Richard Fleischer es un poco el arquetipo de lo que viene a llamarse artesano del séptimo arte. Hizo películas como churros de todo pelaje y condición, y entre pitos y flautas dejó un puñado de estupendas producciones que muchos han disfrutado incluso sin tener ni idea de quién es Richard Fleischer ni de qué otras estupendas producciones por él dirigidas han disfrutado también. Vamos, el día que descubrí que este hombre había dirigido la parte americana de Tora Tora Tora, para mí obra maestra incontestable entre las mejores 4 o 5 películas bélicas de la historia, digan lo que digan, y la cutrona Red Sonja, que llevo en el corazón sin embargo porque fue una de las dos únicas películas que vi en pantalla grande antes de los 15 años -cosas de ser de pueblo, la otra fue Sufre Mamón, no digo más- pues se me dieron los ojos la vuelta. Vamos, que hizo de todo el hombre y dejó un legado estimable. A pesar de su eficiencia y de haber dirigido un ramillete de buenas películas, sí se le puede reprochar una falta de personalidad evidente y lamentable, que afecta a Impulso criminal y la ha dejado coja e irregular en algunos aspectos que hacen que no tenga la pátina adecuada para entrar en el mausoleo de lo histórico. Luce sin embargo estupenda en el nicho de lo memorable.

Dos atildados estudiantes homosexuales, nihilistas de corchopán, siguiendo un par de líneas mal traducidas de Nietzsche -pobre Friedrich, qué cruz de legado atontado- deciden cometer el crimen perfecto. Este crimen será una prueba de su superioridad intelectual, así como de la supra-moralidad que, eso creen ellos, les corresponde como heraldos que son del Übermensch nietzscheano. Esta primera parte de la película quizá sea la más floja. Tiene ese tono avejentado que ha caído como plomo derretido sobre todos los filmes del género psicológico que se enredaron a mediados del XX con la psiquiatría o la filosofía como se enredan los peces en la red que se los lleva fuera del agua. Además la actuación de los dos jóvenes actores está muy poco pulida. Menos mal que luego llegarán E.G. Marshall y Orson Welles para compensar. Una vez que cometen el espantoso crimen empieza el juego del ratón y el gato hasta que, irónicamente, a causa de su torpeza y soberbia son detenidos y llevados a juicio. Les defenderá un viejo abogado que interpreta Welles, y hasta aquí la medida sinopsis.
Compulsion es en todo caso una película curiosa -y por supuesto entretenida y llena de recovecos- por muchos motivos temáticos y dramáticos. En primer lugar, salta a la vista por su argumento que parece una segunda parte, o bien un homenaje casi torpe en su literalidad, a La soga de Hitchcock. También la presencia de E. G. Marshall nos recuerda a 12 hombres sin piedad, pues es el fiscal acusador y luce el mismo aspecto que en la obra maestra de Lumet. Sin embargo, una vez vista, a lo que más nos recuerda es a los clásicos judiciales de la época como Anatomía de un asesinato o Testigo de cargo. Porque lo que más carácter da a Impulso criminal es sin duda el último acto y su escena de alegato final de defensa por parte de Welles, que incluye una crítica poderosa y emocionada a la pena de muerte. Y es que Orson Welles es quizá lo mejor y lo peor -no por su culpa- de la película. Siendo aparentemente el protagonista de la cinta, se nos hurta su presencia hasta pasado medio metraje. Cuando aparece interpreta a un abogado de hondo pensamiento humanista que parece no acompasarse con su aspecto descuidado. Welles ya estaba decididamente gordo, pero es que además le han avejentado con un maquillaje cutrísimo aplicado sin medida y que le da un aspecto horrible, porque ni parece viejo ni parece un tipo de fiar. Además su actuación es extraña. Tan medida y ausente de histrionismo que no parece él, y sin embargo su voz, ese peculiarísimo e impagable timbre de voz grave, con su extraño sonido armónico al final de cada palabra, llena su monólogo inolvidable e irreprochable de intensidad y convicción, desplazando el interés de su poco conseguido rostro. Es tal su capacidad de convicción que -creo que esto no lo he visto en ninguna otra peli- prácticamente le ordena al juez lo que tiene que hacer y este no puede sino bajar la cabeza y transigir… Inaudito.

A pesar de sus pequeños defectos, Compulsion tiene cierto interés histórico o antropológico, en particular en el tema de la patologización de la homosexualidad de los dos protagonistas. Es llamativo que en un filme que termina defendiendo una tesis tan progresista en EEUU como la inutilidad de la pena de muerte -si bien los argumentos aportados por Welles no son muy izquierdosos que digamos- funcione sin embargo bajo la premisa indiscutida de que la relación poco disimulada que hay entre los dos próceres del nihilismo postadolescente es sin duda un signo más de enfermedad mental junto a la esquizofrenia o la paranoia que, según el psiquiatra de guardia, puede que afecte a los asesinos. Por otra parte el disimulo de su orientación es el leitmotiv del personaje que interpreta un joven Dean Stockwell, que encima se llama Judd Steiner y sabe alemán, así que solo le faltan los cuernos y el rabo… Y eso que es el majete de la pareja de asesinos. Y es que, básicamente, lo que hace este chico durante todo el metraje es querer caer en gracia a su compinche postmetafísico, disimular amor y deseo por una chica y, como es tonto perdido, dejar en el lugar del crimen la prueba que los incrimina.
En fin, al margen de sus prejuicios trasnochados y de la poca finura en la dirección, es una película mas que interesante, que sigue invitando a la reflexión y de la que se puede constatar, entre otras enseñanzas, cuánto puede engrandecer una obra mediana un hombre grande como Welles. Ni el maquillaje pegotón ni la desgana en la dirección pudieron con una voz y una presencia que bastan para clavar bien clavada esta peli en la cartulina de los buenos recuerdos.

(DISCLAIMER: cuando redacté este apunte no tenía ni idea de que la película se basa en hechos reales. Téngase en cuenta esto, así como mis posibles deslices y que en tiempos caniculares no apetece rehacer cosas, sino apañarlas con un disclaimer o como se diga en español, que no caigo ahora mismo)

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Hola tocayo:
Red Sonja y Sufre Mamón ¡Pocas cosas pasan para la educación pantallera que encontramos! Me imagino a Pepe Isbert -lo más parecido que he encontrado a Welles- diciendo: Señores del jurado, el chico no es malo pero es que esos libros de caballería, perdón, esas películas de fantasía le destrozaron la cabeza.
Es curioso cómo a las parejas masculinas en trance de cometer homicidio casi siempre les sobrevuela el pájaro de la homosexualidad. Curiosamente por aquellas fechas otra pareja real, parecida a esta, cometió los hechos que dieron lugar a «A Sangre Fría» la novela que revoluciono el género.
Un juez que baja la cabeza y transige ¡Eso es mas increíble que Orson Welles perdiendo la cabeza por Brigitte Nielsen!
Un saludo, Manuel.
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Bueno, más increíble todavía sería Brigitte Nielsen perdiendo la cabeza por Orson Welles, y por David Summers ni te cuento. Qué extrañas sensaciones protoeróticas me recorrian viendo a esa mujer en mi infancia, yo tan pequeño y ella tan grande…
A sangre fría es un libro que me gusta tanto tanto que la película me gusta menos de lo que se merece. Soy muy capotista, o lo fui.
Un saludo de sangre caliente, tocayo.
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Es una película muy interesante para analizar, ¿verdad? Cómo me ha gustado leerte. Un verano realicé un homenaje a Welles con varios artículos por su centenario y una de las películas que salió fue esta que comentas (https://hildyjohnson.es/?p=3890). La película toca aspectos bastante interesantes, por ejemplo, el que los dos criminales fuesen miembros de familias acaudaladas (como en el caso en el que se inspira). Es escalofriante leer sobre el caso real: el de Leopold y Loeb, en el año 1924.
Richard Fleischer tiene unas cuantas películas a tener en cuenta en su irregular filmografía, por ejemplo: Mandingo, Cuando el destino nos alcance, Los vikingos o Testigo accidental. La segunda peli, de ciencia ficción, me gusta un montón.
De los jóvenes siempre me ha llamado la atención Dean Stockwell, que empezó como actor infantil en Hollywood, y hasta hace nada seguía actuando. Hace nada volví a verlo en un papel secundario de oro en Terciopelo azul de David Lynch. Pero después de su etapa infantil, hizo varios papeles de joven atormentado, y a mí especialmente me gusta en Larga jornada hacia la noche de Sidney Lumet.
Beso
Hildy
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Vaya, me guardo tu especial Orson Welles para ir picando de vez en cuando, y estupenda tu entrada sobre esta peli, que hace innecesaria la mía.
Ya que la mencionas, hace no mucho vi Larga jornada hacia la noche (madre mía qué intensita) y solo ahora caigo en la sensación que tuve viendo esta de la que hablo, de que ese chaval me sonaba… Soy un desastre para las caras y los nombres. De hecho, hace también muy poco volvía ver Terciopelo azul y si no me dices que salía no me hubiera dado cuenta de que era «él».
Ay Hildy cuánto me enseñas. Gracias siempre.
Un beso
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