Vuelvo a Wellman, vuelvo a los años precode, vuelvo a lo que tanta vidilla me deja. Hoy nos topamos con una parábola histórica. Wellman nos cuenta la historia de Tom Holmes, un personaje que, a pesar de su probada honradez y valía, se ve vapuleado por los acontecimientos históricos y los cambios sociales que transformaron EEUU desde la IGM hasta el momento de producirse la película, en 1933. Drogas, lucha de clases y miseria: 30 años tardarían los grandes estudios en volver a tratar estos temas. Como nota biográfica, mencionemos que durante su rodaje, Wellman conocería a su cuarta y definitiva mujer, Dorothy Coonan, -protagonista de Wild Boys of The Road– con la que pasaría el resto de su vida profundamente enamorado y con la que tuvo siete hijos, nada menos. La conoció en un descanso en las tareas de preproducción, que aprovechó para flirtear con las coristas que rodaban en aquel momento Vampiresas 1933, aunque cuenta su hijo que ella se opuso en principio a iniciar relación alguna hasta que no firmara el divorcio de su tercera mujer. Quiero pensar que la llegada de Dottie a la vida de Wellman influyó para bien en que su carrera fuera larga y fructífera. Sin duda fue una mujer dotada de gran inteligencia y psicología, y supo mantener dentro de un orden razonable las tendencias crápulas y pendencieras de su marido, que se convirtió en un hombre familiar y casero, aunque el genio y figura, por supuesto, lo siguió llevando a cada rodaje.

El bueno de Tom es herido en las trincheras casi al final de la Gran Guerra (espectacular momento por cierto el del salto a la “tierra de nadie”, que reproduciría miméticamente, o eso me dice la memoria, Kubrick en Senderos de Gloria. O bien ha copiado Wellman el plano de grúa de Sin novedad en el frente, de Milestone, lo cierto es que no sabría decirlo) en una heroica hazaña de la que solo saca en limpio una adicción a la morfina que mitiga su dolor y que no le permitirá reintegrarse en la vida civil. Tendrá que buscarse la vida una vez desintoxicado y va a dar con una especie de fonda de beneficencia privada en la que alquila una habitación y en la que conoce a su futura mujer (nuestra querida Loretta Young), a un inventor alemán comunista y chiflado (Robert Barrat) y a Mary, la posadera, una genial Aline Macmahon, aquí en su juventud pero reconocible ya por sus llamativas ojeras que nos conducen directamente a El hombre de Laramie, ese western inolvidable en el que interpreta a la buena y vieja Señora Kate que vende su finca a James Stewart. Gran papel el suyo en Gloria y hambre, como en el film de Anthony Mann, plenos ambos de humanidad y simpatía.

Creo que no desguazaré más la trama. Como es habitual, los 71 minutos de metraje dan para mil peripecias. El ritmo no para, la agilidad es la norma, y el equilibrio entre diálogo e imagen es -seña de identidad wellmaniana- perfecto y magistral para que mensaje y entretenimiento se acomoden el uno al otro. Quizá sea una película inferior (al menos en mi estima) a la contemporánea y de muy similar contenido social Wild Boys of the Road. Esta me parece más seca y convencional. Es una historia dura y a la vez más realista, o más cercana a nuestra propia realidad, que la de los niños callejeros. La puesta en escena es además sobria, sin apenas aspavientos visuales, y la crudeza de los momentos violentos nos habla de un compromiso fuerte de Wellman con la verdad que no deja sitio a poesía alguna.

En esos años de Gran Depresión EEUU quizá viviera la mayor de sus crisis, y no me refiero solo a la económica, sino a una fuerte crisis de identidad. La película refleja muy bien la sensación de estar asomándose al precipicio de la Historia que parecía ser un sentimiento generalizado, o al menos asumido en las conversaciones y presumiblemente en el público del film. De los que he visto quizá sea la película de Wellman con mayor contenido político. No me refiero a carga ideológica en sí, que quizá también, sino a que trata explícitamente asuntos partidarios. El personaje del alemán que se metamorfosea de comunista radical a capitalista con sombrero de copa es, en su esquematismo (tragi)cómico el aglomerante de una serie de ideas políticas que recorren toda la historia. Crítica al maquinismo y a su respuesta ludista, crítica a la acumulación capitalista y al igualitarismo comunista, crítica de los extremos ideológicos, así como de la persecución política por parte del estado, etcétera.

Finalmente la moraleja política de la película (diremos que es “el que da es el que no tiene”, por no destripar) nos remite a esa ideología confusa alentada en estos años de New Deal que mezcla, o quizá confunde, el progresismo y la defensa de las instituciones con una confianza fuerte en la iniciativa individual. El estado en el que queda el bueno de Tom al final de la película, a la vez rico y pobre, es una alegoría del estado de un país que, teniendo para todos, no ha sabido administrarse hasta ahora. Sin embargo el mensaje final, curiosamente politizado por su literalidad (se cita directamente a Roosevelt como esperanza cierta) es optimista, no sabemos si por imposición del estudio al evitar una conclusión desalentadora o debido a una real confianza en que pudiera remontar la situación económica.
Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman


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¡Qué peliculaza Vampiresas 1933! A mí me gusta muchísimo, sobre todo su número musical final.
Reconozco que cuando vi Gloria y hambre (Heroes for sale, 1933) me interesó muchísimo como película pre code y por todos los temas que tocaba y la forma de contarlos durante tan solo 71 minutos. Por otra parte, ya los nombras en el texto, pero me interesó un montón el reparto y cómo construían sus personajes.
Me has despertado el gusanillo de volver a verla y recojo la recomendación de ver «Wild Boys of the Road».
Beso
Hildy
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El número final de Vampiresas ciertamente es espectacular, sobre todo me llamó la atención por su alegato antibelicista, que pilla un poco a contrapié, de hecho tengo por ahí una lista hecha con pelis de esa temática que voy recopilando y la tengo apuntada, así que queda rara junto a Johnny cogió su fusil y cosas por el estilo, jeje.
Willd Boys of the Road a mí me gustó mucho más que Heroes for Sale, Esta digamos que está más en los códigos habituales, pero la otra es que parece de otro momento de la historia del cine. Es neorrealismo puro con el pulso y la fuerza del cine de los 30. Una grandísima peli.
Un beso fuerte
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La vi el año pasado y me llamó la atención la crudeza con la que toca ciertos temas (empezando por la drogadicción). Es de esas películas que parece que se dedican a deambular por varios frentes antes que seguir una trama o idea concreta hasta bien pasada la mitad, algo que a nuestros ojos puede dar la imagen de ser un film no muy bien acabado a nivel de guion, pero en realidad son bastantes los films de la época que tenían este curioso estilo episódico.
Coincido en que Wild Boys of the Road es mejor.
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En efecto, ese carácter episódico y multitemático que era muy evidente también en Enfermeras de noche es curiosamente característico de estas «programers», tan breves. No sabría decir hasta qué punto responde a una búsqueda de satisfacer a los distintos públicos dándoles un poco de todo o si es producto de la producción fabril de las películas, en la que se recauchutabann 4 guiones escritos cada uno por 7 tip@s… Y se lo entregaban a un director suplente para rodarlo en 4 semanas y que luego lo monte otro tipo ajeno al proyecto. Ya sabes cómo se trabajaba entonces. Es un «defecto» visto desde hoy, como dices, que creo que se debe a ese modo de producir. Al menos en el caso de Gloria y hambre lo que queda es una buena película interesante por muchos motivos, pero ya irán saliendo otras que son un churro porque como tales se producían, así que lo extraño es que salieran bien. El código Hays colaboraría mucho en la atenuación de estas «tramas-gazpacho» al limitar tanto los temas a tratar, y de hecho es un «defecto» o tendencia que desaparece en general del cine de Wellman igual que de la industria en general con el paso de los años.
Un eminente defecto de William Wellman es no haberse resistido apenas a trabajar en cualquier cosa y rodar muchas historias que él sabía que eran morralla. Y es que era muy pesetero. En Wild Boys of the Road se nota mucho su implicación personal y las ganas que pueso en hacer algo bueno y distinto. Si en vez de 80 pelis hubiera hecho 40 bien escogidas y trabajadas sería un Howard Hawks.
Un saludo!
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