Esto no es de ninguna forma una primera versión de Ha nacido una estrella, como veo aquí y allí que se ha convenido afirmar. Creo que quienes dicen eso no la han visto porque solo hay algo que se parece a la historia por la que Wellman ganó su único Oscar por el guion original. Se trata de que una camarera se vuelve estrella de cine tras conocer a un alcohólico que la pone en órbita. Eso y el suicidio del alcohólico en cuestión son los dos motivos comunes, pero no hay entre ellos una historia de amor, y en la de Wellman y subsiguiente es un actor maduro del que se enamora, mientras que aquí es un director de medio pelo.

Esta película de Cukor -recordemos que dirigió la segunda versión de Ha nacido una estrella, y le salió de rechupete a pesar de mil problemas- no sigue los derroteros de las posteriores. La mitad central de ella es un aburrido vaivén de amoríos superficiales entre la actriz y su marido, un pijo jugador de polo con la sensibilidad de una bellota de escayola. Su problemática relación es la trama principal, nada que ver con la trágica entrega mutua, llena de sacrificio por ambos lados, de la estrella y el actor decadente en Ha nacido una estrella.
Puede ser que Carson y Wellman, cuando escribieran su guion, tuvieran algún recuerdo de haber visto esta película producida cuatro años antes por David O. Selznick, por cierto, a quien se la vendieron. Sabemos que este no quiso poner Hollywood en el título, y que fue su mujer, tras la insistencia de Wellman, quien le animó a producirla. Sabemos eso, que puede haber un rastro difuminado que se siguió unos años después, pero Ha nacido una estrella es otra cosa, muy superior además.

Me quedo de Hollywood al desnudo con la entrañable relación entre la estrella y su director-descubridor. Ella siempre fresca, lozana, precode, él cómicamente trágico, perdido en su decadencia. Es un hombre atormentado que se quita la vida, eso sí, con mucha más clase fílmica que todos los de la saga posterior, en una sucesión de trucajes visuales hermosa y violenta tan de aquellos años atrevidos que no volverán. Sin duda son los mejores segundos de la película, y lo único de ella realmente memorable. Me hace gracia el productor, un tal Saxe, que con su cerrado acento europeo supongo que remeda a Carl Laemmle, Samuel Goldwin – inventor del inmortal dicho: «en dos palabras: im-presionante»– o a algún otro de aquellos primigenios moguls semianalfabetos pero intuitivos que dieron forma, sentido y un canon artístico al entretenimiento audiovisual para las masas que hoy pelea por no apagarse.
Unos estúpidos minutos finales, los que van del suicidio del alcoholizado descubridor hasta el final, evidencian lo poco arriesgada que es esta producción que se sabe mediana y que quiere terminar bien por una pura inercia que nadie discute y que terminó convirtiendo al cine, mero entretenimiento audiovisual para las masas, en un sistema inercial en el que todos cabemos pero que pocos abandonan de vez en cuando por higiene mental y estética. El precio de Hollywood viaja en esa nave de los cuerdos y concluye, o esa parece la ramplona moraleja, con que te olvides de un creador autodestruido por su declive, y muerto con mucho arte, gracias a un epílogo ñoño que acaba en la reconciliación de la rubia y el pijo.


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Hola tocayo
No me has engañado: te has jugado un «cubata» con alguien a que haces un repaso de una peli sin nombrar ninguna vez a los actores, una vez al director y hablando más del argumento de una tercera que de la propia peli. Puedes paladear tu premio agitando los cubitos como un mecenas cualquiera.
Fue un genero en si mimo el tema «así llegué a la cima». Curiosamente casi siempre vemos el lado femenino de la ascensión. Hasta que un país «de una galaxia muy lejana», unas décadas más tarde, inventó la variante «más cornás da el hambre» y no había torero que no tomase su «alternativa».
Un saludo de pasión, Manuel.
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Hola tocayo,
no me crucifiques hoy Viernes Santo, que queda raro, y además me tendré que terminar antes el cubata.
En efecto esta es una anotación breve y concisa que solo pretende enderezar un yerro. La escribí de un tirón y a pesar de su paupérrimo nivel crítico me pareció bien maquetarla y publicarla en parte por zanjar un poco el tema versiones de Ha nacido una estrella y en parte para sentirme nada obligado a cumplir con esos ítems que se esperan de quienes rellenamos huecos cinéfilos en la red. De hecho, cuánto me gustaría poder escribir sin parecer un becario de chatgpt. No siempre es posible, pero intento e intentaré esforzarme en ello, y eso incluye dejar lagunas y colar opiniones a medio justificar.
Un abrazo agitado!
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¡¡¡Ya sabes el amor que tengo yo «Ha nacido una estrella»!!! Y efectivamente siempre se habla de «Hollywood al desnudo» como posible antecedente, pero este largometraje no es más que una comprobación del conocimiento que tenía Cukor de la industria y otro ejemplo más de ese subgénero que amo Cine dentro del cine, que además empezó casi al mismo tiempo que el nacimiento del cine.
Tiene los aspectos de trama que tan bien señalas similares pero ya está. La vi hace un montón de tiempo y la tengo muy lejana en el recuerdo. Creo que me pareció curiosa y me llamó la atención su forma de pasar de la comedia a la tragedia. Me ha apetecido volver a verla después de leerte.
De todas formas, siempre es un gusto poder hablar de Cukor, del cine dentro de cine y de Ha nacido una estrella, jajajaja.
Beso
Hildy
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¡Muchas gracias Hildy por apoyar la moción!
Efectivamente siempre es buena idea volver a Cukor. La verdad es que de entre los grandes directores clásicos es uno de los que tengo menos trabajados, seguro que me quedan unas cuantas joyitas por descubrir.
Un besazo!
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