Películas que presumen de Ozu (primera parte)

Yasujiro Ozu es un director que, por una parte, no se parece a ningún otro -si dejamos de lado sus primeras películas, menos personales- y por otro lado tardó mucho en ser conocido en occidente. En Japón quizá su temprana muerte evitó una decadencia si no artística sí comercial, pues ya en sus últimos años, que coinciden con la emergencia de los directores de la nueva ola japonesa, es consciente de que sus historias empiezan a resultar anticuadas y a no interesar a buena parte del público que, además, cada vez estaba más en contacto con el modo occidental de hacer cine, que terminaría de alguna forma fagocitando a la cinematografía nipona a partir de mediados de los 60. 

En occidente, aunque recibió un premio casi honorífico del BFI en 1958, el cine de Ozu fue casi por completo desconocido hasta años después de su muerte, cuando empezaron, ya en los 70, a programarse retrospectivas y encuentros. Así pues el cine de nuestro director entró en nuestra cultura  tarde y se puede decir que mal, porque hasta que en 2003 Shochiku publicóen dvd su obra conservada completa, -sin subtítulos por cierto, lo cual también es prueba de las pocas expectativas que tenían en mercados foráneos-, tengo la impresión de que solo algunos especialistas, muy pocos y contados, podían tener una visión si no completa, al menos cronológica de su obra, y tenían la oportunidad de comprender al artista en su proceso de formación. Sin esa perspectiva la idea de lo que es el cine de Ozu que se podía tener -y que sigue teniendo la inmensa mayoría de los aficionados al cine, que tienen mejores cosas que hacer en sus vidas que gastar su ocio viendo La bella y la barba en un tvrip italiano sin sonido- es la que desprende el visionado de Cuentos de Tokio o Primavera tardía, por mencionar los dos títulos más “listados”. Cuando alguien con pocas referencias más que la idea de que va a ver una gran obra de un gran director, y ve esas películas, en el caso de que las disfrute, que ya es decir, se quedará cuando terminen con unas ideas sobre Ozu y su cine que, por ejemplo, pueden incluir:

  • Son películas lentas pero estéticamente preciosas
  • Los personajes actúan de forma antinatural
  • Todo está rodado con la cámara a ras de suelo
  • Las conversaciones son extrañas, porque los actores y actrices parecen dirigirse a la cámara, en vez de a su interlocutor.
  • Hay mucha ropa tendida y muchas teteras humeando.
  • Hay que casar a las hijas.
  • Etc.

Todas estas características son reales y muy características del cine de Ozu, pero no hacen, todas juntas, o la suma de algunas, el cine de Ozu. En el breve documental que puse la semana pasada, Talking with Ozu, incluso entre cineastas se nota que algunos apenas tienen nada que decir de su cine excepto esos tópicos. 

Otro factor importante en la opinión que mucho crítico no experto y cineastas gafapastas tienen de Ozu es un libro tan importante como en mi opinión perjudicial -en un sentido muy leve- en lo que se refiere a la comprensión de su cine. Me refiero a El estilo trascendental en el cine, de Paul Schrader. Este volúmen, más bien la tesina impresa de un estudiante brillante (es de 1972), es un estudio sobre eso que él llama estilo trascendental, que ahora no voy a desarrollar, pero que Schrader ve en Ozu, Bresson y Dreyer. A cada director dedica una parte y la de Ozu, me temo, es a la vez la más epatante y la menos afinada. Schrader, tomando como referencia solo algunas pelis de Ozu -las que había podido ver, lógicamente- se empeña en imbricar su cine en los principios del zen, algo de lo que el propio Ozu, cuando Schrader usaba pañales, ya había hecho mofa. El caso es que el libro de Schrader, con su hipnótico-anestésico estilo posmoderno y su mensaje tan de la época caló bastante en el imaginario cinéfilo-crítico, y hasta hoy se puede leer en reseñas apresuradas que Ozu es un director zen, por no hablar del tópico de que es el más japonés de los directores japoneses.

En fin, no se puede exigir a nadie, como decía, que conozca la filmografía completa de Ozu y que reflexione como ella. Las líneas anteriores no son una crítica, sino una exposición algo subjetiva, la verdad, pero pienso que no muy desencaminada, sobre qué es lo que de forma tópica en occidente pensamos que es el cine de Ozu, y lo único que pretendo con ella es hacer que sirva para, de forma global, entender las breves reseñas que haré en esta y siguientes anotaciones. 

He escogido nueve películas que, o bien de forma explícita o bien de forma comúnmente aceptada y mencionada, consisten en homenajes directos a Ozu o bien son cintas que de forma descarada trasponen su estilo o sus temas con la intención de que se note que el maestro está presente. Tengo que advertir de que estas anotaciones no son tanto un apunte sobre la película en sí como una escueta valoración que hago de cómo, por qué, o con qué nivel de logro, me parece a mí -son apuntes muy subjetivos- se ha redondeado ese pretendido homenaje. En un principio, por ser estos textos casi unos divertimentos llenos de opinión personal, me había planteado ordenarlos, como a veces se hacen estas cosas, de peor a mejor. No de peor a mejor película, sino de menos acertado a más acertado homenaje según mi visión de las cosas. Estas listas tienen su gracia, pero no soy amigo de hacerlas, lo mismo que de calificar películas, aquí en el blog, y además me parecía un poco injusto, por algunos motivos. El caso es que me lo he pensado y… ¡Sí, voy a ordenarlas de peor a mejor! Realmente solo hay una «peor», todas las demás me gustan más o menos -en caso contrario no escribiría sobre ellas- y todas las demás me parecen ejercicios de cariño y respeto por el cine de Ozu que no puedo más que agradecer.

LA PEOR

Como es la única que realmente me parece una tomadura de pelo, y este apunte está quedando muy largo, hablaré hoy de la única que pienso que es mejor que no hubiera existido -en la forma de homenaje a Ozu quiero decir- que es, por cierto, la única que lleva su nombre en el nombre.

Five dedicated to Ozu (Abbas Kiarostami, 2003)

Cinco largos planos de entre 10 y 20 minutos a la orilla del mar. Por lo visto todos grabados -en vídeo- durante las vacaciones del director en el mar Caspio al norte de Irán, excepto uno en Gijón, posiblemente el único en el que aparecen mujeres, pues pasean descubiertas. En uno un palo es agitado por el agua, en el segundo un viejo se para y mira el mar, y luego aparecen otras personas que conversan. En otro hay perros borrosos en la orilla, en otro un montón de patos pasan de izquierda a derecha, frente al mar, y luego desfilan de vuelta. En el último, más largo y nocturno, el reflejo de la luna en el agua asiste a los sonidos de la noche. 

En esta casa se aprecia mucho el cine de Kiarostami, y por ese motivo no usaremos los ordinarios descalificativos que tenemos en mente para este video-ensayo o pieza de videoarte alargada y dedicada a Ozu, quiero suponer que porque alguien le propuso dedicar algo a Ozu en el centenario de su nacimiento y se acordó de las cosas que había grabado en vídeo para entretenerse en la playa.

Si esto fuera, como decíamos, un mero video-ensayo autosignificante no tendría ningún reproche por nuestra parte. La verdad es que la sinopsis de arriba es imposible llevarla a la pantalla con más delicadeza e intuición fílmica que como lo hace el director iraní, que elige encuadres hermosos y crea hasta cierta tensión dramática con su propuesta sin argumento. Sin embargo creo que es un poco insultante, o inocentemente despectivo, dedicar esto a Ozu si con ello se pretende insinuar que tiene algo que ver con su cine, o con lo que pensaba que debía ser el cine. Cuando Ozu delirando en su lecho de muerte dijo aquello que ya hemos mencionado alguna vez de que “El cine es drama y no accidente” tengo la sensación de que se estaba cagando, con toda la delicadeza del mundo, en este artefacto de Kiarostami y otros por el estilo.

Y la culpa no es de Kiarostami, sino de que, posiblemente, Kiarostami no había tenido la oportunidad de ver más de dos películas de Ozu, o a lo mejor sí conocía el cine de Ozu bien y había pensado sobre él, pero confió al estrenar esta cinta -de vídeo- en que el público poco sabe de Ozu más allá de que hace películas lentas donde salen planos fijos de cosas inertes. Y que Ozu era muy zen, y por eso le parecería estupendo tener a su público pasando las horas muertas contemplando la orilla del mar que, bueno, sus personajes lo hacían, pero él era más de contemplar vasitos de sake.

Ozu era un poeta visual, y un amante de la poesía en general. Un hombre sensible, observador que, sí, cuando tenía unos minutos libres quizá se dedicara a la vida contemplativa. Pero su cine no consiste en eso, ni su mirada es la del que -legítimamente- nos invita a dormitar acunados por los ritmos de la naturaleza. El cine de Ozu es drama, es decir, hechos humanos que se suceden en una dinámica de tensión y distensión enmarcados, eso sí, en un imaginario muy particular de su cultura que incluye ese contraste -no enfrentamiento- entre el ser humano y la naturaleza, que aquí nos cuesta comprender pero que para ellos, para él, es simplemente como suceden los hechos humanos: enmarcados por una naturaleza que vive en otra temporalidad, y nada más.

En ocasiones me digo, y perdón si sueno inmodesto, que creo que el mejor test para comprobar si se entiende a Ozu es asumir y comprender, sin tener que meditarlo mucho, que el director occidental al que más se parece es John Ford. No creo que Kiarostami superara este pequeño test, o pensase que la mayor parte de su público snob y festivalero pudiera superarlo,  porque si no no se comprende cómo pudo relacionar con Ozu y estrenar en pantalla grande su vídeo de las vacaciones.

Esta entrada forma parte del Especial kanreki de Yasujiro Ozu

Todas las citas literales de Ozu, salvo que se indique lo contrario, están extraídas de La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine de Yasujiro Ozu, traducido por Amelia Pérez de Villar y editado en Gallo Nero. o bien de Antología de los diarios de Yasujiro Ozu, Edición a cargo de Nuria Pujol y Antonio Santamarina. Filmoteca de la Generalitat Valenciana.

Si menciono a Antonio Santos suelo referirme a lo leído en su monografía sobre Yasujiro Ozu editada por Cátedra.

Se pueden consultar la ficha de cada película y otros análisis en IMDB, Filmaffinity y Letterboxd.

En inglés se puede leer el análisis técnico de David Bordwell de cada película legal y gratuitamente de su libro Ozu and the poetics of cinema en este enlace.

En Internet Archive hay algunas películas de Ozu que no se pueden encontrar en las plataformas habituales.

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4 comentarios sobre “Películas que presumen de Ozu (primera parte)

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  1. Qué idea más maravillosa… En busca de la huella de un cineasta. Jajaja y maravillosa esa clasificación de peor a mejor… O lo que es lo mismo y tan bien has explicado quién se acerca o no al espíritu de Ozu.
    Es como las adaptaciones de las novelas y cuentos al cine, quién se acerca o no a la esencia del autor.
    Me gustan mucho tus textos sobre Ozu, además de demostrarme que apenas estaba asomada a la punta del iceberg de Ozu y ser más consciente de mi total desconocimiento sobre su obra.
    Beso… Te seguiré leyendo
    Besos
    Hildy

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    1. Hola Hildy queridísima!
      me alegro de que te haga ilu esta serie de parrafadas que se vienen, aunque prometo que no seré muy pesado ni demasiado exhaustivo. Tampoco lo seré, la verdad, en mi clasificación. La verdad es que quitando esta de Kiarostami que como digo arriba me parece un poco tongo, las demás que irán saliendo todas ellas me parece que de una u otra forma tratan a Ozu con mucho respeto. Las habrá que se limitan a imitarle en un par de planos y las habrá que son verdaderos homenajes de cabo a rabo indisimulados… La verdad es que el orden «de peor a mejor» no se me debe tener en cuenta, porque como digo me baso en criterios bastante subjetivos y desenfadados, como exige la época estival.
      Un beso muy fuerte.

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  2. Hola tocayo
    Schrader confiesa -sin querer, supongo- que, prácticamente, escribe el libro casi al mismo tiempo que «descubre» a Ozu (veinte años atrás dice en el documental que es del noventa y tres). También dice que él ve más influencia europea en el cine de Ozu y, como no dice nombres, yo pensaba que los «elefantes en la habitación» eran Dreyer y Renoir. Casi, casi acierto.
    Un saludo y Cinco para Ozu (Ford, Dreyer, Bresson, Renoir y… cualquiera menos Kiarostami). Manuel.

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    1. Hola tocayo!

      la verdad es que no creo que Ozu viera ninguna película de Dreyer o Bresson. Y al revés, Dreyer por supuesto que no y quizá Bresson vio a Ozu ya en los 70/80, cuando lo que tenía que trascender por su parte ya estaba rodado. De Renoir sí me suena haber leído algún comentario suyo no sé si sobre La gran Ilusión y creo haber leído en su diario alguna anotación sobre otra que le pareció buena pero fallida en algo, pero la verdad es que no lo recuerdo ahora.

      La verdad es que Schrader tuvo mucho merito en percibir algo que, es verdad, está presente en los tres directores a los que dedica el libro, así como en otras manifestaciones del arte que comenta. Ciertamente eran maestros los tres en sostener sus dramas sobre algo etéreo y no explicitado, que en el caso de los europeos huele a incienso y capilla, es así, pero no en el caso de Ozu, y el problema es que para que le cuadre en su obsesiones religiosas Schrader carga las tintas en ese espiritualismo zen para adscribir al cine de Ozu unos fundamentos místicos que no tiene de ninguna manera.

      La expresión esa de el elefante en la habitación se ha puesto tan de moda que hasta se me han quitado las ganas de escribir sobre una peli que se basa en ella que hace meses que tengo en la diana, jaja.

      Un abrazo elefantiásico.

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