mayor. De hecho el pecado contra el tiempo será doble, pues dividiré el estudio en dos partes y hablaré primero, a partir de ahora, de la nueva, la segunda, la del 1959, y dejaré para la próxima ocasión la primera, que creo que merece más espacio y atención, así como un esbozo de comparación crítica entre ambas.

Hierbas flotantes, o errantes (Ukigusa, 1959)

Aunque la sinopsis de arriba sirve igual para ambas versiones, las pequeñas diferencias se apelotonan entre ambas, y alguna dejaremos en el tintero, para no hacernos pesados. Por ejemplo aquí se ha borrado el Monogatari, Historias, del título, y, asimismo se han cambiado los nombres de buena parte de los protagonistas. En la versión moderna el director de la compañía, viejo conquistador y padre de incógnito es Komajuro, que interpreta Ganjiro Nakamura, antigua estrella nacional del kabuki -aunque curiosamente no aparece caracterizado en la película- a sueldo de la Diaei, y que pudimos ver en Los bajos fondos de Kurosawa y algunas obras maestras de Naruse, como Nubes de verano o Cuando una mujer sube la escalera. Aunque su trabajo en Ukigusa es sobresaliente, su personaje varía mucho respecto al de la versión muda, y en mi opinión es, junto al aspecto visual, claro, y la más sobria puesta en escena de Ozu, un factor que transforma el tono de la película casi por completo, haciendo que se deslice hacia la comedia, por momentos la farsa. Y es que Komajuro es un hombre bastante mayor, poco agraciado, y tiene una personalidad demasiado bufonesca, impredecible y volcánica. Personalmente, me parece el protagonista más desagradable de toda la obra de Ozu. Esto, que no es malo por sí mismo, condiciona, como digo, todo el transcurrir de la narración, cuyo magma dramático en algunos momentos no sabemos si quema, o si está frío.

En general en esta versión moderna Ozu ha matizado, y mucho, la intensidad emocional de la vieja. Más acorde con su forma de ver las cosas a estas alturas de su filmografía, en Ukigusa los hechos, las conversaciones, las anécdotas, son menos trascendentes que el poso que dejarán en el futuro que se nos hurta, hacia el que se dirige al final un tren como en tantas historias anteriores. Hay sin embargo una peculiar excepción a esto, que son las singulares escenas amorosas entre el hijo, Koji, y la joven actriz. Hay entre ellos besos apasionados y tensión erótica moderada, pero explícita, casi inaudita en el cine sonoro de Ozu, que como excepción agradan y nos hacen sonreír por su tierno acartonamiento.

Otras anomalías de Las hierbas flotantes respecto a las películas coetáneas de Ozu son, como decíamos, su ambiente rural, o su brillante colorido, especialmente luminoso gracias al trabajo de fotografía de Kazuo Miyagawa, otro contratado en Daiei, y al proceso de color de la productora, que deja un resultado más vívido que el adusto agfacolor usado hasta entonces en Shochiku. Aunque inmediatamente reconocible por su tiro bajo de cámara, la frontalidad, los planos-almohada, etc, cuando uno ve por primera vez esta película tiene la sensación de que hay algo distinto en ella, que es una especie de paréntesis en la filmografía de Ozu, y las razones son las que venimos contando, y alguna más.

Del hecho de que sea un remake de sus más tremendas cintas de los 30 queda también la inusitada violencia tanto verbal como física entre amantes, por ejemplo en la hermosa secuencia bajo la lluvia en la que discuten, heredada de la primera versión, como en los empellones y las tortas que padre e hijo se atizan, lo mismo que en la antigua, pero aquí magnificado por la mucho mayor diferencia de edad entre ambos. Quedan otras peculiaridades de este film por explorar, así que les invito a verlo por ejemplo aquí y a que juzguen por ustedes mismos.

Y ya que enjuiciamos, déjenme confesarles que esta película no está ni mucho menos entre mis predilectas de Ozu. Un notable alto le pondría yo, siendo objetivo, pero por todo lo arriba expuesto y, sobre todo, por comparación con su predecesora, que me parece una maravilla entre las maravillas, siendo quien soy le pondría un notable bajo. Es por esto que hablo ahora de ella y que dejo para la segunda todo lo relativo al significado de la historia, la profundidad de la mirada de Ozu y cómo se cuela, con su cámara a ras de suelo, por los recovecos del alma y de la luz en su Historia de la hierba errante, o flotante, de 1934, que es muda pero dice mucho más que esta comedia colorida de la que lo que más me gusta, no me puedo ir sin citarla, es la entrañable Haruko Sugimura en el papel de viaje amante y joven madre,  y que después del primer beso el rostro de su hijo, turbado, queda en sombra.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.

4 comentarios sobre “Las hierbas errantes (Ukigusa, 1959)

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  1. Hola tocayo
    Como tienes dos versiones para elegir nos pones de entremés la más moderna -más ligera- y ya tocará el plato fuerte.
    Me ha sorprendido comprobar que, si en la primera versión el retoño se encaminaba a engrandecer el Imperio vía propia carne, en la segunda contribuirá a retomar la senda imperial por la revolución tecnológica. Doble acierto de guión sobre el futuro más próximo.
    Un saludo, Manuel.

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    1. Hola tocayo,
      es verdad que la segunda, la primera, me parece mucho más bonita, pero ya te adelanto que la hoja dominical que le corresponde no tendrá mucha chicha, porque me cuesta bastante hablar, a veces, de películas que me gustan mucho porque es como si las emporcara describiendo lo obvio. Eso sí te recomiendo que la veas, en el enlace del recuadro rosa está.
      Los aciertos de guion no me parecen sorprendentes, sino el reflejo natural de dos momentos históricos que aprisionaban con botas militares primero, de trabajo después, a esta sociedad-hormiguero.
      Un abrazo descalzado

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  2. No conozco la primera versión de esta obra del maestro pero con todo lo que dices sobre ella, no tengo otra opción que conseguirla sea como sea ( hierva herramientas es de mis predilectas)
    Saludos

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    1. Hola Ronald,

      puede ser que veas la primera y te guste menos que la más nueva, sobre todo si no estás acostumbrado al cine mudo japonés y su peculiar naturaleza. A mí me parece, como digo arriba, mucho mejor, en cierto sentido más natural y honesta. Además, como me estoy revisando la filmografía de Ozu desde el principio, los actores y actrices de la del 34, aunque desconocidos hoy, son en estos meses un poco como mi familia, en especial el protagonista y la que interpreta a la vieja amante, los excepcionales Takeshi Sakamoto y Choko Lida, por no hablar de «El pilluelo», Tomio Aoki, el niño revoltoso de He nacido pero… y otras, que también tiene su papel.
      Si la quieres ver la tienes en el enlace a «Internet archive» del recuadro rosa.

      Chao!

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