Hay películas que empiezan como todas y terminan como ninguna. Una de esas que me gusta mucho, muchísimo, es Soy un fugitivo.

1932, Gran Depresión, la Warner “comprometida”, Paul Muni dándolo todo, la ley contra la justicia, la brutalidad contra la sensatez. Todo eso bien mezclado es esta película. James Allen (Paul Muni) es un muchacho noble y hacendoso que vuelve de la IGM con ganas de mejorar el mundo putrefacto por el que se enfangó en las trincheras de Europa, así que cuando vuelve a su pueblo natal, en vez de quedarse en la vieja fábrica en la que trabajó antes haciendo papeles que no sirven de nada, decide construir, ser útil ayudando a levantar monumentos civiles y prácticos que hagan avanzar a su país. Curiosamente en esta película son omnipresentes las obras públicas. Estamos en las postrimerías de la segunda revolución industrial, hay que construir y rematar el mundo motorizado del siglo XX y ahí está nuestro protagonista dispuesto a colaborar y ahí están las instituciones dispuestas a aprovecharse del trabajo gratis de los presos forzados.
El caso es que James no encuentra trabajo, su sueño no se cumple y poco a poco va cayendo en la marginalidad. Su proceso vital es muy similar al que vimos en aquella peli de Wellman, Heroes for Sale (1933), y culmina en que se ve involucrado involuntariamente en un hurto menor por el que es condenado a 10 años de trabajos forzados y a arrastrar cadenas. Logra escapar y pasan los años mientras bajo una nueva identidad se convierte en lo que soñó, todo un ingeniero de caminos, proyectista de grandes obras, señor respetado por su comunidad al que, ay, por culpa de una rubia le cazan de nuevo, y aquí lo dejo. Y aquí la dejo.

Esta historia en casi cada punto coincide con la real, la de Robert Elliott Burns, autor del libro en el que se basa la película, y que colaboró en el rodaje siendo aún entonces convicto en busca y captura. Su historia real varía en algunos aspectos de la filmada. Él no quería ser ingeniero sino periodista, y lo que denunció con su testimonio fue la violencia de las cuerdas de presos de Georgia en concreto, aunque en la película no se menciona el estado de la Coca-Cola.
En Soy un fugitivo, como es habitual, tenemos al héroe y al antagonista. El héroe es James Allen, o Allen James, que interpreta Paul Muni con ese estilo suyo tan peculiar visto hoy, mezcla de tics e inmenso carisma, que personalmente me encanta. El antagonista es nada menos que la Ley, lex dura, sed lex. Aunque es habitual en el género carcelario, especialmente en estos primeros 30, que la ley y la norma, o su personificación como funcionarios o alcaides, sean presentados como instancias desalmadas e indiferentes al sufrimiento del recluso, en Soy un fugitivo esto va mucho más allá. La ley, y el estado, no solo están ahí, vigilantes para obstaculizar el día a día del preso, sino que, de forma sádica y premeditada, velan por el sufrimiento perpetuo y la persecución interminable del que cometió una falta que no equivale ni a la décima parte de las humillaciones, castigos e injusticias que debe sufrir él cada día. Es inevitable preguntarse, asistiendo a esta historia, si de verdad en los años 20 (cuando se supone que suceden los hechos) la administración penitenciaria podía gastar tantos medios y tiempo en la persecución de un fugitivo pacífico que cometió un delito menor. Obviamente en la realidad eso no podía ser así, pero la idea que desprende la película es que de cualquier forma esa administración infame, ese Leviathan deshumanizado, está ahí al acecho de nuestros errores o debilidades.

Qué curiosa es la línea que, en el cine de este tiempo, separa a la ley del delito, al estado de la delincuencia. Es como un istmo estrechísimo en el que uno, puesto en mitad de su extensión, no puede adivinar lo que es continente y lo que es península, si es peor la ley o sus alternativas delincuenciales. En Soy un fugitivo la pequeña península de humanidad es el espíritu constructivo y honrado de Allen, mientras el continente frío y exánime es la ley, implacable, que llega con sus tentáculos a todas partes para estropear, si es necesario, incluso el mismo progreso social para cuyo apuntalamiento fue escrita.
El estilo que aporta Mervyn LeRoy a Soy un fugitivo quizá sea el mismo que podrían haber aportado Hawks o Wellman o Walsh, pero es el que mejor le viene. A pesar de las grandes elipsis temporales y de que no hay ninguna subtrama en la que se pueda profundizar, cada personaje está bien retratado, el ritmo es intensísimo, y el aparato visual muy muy bueno. En especial hay mucho cuidado en el retrato del Chain Gang en sí, de los presos trabajando, o procurando descansar en los barracones. Están tratados con mucho empeño pictórico y gran dignidad, lo mismo que cada uno de los planos que protagoniza Paul Muni. Y por otra parte, mola mucho la persecución final, pero es que en este blog somos muy de camioncitos a toda pastilla. Un saludo a Antonio Albacete.
La película fue un gran éxito de crítica y público. Obligó a que Georgia relajara un poco su sistema carcelario y por otra parte hizo que detuvieran a Burns, el original, que aprovechó la circunstancia para poner el foco en lo suyo. Así que el gobernador de New Jersey, donde vivía, rechazó extraditarlo a Georgia y finalmente, años más tarde, obtendría una suerte de indulto.
OJO, DESVELO A MEDIAS EL FINAL EN LO QUE SIGUE

El final de Soy un fugitivo es tan grande porque toda la película conduce a él y, sin embargo, no nos lo esperamos. Porque hasta el último acto, los últimos 10 minutos, este filme se percibe como uno más de su tiempo y género: pasan muchas cosas en poco tiempo y se acumulan las vivencias del protagonista a base de elipsis, sobreimpresiones de hojas cayendo del calendario y noticias de periódico.
Por eso, quizá, el último minuto de Soy un fugitivo es uno de los más desgarradores de la historia del cine, y de la historia del humanismo. Y es que el protagonista no solo ha sucumbido al antagonista, sino que ese antagonista, la justicia injusta, es tan inexpugnable que solo cabe sucumbir, plegarse a sus reglas y renunciar a toda decencia. Paul Muni disolviéndose en la oscuridad, confesando, es desgarrador intelectualmente y cinematográficamente, la culminación perfecta y dolorosa de los ochentaipico minutos mejor aprovechados.


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Hola tocayo
Basándote en la peli dejas abiertos demasiados «hilos»: el pobre Burns en busca y captura y el «respetado» Al Capone entraba, por aquellas fechas, en la trena por «evasión de impuestos».
Otro «parecido (poco) razonable»: esos uniformes son muy parecidos a los que, diez años después, impusieron a demasiada gente en un continente no muy lejano.
La portada de la novela es PulpFiction total; incluso imprimen los 25 céntimos de nada.
Otra demostración de que Pávlov tenía razón: es ver escrito Chain-Gang y en mi cabeza suena «¡Hooh! ¡Ahh! That’s the song of the men working in the chain ga-aang» (Sam Cooke).
Ya que dejas el enlace sólo puedo decir lo contrario de lo que dirían aquellos esforzados: ¡Volveré!
Un saludo, Manuel.
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Voy a ser breve, que tengo que acabarme este libro de Lumet antes de que el 2022 llegue a su fin (es broma, aunque pienso leerlo). Una de las grandes películas americanas de principios de los 30, magnífico Paul Muni y sobre todo, QUÉ FINAL. Éste es uno de esos filmes que vi en los inicios de internet, cuando lo de descargarse películas aún era una novedad y las veía en la pantalla del ordenador. Y aún recuerdo lo mucho que me chocó el desenlace, por inesperado y por extraño (esa mirada tan desquiciada, la forma como se va hundiendo en la oscuridad mientras niega, y su «I steal…» final). Es de esos desenlaces que en su momento no me impactaron, pero que se me quedaron grabados y que empecé a apreciar más a medida que lo recordaba y, sobre todo, en futuros revisionados. Es perfecto tanto en su forma (sin grandes alardes pero dando a entender la idea de forma muy clara: cómo se va a hundir en la oscuridad para siempre) como en ese mensaje tan devastador, tan contundente… y tan real. Ay, la de sorpresas que nos depara el Hollywood pre-code antes incluso de saber lo que era.
Vaya, al final me enrollé un poco. En fin, si no volvemos a coincidir, que tenga una feliz entrada en el 2023, amigo Manuel.
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Querido Doctor.
Este final es devastador e inolvidable, pero leo aquí abajo al querido Nuncaelolvido que se fundieron los plomos y salió así de guapo…
No sabe uno nunca qué pensar, sobre todo cuando se encuentra con un pre-code, como usted dice. Lo que suele ser bueno pasa por malo, lo que pasa por malo es lo mejor.
Un abrazo fuerte. Le leo este año con más atención si cabe.
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Hola otravez (ya la vi)
La peli arranca con un camarote de hombres regresando de LA guerra y haciendo grandes planes. No tardamos en saber que, al menos uno de ellos, ira de mal en peor y cuando prueba la miel sospechamos que es para que más le amargue la hiel.
Dices que tuvo éxito de público y critica; me imagino que no tardarían mucho en colocarla en lo más profundo de un cajón pues la escena en que nuestro héroe se decide a empeñar su medalla y el amable tendero le enseña la montonera no creo que ayudase a alistarse para la II.
Mención para el atraco: el dueño de la foodtruck (en este blog somos amigos de la food y los trucks) invita a dos socios a sendas hamburguesas, lo atracan, la policía de Georgia ya estaba allí. Resultado uno muerto y el otro recibe una «clase magistral» de aritmética por un juez; cinco dolares = diez años de trabajos forzados (retiro lo antedicho sobre PulpFiction, 25 cent.= 6 meses de trabajos «sociales»).
Resumiendo. Hay una extensa lista de actores ex-combatientes desde Sylvester Rambo a Jack «Cruise» Reacher, pero mucho antes Paul Muni ya picaba piedra.
Feliz año lleno de camiones rugiendo, bicis volando y películas para fugarnos. Manuel.
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Querido tocayo,
lo primero, gracias por verla… ¿A que merecía la pena?
Me centro en lo que dices de vender la medalla, y lo feo que resulta. Dices que eso bien vale un ostracismo, pero yo pienso, por el contrario, que eso es más bien un tópico fílmico natural y aceptado. Mirando muchas películas de intención pacifista me he dado cuenta de que la reacción en contra de lo sufrido en las guerras precedentes no solo es aceptado, sino que como una forma de sabia reacción se consiente y representa.
Para EEUU la participación en la IGM tengo la impresión de que no quedó en el imaginario popular más que como un tropezón de la historia, y nada malo había en despreciarla, aunque para los que fueron a Europa y vieron la dimensión real de los hechos, pudieran sentirse ninguneados.
Feliz año tocayo; camiones, bicis y películas que no nos falten, y que nos sobre solo lo que no necesitamos.
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Hola Manuel.
Con esta película me pasa lo mismo que a ti: me gusta muchísimo.
Y qué decir de esa escena final, sencillamente soberbia, y producto en parte de la casualidad.
Jim: Siguen persiguiéndome, y me perseguirán siempre. He tenido trabajos pero me han despedido.
Siempre pasa algo o aparece alguien. Me oculto como puedo de día y salgo por la noche. Sin
amigos, sin descanso, sin paz. Huir siempre, eso es lo que me espera.
Helen: ¿Cómo vives?
Jim: Robo.
Y ese… Robo, no sólo es la plasmación de la crueldad de un sistema penitenciario que utilizaba los campos de trabajos forzados, también lo es del fracaso de un sistema corrupto ajeno a la justicia social, incapaz de hacerse cargo de los individuos y garantizarles un futuro mejor, la confirmación de que alguien castigado injustamente y masacrado durante años en un penal de lúgubres condiciones terminará necesariamente emprendiendo el camino de la delincuencia y el crimen.
También destacaría ese juego majestuoso de luces y sombras de Sol Polito con esa soberbia escena final en la que Jim desaparece en la sombra. Pero lo que parece un prodigio técnico de puesta en escena en realidad fue un accidente de rodaje. Los focos se apagaron por error mientras seguía a Muni en su marcha atrás física y moral, pero en el montaje final decidieron mantener lo filmado.
Un abrazo sin los convencionalismos propios de estas fechas. Solo que sigamos viéndonos (¡uy, en qué estaría pensando!). Que sigamos leyéndonos, quise decir.
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Cómo me alegro, Nuncaelolvido, de haber escrito sobre una peli que te gusta tanto. También te agradezco mucho lo que me dices de que los focos se apagaron y proporcionaron ese final tan especial, único, de un hombre que parece hundirse en el lodo de su miserable futuro.
Este Paul Muni representa una forma de ocupar el mundo insegura y doliente. Ser ejemplar para ser tratado como escoria. Escapar con estilo camionero para que, al final del día, solo quede de ti la sombra de un nombre que se confunde con otros.
Un abrazo muy fuerte para ti también.
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