El rastro de la pantera (The Track of the Cat, William Wellman, 1954)

Antes de nada, un aviso a pasajeros: este apunte lo escribo porque mi compromiso con el especial Wellman me obliga a ello, pero realmente es del todo innecesario, pues nada aportaré, excepto una anécdota posiblemente falsa que incluye a Mitchum corriendo desnudo por la nieve, a lo que ya dijo el Dr. Mabuse, fogonero de primera de este tren de sombras, hace no mucho en su gabinete. Además de mi opinión personal sobre The Track of the Cat y de esa anécdota poco voy a decir que no explicara él, como es su costumbre, con el orden y la claridad que a mí se me resiste.

William Wellman fue un hombre de grandes ideas, pero muy simples. O mejor dicho y hablando ya en términos cinematográficos: es uno de esos pioneros de segunda generación, por así llamarles, del cine norteamericano, que por haber controlado los recursos de un arte que maduró con ellos, sabía buscar oro fílmico donde otros solo se mojan el culo en el riachuelo de la moda pasajera. Así, nos descubrió el cielo en Wings, supo mejorar lo inmejorable de Beau Geste y saber hacernos amigos de un detestable Enemigo público. El mérito  de sus mejores filmes a veces se debe a que se combina un buen guión con buenas ideas visuales poco exploradas. En el caso de El rastro de la pantera el punto de partida era ese: partir de una buena historia bajo el paraguas de una sola idea, y la idea era: hacer una película en blanco y negro en color. Al parecer llevaba siete años dándole vueltas a esa ocurrencia cuando el tremendo éxito de The HIgh and the Mighty le facilitó el camino, pues John Wayne, su jefe y financiador de entonces a través de la Batjac, le dio carta blanca para hacer lo que quisiera. Así que lo hizo.

A partir de una novela de Walter Van Tilburg, autor también de Incidente en Ox Bow, A.I. Bezzerides preparó un guion que, en mi opinión, estropea algo la película como comentaré luego. Se trata de un drama familiar que se destapa cuando la alegórica pantera negra que da nombre a la película merodea por los alrededores de la casa familiar, situada entre montañas nevadas. Los exteriores, ya que estamos, se rodaron en pleno verano en los alrededores del Monte Rainier, en el estado de Washington. La familia Bridges la forman un padre alcohólico (Philip Tonge), la madre, fanática religiosa reprimida y castradora (grande Beulah Bondi, la mejor de la peli),  y sus cuatro hijos, que son el menor, un papanatas (el guaperas Tab Hunter), el sensato Art (sosísimo William Hooper), la reprimida Grace (desaprovechada Teresa Wright) y finalmente Curt (Robert Mitchum), que a la vez está al margen y en el centro de todos los rencores acumulados en la familia. Los dos personajes que quedan son Gwen (Diana Lynn), prometida pelirroja del hijo pequeño, y por último Joe Sam, un indio de 100 años ni más ni menos que interpreta…  ¡Alfalfa Switzer a los 26! Su horrendo maquillaje y su pavorosa actuación son a mi entender producto de una decisión inaudita de casting de la que no sé a quién culpar. Supongo que estaba en nómina de la productora, porque también aparece en Escrito sobre el cielo, y alguien debió pensar que tendría algún gancho publicitario su caracterización. Lo mejor que aportó a la producción son las risas que hubo, sin duda, el día en que se le ocurrió la gansada de tirar dentro de la cabaña donde se alojaba Mitchum con un amigote un mapache enrabietado. Resulta que el futuro protagonista de El cabo del terror estaba esperando en pelotas con un whiskazo en la mano a que su colega saliera de la ducha para entrar él, cuando entró el mapache infausto y él salió dando alaridos de terror al nevado exterior sin soltar el vaso, claro, para mofa y befa del pillín Alfalfa y otros miembros del equipo. Bueno, un miembro no se reía, el de Mitchum.

Volviendo a la película, creo que hay que tratar muy por separado el plano visual y el dramático. Empiezo por el segundo. Como bien dijo la crítica en su momento, más que un western de los llamados psicológicos tan de moda entonces, que es lo que puede parecer si a uno le cuentan la sinopsis, y que tampoco deja de serlo considerando su original puesta en escena, esto parece una obra de Eugene O’Neill con nieve alrededor y un gato alegórico y fatal dando vueltas por la finca. En efecto, la captura de la supuesta pantera que ataca al ganado enseguida comprobamos que no es más que una excusa para enmarcar y deshilar la trama de los conflictos que han podrido esta familia desestructurada. De hecho, como bien señala el Dr. Mabuse en su análisis, Mitchum aunque sea el protagonista en los créditos y un poco el catalizador de todo el magma dramático, no tiene mucha presencia en pantalla. A pesar de la importancia que los elementos de la naturaleza juegan en la historia, realmente se trata de una película de interiores, teatral, con unos protagonistas de personalidades muy marcadas, quizá demasiado. En mi opinión el mayor defecto de la película, Alfalfa al margen, son los diálogos, excesivos en cantidad y poco trabajados. Hay una verborrea constante que no casa con el aire onírico que tanto la amenaza exterior como el lenguaje visual invitan a respirar. Además hay unos cambios de tema absurdos y precipitados en las  conversaciones, y el supuesto conflicto soterrado que nadie se atreve a afrontar en el fondo es una chorrada: que al hijo pequeño no le dejan independizarse y llevarse las vacas a su propia hacienda. Por otra parte hay personajes a mi parecer mal trabajados, porque o bien no mantienen la coherencia, como el padre borracho, a veces conciliador y sensato y a veces un cerdo desagradable, o bien muestran una ambigüedad poco elaborada que no sabemos bien cómo interpretar ni a qué se debe, como esa presunta tensión sexual no resuelta entre Mitchum y Gwen, que no queda claro de dónde viene ni a dónde va.

Sé que estas opiniones negativas mías no casan con el aura de película reivindicable que tiene, y merece, The Track of The Cat, pero me parecía pertinente explicitarlas, pues son defectos que Wellman debería haber pulido con más trabajo en el guion. Porque Wellman era no sé si un buen guionista (les recuerdo que ganó su único Óscar por escribir Ha nacido una Estrella) pero desde luego sí fue un gran detector de malos guiones e historias que no llevan a ningún lado, incluso de aquellas que se vio obligado a filmar por contrato. El problema, me parece, es que esta vez se dejó llevar por su gran idea, la de rodar en color una peli en blanco y negro, y se preocupó mucho más del apartado visual y de la puesta en escena que de la historia. Una prueba de ello puede ser que el momento que siempre rememoró de este trabajo es la alegría que sintió tras ver la película terminada junto a William H. Clothier, director de fotografía, y abrazarse los dos en la sala de proyección porque lo habían conseguido.

Y es que El rastro de la pantera es, en efecto, una película en blanco y negro. Absolutamente todo lo que sale en pantalla, excepto el pelo de Gwen, y su camisa, una chaqueta roja que viste Mitchum, una bufanda amarilla y unos zapatos color crema que se “colaron” porque Wellman no se dio cuenta, todo lo demás está en la escala de grises. Incluso los pinos del exterior están rodados a contraluz, o de tal forma que en contraste con la blanca nieve se vean siempre oscuros y casi olvidemos su verde natural. Las letras de los créditos van en un negro inaudito. Incluso hay una colcha bordada en blanco y negro que simboliza y evoca la presencia viva de uno de los personajes que muere en un ataque de la pantera.

Tanto la casa como el exterior se convierten, por este lance cromático, en escenarios a la vez vanguardistas (es un decir) y tradicionales. Desde luego el resultado es muy atractivo, pero además hay que reconocer que Wellman además ha creado unas composiciones muy potentes y se ha dejado llevar por esas ocurrencias suyas que de vez en cuando asoman y que, aunque alguien podría tildarlas de anticuadas o pretenciosas, a mí me encantan, como el famoso entierro rodado por completo desde el punto de vista del ataúd, dentro del hoyo. Este momento, por cierto, es uno de los varios plano-secuencia largos y sin cortes que llenan la película, en consonancia con la pantalla panorámica y su teatralidad.

Es un placer ver esta película, pues el ojo de Wellman y la fotografía de Clothier efectivamente consiguieron su propósito, a pesar de que hay detalles pobretones o fruto de la precipitación, como que la iluminación no esté bien preparada -hay algunas sombras en interiores muy de serie B- o algún plano rodado en estudio inserto en las escenas exteriores bastante sonrojante. 

En fin, esta vez la apuesta no le salió bien a Wellman, al menos en taquilla. La película fue un fracaso que no interesó nada al público y moderadamente a la crítica, condescendientemente positiva pero poco entusiasta. El caso es que Wellman quedó muy contento, y lo que nos encontramos hoy es un filme único cuyo atractivo indiscutible proviene de varias contradicciones sin resolver: es a la vez anticuado y experimental, humilde y barroco, sencillo y relamido, teatral y climático, de interior y de exteriores. En color y en blanco y negro.

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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10 comentarios sobre “El rastro de la pantera (The Track of the Cat, William Wellman, 1954)

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  1. Hola tocayo
    Durante tu comentario he estado haciendo un continuo viaje de ida y vuelta con otra peli que tiene «gato encerrado» y que -he tenido que comprobarlo- es posterior: «Cat on a Hot Thin Roof»; aunque sean dos cocktails muy distintos tienen muchos argumentos en común. (Si en una el hielo lo agita el miembro Mitchum en la otra lo rompe el saltodecama Taylor ¡No hay color!)
    No digo yo que el bueno de Tab Hunter necesite defensor pero me maravilla que nadie la avisara de los papelones en los que se metía.
    Alfaalfa y su sombrero para tapar el mechoncito. Parece un personaje recién salido de una peli de zombies de hoy mismo.
    Un saludo, Manuel.

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    1. Hombre tocayo, entre un gato invisible y la otra gata en salto de cama… Me quedo con Cleopatra. Hace muchos años que no veo La gata sobre el tejado de zinc, pero me llama la atención tu conexión mental. La revisaré a ver qué tal. De Tab Hunter no he dicho nada pero algo comentaré cuando toque comentar la última peli de Wellman, La escuadrilla Lafayette, que él protagoniza y en la que un patético Clint Eastwood hace de figurante despistao.
      Me da que Alfalfa ya entonces era más zombie que los de hoy mismo. Menudo personaje, pobre mapache.

      Saludos sobre el tejado de zinc

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  2. Pues muy agradecido por sus buenas palabras a mi reseña, pero creo que la suya profundiza más y mejor en la película, me ha gustado mucho leerla (incluyendo, claro está, la anécdota de Mitchum corriendo por la nieve).
    Aunque yo tengo una visión más benevolente de la película (así de memoria no tengo tan presentes los defectos de guion que resalta, pero puede ser porque la parte visual me tenía hipnotizado) coincidimos en la mayor parte de apreciaciones. Me gusta lo atípico de la propuesta, el uso de ideas «vanguardistas» o como mínimo de planos y decisiones de puesta en escena atípicas por parte de un director que normalmente se especializaba en un cine mucho más directo y al grano.
    ¿Podría ser por cierto la película favorita de Wellman de su propia filmografía? Una de mis debilidades es recopilar las películas favoritas de cada director de sus respectivas carreras, pero sé que muchos directores tipo Wellman eran reacios a dar a conocer estos datos o preferían fingir cierta indiferencia hacia su obra.

    Un abrazo.

    PD: por cierto, cuando clico al enlace de El enemigo público la URL me va al Especial de Wellman en general: https://trendesombras.es/2021/01/22/no-soy-tan-duro-el-cine-de-william-a-wellman/ y ahí me sucede lo mismo cuando clico a la película en el listado de films reseñados. ¿Dónde ha escondido usted a Tom Powers?

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    1. Querido doctor, ya he arreglado los enlaces. Me he dado cuenta revisando que a veces ocurre lo que usted comenta no sé por qué. Cuando termine el especial un año de estos lo revisaré todo antes de convertirlo en un ebook descargable, como prometí.

      ¿la película favorita de Wellman? Bueno, aquí hay que tener en cuenta que, como usted bien sabe, esta gente no tenía la oportunidad de revisar su propia obra, porque estaban muy ocupados rodando y no había tv hasta los 50 ni las pelis se concebían como algo que sobreviviera a su proyección en cine.

      En lo que yo he leído Wellman afirma que la única película de las suyas que le gustaba revisar es La Reina de Nueva York, pero más por una cuestión sentimental de reencontrarse con Carole Lombard, con la que tuvo gran amistad y cuya muerte -como todos- lamentaba profundamente.
      Wellman era perfectamente consciente de lo que tenía valía y lo que no, yo creo que de la película que más se podría haber alegrado de hacer es Incidente en Ox Bow. Sin embargo es, por su contexto personal y profesional, un hombre que ante todo juzga sus películas por el éxito que tuvieron, porque ese es el magma mental en el que desarrolló su trabajo. En este sentido, por ejemplo, le parece genial haber hecho Escrito sobre el cielo, que le dejó pingües beneficios, aunque sepa perfectamente que tiene menos valía que El rastro de la pantera.

      De todas formas, si en mis investigaciones doy con una declaración expresa del mismo Wellman en el que diga con seriedad y perspectiva «mi mejor película es X» prometo informarle de la X.

      Un abrazo

      PD es usted un pillín, que sé para qué busca a Tom Powers (bien que se me adelantó) pero la pena es que poca chicha va a sacar de mi apunte, porque es previo a manejar bibliografía sobre Wellman y poca información aporto que le vaya a ser útil

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      1. Sí, soy consciente de que los directores del Hollywood clásico rollo Wellman no tenían una visión tan artística de su obra y que a veces escogían sus favoritas por otros motivos, precisamente por eso si alguna vez se posicionó claramente a favor de una me resultaba interesante saber cuál. Por ejemplo, Hawks decía que su favorita era Scarface, no tanto por su calidad artística, como por el hecho de que la censura hizo todo lo posible por evitar su estreno y en cambio él y Howard Hughes lucharon por mantener la integridad de la película y lo consiguieron. Los datos que me aporta de Wellman en ese sentido ya me resultan sumamente interesantes, si además encuentra más detalles por el estilo, pues mejor aún.

        Y sobre lo de Tom Powers, no sé a qué se refiere, no diré nada sin la presencia de mi abogado, jajaja. En realidad el principal motivo (que no el único, claro, como muy bien ha deducido) es que cuando revisiono alguna película de Wellman me gusta leer lo que se ha dicho por aquí de ella. Aunque no contenga aún información bibliográfica me da curiosidad ver lo que ha escrito, me lo guardo para leer con calma.

        Un abrazo.

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  3. Jo, queridísimo Manuel, no te ha entusiasmado mucho El rastro de la pantera. A mí es una película que sí me atrapa y me afianza en lo que me gusta Wellman. Disfruto de ese western con melodrama familiar desatado de fondo, así como no hay que dejar escapar el personaje de Mitchum, finalmente un hombre que se enfrenta a su miedo más profundo y sucumbe. De hecho el artículo del doctor Mabuse me lanzó a verla, pues llevaba tiempo tras ella. Y en el apartado técnico y visual, una pasada. Cómo mueve ese hombre la cámara.
    Después del trabajazo que estás realizando sobre la filmografía de Wellman, ¿te está decepcionando como director? ¿Esperabas encontrar otra cosa? A veces tengo esa impresión al leerte. Sé que ya te lo he preguntado en alguna ocasión, pero tengo esa sensación. Como que quizá sabes que puede ser tan bueno, que cuando hay una de sus obras por debajo de sus grandes películas, te decepciona más. Jajajaja, lo digo porque a mí me suele sorprender en todo lo que voy descubriendo (incluso en obras menores), y a ti creo que te parece que hay muchos altibajos en su filmografía… y que luego están las perlas de la corona (me has hecho descubrir algunas de ellas… ¡y eso te lo agradezco en el alma!).

    Beso
    Hildy

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    1. Queridísima Hildy,

      yo por desgracia no tengo tu capacidad para sentir y demostrar entusiasmo. Soy un tipo muy amigo de la objetividad, y con Wellman es cierto que soy bastante severo porque se lo merece. Tú misma lo has detectado y me lo comentas: Wellman era un tipo con un ojo y una intuición cinematográfica genial, portentosa. Podría haber sido uno de los muy muy grandes, pero por h o por b decidió hacer muchas películas, ganar mucha pasta y evitar conflictos artísticos con sus productoras. Se prestó a hacer pelis que él sabía que eran una chufa en proyecto, y a veces lo que quedó fue una chufa proyectada. Por esa misma desidia estética -llamémosla así- cuando se quiso poner «artístico», como es el caso de El rastro de la pantera, no tuvo siempre la paciencia y el poso para controlar todos los resortes, sino que se dejaba llevar por una buena idea (aquí el tema cromático) que en ocasiones dejaba fuera otros muchos elementos que hay que controlar, como el guion, y que a él no le apetecía supervisar.

      Por ese motivo, aunque le admire y le esté dedicando muchísimas horas de mi vida, pienso que Wellman merece que se sea objetivo y crítico con él, y que no le trate con condescendencia.

      «No hay nada peor que el talento malgastado» es una frase que se dice en esa delicia poco recordada que es «Una historia del Bronx» y que yo tengo siempre muy presente. Y a Wellman se la aplico y se la recrimino, y eso se trasluce en mis comentarios sobre su obra.

      Vamos, que mi intención es más ser crítico que fanboy. Wellman no es Ford ni Ozu ni Hitchcock ni Renoir ni Murnau ni Dreyer ni…. Y lo triste es que no lo es porque no le dio la gana, así que me parece justo y pertinente explicar el porqué.

      Sobre lo que me preguntas… No me esperaba otra cosa. Yo ya suponía que de 80 películas 10 ó 12 serían joyas, 20 ó 30 buenas y el resto morralla. Si no fuera así Wellman tendría monografías y tesis dedicadas a tutiplén en español, y no necesitaría que un mindundi le hiciera un homenaje en un blog remoto y mediocre. Pero me alegro mucho de haber empezado este especial, llevo ya creo que más de 40 películas analizadas y me ilusiona comentar las que faltan, aunque ya no quedan muchas buenas. Y todavía quedan algunas que no conocíamos que me sorprenden y te sorprenderán a ti, querida Hildy, y merecen la pena, ya verás.

      Un besazo bien fuerte

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  4. Es verdad, Manuel. Wellman es uno de esos directores que cuando ves algunas de sus películas, exclamas: ¡leches, qué bueno es el tío!. Y, sin embargo, en otras: ¡bueno, otra de muchas! Ni chicha ni limoná.
    Claro, todo el mundo tiene que comer, pero ¿justifica eso su desidia en tantas otras realizaciones? Ante semejante actitud a mi me viene a la cabeza la idea de si Wellman sentía realmente verdadera pasión y amor por el cine porque no me entra en la cabeza que de ser así es inconcebible que se revuelque tantas veces en el fango de la mediocridad. Obviamente, no hay director que por mucho talento que tenga su obra raye la «obra maestra», pero tampoco cae, o rarísimante, en la mediocridad. Ante esto, siempre me inclino a pensar que cuando alguien descuida frecuentemente algunos aspectos de su obra no es tanto por abandono o dejadez sino por incapacidad, porque no da más de sí, aunque a veces suene la campanera.
    Y un caso paradigmático de lo que digo es «El rastro de la pantera». Dices que Wellman era un gran detector de malos guiones e historias, pues aquí el detector se le debió de romper porque como bien dices los diálogos aquí son uno de los talones de Aquiles del film. No obstante, y a título personal, no sería la que nos ocupa una de las películas que reivindicara de Wellman pese a esas innovaciones visuales.
    Un abrazo y buen finde.

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    1. Hola Nuncaelolvido!

      Cuando uno lee sobre Wellman, y atiende a sus propias palabras, se encuentra con un poco la misma impresión que escuchando a Ford, Hawks o Raoul Walsh, porque son hombres de la misma generación que trabajaron con un sistema parecido. Aparte de sus gustos y de su anecdotario particular, todos ellos dan la impresión de por una parte saber muy bien qué es lo que necesitan para hacer una buena película, y tener muy claro qué se les da bien y qué no. Por otra parte, sin embargo, es como si no se tomaran muy en serio el legado que puedan dejar. Para ellos una película era unas semanas o meses de trabajo, una tarea cumplida con el estreno y no hablan de ellas con regodeo estético. Las juzgan no bajo el prisma de la trascendencia, la profundidad o la valía artística, sino simplemente las colocan en un punto entre «funcionó» y «no funcionó», donde ese funcionar a veces se refiere a la taquilla y a veces a sus expectativas de aquel tiempo.
      Eran personas distintas a nosotros, más rudas, y aunque -me centro ya en Wellman- estuviera dotado con una capacidad especial para la cinematografía, no miraban su trabajo bajo ese prisma del artista que con cada nueva «obra» quiere agotar todo un relato o un mecanismo narrativo o una idea estética o… Precisamente el fallo de Wellman, en El rastro de la pantera, como digo arriba y tú comentas, es haberse dejado distraer por esas ínfulas y ocurrencias estéticas que no casaban mucho con su edad y ni con su posición en la industria.

      Por otra parte, no coincido contigo en eso de que se dejara arrastrar «en el fango de la mediocridad». Es una expresión que yo aplicaría a otros directores de talento malgastado (tengo en mente hablar de uno de ellos con detenimiento próximamente, por cierto) pero no a Wellman. Es verdad que hizo mucha morralla, pero ten presente que de cada 5 películas que hacía esta gente 3 ó 4 eran imposiciones del estudio o bien el director accedía a hacerlas por contrato para tener barra libre en otra. Wellman dirigió muchas pelis que no concibió, de hecho hay muchas a las que llegó para rematar el rodaje de otro al que a su vez habían mandado a rematar otra cosa o sustituir a un director inútil. Creo que está bien «hacer sangre» con él cuando afrontaba un proyecto personal, como este, pero también hay que ser comprensivo con el sistema que había.

      ¡Un saludo!

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