La primera película -de cinco- dirigida por Wellman en 1931 y segunda de dieciocho que haría para la Warner en menos de cuatro años, reúne cantidad de chichés que venimos rastreando en la filmografía de nuestro Wild Bill de aquellos años y que se corresponden por supuesto con las modas y los usos de la época. En los 70 minutos de rigor tenemos, vayan sumando:
- Una buddie movie.
- Un triángulo amoroso.
- Una peli sobre un oficio (maquinistas ferroviarios en este caso)
- Mezcla de géneros, o más bien sucesión de ellos, como luego comentaré.
- Secundarios que asoman la cabeza justo antes de alcanzar el estrellato. En este caso dos: Joan Blondell y James Cagney.
- Muchos exteriores, luz natural y lluvia a raudales para dar lustre visual y dramático a las escenas nocturnas.
- Mucho enredo visual y énfasis en agotar el catálogo completo de tipos de plano y posiciones de cámara.
- Conversaciones pícaras precode


Es la historia de Bill (Grant Withers), un atolondrado maquinista al que le va la vida despreocupada de soltero juerguista. Tiene fama de borracho pero eso será en los ratos libres, porque junto a su compañero maquinista Jack (Regis Toomey) forma un tándem de lo más profesional al que por cierto se presenta espectacularmente Ed (Cagney) que se aparece en el techo de un vagón y propicia un plano-secuencia de esos de esta época que tanto gustaban a Wellman en los que dárselas de artista. Me refiero a uno en el que conversa con Bill en lo alto del vagón en imagen real y sorteando como si nada un puente… Hay que verlo, es muy gracioso.

Volviendo a la historia, el caso es que Bill en sus ratos libres sí es un bala perdida. Curiosamente nos muestra lo truhan que es con las mujeres con mucho amaneramiento, lo que resulta extraño visto hoy, y lo resuelve todo regalando chicles a todo quisque. Es un personaje creo que demasiado atolondrado en contraste con lo que sucederá después, y se conduce de forma un poco inverosímil. La mejor prueba de esto es que…
¡¡¡OLVIDA QUE HABÍA QUEDADO PARA CASARSE CON JOAN BLONDELL!!!
Repito:
¡¡¡OLVIDA QUE HABÍA QUEDADO PARA CASARSE CON JOAN BLONDELL!!!

Total, que le echan de la fonda por impago y dejarse el grifo de la bañera abierto y se aloja en casa de su compañero, y a la que este se va a comprar el pan se enamora de su mujer (qué guapa Mary Astor) y viceversa. Y aunque solo se dan dos besos la cosa, ya se sabe lo que son los besos, se va complicando hasta que, tragedia heroica mediante, el polígono amoroso termina convirtiéndose en dos monógamos alineados.

Como es habitual en el cine de esta época, se va pasando de un género a otro. Comienza siendo una comedia simpática con gags discutibles (el guion no es el punto fuerte de esta película) y cierto picante. Cuando Bill y Lily, la mujer de Jack, se enrollan, se viene el folletín amoroso que afortunadamente dura poco y llega entonces el mejor tramo sin duda de Other Men’s Women, el que deja mejor -muy buen- sabor de ojo y sube un par de estrellas la valoración que la primera mitad auguraba. Esta segunda mitad está teñida de drama y fatalismo, cosa que Wellman ha sabido reflejar muy académica pero brillantemente con la nocturnidad y la lluvia constante que además proporciona unas luces y unos relieves preciosos en una peli que ya cuenta, en general, con una fotografía magnífica, y un sonido portentoso, añado, teniendo en cuenta que casi toda ella transcurre en exteriores. La narración es precisa, hay muy buenas ideas de puesta en escena y un final emocionante y memorable marcado por un accidente muy bien representado. Realmente no es el final del metraje, hay un epílogo, pero la película es ahí donde debe terminar, y Wellman lo hace notar desinflando el final real.

Se rodó en Jacumba, California, donde Beggars of Life, y como en aquella joya muda los trenes, los raíles y el final de los raíles son personajes tanto o más protagonistas que los personajes de carne y hueso. De hecho el título original con el que se trabajó y con el que llegó a estrenarse en Canadá es The Iron Highway, menos descriptivo de la historia pero mucho más adecuado que el extraño plural (¿mujeres?) del definitivo.


Algo curioso que le ocurre al cinéfilo con esta peli es que es imposible no pensar viéndola en La bestia Humana (Jean Renoir) o Deseos Humanos (Fritz Lang), las dos versiones más conocidas -hay otra argentina- que adaptan la novela de Zola. Es como si Mujeres enamoradas fuera una suerte de versión socarrona y descafeinada de aquellas tremebundas obras maestras. Porque el caso es que los ingredientes son muy parecidos: todo sucede entre vías y estaciones, no se sale del mundillo de los maquinistas, que entre sí se pelean, se roban las mujeres, sufren accidentes… Es como un conato desdramatizado de aquellas pero claro, es anterior y no se basa en Zola, sino en una novelilla de Maude Fulton.
No es una obra maestra, pero el maestro se puso manos a la obra, y le salió un donut con agujero pequeño. ¡No se la pierdan, pueden verla aquí!

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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Hola tocayo
Pues me ha gustado mucho pero, como dices, tiene tramos tan diferenciados que convierten la peli en algo irregular.
A mi me ha gustado especialmente ese arranque luminoso y ligero, como queriendo olvidarse de la gran depresión, después aparece la primera nube negra de la culpa seguido de la sospecha… y la peli ya es otra.
Otra cosa que es apreciable es la enorme galería de personajes que van pasando por la pantalla y, casi todos, con espacio para su lucimiento. Mención especial para las cantineras, todas con chispa. Sin menospreciar las escenas de trenes cada vez que la peli entra en una cantina… diversión garantizada.
Si es sorprendente el plural de «Mujeres enamoradas» no lo es menos el de «Mujeres de otros hombres». Seguro que se plantearon, en algún momento, llamarla «Have a Gum on me».
Brillante, también, la apertura y cierre de la historia.
Un saludo, Manuel.
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Me hace tremenda ilusión que hayas visto la peli, que para eso echo estas horas.
Ay las cantineras, a mí se escaparían los trenes. Y mira que nunca hablo con desconocidas.
Un saludo, tocayo
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Qué ganas de verla.
Me ha encantado cómo cuentas y analizas esta película.
Con rigor… y alguna que otra risa.
Y por lo que escribes, sé que es de esas películas de Wellman que yo voy a disfrutar mucho.
Creo que el tren es el transporte más cinematográfico del mundo, ¿verdad?
Beso
Hildy
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Sí Hildy, si la ves te va a gustar seguro, con las salvedades que muy bien resume mi tocayo querido.
Qué tendrá el tren… ¿Te imaginas «Breve encuentro» sin tren? Mi vida hubiera sido otra.
Te contaré una cosa personal: este verano voy a -intentar- hacer una prueba ciclista de larga distancia bastante dura (Londres -Edimburgo-Londres en 5 días) y lo que más ilusión me hace es que parece ser que podré atravesar en bici el Forth Bridge, el de los 39 Escalones.
Un abrazo
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¡¡¡Jo, qué pasada, Manuel!!!
El puente de Forth Bridge… y qué bonito es Edimburgo. No conozco mucho, pero lo poco que he podido visitar en algún lejano viaje, creo que siento cierta conexión con Escocia.
Sería bonito ir de tu mano por un artículo que hablara sobre la bicicleta en el cine. Me están viniendo un montón de bicicletas en distintas películas. El otro volví a ver Dos hombres y un destino… y a mí su momento bicicleta, diga lo que se diga, me encanta. En cuanto a ciclismo y cine, recuerdo una peli francesa de animación preciosa: Bienvenidos a Belleville. Y otra belga que tiene su encanto: La bici de Ghislain Lambert.
Beso
Hildy
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Solo un breve comentario para decir que me encantan esos argumentos tan locos típicos del cine pre-code (sin salirse de Wellman, la subtrama de Night Nurse con Clark Gable y las niñas muriendo de inanición tiene tela), y que en este caso coincido con usted que me ha tocado la fibra lo de olvidarse del día de su boda… y más siendo la novia Joan Blondell. Olvidarse de que uno ha de casarse con Joan Blondell ni más ni menos debe ser una de las mayores incoherencias del cine de la época
Un saludo.
PD: qué envidia su excursión ciclista, ¡no olvide hacer alguna foto al puente hitchcockiano! Que luego en foto no dejará de ser otro puente más, pero vaya, hace ilusión igualmente a los que somos fanáticos de Sir Alfred.
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Intentaré hacer alguna foto, pero no prometo nada que para llegar hasta allí he de pedalear antes como 800 kms y no crea que es fácil, jeje. Ni siquiera sé si lo podré atravesar de día o de noche o si llegaré en condiciones físicas y mentales para sacar el móvil del bolsillo. No sé si es este u otro que también pasamos muy emblemático pero cuyo nombre no recuerdo, que lo tienen cerrado al tráfico de peatones y ciclistas por la cantidad de suicidios que se producían y lo abrirán para nosotros.
Un abrazo!
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Querida Hildy,
¿Sabes lo que me pasa? Pues que me da mucha pereza escribir sobre cine y bicicletas porque son como dos ámbitos de mi vida que mantengo totalmente alejados el uno del otro. Son mis dos principales aficiones, a las que dedico casi todo mi tiempo libre, y digamos que están peleadas la una con la otra, jeje. Por ejemplo casi todo lo que sale ahora en el blog está escrito hace meses, porque en primavera y verano me paso los findes y las tardes sobre la bici, y cuando estoy en eso me olvido de casi todo.
Sí que he visto bastantes pelis que hablan de ciclismo, como Bienvenidos a Bellevile, que es verdad que es preciosa, y también La bici de Ghislain Lambert, que aunque sea una comedia ligera normalita, a los que somos aficionados sobre todo al ciclismo de carreras de un día nos gusta especialmente. En Bélgica -la peli es belga, para quien no lo sepa- el ciclismo es casi una religión, y la época que narra, principios de los 70 si no recuerdo mal, es la época dorada de este deporte para ellos, entre otras cosas por el reinado incontestable del belga más famoso de todos los tiempos pedaleados: Eddy Merckx. La vi hace mucho y no descarto revisarla y escribir algo simpático dentro de mis posibilidades, pero ahora que la citas creo que recordar que en ella se habla de ¡¡¡EL VERDADERO DOCTOR MABUSE!!! y es que hay un médico condenado varias veces por dopaje, Bernard Sainz, al que se apodaba Dr Mabuse en el mundillo y, si no recuerdo mal, en la película cuando el pobre Lambert quiere meterse algo para mejorar recurre a un personaje al que llaman así… Tendría que revisarla para confirmarlo, pero como ve usted al malévolo Doctor languiano le han salido más sosias de los que nadie hubiera imaginado.
Suerte que por aquí tenemos al único sin, que sepamos, antecedentes penales.
Sobre lo de las bicicletas en escenas concretas… Es verdad que a veces se usan un poco como recurso cursi, lo mismo que se ponen en los escaparates de algunas tiendas o en medio de los pasillos del Ikea, porque la bici evoca felicidad y buen rollo, pero hay escenas en las que está mejor que bien traída, como esa de Dos hombres y un destino, que es una peli muy especial en mi vida que habré visto 15 veces o más, y que digan de lo que digan, como dices, a mí me emociona a pesar de su su sesentería. O ese momento en Los paraguas de Cherburgo en el que andan sobre una alfombra deslizante, o eso parece, con la bici en ristre, o Setsuko Hara en El rumor de la montaña, de Naruse o en Primavera tardía, de Ozu.
En fin, hay muchos momentos, pero pocas películas buenas dedicadas al ciclismo ya sea como competición o como afición. Prometo, cuando vuelva a disponer de tiempo libre para escribir a gusto, dedicar alguna entrada a alguna peli más desconocida o curiosa.
Un abrazo muy fuerte Hildy.
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¡Ay! Este texto me da renovadas esperanzas sobre esta película, que empecé a ver toda entusiasmada porque me encanta Wellman pero me desinflé antes de llegar a la segunda mitad y nunca terminé de verla. Lo intentaré de nuevo, sobre todo porque me encantan las escenas nocturnas con lluvia o agua de por medio. Capra era un maestro con eso en su período pre-code, lo digo siempre que puedo.
Un abrazo, Bet.
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Hola Bet!
Wellman tiene muchas pelis mejores que esta, eso es así, pero esta es de las que gana en la última parte. Como comento en el texto tiene esa cosa del cambio de género en cada acto dramático que si la vemos hoy nos puede hacer desconectar o desinflarnos, como tú dices, pero en este caso lo mejor cinematográficamente hablando está en esa última parte nocturna.
De todas formas hay tanto Wellman por ver que si desistes de estas y te entregas a otras pues no pasará nada. Yo mismo que ya llevo comentadas aquí más de 40 pelis suyas y vistas muchas más todavía tengo muchas cosas por ver y descubrir, así que a vivir y disfrutar de la noches y las lluvias que nos apetezcan. Y por cierto que al Capra pre-code apenas lo tengo visto. Buena tarea me pones.
Un besote!
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