Tras el exitazo de Wings Wellman dirigió varias películas para la Paramount antes de la llegada del cine hablado. De ellas solo se conserva Beggars of life, una historia de vagabundos atractiva y curiosa que fue la primera cinta de la productora en incorporar unas breves escenas sonoras que lamentablemente se han perdido y que es conocida además por ser también la primera ocasión en que -por ocurrencia del mismo Wellman- se usa un micrófono en movimiento. Se trata de la escena en la que Oklahoma Red (Wallace Beary) llega al corro nocturno de mendigos con su garrafa de XXX y canta una alegre tonada de borrachín cuyo registro sonoro, como decía, se ha esfumado. Otros muchos quizá se hayan adjudicado el histórico honor de inventar la pértiga de sonido, pero sirva esta anécdota como ejemplo de que no se puede tachar a Wellman ni a su cine de haber acusado el estatismo visual que imponían la sonorización en estos primeros años de la banda sonora. Como hemos dicho en otras ocasiones, Wild Bill nunca se sintió intimidado por las innovaciones tecnológicas que supo afrontar sin el lastimero lamento de otros grandes coetáneos suyos.
Mendigos de la vida cuenta la historia de un joven vagabundo que accidentalmente se encuentra con una chica huérfana que acaba de matar a su padre adoptivo por intentar violarla. Se la lleva a los caminos y, al tiempo que la policía la pone en busca y captura, procuran sobrevivir hasta tomar un tren que los aleje del peligro y les lleve a Canadá. Mientras surge la chispa del amor dan con una jungle, una reunión de hobbos más curtidos y maliciosos que ellos liderados por Oklahoma Red, un tipo desagradable mas no exento de carisma que a partir de ese momento toma las riendas de la historia, que se puede decir que termina protagonizando.
Cinematográficamente se puede dividir la película en dos partes, cada una con sus propias soluciones de puesta en escena. El comienzo, hasta el encuentro con el grupo de mendigos, es el tramo en el que Wellman se muestra más experimental (bueno, mejor digamos “experimentador”) y juega bastante con transiciones, superposiciones e insertos narrativamente más significativos de lo habitual. Ejemplo: la insistencia en mostrarnos las piernas de los personajes en vez de a ellos, o la paradójica crudeza poética con la que se nos cuenta el crimen de La chica (Louise Brooks). Una vez que se mezclan con los demás vagabundos todo se vuelve más convencional y la película pierde el aire de ensoñación -que a mí me chifla- pero queda bien compensado por las muchas escenas ferroviarias llenas de dinamismo y originalidad. De hecho se cortó un buen tramo de vía cerca de donde se rodó. Fue en Jacumba, California, cerca de la frontera mexicana, donde por cierto equipo de rodaje y extras se dedicaron a emborracharse, contraer deudas y echar carreras (¡) con la gente del pueblo. Nada nuevo en los rodajes de exterior de la época, y no digamos en los dirigidos por Wellman. El mismo tren que protagoniza toda esta segunda mitad del metraje sirvió de transporte y comedor de todo el equipo de rodaje durante los 16 días que se estuvo trabajando en exteriores. Los planos en movimiento del tren acechando el abismo, así como las escenas interiores de los vagones, en las que el reducido espacio parece ampliarse como en la secuencia de la pelea, por mencionar un ejemplo, son buena prueba de la habilidad de Wellman y quizá lo que más se pegue al recuerdo cinéfilo de quien ha visto la película.

Quizá la parte más débil de Beggars of life sea la misma historia, algo plana y pesada hasta que aparece el personaje interpretado por Beary, más rico en matices que quienes le rodean hasta el punto de que su moral flexible, por llamarla de algún modo, puede resultar improbable, si bien lo llena de atractivo. Pasará de villano a héroe muy de sopetón, pero bueno, ya se sabe que en aquellos tiempos las cosas eran distintas. Por otra parte, la película en general parece no definirse entre el drama y la comedia, aunque quizá esto, como en tantos otros casos, no sea una merma de ella sino mía, que la veo tan tarde y tan distinta de lo que fue. Menos mal que la copia que he podido ver tiene una música que le viene al pelo y la fotografía algo quemada en los exteriores -no sé si es cosa del negativo o de la restauración- refuerza ese aspecto levemente onírico del que hablaba antes.
Otra cosa que me parece muy interesante de esta película es el aspecto que tiene la pobreza pre-depresión que representa. Estamos en 1928 y aún vemos que todos estos tramps, los marginados de la sociedad, son realmente una humanidad aparte a pesar de lo que asegura El chico (Richard Arlen) en el rapto poético que intitula el filme cuando dice que todos somos mendigos de la vida. No es así. Esta gente ocupa unos espacios prácticamente deshabitados que parece que solo visitan quienes les persiguen o atosigan. Es algo en lo que podría uno no fijarse, pero teniendo en mente Wild Boys of the Road se tiene la sensación de que falta algo -mucha más gente y pobreza- constantemente. Eso que falta y que sí está en Wild Boys of The Road o en Gloria y Hambre es el mundo empobrecido desgarrado por la gran crisis del 29, que ha alcanzado todas las capas sociales y así lo mostrará el cine. En Beggars of Life, sin embargo, la pobreza es anómala y restringida. Cuando durante los primeros minutos El chico y La chica vagan juntos por ahí parece que el mundo existe solo para ellos. Andan por el campo, cruzan avenidas vacías, suben a trenes que atraviesan paisajes enormes, abiertos y despoblados.
Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman


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Hola tocayo
Para mí lo más curioso de esta película viene de la parte más «libre». Se considera que esta es la primera protagonizada por Louise Brooks (al menos había hecho otras dos como primera actriz, casualmente con los dos actores que le acompañaban aquí). También era famosa por haber tenido un affaire con un famosísimo actor casado; pista: aquí vemos a un vagabundo y le acompaña ella con una curiosa gorra… en el considerado primer largo de aquel actor, él es un «famosillo» vagabundo y le acompaña un The Kid que luce una gorra parecida.
Un saludo, Manuel.
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¡Menudos pillines! ¿Y con quién NO tuvo rollitos ese misterioso vagabundo?…
En el libro que uso un poco de referencia, de Frank Thompson, transcribe este unas engoladas parrafadas de Louise Brooks quejándose del poco caso que le hacía Wellman, cosa habitual en él con todos los intérpretes que se las daban de divos. De hecho Wellman no la quería en la película, fue una imposición del estudio y, aunque cumple con su papel y su fotogenia es estupenda, es cierto que le falta quizá algo del realismo y la chispa que años después sí pudo Wellman sacar de la que sería luego su mujer, Dorothy Coonan, en Wild Boys of the Road. Es que la Brooks parece como muy pijilla.
¡Saludos tocayo!
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Me ha parecido muy curiosa esa reflexión de la pobreza pre-Depresión, nunca se me había ocurrido pensarlo pero daría para un artículo el analizar cómo se mostraba a los vagabundos en films pre-Gran Depresión y post-Gran Depresión.
La película la vi hace muchos y simplemente recuerdo que me pareció que estaba bastante bien sin ser excepcional.
Un saludo.
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En mi caso no tengo perspectiva -no he visto las suficientes películas de esta época- para hacer un juicio general sobre la representación de la pobreza pre y post Depresión, pero la simple comparación que comento entre esta y Wild boys… que son del mismo director y se llevan 4 o 5 años y además coinciden incluso en el ambiente ése de los trenes de mercancías, sirve de buen ejemplo de esa diferencia que es bastante obvia, aunque sea solo por el número y condición de los pobres que aparecen. En general el reflejo de la Gran Depresión en el cine me parece un tema interesantísimo. No solo su representación, sino cómo afectó al modelo de exhibición y al cine de otros países. Si pudiera dedicarme a estas cosas con más tiempo desde luego que me enfrascaría en estudiar el tema con cierta seriedad.
De las tres pelis mudas completas que se conservan de Wellman esta es la menos vistosa en mi opinión, aunque no deje de tener su cosa. La primera -conservada- «You never know women» es bastante curiosa por varios motivos, espero pronto poder hablar de ella, y qué decir de Wings….a esta le quiero dedicar la atención que merece, así que escribiré sobre ella cuando tenga tiempo para echar una buena parrafada que incluya el cómo se hizo.
Saludos!
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No sabes Manuel cómo me gustó Wild Boys of the Road y su reflejo de esos niños que van a buscarse la vida, viajando de polizontes en los trenes. Efectivamente Dorothy Coonan está increíble. Muy interesante la reflexión del doctor Mabuse y es verdad que da para un ensayo maravilloso. La pobreza antes de la Depresión tuvo un representante impagable para mí en cortos y largos como Vida de perro, El vagabundo, El inmigrante o El chico en Charles Chaplin. En muchos de ellos salen reflejados albergues, comedores, oficinas de empleo, etcétera de los años anteriores a la Depresión.
Reconozco que Beggars of life es una de esas películas no vistas que siempre he tenido mitificadas por todo lo que he leído sobre ellas. En ese sentido a mí sí que me llama tremendamente que esté Louise Brooks. Soy una enamorada de un libro peculiar de Brooks, en el que habla bastante de la peli. Una especie de autobiografía, pero en forma de varios artículos o crónicas diferentes sobre su vida que se titula «Lulu en Hollywood».
Beso
Hildy
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Supongo que es de ese libro de donde Thompson saca los textos en los que Brooks habla de Wellman. Me hacían gracia por su estilo retorcido y engolado, como decía en la entrada. Las vueltas que da para decir que se caían fatal…
Un beso fuerte
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