
Hoy hablo de dos películas que, aunque coinciden en su naturaleza industrial, género, tema, y casi en su estructura y argumento, son muy distintas entre sí, y verlas una junto a otra nos ayuda a distinguir entre dos formas de hacer cine que se fueron sustituyendo la una a la otra por esos últimos 50 y primeros 60 del boom televisivo. Curiosamente la más antigua, Murder by contract, quizá sea la más moderna, mientras que Blast of Silence, siendo posterior, parece anterior.

En ambos casos nos encontramos ante clásicos de la serie B. Como pelis de relleno, ambas coinciden en esos rasgos entrañables que lo delatan: son muy breves, para empezar, y las aptitudes y el carisma de actores y actrices en general son muy limitados. Están rodadas sobre todo en escenarios naturales, y aparentemente sin pedir permiso a la autoridad competente ni por supuesto contratar extras ni organizar profesionalmente el rodaje, pues mucho transeúnte mira a cámara, el equipo se refleja en coches y escaparates, etc. Los guiones de ambas, poco trabajados, son muy pretenciosos pero caen en tiempos muertos narrativos donde la acción se atasca, los diálogos son mejorables, los finales previsibles… En fin, son pelis negras de serie B, y lo atractivo y curioso del producto final no es capaz de disimular esto lo suficiente como para que se nos olvide en ningún momento.

Tanto Murder by contract como Blast of silence cuentan la historia de un sicario, un asesino a sueldo, y el proceso de cumplir una misión desde el mismo encargo por parte de una organización de la que nada sabemos hasta que este se ejecuta con lamentables resultados. En ambos casos el interés de la película reside, más que en la preparación del homicidio, en que nos asomamos al mundo interior de estos profesionales del crimen. Son hombres que dependen de su amoralidad, que solo saldrán adelante y podrán cumplir con su misión si son capaces de dejar de lado prejuicios, emociones e impulsos humanos que atesoran, como todo el mundo, pero que deben reprimir para asegurarse no solo de terminar el trabajo, sino de asegurar su supervivencia. Hasta aquí, más o menos, llega lo que tienen en común ambas historias, ahora vamos a verlas por separado.
Murder by contract (Irving Lerner, 1958)
Antes de nada voy a echarme unas flores, y es que la primera vez que vi esta película no podía dejar de pensar lo mucho que las pelis gansteriles de Scorsese parecen haber tomado de ella: las conversaciones banales, la amoralidad absoluta de todo el mundo, la violencia descarnada, el narcisismo de los personajes principales… Así que cuando me puse a leer sobre ella y descubrí que el mismo director de Goodfellas la señala como una de sus mayores influencias, pues se me subió el ego analítico. Cuenta la historia de Claude, un tipo mediano, gris, que a pesar de tener su trabajo y su economía más o menos resuelta, decide por sí mismo, porque se ve capaz de ello y quiere darle salsa a su vida y ganar más pasta, convertirse en asesino a sueldo. Para ello se presenta como si nada en casa del jefecillo de una red criminal de la que en realidad no sabremos nada, quien parece tomárselo a broma. Pero él sabe que le llamarán, y espera y le llaman y le encargan una misión en Los Ángeles, y para allá que marcha.

Murder by contract está partida por una extraña incoherencia dramática que, aunque le quita puntos de rigor cinematográfico, la hace peculiar por lo alto que pone el listón de la credibilidad. Y es que Claude, que va de profesional, de frío, de meticuloso y de todo lo que ustedes quieran, cuando llega a la Costa Oeste y se encuentra con unos ayudantes que les ha puesto la agencia contratante, en vez de ir al grano, cumplir con su misión… ¡Pasa de todo! No se molesta ni en saber quién es la víctima, se dedica a hacer turismo y a salir de marcha para comprensible zozobra de sus colegas de misión, que se desesperan pero achacan la frialdad del protagonista a su superioridad intelectual y operativa.

El caso es que se pone a la faena cuando solo le queda un día y entonces, ay, entonces se da cuenta de que no va a poder hacerlo ¡porque la víctima es una mujer! Claro, su idea del asesinato a sueldo es muy trasnochada y no cuenta con las perspectiva de género que hoy se exige a toda actividad legal e ilegal. Esta es la segunda gran incoherencia del filme, y termina de rematar al extrañísimo personaje que lo protagoniza. La idea de fondo, la moraleja de la historia, es que se ha visto superado por su propia “superioridad moral”, muy en el rollo de moraleja antinihilista que en esta época servía para hacer pagar su culpa a asesinos listillos como los de La soga o Impulso criminal. En este caso, sin embargo, como se trata de una película algo pretenciosa en el aspecto formal, con su musiquilla de cuerda pulsada que recuerda a la de El tercer hombre y su puesta en escena sobria pero que quiere sorprender en cada plano, el resultado final es muy especial. Es una película con aspecto moderno y defectos antiguos, y su peculiar protagonista, Claude, es memorable y carismático a pesar de lo mal construido que está.
De hecho, y volviendo a Scorsese y su confesada influencia, no es difícil ver en él, en Claude, una especie de proto-Travis, el protagonista de Taxi driver, pues este, igual que Claude, es un hombre confundido sobre sí mismo, que habita un espacio moral en el que no entiende que los demás no sepan estar. Aunque distintos en sus actos son muy parecidos en su fondo. Se podría pensar que Travis es un Claude atravesado por la contracultura y la guerra de Vietnam que les separan en el tiempo.

Blast of silence (Allen Baron, 1961)
Allen Baron solo dirigió dos películas: esta que nos ocupa y otra, Terror in the City (1964) cuyo argumento -una prostituta ayuda a un niño de pueblo perdido en Nueva York a volver a casa- promete, pero que parece imposible de encontrar. El resto de su carrera fue televisiva. Blast Of silence (que veo en IMDB que se llama en algún sitio El negro silencio del dolor, alucinante) cuenta la peripecia de Frankie Bono, un asesino a sueldo efectivo y bien reputado, al que se le encarga apiolar a un mafiosillo de media monta. Igual que Claude, es un hombre aparentemente frío y serio, extremadamente profesional. Se cuida mucho además de protegerse de la acción de la ley, por lo que mide cada detalle hasta la obsesión. Por este motivo no tiene arma propia y debe conseguirla, encargándosela a un tipo desagradable en extremo, Ralphie, que finalmente pondrá en peligro la misión y la integridad de Frankie.

Me gusta mucho más Blast of silence que Murder by contract, aunque quizá esta última tenga más interés formal o histórico por la influencia en el cine posterior de la que hablaba. Blast of silence, sin embargo, está llena de honestidad cinematográfica y las ideas y emociones que la recorren, aunque menos pretenciosos que los de Murder by contract, son más auténticos y complejos. La peli empieza con un parto. El comienzo de la vida o llegada de un tren a Nueva York, que narra una voz en off que es algo así como la conciencia de Frankie y que acompaña cada escena. Aunque en ocasiones se vuelve pesada y reitera lo obvio, a mí me encanta esa voz. La voz en sí (hay que verla en VO) pero sobre todo que sus textos, aún siendo sencillos y tópicos, completan realmente el mundo interior de Frankie, que se está desmoronando mientras prepara el asesinato. Y es que el bueno de Bono ha llegado para matar a Nueva York en plena navidad, y además se encuentra con un viejo compañero del orfanato que le reúne con su hermana, con la que tuvo algún lío adolescente y de la que vuelve a enamorarse. Pero no sabe tratar con ella, con el amor. Con este contacto humano Frankie toma conciencia de que se ha convertido en un hombre sin lugar en el mundo, en un ente que cobra por cumplir pero que ha olvidado lo que es la vida. Claude, el protagonista de Murder by contract, es un pedante, un pechofrío, un niñato. Frankie Bono es un hombre desolado, desalmado, desquiciado porque, a la vez que se le estropean los planes para el crimen pactado, se le desvela la inanidad de la vida que ha escogido.

Blast of silence es una producción extremadamente menesterosa. Yo diría que tres cuartas partes de ella están rodadas en localizaciones apresuradas. Tan apresuradas que a veces vemos al pobre Frankie andar a toda pastilla, trotando a punto del galope por las calles de Nueva York, supongo que para seguir el ritmo de la furgoneta de rodaje -sé que es furgoneta porque se refleja en varias ocasiones- que tiene que sostener la velocidad del tráfico de la ciudad. Ese aspecto clandestino de muchas secuencias contribuye al protagonismo de Nueva York, que es otro personaje más que, con su ambiente navideño y su gentío desenfadado, confunde la mente de Frankie a la vez que le aclara el alma. Lo mismo ocurre con el potente acto final del filme en el que Frankie, a la vez que con su destino, se las tiene que ver ¡con un huracán! Sí, un huracán real que asoló la zona en septiembre de 1961 y que también contribuye a que la tragedia de Frankie Bono termine con una clásica catarsis climática de la que que ya hubiera querido Kurosawa poder disponer alguna vez sin recurrir al departamento de efectos especiales.

El que mata ya está, sin saberlo aún, muerto. Ese podría ser el lema, la idea germinal de Murder by contract, de Blast of silence, y de otras muchas pelis, series y seriales afiliadas al Sindicato del Crimen. Qué idea estúpida, si lo pensamos. Muy poca gente mata a otros, y de su conciencia y de sus pensamientos no queremos, en la vida real, ni contemplar la posibilidad de que existan. Sin embargo hay un cine pobre, eficiente, negro y blanco, de relleno, que se ha preocupado mucho por ello, y ha hecho caja. Hasta los huracanes y el Clave Bien Temperado de Bach -no lo he dicho pero suena por ahí- contribuyen a ello desinteresadamente.
¿Cómo resistirse?


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Hola tocayo
Es curioso como esta división del cine negro es hoy la fuente en la que beben la mitad de las pelis de acción -las no infantiles claro-. El asesino a sueldo/samurai/ronin/ ex-combatiente que vuelve a verse atrapado en un viejo, o no tanto, remolino. Pones a un actor que todo el mundo conozca, cambias lo justo el panorama y… pitas, pitas, pitas.
Muy ajustado el Scorsese comentario pero, más que en taxidriver, yo buscaría el punto en «Mean Streets, Malas Calles» su primera incursión en el género y que, tal vez por falta de fe, tardó demasiado en volver a tocar. Tiene su aquél que mientras el taxi le llevó a la cima (y parece crecer cada vez más) las calles miserables cada día parecen más olvidadas. Real como la vida misma.
En una peli la cítara y en otra el clave. Se diría que «asesino a sueldo» suena con «c». Un csaludo, Manuel.
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Hola tocayo,
realmente el lumpen malcallejero no es el centro de atención de estas películas. Sí aparece en Blast of silence, sobre todo en lo que concierne a las actividades y alrededores del personaje gordo que menciono. De hecho el ambiente de la otra, de la que dice inspirarse Scorsese, es más bien pijo.
Sí tienes mucha razón en la otra cosa, en lo del matón heroico, que en el fondo es el forastero que llega a vengar la muerte de su hermano hermano y todo el mundo calla en el saloon cuando se pide una zarzaparrilla.
Un kaludo, con k de «klaviert»
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Muy acertada está doble sesión, y coincido en sus impresiones. A mí Murder by Contract me gusta pero se me acabó viniendo abajo por el extraño, incoherente y, lo peor de todo, poco interesante camino que sigue el guión hasta que remonta en su último tercio. Pero Blast of Silence es otra cosa. Hace tiempo leí un artículo más detallado sobre Allen Baron – en el que para mí sorpresa descubrí que sigue vivito y coleando a sus 96 años – el cual daba datos curiosos sobre él y el rodaje de esta película… Pero, ay, tengo ya una edad y ahora apenas lo recuerdo. Me suena haber leído que él tenía como referente personal a Orson Welles y que en parte por ello dirige, escribe y actúa en el film. En todo caso tiene una concisión y tono fatalista irresistibles, y es de esos casos en que el obvio bajo presupuesto juega a su favor, dando un retrato más auténtico de esa Nueva York. De esas películas cuyas virtudes creo que se aprecian mejor hoy día que en su época.
Un saludo.
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Vaya Doctor, me gustaría leer ese artículo sobre Allen Baron, a ver si lo encuentro. Si, yo también me quedo sin duda con Blast of silence. Casa muy bien lo que dice de Orson Welles con el estilo de la película. No lo había pensado pero la voz en off, los rasgos documentales, que todo gire en torno a un único personaje… Es verdad que suena a Kane pero al revés, vacío que la peli rellena, mientras que el magnate de Welles era un personaje-universo, que la peli desnuda.
Un saludo!
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Me ha interesado un montón tu sesión doble de serie B y ese tema central de ambas: «El que mata ya está, sin saberlo aún, muerto».
Me han entrado muchas ganas de ver las dos. Tienen pinta bárbara.
Me han venido a la cabeza dos pelis de los sesenta, pero no de Serie B, que tienen esa temática y las dos con Lee Marvin. Se le daba bien ese papel de ser el que mata y sin saberlo ya estar muerto: Código del hampa y A quemarropa.
Beso
Hildy
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Hildy, querida, si te topas con ellas no te lo pienses, merecen la pena a pesar de sus defectillos, en especial Blast of silence. Es cierto lo de Lee Marvin. De hecho este apunte lo escribí hace muchos meses (no me preguntes de con qué criterio voy publicando…), antes incluso que el que publiqué hace poco sobre Código del hampa. Cuando escribí este (y viendo otras pelis) pensé de hecho en ampliar este, o mencionarlo, pero prefería dejar las cosas tal cual. También pensé en añadir una coda incluyendo a Sin conciencia (The enforcer, Raoul Walsh, 1951) que habla del famoso Sindicato del Crimen al que parecen pertenecer estos dos protagonistas… Pienso pienso pienso.
Un besazo fuerte. Tengo pendiente pasar por tu casa
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