Se debe amar a la madre o Amad a la madre (Haha wo kowazuya, Yasujiro Ozu, 1934)

No has nacido de un repollo, dice la entrañable Choko Lida en su breve intervención, que se reduce apenas a ese minuto ya casi al final de Se debe amar a la madre. Se lo espeta a Sadao por lo borde e injusto que es con su madre adoptiva, como luego veremos. Entre un repollo y una madre, es verdad, suele haber un trecho, pero Sadao no termina de verlo y alguien tenía que recordárselo. De esta cinta nos faltan las bobinas primera y última, aunque la copia disponible nos aclara lo que sucede en ellas. Vamos con la historia completa.

En el primer rollo perdido se veía una reunión familiar en la que el padre proponía una ilusionante excursión playera para alegría de su querida mujer, Chieko (Mitsuko Yoshikawa), y de sus dos hijos, Sadao y Kousaku. Sin embargo, cuando empieza la película conservada han pasado unos días y estamos en el colegio de los niños, a los que se informa de que algo grave ha sucedido. Y es que el padre se ha muerto, ya no hay playa que valga. Pasan unos años y tenemos a dos chavales a punto de abandonar la adolescencia. Entonces, cuando Sadao, que es el mayor, solicita entrar en la universidad, al ver su partida de nacimiento descubre que Chieko no es su verdadera madre, pues esta murió siendo él bebé, aunque le ha cuidado como a su propio hijo. El resto de la película no es necesario que lo cuente. Básicamente es una sucesión de situaciones que, hasta la edad adulta de los hijos, provocan un conflicto que no termina de sellarse nunca entre Sadao y su madre. Y es que ella, para compensar de alguna manera no haberle parido y haberle ocultado su origen, le mima más que al pequeño. Es capaz por ejemplo de dejar al suyo sin ir de excursión por Izu (donde por cierto, esto es un paréntesis, Shimizu rodaba sus grandes películas de exteriores, como Arigatou-San, 1936) para darle al adoptivo dinero para que un amigote suyo le pague a una camarera/amiga/prostituta/no sé muy bien qué, sus deudas.

Tras varios conflictos de este tipo Sadao va distanciándose más y más de su madre, y termina dándose a la mala vida entre camareras/prostitutas/no sé muy bien qué, hasta que algún sucedido y las sabias palabras de Choko Lida provocan un final de reconciliación y mudanza que ocupaba el último rollo, hoy perdido.

Esta película no dejó buen sabor de boca a Ozu por dos motivos. El primero, que su padre falleció durante el rodaje, como ya dijimos en otro comentario. El otro es que el argumento se retocó para incidir más en el conflicto entre hermanos y madre, cosa que al director no le parecía muy interesante pero al público de la época sí, pues se pirraba por historias de madres, como sabe cualquier aficionado principiante al cine clásico japonés. En nuestro escrito sobre Corazón vagabundo decíamos que la figura paternal, en Ozu, suele ser un tipo fallido o con problemas para cumplir con su función patriarcal. La madre en Ozu, sin embargo, decíamos allí y repetimos aquí que, sin excepción apenas, e incluso cuando no es madre natural, como Chieko y otras que veremos, suele representarse como un ser íntegro, bueno, siempre adorable, mujer siempre dispuesta y siempre capaz. Es la sociedad, o los hijos, o el marido, lo que falla siempre y provoca la distorsión dramática, como hace aquí Sadao, con su empeño en renegar de su madre porque sea adoptiva. Además de que esto cumpla con los tradicionales roles de parentesco de entonces, claro, hay que tener muy presente que en la época eran estas madres con hijos mayores y marido esclavizado en su trabajo las que ocupaban buena parte de las butacas y que Shochiku fue siempre quizá la más familiar de las productoras japonesas. Vamos, que se hacían estas películas para que el público femenino disfrutara a tope de ver su mejor versión en pantalla. Por cierto que el otro gran grupo de asistentes a las salas de proyección eran los estudiantes, por eso ven ustedes que casi todas estas primeras películas de Ozu vienen con ración de pizarra y uniforme. 

Se debe amar a la madre (también se traduce como Amad a la madre, pero me gusta cómo retumba el otro título, más kantiano) es un ejemplar mejunje de los dos mundos, el de las madres y el de los estudiantes y sus francachelas, pero en mi opinión no termina de funcionar bien, y termina siendo una de las películas menos importantes de Ozu.

En el nivel visual y cinematográfico todo es precioso y, ya, puro Ozu. De hecho hay 3 ó 4 travellings que, si en cintas anteriores se veían fluidos y convenientes, aquí ya chirrían, y son tímidos y funcionales. Los decorados, sencillísimos, están llenos de equilibrio y hermosura. Vuelven algunos carteles occidentales, como el de Rain en la versión de Milestone, la que más me gusta a mí, uno que parece una especie de cruz de luz sobre un templo y otro, de nuevo, del cervantino personaje universal, si bien esta vez luce en el póster un afrancesado Don Quichotte. En el paroxismo de la cartelería, Ozu llega a montar una pequeña secuencia de planos almohada formado en exclusiva por estos afiches.

Los entendidos en Ozu recuerdan esta película por una peculiaridad, y es que incluye varias elipsis de años. Las historias del maestro suelen suceder en un tiempo muy concreto de días, si acaso semanas. Y aunque le encante usar elipsis narrativas, Ozu no fue nada amigo de los saltos temporales, por lo que las pocas películas de su filmografía que forman capítulos muy espaciados entre sí son enseguida recordadas. La otra que incluye un gran salto temporal es Había un padre (1941), pero en Se debe amar a la madre hay al menos tres de varios años.

El caso es que entre unas cosas y otras, Se debe amar a la madre no es una película que se deba amar. Si acaso se la puede amar todo lo que se pueda amar a un repollo, pero no mucho más. Su gran problema es que incurre en una estructura en bucle que termina haciéndose pesada, y es que cuenta una y otra vez el mismo conflicto repetido de varias formas, y cansa. Sí tiene, sin embargo, bastante valor desde el punto de vista crítico, porque en ella se aprecia muy bien que hay un Ozu asentado totalmente en cuanto a su estilo de puesta en escena que aún, sin embargo, no termina de afilar, para herirnos con ella, su especialísima forma de narrar las historias, dejando vacíos, insinuando sin aspaviento alguno. 

La mejor parte de la película, a mi entender, es precisamente la que mejor anuncia ese Ozu definitivo que cuenta las cosas a su manera. Me refiero a los primeros minutos, en los que se comunica a los niños en el colegio que algo -la muerte del padre, que no se les comunica literalmente- ha ocurrido en casa. Si no quieren ver la película entera, pecado disculpable, sí les invito a dedicar unos minutos, apenas 4, a estos momentos en los que los niños descubren que han perdido a su padre conversando con un jardinero, tras las ambiguas condolencias de sus maestros. Verán de qué forma tan humana y tan peculiar a la vez Ozu nos transmite esta información. Qué ritmo tan especial tienen esos minutos, tanto los andares de los chicos como el montaje del film. Hay algo especial en esa especie de leve ralentización de la realidad, como especial es ese truco tan propio de Ozu que es convertir recursos de la comedia pura, del nansensu, en dolorosos momentos llenos de tragedia y dolor, como la retirada marcha atrás de los hermanos al caer en la cuenta de que el padre ha muerto y de que solo les queda la madre. Que ella vale más que un repollo aún quedan años de vida ficticia, hora y pico de película, mucho convencionalismo lacrimógeno, para que el tontolaba del mayor lo asuma de una vez por todas.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.

2 comentarios sobre “Se debe amar a la madre o Amad a la madre (Haha wo kowazuya, Yasujiro Ozu, 1934)

Agrega el tuyo

  1. Hola tocayo
    Me suena eso del origen «vegetal» de la vida pero también se podría decir que a Sadao la «berza» le duró más allá de la adolescencia.
    También fue mala suerte que se perdieran el inicio y el final de la peli que es, parafraseando, dónde «un film se la juega». Un principio que enganche y un final que no decepcione debería estar en el escudo de armas de todos los «Sadaos» que en el mundo somos.
    La joven, con esa forma de agarrar el cuello de la botella, parece sacada de un anuncio de «Veterano». Me voy antes de que el alcohol delate mi final. Un saludo, Manuel.

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    1. Hola tocayo,
      Pues yo pienso que no se perdió gran cosa con las dos bobinas faltantes. La última, conociendo el final y viendo lo pesadito que se había vuelto el asunto. Como para no agarrarse a las botellas.
      Quizá la primera sí que hubiera sido interesante, porque en ella habríamos visto al padre y para mostrar la complicidad de los niños con él seguro que había preparado alguna cosa bonita que por desgracia se ha perdido.
      Un saludo en dos bobinas!

      Me gusta

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