Love is a Racket (William Wellman, 1932)

En plena efervescencia laboral -no diremos creativa- apenas terminado el rodaje de El hacha justiciera Wellman rueda para la First National Pictures, entonces  marca blanca de los productos menores de Warner, Love is a Racket, una correcta y entretenida historia que mezcla periodismo, gangsters -que trafican con leche ¿?- con romances de guante blanco y gags no muy bien paridos. La protagoniza Douglas Fairbanks Jr. que resulta ser el jefe de la sección de cotilleos de Broadway de un importante periódico cuando apenas parece haber abandonado la adolescencia a sus 21 años reales. Aunque es seguro que el casting no fue cosa de Wild Bill, supongo que sacaría algún minuto libre de su tiempo ocupado por completo entonces en rodar y negociar divorcios -aquí estaba con el tercero- para acordarse del padre del joven prota, el Douglas Fairbanks fetén, que fue quien introdujo a Wellman en el mundo del cine. No sé si hemos contado alguna vez que se hizo visitar por él tras verle jugar al hockey sobre hielo, deporte del que ambos eran fanáticos, y como Wellman por aquel entonces veía poco futuro en la aviación y se mostró dispuesto a migrar, le ofreció algunos papelitos en Hollywood, que a la postre fueron su puerta de entrada en el mundillo. 

Pero no nos desviemos y glosemos Love is a Racket. Fairbanks Jr. es Jimmy Russell, un periodista del cotilleo teatral -vemos las cuatro frases diarias que escribe en varias ocasiones, supongo que al público de la época que conocía a los protagonistas les harían gracia- enamorado de una aspirante a actriz (Frances Dee) que ha vuelto de Europa con una tía solterona para buscar su oportunidad. Con Russell vive un amigo tan crápula como él (Stanley Fiske) que es el encargado de los chascarrillos y las muecas en mi opinión poco risibles. También parece que vive con ellos, o al menos está por allí siempre, una amiga (Ann Dvorak) enamorada de Jimmy y celosa de la actriz-aspirante-amante. Para ser un precode serie b de 70 minutos la historia tarda un poco en clarificarse. Tras varias escenas de presentación de personajes y presunta comedia la cosa se pone interesante cuando nos enteramos de que alguien ha liquidado los muchos cheques que la actriz-aspirante-amante ha dejado impagados en diversas tiendas de lujo. Es Eddie Shaw (Lyle Talbot), líder mafioso que le quiere quitar la novia a Fairbanks Jr., con el que además se enfrenta por un malentendido, ya que el periódico amaga con investigar sus trapos sucios por el tráfico de lactosa. La cosa es que la tía solterona de la novia aspirante se carga al tal Eddie para que deje en paz a la joven; Fairbanks la ve marchar y secretamente limpia las huellas del crimen y lo hace pasar por un tropiezo accidental -tropiezo de 18 pisos de altura- librando así a su amada del marrón, aunque hay giro final que justifica el título del film y que me lo guardo por no destripar en demasía.

Love is a Racket es una película que no destaca por nada en la carrera de Wellman, pero que dista de ser mediocre o fallida. Está bien actuada, correctamente dirigida, y la historia, cuando se pone en marcha, entretiene. Le falta, para ser más memorable, por un lado protagonistas realmente carismáticos, como era en otros casos -por ejemplo la siguiente, So big!– Barbara Stanwyck y decididamente le sobran los vanos intentos de un par de personajes, el amigo del prota y un matón del gang lechero, por hacernos reír. Es un hecho que Wellman no sabe provocar la risa de forma natural. Aunque dirigiera buenas comedias, con guiones construidos ya sobre la estructura del género, se le nota la poca maña que se daba por lo infantiles que son los gags. Por ejemplo, ¿a quién se le ocurre algo tan pueril como darle al protagonista un cigarrillo explosivo? Si la idea es tonta, ni siquiera la representación cinematográfica del gag es ágil o sorpresiva, pero es que además luego se repiten otras bromas del estilo, todas igual de patéticas. Por suerte estos chistes fallidos se limitan a la primera mitad de la película, que gana mucho cuando se pone en marcha la trama criminal. Debo de haber citado ya en algún otro apunte lo que decía creo recordar que Howard Hawks sobre Wellman y su desempeño con la risa. La frase era algo así como: para William Wellman el colmo de la comedia es mostrar a un tipo que se lanza en paracaídas y no se le abre. Cuanta razón tenía el director de La fiera de mi niña.

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman