Esta película es conocida por ser el máximo exponente de la propaganda nazi antisemita en pantalla grande. Fue concebida y supervisada por el mismísimo Goebbels, y producida en pleno tiempo de expansión del III Reich, en el que todo parecía posible y la Historia aguardaba, asustada, lo que se le venía encima. Sin embargo, a pesar de que para Alemania los vientos de la guerra eran de cola y de que la cuestión judía se encontraba en esos meses en el punto medio que va de las leyes segregadoras al próximo exterminio indiscriminado, costó encontrar un actor dispuesto a interpretar al judío Süss, los motivos para esto también se encuentran en un punto medio: el que hay entre el miedo y la vergüenza. Finalmente se hizo cargo, con desgana, Ferdinand Marian, que es seguro lo mejor del filme y que, en la vida real, protegió a personas judías de su entorno de la deportación y la muerte.

Sobre el argumento, solo comentar que cuenta la historia del tal judío Süss Openheimmer, que en 1738 logró hacerse con las riendas del poder en el ducado de Wurtemberg, al conquistar la voluntad de su melifluo duque-mandamás. Para ello alcanza el cargo de consejero de finanzas ideando nuevos impuestos y desde ese puesto medrará cuanto pueda intentando conseguir el poder absoluto para él, la libertad de acción de su pueblo en el ducado (tienen prohibido entrar en la capital, Stuttgart, y aunque no se explica por qué parece darse por hecho que es buena idea) y también pretende acceso carnal a una noble muchacha aria, hija de uno de los consejeros del ducado recién comprometida con otro ario chaval que, en fin, será torturado con ruidoso procedimiento hacia el final del metraje. Este Süss es un judío listo, liante, capaz, ambicioso y a su manera atractivo o carismático. Los demás judíos, sin embargo, son untermenschen unicejos, bobalicones, sucios y macilentos. Se conducen como borregos y solo levantan la cabeza ante el brillo metálico del metal valioso. Son infraseres sucios y viscosos, y la misma ropa que llevan recuerda a la que -curioso- vestirán sus descendientes en los campos de concentración, rayas y trapo grueso.

A pesar de toda esta propaganda de sal gorda, lo que me ha llamado la atención de El Judío Süss y me ha animado a apuntar algo sobre ella es la curiosa estructura de la trama. Y es que los rieles del drama no son, en principio, sentimientos básicos como el amor o el miedo, o una aventura atractiva de héroe en pos del tesoro, sino tejemanejes administrativos relativos al reparto del poder político y la determinación de la famosa gobernanza económica y sus límites. Dos tercios de la película consisten en debates o conversaciones sobre quién tiene las competencias sobre tal o cual cosa (carreteras, impuestos y demás) y cómo pervertir el sistema -esto son propuestas judías, claro- para beneficio espúreo de los hijos de Sión o en su defecto del estúpido duque gordinflón y manejable, que se ha convertido en su marioneta por las astutas artes del maléfico -mefistofélico- Süss.

En definitiva, esta película es un manual propagandístico no tanto sobre la inferioridad racial de los judíos -que también- como una suerte de argumentario político lleno de recovecos y menudencias. Esto me llama la atención porque a estas alturas las leyes raciales eran tan estrictas en el Reich que a los judíos nada les cabía esperar más que la definitiva degradación en la escala social en forma de una futura, prevista, deportación para ocupar otras tierras lejanas y yermas. En 1940 quizá Palestina, quizá Madagascar, es con lo que ingenuamente podían soñar… Y sin embargo, en el El judío Süss (que apenas vería judío alguno del Reich, entre otras cosas porque en 1940 ya no podían ir al cine) hay un esfuerzo firme en explicar, argumentar y dar sentido a la marginación de esa raza ladina y a unas leyes raciales infames que, sin embargo, ya estaban impuestas y no afectaban al espectador medio.

Todo esto me lleva a pensar… ¿Realmente existía, nada menos que en 1940, la necesidad de argumentar tan en abstracto el antisemitismo oficial? ¿Es que no sabía el alemancito medio de la época con toda claridad por qué debía marginarse a esa raza taimada, y la prueba es que ya hacía años que miraban a otro lado cuando se les detenía o humillaba públicamente? En fin, no sé. Desde luego que hay algo que tiene en común esta racionalización del racismo con el proceder exterminador de los años siguientes; me refiero a la administración fría e hipócrita de la terminación de seres humanos. Me refiero a llamar Stücke (piezas) a los cuerpos, me refiero a que el tren de Berlín a Varsovia en 1943 se retrasaba un par de horas por reservar la vía a un convoy que debía detenerse un tiempo para que las incineradoras de Treblinka pudieran desatascarse de cadáveres que arden mal porque el coque se les ha humedecido. Que todo tiene una explicación, aunque sea injustificable.

El judío Süss es una película, por lo demás, mediocre desde el punto de vista cinematográfico, si bien contó con abundantes medios materiales y humanos para su realización. No en vano los figurantes judíos son habitantes de los guetos de Praga y Lublin obligados a actuar en ella. Es sosa y oscura, plana y predecible. No es un bodrio, porque sigue el manual, y tampoco descuella, porque sigue el manual. Pero fue un éxito en toda Europa. Según he leído la vieron 20 millones de personas en el Reich y territorios anexionados, y otros 2 millones fuera de la zona controlada por Hitler. Hoy se puede ver aquí. También he leído por ahí que es la única película de la historia del cine condenada por un tribunal democrático (la película, no sus artífices que fueron absueltos) encargado de juzgar crímenes nazis en 1950, y aquí estoy yo gastando letras en ella. Basada en hechos históricos, sus precedentes fílmicos y literarios curiosamente se concibieron para combatir el antisemitismo. Hay una versión inglesa de 1934 que no he podido ver, pero por lo visto tanto en ella como en el original literario Süss es un hombre sensato e inteligente que consigue para los suyos lo que la ceguera racista ha negado tradicionalmente. Pervertir estos precedentes a Goebbels, como es obvio, le daba lo mismo. Como le dio lo mismo que sus hijos murieran con él, y haber pasado por el mundo como un monstruo equivocado que lo abandona sin otro mérito mejor que haber estado a medio metro de una niña asustada: Setsuko Hara.

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Jo, querido Manuel, interesantísimo y escalofriante leer esta reseña sobre El judío Süss. Es una película de la que he visto fragmentos en distintos documentales sobre cine alemán durante el periodo nazi. Qué interesante es ver y analizar estas películas para entender un periodo, una ideología y lo que supone el cine como instrumento propagandístico. Y en este último punto, las reflexiones que realizas me dejan pensando. Sí, lo que he podido ver en esos documentales, se nota que, como dices, desde el punto de vista cinematográfico no tiene nada que aportar.
Un placer leerte, como siempre
Beso
Hildy
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Fíjate que luego he pensado, después de escribirlo, que quizá sea menos mediocre cinematográficamente hablando de lo que dejo entrever, pero que la calidad de la copia disponible es tan pésima que desluce mucho su aspecto visual y su tramoya, pues se gastaron mucho dinero en ella. Supongo que no hay especial interés en restaurarla, claro, pero sería interesante poder verla en buenas condiciones.
Un besazo, querida.
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Hola tocayo
Curioso, el cine alemán estaba entre lo más avanzado incluso en su faceta «adoctrinamiento». Han pasado un montón de cosas, el cine ya no es aquel fenómeno de masas que fue, pero el «moho» sigue encontrando nuevos «masificadores» con los que alimentar a sus creyentes.
Estoy escuchando ese gran disco de música degenerada a nombre de John Coltrane & Johnny Hartman; ese tipo de sonidos ideales para esperar el fin del mundo y, puede, me he dejado llevar.
Como decía aquél locutor «busca la belleza, es la única protesta que merece la pena». Un saludo, Manuel.
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Ay tocayo, tú sí que sabes panificar.
El adoctrinamiento propagandístico de aquel tiempo tengo la impresión de que llegó a tal grado presencia en la sociedad en cuanto a recursos invertidos e industrialización de la cosa que se alcanzaban tales cotas de minuciosidad destinada a un público tan alienado (en especial la juventud, quien en 1940 tuviera menos de 30 años) que ver estas cosas para nosotros es un poco como ver charlar a las ballenas.
Me apunto la música degenerada.
Un abrazo
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Qué curioso lo de Ferdinand Marian, no tenía ni idea, yo daba por hecho que estaba totalmente a favor de la causa judía y fue justamente al contrario. Pobre hombre, ser recordado por un papel contrario a su ideología.
La película aún no la he visto pero hace años que deambula en mi disco duro a la espera de dedicarle el momento. Me da mucha curiosidad el cine de propaganda nazi y hay varios filmes aparte de éste que tengo a la espera de encontrarles el momento. Hace años la Filmoteca de Cataluña hizo un ciclo sobre el tema y fue bastante sonado. Por entonces estas películas apenas circulaban y eran muy difíciles de ver. Recuerdo que las filmotecas alemanas las cedían solo de forma puntual y en condiciones muy específicas (solo podían proyectarse una vez y era obligatorio que todas vinieran precedidas de una explicación sobre el contexto). Hoy día por suerte, como casi todo, es más fácil verlas.
Gracias por este interesantísimo post, y por cierto nunca me canso de ver esa foto de nuestra Setsuko. Qué combinación tan extraña de personalidades…
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Sobre Ferdinand Marian, pues digamos que le ofrecieron un papel que no podía rechazar.
Uno de los primeros apuntes del blog se lo dediqué a Tropas de asalto, un «clásico» de los primeros años del nazismo. Te recomiendo echarle un ojo a la peli, porque es escalofriante.
Tengo también en la recámara unas cuantas que, es verdad, son difíciles de conseguir y las copias que se encuentran están todas o en pésimo estado o recortadas. Es un tema que a mí me parece muy interesante desde cualquier punto de vista y, aunque puedo hacerme cargo de lo que en Alemania piensen al respecto, no le veo sentido alguno a limitar o poner pegas a la distribución de estas pelis que simplemente son hijas de su época. Vamos, que yo cuando explico el totalitarismo en clase los chavales se comen un ratito de El triunfo de la Voluntad, y no he visto que a ninguno le haya salido bigotito por eso.
Vamos, es que evoco la escena de un grupo de cenutrios Neonazis de hoy en día viendo El judío Suss y solo puedo imaginármelos pegando cabezadas o luchando por no dormirse, mientras que otros ya se han quedado fritos y babean, o directamente se han caído de la silla y roncan en el suelo.
En fin, que yo cuando me encuentre con otra de la que me apetezca hablar lo haré. Debo reconocer, además, que la propaganda pasada, en especial la que circunda la IIGM, es una condimento estupendo, que me gusta y que da un sabor especial y único a todas estas películas que, si no fuera por esa fantasía irracional que las vertebra, no valdrían un chavo.
Un abrazo
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Hola Manuel,
Pues Tropas de asalto la tenía en el disco duro desde hace tiempo pero aún no la vi entre otras cosas porque no encontraba subtítulos, y aunque obviamente el alemán no es un problema para el Doctor Mabuse, nuestro becario no lo domina y no queríamos dejarle marginado. De entrada ya tu post me ha servido para descubrir esa versión de Youtube, que aunque sean subtítulos generados automáticamente, mejor eso que nada.
Yo coincido contigo, no le veo sentido a tener estas películas tan escondidas, sobre todo porque como bien dices el público potencial que pueda ver una película alemana de los años 30 no creo que se vaya a convertir en un neonazi ante su visionado. ¿Quizá es más un tema de «vergüenza» porque reflejan demasiado claramente esa faceta de su pasado histórico? Ni idea, pero a mí también me apasionan aun siendo obras de calidad más bien justita. Hace poco empecé a indagar también en el cine de propaganda fascista italiano a raíz de un especial que le dedicó la Dirigido Por, pero aún he visto muy poco sobre el tema. Seguiré investigando sobre este tema…
Un abrazo.
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